Toda la vida ha habido, pero parece que los últimos siempre son los peores, casos de corrupción con los dineros públicos; enriquecimientos y abusos ilícitos, -aunque la ley les diera la razón, pero será porque esta gente tiene muchos instrumentos para burlarla -, e inmorales.
Una conducta moral se olvida, nadie se acuerda de los morales, no es rentable y además, si uno comete una inmoralidad, ya no cuenta lo moral que se haya esforzado en ser antes.
La moral de la gente honrada decae. Moral entendida aquí como coraje para resistir las adversidades. En estos tiempos hay muchas adversidades económicas.
La moral de los españoles no es tradicionalmente muy respetuosa con lo público. Pequeños latrocinios he visto yo personalmente de funcionarios que se llevaban paquetes de folios a casa, de otros que fotocopiaron libros enteros para sus hijos (éstos hacen dos ilegalidades) y otras ruindades que sería penoso enumerar. Lo malo es que cada vez que salta un caso Pujol, ERES, Blesa, Urdangarín... los de abajo se sienten refrendados. Estos de arriba quizás no son ruines porque manejan grandes cantidades en sus latrocinios: han demostrado ser "espléndidos"; aunque lleguen a ser ruines, por ejemplo, el último día, gastarse medio millón de pesetas en aparatos informáticos para llevarse a casa.
Pero la desmoralización que más me preocupa es la de abajo del todo, quienes no pueden "aprovecharse", los paganos de todo, a quienes "hubo" que subir el IVA al 21 % y no pueden eludirlo. Porque hoy los españoles y gracias al "aliento" de esos famosos corruptos eludimos todo el IVA que podemos y con toda la desvergüenza ¿No lo hizo incluso el PP en la reforma de su sede?
Pero no voy a olvidarme de los pobres que trabajan y no pueden escapar, tienen que soportar la carga de los ladrones que se lo roban, y de los que deciden o decidimos escabullir sus obligaciones fiscales, que no es lo mismo, aunque sea igual. Su desmoralización les puede hacer abandonar, no luchar, no emprender.
La crisis moral acabará con la sociedad y con gran parte de la economía, primará el individualismo, el "yo me lo guiso yo me lo como". Hoy, un tradicional acontecimiento comunitario: disfrutar la música, lo hace cada uno en sus individuales auriculares, además, con la música que consiga robar por internet. Hoy gracias al 21% de IVA los teatros y cines cierran, el arte que era gran parte comunicación, comunión, porque no es lo mismo que vibremos o que nos riamos 200 personas que hacerlo cada uno en su casa, desfallece, se desmoraliza. Y eso no puede dejar de ser grave.
Pero no son sólo los artistas los que pierden y "dejan de hacer". Un poco todos tiramos contra lo público, dejamos de trabajar para que nos nos roben, procuramos escabullir. La moral es social o no es. Si queremos hacer el bien y no hacer el mal es para las otras personas.
Conductas poco edificantes.
Así se llama a las inmoralidades públicas. Pues ahí estamos, ente la inmoralización y la desmoralización: cada vez más iracundos, cada vez más tristes, cada vez más solos.
viernes, 31 de octubre de 2014
martes, 28 de octubre de 2014
PROCEDIMIENTO MONITORIO.
Mi trabajo de buscar gente para
exigirles dinero, (no dinero, exactamente, sino la firma que acredite que les
he requerido una cantidad e informado del plazo para pagar u oponerse
judicialmente, y la cuenta del banco y,
de propina les he apercibido de las consecuencias de la falta de pago u
oposición, vaya: de que no hagan caso) tiene componentes
detectivesco-matoniles:
Uno llega a un pueblo marginal, que coincide
que se lleva tan “a matar” con los del
pueblo de al lado que han quemado el cartel informativo de su nombre en la
carretera y encuentra, normalmente preguntando, la dirección de quien busca
(como en la mayoría de los pueblos los números de las calles bailan o,
directamente, no están: casi siempre me veo forzado a preguntar) y la gente,
ante lo novedoso de un tipo con bigote y una carpeta de papeles, te suele
contestar con esa inevitable curiosidad pueblerina ¿y a quién busca usted?
