lunes, 30 de enero de 2023

Diario de un snob (el inventor del dron)

 


Cada pocos meses abordo un Umbral. La verdad es que, aunque gozo mucho al principio con su estilazo, se me hacen largos, y después he de guardar dieta. Porque este autor es empachoso en el literal sentido de que uno se siente colmado, ahíto.
Umbral se sitúa desde una altura intelectual (fisicamente también se acercaba a los dos metros) como un juez de silla en el tenis, y diserta con elegancia sin pringar casi nunca de la realidad. Como un dron con su cámara de video mostrándonos la realidad con un enfoque que nunca habíamos visto.
Es un libro que recoge artículos de 1970 a 1972, y se publicó así en el 73. Cincuenta años estuvieron entre mis dedos hace pocos días. Lo he leído a saltos. Tres artículos seguidos es la dosis máxima recomendable.
Umbral en esos momentos era un hombre de izquierdas y no lo ocultaba. Todavía le quedaban tres años de vida a Franco y a su "dictadura fascista" y el periodista escritor no se metía directamente con nadie pero este libro está lleno de crítica, su dron enseña muchas verdades incómodas y el régimen no parece que le pidiera los papeles. Por entonces se hablaba de la ley de asociaciones, algo como un embrión de los partidos políticos. Él pide más, se queja de las privatizaciones del agua de Lozoya, se queja de muchas cosas en voz alta, a veces con ironía, y otras muy directamente lo que me hace pensar en que la barra de la censura estaba muy alta y todos pasaban por debajo, o es que por su ingenio este hombre tenía bula y los censores le consentían en nombre de la alta literatura.
La mayor parte de los artículos vienen a ser imperecederos (o será que yo estoy capacitado para leerlos imperecederamente) aunque un puñado de ellos caducó. 
Dentro de un par de meses habrá más Umbral en esta pantalla.

miércoles, 25 de enero de 2023

Conocimiento propio

 Cada vez me conozco mejor. Cuando tengo sueños procuro desmontarlos y buscar sus patas en los hechos que he vivido los días anteriores y casi siempre llego a desenmascararlos como en alguna película de Hichcoock. Ello me llena de satisfacción, más o menos como la que sienta un portero al adivinar y parar un penalti.

En la vida no onírica que circula por mis sentidos a veces suceden pequeños contratiempos o derrotas que, sin haberlas asumido como fuertes golpes, me dejan un hematoma moral y su consiguiente dolor, (dolor es mucho, llamémosle molestia). Es esa sensación de haber hecho algo mal sin recordar qué, que me deja zarandeado, escocido, de mal humor, como debiendo algo. Si reflexiono y lo averiguo, como que desactivo el principal daño del problema; si no me paro a hacerlo me acompañará el malestar, el mal humor, el derrotismo.

Pero también pasa lo contrario: a veces la vida me regala un pequeño triunfo y me pone de pletórico humor. Ayer, gracias a mi madre que llevó unos papeles que me faltaron anteayer, terminé el compromisio burocrático-fiscal que trae consigo la herencia de mi tía. Pudo ser eso, pero también el que en la página mendicante que tengo de Fotos Antiguas de Cardeñosa, (soy un fraile que va pidiendo limosna en forma de fotos con poco éxito), ayer me pusieron cuatro fotos preciosas.

Me sentí querido, seguido, respetado; un líder social, y además en "mi pueblo" que es de donde soy. Sentí también que el éxito y los aplausos de ayer animarán a las personas que pusieron esas fotos y a otras personas que aún no lo han hecho. Entonces lo van a hacer y todo se retroalimentará y funcionará solo.

