Hace un par de días estaba aburrido con el mando de la televisión y vi el final del partido de balonmano femenino que disputaban Holanda y Noruega. Impresionante la técnica, fortaleza y brío de los dos equipos. Pero yo soy incapaz de ver un partido de algo sin tomar "partido" y en pocos segundos decidí que apoyaría a las noruegas y eso que es un país que no quiere compartir sus riquezas con los de la Unión Europea, mientras que las holandesas son contribuyentes natos, pero no voy por ahí, ahora. Siempre me gusta ir con los míos, y si no con los más modestos. Por cierto, ganamos.
En la guerra civil desde que supe algo, tomé partido por los republicanos. Aunque la primera lectura que encontré en la Casa de la Cultura de Ávila en mi verano de 1º de BUP fue un libro generalista de Georges Roux que, a pesar de ser francés, tomaba partido descarado por los nacionales lo que me dejó bastante chafado; más tarde leí las de Hugh Thomas, Gabriel Jackson, y libros de Luis Romero y otros más que estaban en la biblioteca de mi Instituto. Para más informarme decidí invertir mis ahorros en una suscripción a la revista "Tiempo de Historia" que dirigió Eduardo Haro Teclen, la más izquierdista de las revistas de historia de la transición, por eso la elegí frente a "Historia y vida" que era más aséptica, internacional y recolectora de datos.
Seguía siendo republicano por Lorca, Machado, Miguel Hernández, y porque votaba al PSOE y leía El País. Lo de la guerra civil me interesaba siempre, pero no hasta el punto de buscar más lecturas sobre ello, pero para mí era un tema resuelto, buenos: los republicanos; malos: los nacionales.
En el año 1999 estaba yo trabajando en el Juzgado de Arenas de San Pedro y leyendo en su biblioteca una historia de la localidad me di cuenta de que había sido nacional luego republicana y nacional, me resultó chocante y hasta gracioso que mataran a un cura en ese ínterin. Pero tenía mucho trabajo y no seguí investigando y eso que hubiera podido haberme visto los libros del Registro Civil.
A finales de 2004 me toco un destino en al Juzgado de Madrigal de las Altas Torres. Como había poco trabajo me estudié los libros por esas fechas y vi algo sospechoso porque había sido tachado y corregido después, y era en el 36 y con arma de fuego, pero me duró poco aquel trabajo.
En el verano de 2006 fui destinado a Mombeltrán y en el primer hueco que encontré me miré los libros de defunciones de los años de la Guerra. Los primeros que aparecían eran 10 personas de Cuevas del Valle, y además fusiladas por los rojos; el último de ellos de ellos de profesión jornalero y de 18 años, ¿Qué mal rollo, no?
Seguí buscando hasta empatar la cifra, con otros muertos que irían apareciendo más diseminados, pero un poco molesto porque contradecía mi idea inicial.
Un poco después decidí buscar información sobre esos 10 muertos en Cuevas del Valle y fui a preguntar al Juez de Paz, un hombre muy simpático con el que ya había hecho algún juicio y me llevaba muy bien y entonces me dijo trágicamente que a su padre le mataron los nacionales, y que mataron a mucha más gente, unos cuarenta por allí, mujeres incluidas. Incluso de una se llevaron al niño y lo dieron en adopción en Ávila.
Entonces me lancé definitivamente a buscar papeles municipales en todos los ayuntamientos que me dejaron y a entrevistar a todos los viejos y viejas que pude, porque quería saber cuánto más mejor, y sobre todo, quería la verdad, toda la verdad. También porque unos datos me llevarían a otros datos, porque como dijo de otra manera Sócrates: cuanto más sabes más cuenta te das de todo lo que falta por aprender. Y todos los datos posibles del bando que fuera me eran muy útiles especialmente para estimular la conversación con viejos que no tuvieran muertos o saqueos de un lado, ni de otro, porque estos tenían un conocimiento incontaminado de dolor o de sangre. La objetividad no existe, es un ideal platónico. Pero las víctimas directas, en general, no sirven más que para contar lo que les pasó a los suyos, entre lágrimas y a veces rabia porque les atropellaron la vida. He visto correr lágrimas de octogenarios hijos de muertos de uno y otro bando, y os juro que no eran rojas ni azules.
Otro dato que chafó mis prejuicios iniciales fue que el único relato de libros quemados del Barranco de las Cinco Villas, -tenemos muy clavadas en la retina las imágenes de libros quemados por los nazis en piras callejeras ¿Verdad?- pues en mis pesquisas solo aparece que quemaron los libros de un cura de San Esteban del Valle que había huido. Una hoguera a la puerta de su casa que alguien se entretuvo en remover con un palo para que se quemara todo bien. Eran libros religiosos, como la mayor parte de los libros que quemaron los nazis de los judíos. Pero qué antiestético ¿no?
Hay que caerse muchas veces del caballo.
Quiero decir que mi método tuvo que ser bastante objetivo porque cuando veía un viejo muy viejo por la calle o sentado en el banco de un parque, no sabía qué bando ser el suyo y así me encontré de todo lo que salió ante mis pasos, mi visión es lo más completa que podía ser. Lo ideal hubiera sido hablar con todos, también con los que acabaron en Francia que fueron unos cuantos y que tardaron mucho en volver; sobre los años sesenta empezaron a hacerlo.
Estoy muy contento porque además conocí profesionalmente la idiosincrasia de la zona que viene de antes de la guerra y se prolonga, con sus motes familiares, querencias y todo lo que un pueblo puede albergar, yo también soy de pueblo y eso me ayuda a entender todos los pueblos.
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Y así es como supe la verdad más verdadera y objetiva posible. Platón sabe que nadie entró más adentro del umbral de la caverna de la verdadera historia de la Guerra Civil en las Cinco Villas de Ávila.