Entonces tengo que decir el
nombre. Si dijera ¿a usted qué le importa? o tengo que guardar mi celo
profesional, no haría otra cosa que excitar más su curiosidad, además de
mostrar una glacialidad rayana con la mala educación. (Pésima tarjeta de visita
para la siguiente vez que vuelva y que tenga que preguntar a la escasa gente
que encuentre andando por la calle en estos pueblos tan pequeños).
Así que confieso el nombre. A
veces me dicen “pues no vive ahí; esa es la casa de su madre” o “mírele,
por ahí va: ese de las vacas es” o ya no vive aquí, pero lo normal
es que en ese momento te digan “Ah, el Mulo…El Cagarrias.. -y entonces
me entero del mote de mi cliente-, Pues no le va usted a encontrar en casa:
estará en la nave” De todas maneras yo empiezo por ir y a la casa y una voz
de anciana me pregunta quién soy.
-“Del Juzgado” quiero hablar con
…
-Es mi hijo, estará en la Nave.
Hace unos cuantos viernes estuve
en la nave ganadera que me habían identificado, como la de mi cliente, rodeado
de vacas, olivos y chumberas esperando que mi objetivo de esa mañana volviera
con su tractor. Por si acaso, con mi coche bolqueando la salida del suyo no
fuera a ser que me diera esquinazo (esto lo he copiado de una película de
Humprey Bogart)
Como Bogart no soy duro, si no es
necesario. El oficio, el ingenio, pero sobre todo los interlocutores, no me dan
para ser cínico, aunque se me cruzan frases por la cabeza.
Me siento raro, apostado una hora,
disfrutando del gorjeo de los pájaros y de la vista de los alrededores, a que
vuelva un vaquero a quien requerir, informar, apercibir y arrancarle una firma.
No me importa el omnipresente olor a estiércol vacuno; incluso me trae
recuerdos de la niñez. Menos mal que uno tiene inquietudes literarias y
fotográficas, porque si no me volvería de muy mal humor a casa.
Casi al final, donde vuelvo es al
domicilio, a la casa de su madre. Insisto y me da su permiso para entrar. La
puerta de la casa está abierta. La mayoría de las casas habitadas de los
pueblos lo están, pero en esta tiene más sentido porque la mujer está sentada.
Es una anciana, luego debería haber escrito “postrada” en una silla. Obviamente, no se levanta. Al
lado, tiene el mando de la televisión y el teléfono. Me dice que su hijo vendrá
a comer. Le he dicho que ya es la hora de comer y que ya he visto pasar a mucha
gente que venía a comer. En los pueblos se come sobre la una así que pienso que
la señora habrá avisado a su hijo por teléfono de que venía “un moscón del
Juzgado” y por eso no aparece. La presiono; le digo que yo prefiero practicar
la diligencia judicial con su hijo, hacerle las advertencias que tengo que
hacerle y que me firme él. Pero también, que tengo fe publica, que como he
venido al domicilio que se me señala, y ella es una persona mayor de 14 años,
(ochenta y dos me dice entonces que tiene) y está en condiciones de entender y
transmitir a su hijo lo que ordena la Justicia , y que da igual si me firma o no, porque
firmo yo con la fe pública que mi cargo me otorga. Entonces llama por teléfono
a su nuera que vive al lado y se persona allí, y la vuelvo a explicar todo, y
llama a su marido, y su marido, que no sé si la tiene al corriente de la
situación; da voces al otro lado de la línea. Ella dice que “este señor está
aquí y tiene que hacer su trabajo, y lo que sea es cosa tuya y no de tu madre,
así que atiéndele”.
Me dice que tiene que pasar por
la nave a soltar el tractor, que le espere aquí. Y yo, que no me apetece
terminar entablando conversación con la abuela y la nuera sobre las incidencias
de un programa matinal de esa televisión que no se ha apagado en ningún
momento, le digo que le espero en la nave yo. ¿pero sabe donde es?
Sí, -respondo yo-, llevo hora y
cuarto esperando a la puerta de la nave (he tomado confianza con la nave, por
eso no digo “su” nave, sino “la” nave) y ha pasado un montón de gente (es
mentira; sólo han pasado dos personas, pero eso de que lo sepa la gente o pueda
preguntarse y llegue a preguntarnos, es una de las principales armas de
intimidación de nuestro oficio). -Dígale que le espero allí y que sepa que
tengo ganas de comer y todavía estoy a treinta y cinco kilómetros de mi casa.
