jueves, 24 de junio de 2021

El infinito

Ayer me tumbé en la hamaca de mi terraza con las gafas de lejos, para mirar el cielo. Había pequeñas nubes y pensé que la astrología y la astronomía debieron de surgir en países secos, y sólo pudieron aficionarse personas gente de buena vista (hasta Galileo, que creo que perfeccionó el telescopio).
También me quedé mirando a una estrella cualquiera pensando que podría ser una de las que albergue vida inteligente, pensando si en ella alguien mirará a nuestro sol pensando lo recíproco. Nuestro mundo es tan bello.., pero visto desde cualquier lugar del universo no se apreciará, subsumido en la luminosidad de nuestra estrella.
Siempre me da vértigo pensar en los confines. Ayer vi un documental sobre Magallanes donde, algunos marineros, todavía tenían el pensamiento de que podrían encontrar (y despeñarse en ella) la gran catarata donde morían los mares. Todo lo desconocido siempre se torna en inconcebible, en vértigos de comprensión.
A mi me hiere el pensar en el infinito, en el vacío que habrá después de la última materia, un vacío ni redondo ni cuadrado eterno de todas las eternidades, sin vida ni esperanza ni caridad para los que nos perdemos pensando. Aunque toda la vida el cielo azul nos haya mostrado cómo puede ser eso.

lunes, 21 de junio de 2021

Pertenencia.

 Ayer un amigo me ofreció un póster conmemorativo de la victoria en la liga de mi Atlético de Madrid, estuve a punto de llevármelo, pero lo rechacé. No son éstos, no me gusta la estética de tatuajes de los jugadores, ni lo exacerbado de sus gestos viriles, y tampoco que la mayoría sean extranjeros, y todos mercenarios muy bien pagados. 

Yo soy del atleti de los 70: Reina y Pacheco de porteros, Melo, Panadero Díaz, Capón, Leal, Adelardo, Eusebio, Gárate, Luis, Irureta, Becerra, Heredia, Ayala, Ufarte... por aquellos tiempos hice mi colección de cromos. Eran años en que yo jugaba al fútbol con los otros niños en las eras de mi pueblo y entrenaba en el corral de mi casa regateando solo y metiendo goles en la puerta del pajar.

Ahí se fraguó mi sentimiento. Luego la vida me fue mostrando atléticos con los que congeniaba mucho mejor que con otros, especialmente con los "enemigos" madridistas, aunque tengo algún amigo también. Son formas de ser o de sufrir colectivamente, una solidaridad de lo perdido, una ética y una estética. Cada vez que siento que va a jugarse un partido importante, es un sentimiento gregario un poco con todos ellos.

Pero es algo que no es presente. Es un recuerdo que resurge como vibración simpática hacia el pasado con esa comunidad. No me gusta el fútbol, quiero decir que lo repelo racionalmente, aunque me siga llamando la atención; pero me aguanto: en este siglo dudo que haya visto 10 partidos enteros. Me defino, aunque no lo sea del todo, como insumiso al fútbol a sus pompas y vanidades. 

Me pasa lo mismo con mi pueblo, soy de allí, pero hace décadas que me fui de su presente, de sus fiestas; es mi pasado. Son un exiliado de aquello. No conozco ni me interesan su gente de menos de 50 años sino porque son hijos de los que conocí. Además tampoco reconozco fácilmente a sus viejos que son de mi edad, salvo compartir recuerdos que no es poco. 

Nunca podré ser de otro sitio, aunque haga amigos, aunque tenga otros paisajes de los que me enamore, y hasta un huerto donde quiero que vayan a parar mis cenizas.

Pertenezco a mi niñez.

miércoles, 16 de junio de 2021

"HERRAMIENTA"

Odio el abuso actual de esta palabra, que no es una navaja multiusos: es la panacea. 

Desde pequeño yo he vivido cerca de herramientas, mi padre durante toda su vida laboral tuvo una herramienta en la mano, el acero de un puntero y la madera del mango que proyectaba el martillo de acero contra el puntero y ambos contra la piedra. Hasta teníamos una fragua o herrería para arreglar herramientas. 

