domingo, 3 de marzo de 2024

Recupero este artículo, que me fue censurado en 2013.

 Lo censuró mi mujer, pensó que no me convenía que alguien pudiera leerlo. La gente no termina de entender las cosas que quiere entender a medias, y anticuerpos de SIDA suena muy mal. También sucede que para entrar a trabajar en el sector público te piden un certificado de que no padeces enfermedades infecto-contagiosas, pero ahora no me importa nada esta información. 

Estaba trabajando en un Juzgado de Salamanca por aquellos entonces, y me sentaba en el autobús con los africanos que iban solos, porque nadie lo hacía, y para hablar con ellos, por ahí atrás andan mis artículos al respecto.



NO SEA QUE A ALGUIEN LE PASE UNA COSA ASÍ

Soy donante de sangre, ya lo tengo escrito por ahí atrás. Me parece que serlo es de buenas personas; agradecidos tanto por nuestra salud, que la regalamos no importa a quién. Tres o cuatro veces al año durante casi ocho años, he sentido ese placer de dar, esa liberación de una obligación moral hacia el prójimo y la recompensa de hacerlo entre personas escogidas por ese espléndido sentimiento, como yo. (Los otros donantes que me parecen tan dignos de admiración)

Durante todos estos años, primero por carta y después por SMS, me comunicaban que no tenía hepatitis, ni SIDA, ni  alguna otra infección que hiciera que mi sangre fuera inválida o mi salud pusiera en entredicho. Al contrario, tres o cuatro veces al año me reafirmaban lo saludable que era en estos aspectos que pueden analizar, (para haberme medido el azúcar o los triglicéridos habría debido de “ir en ayunas”).

 

El 28 de febrero de 2013 recibí una carta certificada con acuse de recibo:

En su última donación de sangre hemos observado una alteración en los resultados de los análisis realizados. Cabe la posibilidad de que sea debido a errores de la técnica efectuada, por lo que es preciso comprobarlo repitiendo el análisis con una nueva muestra.

(...)

Por motivos de confidencialidad, no podemos dar ninguna información sobre resultados analíticos por teléfono . (...)

 

Aprovechando mi pausa para el café, acudí al centro de Donantes de Salamanca, que no está lejos de mi trabajo.

 

Yo pensé que podría tener hepatitis, de la que sé muy poco, ya que no había realizado prácticas de riesgo de infectarme de SIDA, (si es cierto que se transmite por las vías que siempre han dicho que se transmite). En el centro de donantes, la médica, previa breve explicación, me dijo que en el análisis “barato” que  hacen, un reactivo había identificado que yo tenía anticuerpos del SIDA, pero que iban a tomarme en ese momento cinco tubos para hacerme un análisis más completo que descartara o afirmara rotundamente si lo tenía o no. En cualquier caso, -me seguía informando- mi material genético daba negativo, de manera que aún no había desarrollado la enfermedad.

Añadió que el nuevo análisis tardaría unas dos semanas en dar sus resultados, pero que no tenía que preocuparme si no había realizado “prácticas de riesgo”. La única que había podido realizar fue una glucemia que me hice en una farmacia de Salamanca, también en los 20 minutos de café, -que me costó 5 euros, ya que no  podía acudir al Ambulatorio de Béjar que no abre por las tardes, además de que no aguanto en ayunas una mañana entera-. En ese análisis de la farmacia no vi quitar ningún precinto, ni plástico, al instrumento con el que me dieron un picotazo, y... la mente es libre  de dar vueltas sobre si con ese mismo pincho no habrían picado a un infectado de Sida que fuera a hacerse aquel otro tipo de pruebas, que también publicitaban en el escaparate del establecimiento.

 

¿Cómo voy a tener yo tan mala suerte? Sinceramente, estadísticamente, he pensado que no: que sería no un problema de mi sangre, ni de aquel pincho, sino de los reactivos del Centro de Hemoterapia y Hemodonación de Castilla y León; pero durante un mes, hasta hoy 3 de abril, yo he sido por un análisis clínico: positivo de anticuerpos de SIDA. Y eso es injusto. Me he privado de tener relaciones sexuales y he tenido que soportar las veladas dudas de mi mujer, que no podía estar tan segura como yo mismo de que no fuera un verdadero positivo, máxime teniendo en cuenta mi tan raro entusiasmo por mantener conversaciones a corta distancia con negros subsaharianos (y darles la mano efusivamente al final).

 

En carta fechada en Valladolid el 1 de abril de 2013 me dicen:

 

En el análisis realizado se observa una falsa reactividad persistente. Esto no tiene NINGUNA IMPORTANCIA PARA SU SALUD, aunque no puede donar sangre por interferir en las pruebas que realizamos a las donaciones.

 

Y remachan en el siguiente párrafo.

 

Esta falsa reactividad se debe a un fallo de la técnica analítica (equipo y reactivos empelados para el análisis), no tiene ninguna relevancia para su salud, y no tiene que hacer ningún tipo de prueba adicional ni revisiones por este motivo.

 

Soy confiado y quiero pensar no que tengo una sangre “un poco rara” que provoca la falsa reactividad persistente, sino que hemos entrado, con los recortes sanitarios, en una nueva era de reactivos baratos que saltan no a la mínima, sino a la inexistente.

 

Me molesta, me ofende por mi sangre tan viva, tan generosamente ofrecida desde que decidí ser donante, esa sangre que repartía vida y salud, que ahora se quedará en mis venas sin ayudar a nadie más. También me ha molestado lo burocráticamente que han tratado mi caso: podían haberme “tranquilizado” en poco más de dos semanas, pero ha pasado más de un mes: quince días de más me han tenido “en vilo”. ¡Menos mal que yo no había tenido prácticas de riesgo!

 

Y todo sólo por ser bueno, generoso, altruista...

Quiero escribirlo por si a alguien le pasa, que no se preocupe, que a mí no me ha pasado nada. De corazón, sigo siendo donante de sangre.



NO TENGO EL SIDA, NUNCA LO HE TENIDO, PERO DEJÉ DE SER DONANTE DE SANGRE ENTONCES Y NUNCA LO HE VUELTO A INTENTAR.


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