La abuela pregunta ¿qué hora es?
y ya son las dos menos veinte.
Cuando llego a la nave ya está allí
el tractor, yo descuidadamente bloqueo de nuevo su coche. El hombre todavía trata
de escabullirse, o de putearme, porque se ha metido entre las vacas. Tengo que
volver a vocear.
Por fin puedo explicarle, le
repito lo que las resoluciones que tengo que notificar dicen. Se hace corto de
entendederas, dice que ya lo verá su abogado. En los pueblos todo el mundo dice
que tiene abogado, pero, casi siempre, es mentira. Porque minutos después
veremos que me preguntarán como conseguir un abogado de oficio. Me dice que no
tiene dinero para pagar. Entonces les digo que si no tiene nada, nada tienen de
qué preocuparse; pero si tiene algo a su
nombre, pensiones, ayudas a la producción agraria, fincas, casas... lo
encontrarán los ordenadores, y entonces se coge de allí o se vende en pública
subasta.
Entonces es cuando la mayoría se
vienen abajo y me preguntan si pueden pagarlo a plazos, a lo que respondo que
la deuda es con un particular y este la quiere entera, que si quieren plazos
habrán de negociar con él, pero a nosotros, al Juzgado, sólo nos vale la
cantidad entera, que si fuera una multa, normalmente se concede el pago
aplazado. ( por si lo ha oído, es corriente que los pagos de las multas por
alcoholemia nos los soliciten y se concedan aplazados). Es entonces cuando me
dicen lo del abogado de oficio. Yo
les digo lo de siempre: que si les
conceden un abogado de oficio, no conseguirán otra cosa que un pequeño retraso,
a no ser que tengan razón y la deuda no exista, pero que si no la tienen lo
único que conseguirán será que les aumenten los intereses de la deuda,
(actualmente el interés legal es muy superior al “del mercado”) y seguramente al
final el juez les condenará a pagar las costas judiciales, es decir, los
honorarios del abogado de la parte contraria, que cobra bastante más si tiene
que “batallar” contra otro abogado que si, simplemente, ejecuta la deuda. Miran
los papeles, dudan si firmar,
¿Y si no firmo?. Entonces yo suelto esta retahíla.
Da igual: yo soy el secretario
y doy fe. Pa que se haga usted una idea, yo soy como el Guardia Civil que pueda
verle saltarse un STOP. Simplemente lo que digo va a misa, y pongo debajo: “se niega a firmar” y el Juez
ya verá. Esto, como que
advirtiendo.
-Entonces, ¿firmo aquí?
-Entonces, ¿firmo aquí?
Sí aquí debajo.
Les pido el DNI tomo su número y
firman a regañadientes sobre mi carpeta apoyada contra una pared. Yo me despido
deseándoles suerte, y les recuerdo que si no hacen nada en poco más de un mes
vendré a notificar que se está ejecutando la deuda, pero ya no será esa
cantidad sino un 15 por ciento más.
Arranco el coche y, al llegar a
la autovía abro la ventanilla para que se renueve el aire y me va
desapareciendo el olor a estiércol. No sé si esto de acogotar a pobres deudores
es un trabajo honorable, pero es lo mejor y más seguro que hay para mí.
viernes, 24 de octubre de 2014
Todo son ceros y unos.
Estoy
flojo de creatividad y hoy sólo puedo ofrecer lo que copio de la naturaleza. Son impresiones de luz otoñal en Puerto de Béjar. Gracias a la tecnología
digital, puedo reproducir lo que veo, pero si no existiera la tecnología
digital tampoco tendría yo esta intranquilidad, este compromiso. El acicate de no desaparecer de vuestra atención originó que me parara a hacer estas fotos.
parece un cuadro pero estaban vivas dentro de sus jaulas
Cuando
he visto esta foto en el ordenador me recordó "la casa de la cascada": un clásico
norteamericano de la arquitectura del S. XX.
lunes, 20 de octubre de 2014
Chaves Nogales, tataranieto de Goya
El método periodístico.
Primero debe ser buscar con celo todos los hechos sin despreciar ninguno. Después, claro, interpretar, juzgar si son buenos o malos moralmente, con la moral más ubicua y universal, esa que, por serlo siempre, nos hará dudar sobre si quizá en nuestra parcial visión no hemos comprendido. Por último, contarlo de la manera más objetiva. Esos son los periodistas que yo aprecio.