                              mi padre, en su fragua, observando el temple de un puntero


Herramienta viene de hierro. La primera acepción del diccionario es "instrumento por lo común de hierro o acero, con el que trabajan los artesanos". Supongo que en las ediciones actuales la Real Academia tendrá que recoger (los hablantes y escribientes gobiernan la lengua) que es un millón de cosas.

Herramienta actualmente es entre otras:

a)Un programa informático: todos son de hierro.

b)Una estrategia o forma de abordar cualquier cosa: para vender, para integrarse, para ligar, para escapar del maltrato...: la psicología en el S. XXI también es de hierro.

c)Una institución jurídica, recursos jurídicos; no pesados y llenos de herrumbre, sino ligeros, etéreos: el vademecum que todo lo engrasa y hace funcionar.  (¡joder!, estoy hablando de la justicia, ¿adónde está esa herramienta?)

n)todos los días la pereza mental pare nuevas acepciones a herramienta. (Lo que en mis tiempos jóvenes llamábamos "paridas") (*)

Una herramienta actual es algo que no se oxida, a pesar de que se sobe y se estiraje, se moje y se exponga a todos los agentes exponibles.

             yo, con las herramientas de mi padre, haciendo que trabajo sobre sus trabajos




Cuando yo era pequeño en alguna clase de lengua se quejaban de que, por pereza o desconocimiento, se abusaba  de la palabra cosa, que es algo más inconcreto, informe, apto para todas las materias o incluso inmaterias. 

Hoy cosa es "herramienta"; eso que desde la Edad del Hierro siempre ha sido de metal, pesada, concreta, intermediaria para domar directamente a la naturaleza. 

Yo trabajo con herramientas en mi huerto, pero más propiamente son aperos.


Concluyo: La Real Academia de la Lengua deberá incluir la siguiente acepción: HERRAMIENTA "Lo que sea muy útil para cualquier cosa, especialmente en las relaciones sociales".

Quizá no debo de ponerme así, será una traducción de alguna palabra inglesa comodín. (En España somos así, señora, todo lo malo se nos pega y si viene del extranjero nos entra mejor)

Bueno, se notó que estoy harto de esta palabra. Supongo que mucha gente también, pero cuando le ponen un micrófono en la boca se pone nervioso y se agarra a la "herramienta" para explicar cualquier cosa.




(*) una "parida" en la jerga juvenil de los 70 y 80 era algo estúpido que se proponía o hacía. Supongo que hoy  sería o es una palabra políticamente incorrecta toda vez que parir es algo intrínsecamente femenino y connota un desvalor hacia algo que solo puede hacer la mujer. (arenas muy movedizas actualmente, que no conviene pisar).

Y que conste que estoy muy de acuerdo con que se margine esta acepción porque parir, que lo vi hacer a mi mujer, es algo sublime y maravilloso, que debe estar asociado a la más positiva de las consideraciones.


viernes, 11 de junio de 2021

Nos falta uno de esta foto



Más o menos nacidos en el 64, ayer vivíamos todos y hoy no. Falta Alfonsito: Alfonso Velayos Velayos, "que ataca los caballos"  según incomprensible pareado que decíamos de él o decía de sí mismo.

En esos tiempos era mi amigo más travieso, especialista en saltar paredes pero también en subirse a las encinas, un muchacho que se llevaba más golpes de la cuenta porque forzaba mucho la suerte o porque le pegaban más los profesores que a los demás, por travieso, que malo no era. Sí que era de goma: no le asocio a llorar, ni a quejarse, ni a sufrir. De pequeños hacíamos con que nos pegábamos para dar vueltas en el suelo alrededor de las niñas a ver si les veíamos las bragas. Pero no con malicia, que entonces no podía darnos el no haber cumplido 10 años, sino con espíritu científico.