En resumen, que ayer dormí como hacía mucho tiempo, y hoy todavía me dura la benéfica resaca de felicidad de las pequeñas cosas que no hacen ni historia personal.

martes, 24 de enero de 2023

Solipsista

 


Estaba leyendo este libro cuando se me apareció esta palabra. No sé si la he buscado alguna vez en un diccionario. Últimamente me da de nuevo por detenerme a buscar las palabras que no entiendo, no solo para sacar adelante el significado del párrafo que estoy leyendo sino para paladearlas, asimilarlas, hacerlas mías incorporándolas al tesoro desorganizado de mi conocimiento. (Ahora se me representa ese tesoro como el cofre de tantas ilustraciones, que siempre rebosa de joyas brillantes y desordenadas: me recuerda a esos cajones de todas las casas que he vivido de los que se han apropiado herramientas, pegamentos, cremalleras ¿pero cómo, si yo nunca he cosido una cremallera? lapiceros, piezas, pequeños juguetes...) Mi tesoro existe porque comprendí y atesoré conocimientos, pero está tan desorganizado que resulta gravemente menoscabado en su utilidad. Aunque a veces me da sorpresas y él solito extrae del cajón de sastre de mis saberes justo cuando lo necesito para salir del paso.



Hay muchos momentos en la vida en los que he reflexionado sobre el solipsismo. Según lo entiendo yo, y es una verdad de las más verdaderas, el universo existe porque yo lo conozco, y lo que yo no llegue a conocer no existe, ni existió, ni existirá. Imaginemos que hubiera un tipo de orgasmo o estremecimiento placentero que es producido por la ingesta de la resina de un melocotonero mezclada con calamares en su tinta cuya másticación nos erizaría todos los pelos del cuerpo recorriendolo de una electricidad de dulce voltaje como aquello que nos producía en la lengua el contacto con los dos bornes metálicos de una pila de petaca, y que esa sensación fuera duradera, espasmódica y hasta musical, como el Oblivion de Piazzolla. Pues bueno, si yo nunca experimento esa sensación, no existe en el universo, pero ya solo hoy, por haberla imaginado como mero ejemplo, ha existido, y ha sido más real en este universo que un misilazo que haya caído hace unos minutos en una central eléctrica ucraniana y que haya levantado polvo, originado cascotes retorcido hierros y fastidiado la vida de tres mil personas.

Puede que el mismo misil haya matado a alguien de 58 años que tenía su universo de conocimientos y sensaciones y que todo él se extinguió por una explosión de la que sus sentidos apenas se dieron cuenta porque todas las conexiones neuronales que hubieran podido crear esa realidad se fundieron por la explosión, el fuego y los traumatismos.

Mi cerebro solipsista ahora mismo se acaba de meter a imaginar cuántos segundos o décimas de segundo tardaron en morir, y si llegaron a sentir algo coherente, explicable, imaginable, aquellas personas que estaban en el segundo avión que estalló contra las torres gemelas, ese que vimos todos tantas veces ¿qué pasó allí? con la cámara más lenta, es decir con la cámara que captaría más imágenes en ese fogonazo traumático y lleno de sangre estallando. Ahora que lo imagino existe, supongo que alguien lo habrá imaginado antes. Muchas personas, los que conocían y más aún los que amaban a los pasajeros que por conmiseración seguramente en los siguientes segundos a ver aquellas espantosas imágenes trataron de ponerse en el lugar de sus personas amadas. Y yo ahora que lo pienso lo estoy añadiendo a mi universo que es el universo.

Somos tiempo: cuando intentamos capturar o aplastar a una mosca, a ella, que es mucho menos tiempo que nosotros, que cada minuto suyo tiene como mil segundos, le da ocasión de bostezar, arrascarse una pata, mirar de reojo con uno de sus cientos de ojos, y decirse "todavía me da tiempo a esquivar esta manaza que se acerca, estaba pensando que tenía que ir a posarme en aquel plato donde hay una piel de plátano; bueno me voy, que si no esta mano que se acerca a cámara lenta todavía me va a aplastar."

Solipsismo.-del Latín solus ipse uno mismo solo. Forma radical del subjetivismo , según la cual solo existe o solo puede ser conocido el propio yo.

Pero como el otro universo, se expande.


miércoles, 18 de enero de 2023

Excrementos

Uno suele desear cada pocas horas comer, y la comida que consigue poner o que le pongan en la mesa es un idilio placentero que pocas horas después será un deshecho del que desearemos cuanto antes liberarnos en un lugar destinado solo para eso, arrastrándolo con agua para no verlo más.