Hay gente que prefiere a los periodistas de cuadra, los marcados con el hierro del medio al que pertenecen, o los francotiradores del partido al que benefician. Su misión es apuntalar las ideologías de los que los solicitan, proporcionar el alimento del maniqueísmo simplificador: "los míos son los buenos, los contrarios son siempre malos, lo que perjudica a los contrarios debe ser alumbrado, los que perjudica a los propios debe ser confundido, escabullido, ninguneado...".
Hay gente que me dijo que mi libro debería olvidar a las víctimas del bando nacional, "que ya han tenido tiempo suficiente para reivindicarse" y no incidir sobre los desmanes practicados por los defensores de la república "que sobre esos ya cacarearon bastante en los cuarenta años".
Pues no: saldrán todos.
Admiro a periodistas como el pintor Francisco de Goya, ese español que murió en Burdeos, quizá afrancesado en las racionalidades teóricas que traían los napoleónicos, pero con los ojos abiertos para condenar los desmanes de uno y otro lado. Se saborea con incredulidad la verdad en sus grabados.
El Goya de la guerra civil del 36 (habrá más, pero ahora no se me vienen) creo que se llamó Manuel Chaves Nogales, un periodista y escritor, muy viajado (hasta Rusia nada menos, y también entrevistó a Goebbels) , muy privilegiado, afortunado, novelista y también biógrafo del torero de moda Juan Belmonte, que dirigía el periódico republicano "Ahora". Un personaje importante. Nada le hubiera costado seguir a Machado, a Neruda, con la mayoría de los intelectuales y cerrar filas contra el funesto fascismo iniciador de la guerra, desencadenante de la barbarie. Era el derrotero más fácil.
Pero eligió tener los ojos abiertos y abrir los ojos de sus lectores.
He leído su veracísimo libro "A sangre y fuego", escrito en Francia en 1937 donde con una prosa excelente va narrando historias que como los caprichos de Goya no son verdad fotográfica, -doy fe de ello en la que sitúa en el Tiétar-, como no lo es aquel francés o español amputado y calvado en un árbol en medio del campo. Seguro que Goya en Madrid tampoco vio a ningún hombre así.
Pero esos grabados, como los relatos de Chaves Nogales tienen la clarividencia de la verdad bien entendida, escuchada, decantada, horrorizada, ante la noticia de la barbarie que se desató.
Chaves Nogales es duro de leer con los ojos parciales, como son duros de mirar los "desastres" de Goya. Todos tenemos los ojos algo partidarios, por eso también, no deja buen estómago. Pero hay que estar muy comprometido con la verdad verdadera que se ha aprendido para, en 1937, aunque sea ya desde Francia, desnudar de aquella manera las verdades de tus compatriotas.
¡Troppo vero!. De verdad.
Primero debe ser buscar con celo todos los hechos sin despreciar ninguno. Después, claro, interpretar, juzgar si son buenos o malos moralmente, con la moral más ubicua y universal, esa que, por serlo siempre, nos hará dudar sobre si quizá en nuestra parcial visión no hemos comprendido. Por último, contarlo de la manera más objetiva. Esos son los periodistas que yo aprecio.
Hay gente que prefiere a los periodistas de cuadra, los marcados con el hierro del medio al que pertenecen, o los francotiradores del partido al que benefician. Su misión es apuntalar las ideologías de los que los solicitan, proporcionar el alimento del maniqueísmo simplificador: "los míos son los buenos, los contrarios son siempre malos, lo que perjudica a los contrarios debe ser alumbrado, los que perjudica a los propios debe ser confundido, escabullido, ninguneado...".
Hay gente que me dijo que mi libro debería olvidar a las víctimas del bando nacional, "que ya han tenido tiempo suficiente para reivindicarse" y no incidir sobre los desmanes practicados por los defensores de la república "que sobre esos ya cacarearon bastante en los cuarenta años".
Pues no: saldrán todos.
Admiro a periodistas como el pintor Francisco de Goya, ese español que murió en Burdeos, quizá afrancesado en las racionalidades teóricas que traían los napoleónicos, pero con los ojos abiertos para condenar los desmanes de uno y otro lado. Se saborea con incredulidad la verdad en sus grabados.