Un muchacho tan alegre tenía ya una espinita de muerte en su camino: un hermano suyo murió al poco de nacer y había una curiosa tumba pequeñita en el cementerio, que él me enseñó.

Pero su padre consiguió trabajo en una fábrica de Ávila y se fueron a vivir allí. No sé cuándo exactamente, pero antes de que se muriera Franco. Entonces no había coches como hubo después, y venir al pueblo los fines de semana era organizar una familia en el tren. Supongo que su familia cerró de verdad su casa del Barrio Nuevo; después creo que se la vendieron a los vecinos.

Cuando yo fui a Ávila con trece años, él vivía en otra zona de la ciudad. No coincidimos en los estudios, también creo que él se echó novia muy pronto. No sé por qué busco pretextos para no haberle tratado, era lo más lógico dadas las circunstancias, pero hoy me duele; me pido cuentas. Siento la proximidad de la infancia, la complicidad elemental, los golpes, las carreras. Él y yo nunca nos pegamos "a malas" pero nos pegamos muchas veces "a buenas"; yo no sé si los niños de ahora se pegan "a buenas". Recuerdo sus pecas y sus ojos grandes, su flequillo con un cornezuelo díscolo, (creo que sale en la foto) pero no me acuerdo ninguna palabra, ni ningún pensamiento, ¿para qué, si estábamos vivos?  entrando en casas abandonadas o subiendo a las piedras y a los árboles. Suerte de niños sueltos que podían correr aventuras.

Creí que iba a venir a la talla de los quintos, a la juerga con los demás, pero no apareció.

Muchos años más tarde su padre se hizo una casa muy chula en el pueblo, "con las piedras muy bien colocás", pero ya sería por los 90 y tantos, y yo ya sí tenía novia y no sé si el volvió mucho por allí, porque yo no lo hice.

Sé que tuvo, camino de nuestro pueblo, un accidente de coche que quizá le dejara una cojera. No sé más de él pero le extraño. Somos testigos de las vidas de los que nos rodean, y ellos de la nuestra; es como un tejido que de pronto empieza a perder hebras, y nos quedamos incompletos, desabrigados. Tiritando del miedo de que la muerte se acerca. 

 

jueves, 10 de junio de 2021

LIBROS DE VIAJES A LOS HIELOS

Mis lecturas infantiles fueron el Capitán Trueno y el Jabato, grandes viajeros. Recuerdo haber seguido con interés por la televisión la serie de viajes de Miguel de la Cuadra Salcedo sobre Marco Polo(1). El libro de las Maravillas del Mundo lo quise leer para un trabajo en una versión infantil que había en mi colegio de 6º curso, pero se lo cogió otra persona y a mí me tocó hacer el trabajo sobre el libro Leyendas de Guatemala, de Miguel Ángel Asturias, que no me gustó.

Mucho más tarde, en los años 90, descubrí que repetían en la Segunda Cadena de Televisión Española  los documentales de Luis Pancorbo. Ya tenía vídeo en casa y me los fui grabando, como joyas que son. Aunque hoy pueden verse todos en RTVE.es.

Mi deseo de tener libros y el azar que produce solo querer comprarlos baratos, hizo que cayera en mi mano "En la noche y entre los hielos" de Fridtjof Nansen, que recuerdo haber leído de noche y con frío, -no tenía calefacción- en Mombeltrán. Me causó una honda impresión el sufrimiento humano y el espíritu de resistencia que da la soledad, la determinación, los víveres contados, incluido matar a los perros que arrastran tu trineo para comértelos; en resumen; el tesón y la paciencia. Poco después de aquella lectura una tarde me pilló una tormenta en Gredos, arriba en el Torozo, solo y a 2.000 metros. Estuve resignado a pasar la noche en una pequeña cueva donde me refugié. Llevaba una capa de plástico muy mala, pero como ya había leído a Nansen, sabía que iba a resistir, aunque no fuera capaz de dormir en toda la noche. Lo único que me preocupaba era no tener cobertura en el teléfono móvil y que mi madre se asustara cuando no contestara a su llamada diaria.