Lo mismo con un plazo un poco más largo, -no en vano se llaman bienes duraderos- sucedió con estos y otros cachivaches obsoletos que se quedaron por ahí en un cajón, porque dejaron de funcionar o porque nos regalaron otro más moderno. En algunos lugares llaman a estos teléfonos burros, frente a los teléfonos inteligentes, que también van convirtiéndose cada poco en excremento. Yo quiero seguir siendo de los teléfonos burros, aunque sé que me terminaré pasando a los inteligentes, porque todo ahora mismo es un mundo de aplicaciones que te registran y te permiten o te impiden: recientemente no pude entrar al Registro Civil de Ávila porque era necesario pasar por el aro de bajarse una aplicación y solicitarlo mediante el aparatejo inteligente que gobierna tantos mundos ficticios y bastantes reales.


Todos estos aparatos que aquí yacen tienen una tecnología sofisticadisima, puntera hace un par de décadas, objeto de ilusión, deseo y presunción. Pero hoy cada uno de ellos cojea de algo, creo que a mí se me estropeó la clavija del alimentador de mi Nokia. Entre todo ello no he sido capaz de sacar nada  para ser utilizado para recibir llamada porque todo tiene algún impedimento insalvable. Mi resistencia a la sociedad de consumo los relegó a estos cajones malditos con la maldición de ocupar un espacio porque pienso que, por lo que fueron, alguna vez servirán para algo.

No me lo voy a tomar como algo personal: es peligroso.

sábado, 14 de enero de 2023

Tragicomedia cómica

La única vez que he oído aplaudir al público en el cine fue cuando Azarías ahorca a Juan Diego en Los Santos Inocentes. Es una demencial exageración que el público condene a muerte a un personaje por haber matado un pájaro de más. La transgresión del arte y una siembra a lo largo de la obra, lo convalidan. Transgresión al cuadrado nos presentan siempre las carnavaleras Niñas de Cádiz. Estamos a setas, no a Rolex. 

¡Ay Dionisia!, ya me enamoré de ti cuando hacías de Lysístrata, y después cuando habéis vuelto también, y esta noche he renovado los votos, aplaudí con furia para que saliérais a saludar una cuarta vez.

Dicen que la diferencia de Messi con todos los demás es que él se divierte, juega como sueñan jugar los niños. Estas niñas nunca salen de Cádiz y emulan la gracia que se regala competitivamente en aquellos lares, y eso es lo que consiguen, su pegada. Se las nota mucho una querencia natural hacia la música y el baile, la juerga: eso precisamente es lo que regalan y derrochan como si el tiempo no corriera, y ese grifo abierto es lo que a mí, castellano, me engatusa.

Ellas, que reniegan de las comparsas del Teatro Falla, han contratado a dos hombres de comparsa en el otro sentido, para esta obra. Son  caricaturas, hombres-objeto, meros zánganos en el fervor del público que circulan casi siempre en los márgenes  de estas reinas de la complicidad. Aunque vi en la escena solista cuando un actor se pone unas gafas a cámara lenta un homenaje al combate de navajas que dúo Gades-Saura nos presentó en Bodas de Sangre (o será algún anuncio americanazo de pantalones vaqueros). Los actores masculinos por supuesto que están en su papel pero la autora (Dionisia eres hoy) escribe para su instrumento que es la feminidad militante, combativa. Todo lo que he visto de ella va por ahí. Estamos en el momento sociohistórico que estamos pero los conceptos que arroja, no podrían subirse a un escenario si los escribiera hoy así un hombre. Parece una revancha revanchista por los tangos y las rancheras. Pero no estamos a Rolex.

Por eso terminaré con la más famosa tragicomedia de Gila. "m'habeis matao al hijo, pero lo que m'he reío..."



La jungla de asfalto.

 Gran película, recomendada siempre, recomendable siempre. Un día escuché a Francisco Umbral alabar su guión porque la acababan de pasar por televisión (él que tenía fama de sólo hablar de su libro).