El Goya de la guerra civil del 36 (habrá más, pero ahora no se me vienen) creo que se llamó Manuel Chaves Nogales, un periodista y escritor, muy viajado (hasta Rusia nada menos, y también entrevistó a Goebbels) , muy privilegiado, afortunado, novelista y también biógrafo del torero de moda Juan Belmonte, que dirigía el periódico republicano "Ahora". Un personaje importante. Nada le hubiera costado seguir a Machado, a Neruda, con la mayoría de los intelectuales y cerrar filas contra el funesto fascismo iniciador de la guerra, desencadenante de la barbarie. Era el derrotero más fácil.
Pero eligió tener los ojos abiertos y abrir los ojos de sus lectores.
He leído su veracísimo libro "A sangre y fuego", escrito en Francia en 1937 donde con una prosa excelente va narrando historias que como los caprichos de Goya no son verdad fotográfica, -doy fe de ello en la que sitúa en el Tiétar-, como no lo es aquel francés o español amputado y calvado en un árbol en medio del campo. Seguro que Goya en Madrid tampoco vio a ningún hombre así.
Pero esos grabados, como los relatos de Chaves Nogales tienen la clarividencia de la verdad bien entendida, escuchada, decantada, horrorizada, ante la noticia de la barbarie que se desató.
Chaves Nogales es duro de leer con los ojos parciales, como son duros de mirar los "desastres" de Goya. Todos tenemos los ojos algo partidarios, por eso también, no deja buen estómago. Pero hay que estar muy comprometido con la verdad verdadera que se ha aprendido para, en 1937, aunque sea ya desde Francia, desnudar de aquella manera las verdades de tus compatriotas.
¡Troppo vero!. De verdad.
lunes, 13 de octubre de 2014
No hay quien lo arregle, vamos de culo, cuesta abajo y sin frenos.
Tenemos como mundo, como humanidad, una obsolescencia autoprogramada. Un suicidio no doloso, pero sí culposo. Veréis: Es la historia de mi lavadora.
Tiene 8 años de uso y hace uno o dos, la goma que rodea la boca y que sella el cierre, se empezó a rajar. Pensé en comprar un repuesto que costaba unos sesenta euros, pero la lavadora seguía funcionando. Alguna vez hemos tenido problemas de atascos, solucionados en el filtro, o soplando la goma de evacuación.
Pero ahora saltan los plomos, (el automático de la luz) y hay que sacar la ropa húmeda y, con paciencia un vaso y una fregona, todo el agua. Ya ha sucedido varias veces y la paciencia se agota.
Vamos a comprar otra.
No cometeré el error de llamar a un técnico que, sólo por venir y diagnosticar, me cobrará 90 euros, aunque el diagnóstico sea, como le ha pasado varias veces a mi madre -de ella aprendí esta lección económica-, que lo mejor es comprar una nueva, que cuesta poco más que el arreglo. Así que me ahorro los 90 euros del diagnóstico profesional, y hay que dar por bueno que una lavadora de 300 euros dure ocho años. Ahora además son más baratas, se pueden comprar de marca desconocida por menos de 200 y de marca conocida por 220. Así tendremos una nueva, y con garantía del fabricante.
Es la solución mas inteligente en lo económico-cortoplacista. No importa de dónde venga la lavadora ni que el transportista tenga que subirla los 80 escalones que hay hasta mi cuarto piso sin ascensor y bajarse la vieja para llevarla a una chatarrería. Al final recuperaremos en casa la tranquilidad y funcionalidad y me habré ahorrado el dinero de intentar arreglarla, que de eso se trata, caiga quien caiga.
Quizá sólo sea que por la goma se cuela agua que cortocircuita la maquinaria eléctrica, quizá debiera comprar el repuesto e intentar cambiarlo yo, pelear, quizá conseguirlo, para no estar seguro de conseguirlo perder una hora, mancharme las manos y fracasar.. sólo por luchar por el planeta.
Porque al planeta, a mi salud, a la de mi única descendiente, le hiere que una furgoneta venga desde un almacén hasta mi casa y consuma gasoil y aceite, y desgaste de neumáticos. Y que esta lavadora que puede que tenga todas las piezas motor, tambor, chapa, contrapesos de cemento, placas electrónicas... en buen estado para durar otros cinco u ocho años, se vaya todo quizá a ser reciclado parcialmente y, mientras tanto, otra fábrica funda chapas, bastidores, piezas de motor, tambor, todo lo pinte, suelde, haga cemento para contrapesos, con más emisiones a nuestro castigado cielo y me traiga el nuevo resultado en un cartón atado con flejes de plástico y con piezas de blanco propileno para salvarla de algunos golpes.
