Voy a deshacerme de este libro sin leerlo. No es que tenga manía a El País, que la tengo por sus actualidades, pero también siempre me había fiado de sus productos; he conseguido muchos en el kiosko y, atrasados, en los baratillos que frecuento. La culpa no es de El País: reproduce un libro de Planeta que está mal traducido, las primeras hojas al menos; quien lo perpetró es un tal Roberto Bixio. Y, aunque el libro es prometedor yo descarrilé.
Me encantó la cita inicial de Maurice Maeterlinck, pero ya este nefasto traductor repetía innecesariamente una palabra que yo he cambiado.
Apenas expresamos algo lo empobrecemos singularmente. Resulta que nos hemos sumergido en las profundidades de los abismos y cuando volvemos a la superficie la gota de agua que pende de la pálida punta de nuestros dedos ya no se parece al mar de donde procede. Creíamos que habíamos descubierto en una gruta fabulosas riquezas y cuando volvemos a la luz del día solo traemos con nosotros piedras falsas y trozos de vidrio; sin embargo en las tinieblas relumbra aún, inmutable, el tesoro.
Muchas veces me despierto en la noche y manoseo esos tesoros, estoy a veces luchando por volver a dormirme, aunque últimamente ha habido ocasiones que salgo a escribir, pero entre que me visto, enciendo el ordenador saltando pantallas y contraseñas, y luego me lanzo a la plana blanca del procesador, ya se me ha escurrido casi todo el agua que traía en las manos, con lo que queda en el cuenco y la humedad trato de retener en letras aquellas ideas, pero no consigo hacerlo nunca, aunque sea lo mejor; cuando me vence el sueño, o me quiero sentir seguro de que lo recordaré mañana, entonces sí sale la cosa más insulsa, roma y defraudante.
Suelo escribir también, algunas veces, cuando corro. En este caso es instrumental: procuro concentrarme y así no me doy cuenta de cuánto me cuesta y cuánto me estoy cansando y lo que duelen mis tendones y pesan mis 89 kilos, es un truco que sé a la luz del día que es imposible de revelar, (positivar la fotografía) pues primero tengo que volver, después subir la cuesta, beber agua, quitarme la ropa, elegir ropa limpia, ducharme y encender el ordenador ..etc. Creo que queda algo y a veces lo aprovecho, pero el teosro de Maeterlinck sigue en la caverna de Platón.
Lo único concreto que sí saco es medio kilo menos en báscula, a cambio de hora y media de trote y hacerme quites con muchos trucos. En este caso lo que más suelo hacer es fantasear: es que contar los pasos y sentir los sufrimientos, y preguntarme ¿qué hago pasando frío y pisando chinarros a las ocho de la mañana? es masoquismo que mi mente no resistiría.
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