Yo la he visto devotamente dos veces que recuerde y la estoy viendo otra vez con la lectura de su libro matriz, que me compré este año 23.


Me alegro mucho de haber visto la película, fue hace hace décadas, así los personajes están dibujados en mi recuerdo y no me pierdo, -es útil a esta edad que te ayuden con imágenes a leer, vuelves a representártelo y no te pierdes- (muchas veces la memoria me obliga en otro caso a releer hacia atrás los libros para buscar la historia del personaje). 
En la película hay grandísimos actores secundarios porque no emerge ningún protagonista, quizá Sterling Heyden (o como se escriba) el matón Dix obsesionado con los caballos. En ella debuta Marylin Monroe, que está en su paradigmático papel. La dirección de de John Huston, y las voces del los doblajes creo escucharlas de nuevo al leer. En cuanto a la novela dibuja unos personajes completísimos, llenos de matices creíbles. El doctor Riemenschmeider que Huston escogió bajito y  enjuto en la novela es bajito y regordete, pero a mí no se me quita la cabeza de aquel enjuto que se queda mirando como baila en un bar una mocita la música de una gramola. Los pensamientos de ese doctor son tan agudos en este libro que me producen entusiasmo como para aplaudirlos y aplaudirme a mí mismo por comprar una historia que conozco perfectamente. 
Aunque en este libro hay algo más, como sucede en la magnífica adaptación de La ciudad y los Perros de Lombardi. Como en el caso de hoy, muchos años después, leí la obra literaria de Vargas Llosa y me sobresatisfizo.
¡Qué rol de personajes hay aquí! el que peor me cae es el abogado Alonzo Emmerich. Se me ocurre ahora si será que en mi vida habré rechazado ser abogado por temor a parecerme a él.

La vida queda atrás pero vuelve gracias a que alguien la fijó en arte, a esta edad me gusta más revivir la vida pasada que vivir el presente tan desglamurado, tan ramplón. 
Creo que estoy necesitando volver a aventurarme con el coche en las carreteras francesas. A ver si descubrimos esta primavera.

PD. El libro, si lo encontráis, compradlo.


miércoles, 11 de enero de 2023

La bomba (¿editorial solo?)

 


la siguiente conversación se desarrolla en inglés por una linea supersegura y supersecreta, los respectivos secretarios de ambos hablantes la han concertado hace más de media hora asegurando todas las medidas de identidad y encriptación

-Hola William, ¿qué tal estás?

-Relativamente bien, Felipe, ya supondrás conocíamos hace tiempo lo que estaba sucediendo, te puedes imaginar la pesadilla que es este zombi que me ha tocado por hermano. Las malas compañías, la envidia... Las comparaciones son odiosas, pero la más fácil es con Caín. Menos mal que ya murió mi abuela, si no esto la hubiera llevado a la tumba, ya sabrás que desde lo de mi madre llevaba marcapasos.

-Acabo de hablar con tu padre, esta viejo, sobrepasado. Yo tengo trato con él desde hace cuarenta años. Empieza a desmentir la flema británica. Creo que me voy a entender mejor contigo aunque seas mucho más joven que yo.

-Gracias, Felipe.

-Sabrás que yo también tuve y tengo lo mío. Me casé con una divorciada, cuyo primer marido era escritor, corrimos un gran riesgo, pero en aquel momento se acababa de casar y tener hijos, lo desactivamos (creo) aunque recientemente se volvió a divorciar y a casar. Le proporcionamos alguna bicoca subrepticiamente en universidades públicas, además en los buenos tiempos de mi padre todo estaba atado y bien atado.

-¿No es una frase de Franco?