Todo para tirarlo, otro pedazo de planeta más a la basura de futuro que estamos contribuyendo.
Tiene 8 años de uso y hace uno o dos, la goma que rodea la boca y que sella el cierre, se empezó a rajar. Pensé en comprar un repuesto que costaba unos sesenta euros, pero la lavadora seguía funcionando. Alguna vez hemos tenido problemas de atascos, solucionados en el filtro, o soplando la goma de evacuación.
Pero ahora saltan los plomos, (el automático de la luz) y hay que sacar la ropa húmeda y, con paciencia un vaso y una fregona, todo el agua. Ya ha sucedido varias veces y la paciencia se agota.
Vamos a comprar otra.
No cometeré el error de llamar a un técnico que, sólo por venir y diagnosticar, me cobrará 90 euros, aunque el diagnóstico sea, como le ha pasado varias veces a mi madre -de ella aprendí esta lección económica-, que lo mejor es comprar una nueva, que cuesta poco más que el arreglo. Así que me ahorro los 90 euros del diagnóstico profesional, y hay que dar por bueno que una lavadora de 300 euros dure ocho años. Ahora además son más baratas, se pueden comprar de marca desconocida por menos de 200 y de marca conocida por 220. Así tendremos una nueva, y con garantía del fabricante.
Es la solución mas inteligente en lo económico-cortoplacista. No importa de dónde venga la lavadora ni que el transportista tenga que subirla los 80 escalones que hay hasta mi cuarto piso sin ascensor y bajarse la vieja para llevarla a una chatarrería. Al final recuperaremos en casa la tranquilidad y funcionalidad y me habré ahorrado el dinero de intentar arreglarla, que de eso se trata, caiga quien caiga.
Quizá sólo sea que por la goma se cuela agua que cortocircuita la maquinaria eléctrica, quizá debiera comprar el repuesto e intentar cambiarlo yo, pelear, quizá conseguirlo, para no estar seguro de conseguirlo perder una hora, mancharme las manos y fracasar.. sólo por luchar por el planeta.
Porque al planeta, a mi salud, a la de mi única descendiente, le hiere que una furgoneta venga desde un almacén hasta mi casa y consuma gasoil y aceite, y desgaste de neumáticos. Y que esta lavadora que puede que tenga todas las piezas motor, tambor, chapa, contrapesos de cemento, placas electrónicas... en buen estado para durar otros cinco u ocho años, se vaya todo quizá a ser reciclado parcialmente y, mientras tanto, otra fábrica funda chapas, bastidores, piezas de motor, tambor, todo lo pinte, suelde, haga cemento para contrapesos, con más emisiones a nuestro castigado cielo y me traiga el nuevo resultado en un cartón atado con flejes de plástico y con piezas de blanco propileno para salvarla de algunos golpes.
Todo para tirarlo, otro pedazo de planeta más a la basura de futuro que estamos contribuyendo.
viernes, 10 de octubre de 2014
Anécdotas edulcorantes
Acabo de leer este libro de Claudio
Sánchez-Albornoz que, por haber sido un importantísimo historiador, político
republicano y, por más señas de interés para mí, abulense que tuvo una señalada intervención en
las Cortes Españolas a favor de la recuperación de un injusto despojo que
habían sufrido los bienes del pueblo de Mombeltrán, no podía dejar escapar de mis manos.
El libro, de 1972, es el de un exiliado que
se arroga un papel y una omnipresencia que a mí me
resulta exagerado, comercial, excesivamente cómico y chascarrilloso (voy a
patentar este adjetivo). Yo prefiero más rigor, no que sea tan divertido, aunque ilustra la época con su humor distante, yo creo que algo influido por el altivo cinismo que puede
atribuirse a los argentinos (Sánchez Albornoz llevaba treinta y muchos años en la Argentina ).
Pero al final, en los capítulos del epílogo, despacha análisis de calado. La transición se presiente y
quiere recomendar, desde la durísima experiencia política de su generación, a
los españoles que presume van a leerle.