Recuerdo que eran las 7 y pareció que la lluvia aflojaba, y me lancé a la ventisca con mi capa de plástico que quedó hecha trizas al rozarse con los piornos. Con furia luché contra la lluvia por llegar al sendero que más o menos podía seguir aunque estuviera anocheciendo. Todo lo hice inspirado por el valiente Nansen. Luego, en la bajada, escampó, pero estaba a punto de hacerse de noche.

Hace dos semanas adquirí "El peor viaje del Mundo" de Apsley Cherry-Garrad, que va de la expedición de Scott al Polo Sur. El autor formaba parte de la expedición de estos ingleses, pero no fue de los elegidos para llegar al  centro del Polo, al final se tuvo que volver a las bases costeras como retaguardia o apoyo de los que iban a culminar la llegada al Polo.

Es sabido, y si no lo cuento, que los expedicionarios de Scott murieron en el regreso, tras comprobar que Amudsen, que era discípulo de Nansen, había llegado primero y dejado sus marcas de desvirgamiento natural.

Este libro, de 905 páginas, que yo deseaba leer para recordar el sabor de boca de aquel de Nansen, es una desmesura repetitiva y aburrida. Sí que hay páginas muy emocionantes, entre las 480 y 520, cuando el autor las pasa verdaderamente canutas, pero todo el resto del libro es hiperprolijo porque casi todos los integrantes de la expedición, muy conscientes de que iban a hacer historia, y además pedagogía de cómo hacer un viaje como éste, llevaban un diario. Y la narración se solapa, se reitera, y se pierde en explicaciones de cada paso, cada pasito, cada medición y cada impresión, que han hecho que pierda el respeto a este libro (y un poco, también, a los ingleses) y me salte páginas buscando el final.

El final es emocionante, porque reproduce la narración de la desilusión de Scott y la desesperación y muerte resignada de su equipo.

Los ingleses y el autor de este libro presumen de que ellos iban no a ser los primeros en llegar al Polo Sur, sino que su misión era también científica y ello les entorpecía. Hay demasiado nacionalismo británico: su flema, su orgullo, pero les pierde querer ningunear a Amudsen. Ellos lucharon contra los elementos y el noruego ¿no?. Ellos perdieron cinco o seis hombres y Amudsen ninguno. Amudsen era muy listo porque lo fio todo a los perros, que dejaba sueltos con un bozal para que no se mordieran jugando porque les excita mucho la sangre. En resumen que para el autor Amudsen es un pillo afortunado y sus compañeros, aunque tenían de todo y apalabrado con los periódicos patrocinadores la exclusiva de su aventura, lamenta que no tenían suficiente dinero, cuando a mí parecer llevaban en gran cantidad de todo lo mejor que la industria inglesa podía proporcionarles en 1910.

El final del libro no puede ser más amargo:

La exploración es la expresión física de la pasión intelectual.

Y le diré una cosa: si usted tiene el deseo de saber y el poder para hacerlo realidad, vaya y explore. Si es usted un hombre valiente no hará nada; si es un hombre miedoso, es posible que haga mucho, pues solo los cobardes tienen necesidad de demostrar su valor. Hay quien le dirá que está chiflado y casi todo el mundo le preguntará <<¿Para qué?>> Y es que somos una nación de tenderos, y ningún tendero está dispuesto a parar mientes en una investigación que no le prometa un rendimiento económico antes de un año (...)


De todas manera no recomiendo "El peor viaje del mundo"  (904 páginas es demasiado) pero sigo teniendo la mejor de las impresiones de "En la noche y entre los hielos" (463 pg.) que leí en 2007.

Consecuencia de aquella impresión de Nansen desde entonces compro a un euro todos los libros de viajes que caen en mis manos; tengo más de 50; la mayoría leídos.





(1) esta serie rodada en cine y en blanco y negro se estropeó en los archivos de TVE, y como los libros de la biblioteca del Nombre de la Rosa, se queda en mi memoria como algo importante, por perdido.