-En mi casa siempre hemos hablado bien del Generalísimo. Tenía mucha simpatía por mi madre, que se ha convertido en la Reina Madre, y con mi padre también. El general era un buen profesional, nunca metió la pata, ni la mano; era un hombre morigerado, como yo. Te quería recordar que yo también tuve que soportar un librito que había publicado antes el "ex" de mi mujer con toda la rabia que suelen tener sus "ex" hacia sus "ex". Se llamaba El hombre abreviado. Lo reeditaron para mi boda, pero lo leyeron cuatro. Pero entonces vivíamos en el mejor de los mundos monárquicos, de cuento. Sí, escandalizaba que mi mujer se hubiera casado antes y que hubiera tenido una vida antes de conocerme, pero parece que lo rastrillamos todo bien, hasta ahora -toco madera-. Lo que quiero decirte es que con el tiempo todo se pasa. Fíjate mi padre ya no parece que sea padre mío, es un abuelo chocho metido en una residencia en las chimbambas. Eso pasa mucho con todos los abuelos octogenarios en España. De vez en cuando le sacan algo pero cada vez más atrasado. ¡Ah! gracias por el quite que habéis hecho con Corinna por ahí; no había tenido tiempo de decíroslo. 

-Favor por favor, Felipe vosotros impedísteis que se publicaran las fotos en "top less" de mi madre.

-El sindicato monárquico nos ampara, William, ya conoces la frase de que los reyes británicos sobrevivirán junto a los reyes de la baraja.  Pero tenemos que ayudarnos todos para proteger la especie, nuestro oficio. 

-¿Qué tal las niñas? 

-¡Huy no se te ocurra decir niñas!, ya son adolescentes, jovencitas, empieza la época dura, bastante tengo con que la menor Sofía, a la que llaman "So fea", le saque la cabeza a su hermana mayor. Hacemos lo que podemos, como todos los padres de nuestra edad, con todos los asesoramientos y tutorías que consideramos, pero nadie, ni siquiera el pueblo llano tiene un manual que pueda servir, menos nosotros, la monarquía es una "enfermedad rara".

-Nunca se ha podido, ya sabes el hijo de Felipe segundo... bueno esto no se puede alargar, tendríamos mucha historia con mayúsculas que contar.

-Mucha suerte, amigo, a ver si el pelirrojo se contenta con la pasta que le ha caido y deja de enredar. Tengo que cortar, que además de la familia me toca pastorear este país tan poliédrico.

Suerte, Felipe.


sábado, 7 de enero de 2023

José Vidal Cadellans



 Hoy día 7 de enero se habla del nuevo, y aparentemente muy merecido, premio Nadal. Lo ha ganado un escritor de sesenta años de los que dan prestigio al premio a la vez que lo reciben por sumarse a su gloriosa lista. No he leído nada de él, pero me hubiera interesado una novela suya alabadísima por la crítica que se llama Ordesa. Luego he visto que tiene mucho más, desde hace tiempo y bien sólido. No le he oído hablar, me cae bien.

Ayer como homenaje a esta fiesta y a los sueños que despierta y despertó tomé un libro de los miles que tengo sin leer y dije: "tú mismo, que no te conozco de nada: a ver que me ofreces- El libro se llama NO ERA DE LOS NUESTROS y ganó el Nadal en el 58, hace sesenta y cinco años; toda una vida laboral con infancia y servicio militar incluidos desde entonces. Me está gustando, es una novela muy visual o por lo menos yo la veo muy clara: presenta un suceso familiar: un hijo joven roba dinero de la empresa de su padre en Barcelona y lo cambia por dólares seguramente con la intención de llevárselo al extranjero. Se supone, porque todavía a falta de veinte páginas no se sabe donde está después de la fechoría. Los diferentes miembros de la familia, padres, hermanos, un tío que es cura, el novio de su hermana, el banquero de la casa... reflexionan sobre el personaje, sus motivaciones, sus causas, la moral y la educación. Me recordó a la película Los Santos Inocentes, que he visto tantas veces y que también  va presentando la historia a través de la visión de los personajes que evolucionan y van dando pinceladas al suceso desde su punto de vista. He consultado en Internet y parece que no se hizo película, aunque a mí me parece muy cinematográfica. 

Su autor, José Vidal Candelans, murió con 32 años, una lástima porque cumplió bien y prometía mucho. Confieso que no lo hubiera leído nunca de no haber sido  "nadal" y encontrarlo por azar entre otros dos conocidos, para que luego digan que los premios no animan la lectura. Voy a ver cómo acaba antes de que termine el día. Es difícil de encontrar de segunda mano, pero estará en muchas bibliotecas públicas. Si se os aparece, tomadlo.



miércoles, 4 de enero de 2023

Empeños y despilfarros

Casi mil novelas (998) se han presentado para el premio Nadal de este año, ¿cuántas miles de horas por cabeza, escribiendo y borrando, pidiendo el favor a familiares o amigos para que te den una opinión o te corrijan? ¡cuánta ilusión para una lotería tan difícil! porque como lectores aficionados sabemos que depende del día que tengamos para que una obra nos guste e interese lo suficiente como para terminarla.

¿Cuántos lectores profesionales tendrá la editorial Planeta, que es la dueña de la editorial Destino, para leerse y escoger entre todo lo presentado e ir despejando unos pocos para que los lean los lectores más cualificados que decidirán "esta es la obra que vamos a intentar vender"?

Yo me presenté a este concurso que se falló en el año 98. Por entonces seríamos doscientos o trescientos los ilusionados; y además existía la opción "finalista" es decir, conseguían la gloria de la publicación dos libros. Luego leí que  ese año ya estaba firmado el contrato con una escritora que había fichado la empresa porque ya había tenido un éxito editorial anterior.

Los demás quedamos como carne de cañón, vivimos entonces nuestra ilusión, intentamos hacer realidad nuestro empeño, y solo fuimos una cifra que prestigió a la editora para poder decir: "hemos escogido entre mucha gente, leed la obra que es la mejor de tan gran número". Es el gordo y no hay pedrea, qué responsabilidad para un lector decir a su equipo, "esta novela no vale". Esperemos que esté en manos de al menos dos lectores el descarte absoluto.

La otra opción de no autoeditarse es presentarse a premios de pueblos o ciudades pequeñas, que manejan los intelectuales locales y  que suelen recaer en ellos mismos o sus amigos "yo te premio tu me premias nosotros nos premiamos... Yo me presenté a una de relatos de personajes de Arévalo porque coincidió que conocía bien a un personaje famoso que había pasado su infancia en esa localidad y lo preparé en diez días haciéndome pasar por un escritor local. Mi engaño acertó y la consiguiente decepción de la Cámara de Comercio por despilfarrar el dinero de sus socios en la gloria de un forastero "espabilao", sirvió para que el año siguiente el premio versara sobre un santo local con nombre y apellido. Después creo que ya no se convocó más.

Es terrible ser escritor desconocido, nadie te lee devotamente porque no eres nadie. Algunos de estos mil se lanzarán después al empeño de ver su obra publicada pagando a una imprenta por una caja de ejemplares con los que acosar a amigos y conocidos, que puede que te compren por compromiso y ni siquiera te lean, y a quienes mirarás como a los compradores de rifas para el viaje del fin de curso, que no les interesa la rifa, solo que les dejes en paz y les debas un pequeño favor.

Pues en esta rifa están mil, una gran oposición (es mucho mejor hacer oposiciones). Lo mejor de este año es que es gratis, se podía mandar como un archivo adjunto: no ha habido que invertir en imprimir, encuadernar y franquear  como hice yo hace veinticinco años con la ilusión de convertirme en Juan José Millás o Francisco Umbral.

Pero no es tan triste. Yo defiendo que es mejor escribir, mientras lo haces sueñas, ordenas tus pensamientos, crees que creas, y luego, para dormirte por las noches, alimentas el sueño de la gloria literaria, del reconocimiento.

Aquí esta mi blog que afanosamente vivo para escribir con la esperanza de que me descubra alguien que le vaya descubriendo a otros mi valía. Mejor haber hecho algo que nada en mi coctelera de palabras con todo lo que he visto y leido.

Casi siempre cuando me releo me gusto, aunque al principio no me acuerde de haberlo escrito yo.

Yo, yo, yo, yo ¿no oís mi grito?