¿la historia maestra de la vida? No sé. Ahí
van mis recuerdos para que se sepa cómo ocurrieron algunos sucesos. Para que se
pueda juzgar a algunos hombres. Para que no se ignoren los errores que los
republicanos cometimos al creer que estábamos solos en España. Para que se
recuerde que cada país en cada instante de su vida debe contar con su geografía
y con su ayer. Para que no se alimenten torpes ilusiones ni se vuelvan a cometer
las mismas flaquezas. Para que se desconfíe de los hombres providenciales; muy
pocos lo han sido en la historia y el egoísmo de muchos (que se lo creyeron) (1) ha
sido catastrófico. Para que los caudillos se abroquelen contra la adulación y
pongan en cuarentena promesas y seguridades. Para que se escuchen las voces de
los segundones, a veces más anclados en la realidad que los grandes orgullosos.
Para que se estime en lo que vale el diálogo, la tolerancia, y el contraste en
libertad del juego de las ideas. Para que cuando ese diálogo no sea posible no
se vacile en actuar con firmeza a tiempo de evitar la guerra intestina. Para
que se busque por todos los caminos la paz fraterna, porque las heridas del
odio no cicatrizan nunca o cicatrizan muy despacio. Para que no se olvide que
hay siempre un mañana en el cual el ayer, al parecer más opresor o más
revolucionario, ha llegado a ser juzgado como un rosado paraíso de delicias por
quienes peor le soportaban, porque el presente es aún más duro y cruel que el
sombrío pasado. Para que nadie espere detener el inexorable correr de los años
y nadie confíe en poder acelerarlo a su capricho (...)
Lo mejor de esto es que vale para España y Cataluña,
para Ucrania, para Cuba, para Siria, para Afganistán ... para...
(1.) me he permitido añadir esto
de mi cosecha, por eso lo he dejado entre paréntesis.
martes, 7 de octubre de 2014
El ébola ya está aquí.
Ayer escuché por la radio la rueda de prensa de los
responsables sanitarios con la
Ministra del ramo, a quien trataban de proteger echando un
capote a las preguntas de los periodistas, para que no tuviera que responder a
las inquisitivas sobre su dimisión. No
respondió. Esta ministra, a quien la empresa corrupta que había en los aledaños del PP pagó la
animación y el cátering (lo siento por mi amigo Cristóbal, pero si me
paro a pensar en una palabra castellana se me va el hilo del artículo) de una
fiesta de cumpleaños por importe de 12.000 euros y un Jaguar para su marido
(que valdrá no menos de 50.000) tendría que haber dimitido ya hace mucho
tiempo.
Ahora, su política de caros gestos de relumbrón, como mandar dos
aviones medicalizados y acondicionar un hospital entero para traer a dos viejos
curas-médicos y que ocuparan sitio en las noticias. Mientras, otra sanidad, la posible, la democrática, la razonable, para todos los ciudadanos, pierde financiación
a marchas forzadas: hoy mucha gente con los copagos de medicinas no completa
tratamientos y algunos tienen que volver a ser hospitalizados, con lo que el
pretendido ahorro se transforma en un gasto mayor y en un perjuicio para la
salud del paciente.
Pero no voy a pedir la dimisión por aquellos gastos
ni por esta alarma del ébola, aunque ahora muchas personas se pregunten si han podido
coincidir en algún sitio con la enfermera que se infectó al limpiar a alguno de
estos dos viejos. Seguramente hoy muchos turistas descartarán un viaje a
España, si esta noticia, que ha
rebasado en nuestro país en interés al referéndum separatista, está corriendo
por los noticiarios europeos.
No sé si la ministra quería colgarse medallas salvando a los clérigos ancianos. Pero sí era conveniente y
necesario enfrentarse y aprender a luchar contra lo que se presume la pandemia
del siglo XXI y que, estando en África donde, si aquí, (con toda la profilaxis y
medios que, con autobombo, se emplearon, anda fuera de control), cómo correrá
por Liberia y Sierra Leona. Es cuestión
de meses, porque la gente de clase media y alta de esos países tiene que haber
empezado o empezará a huir, como de la
peste, a donde pueda, normalmente sólo podrán a los países vecinos, y llevarán la
enfermedad, que, por lo que se ha visto, tarda en presentar síntomas.
Tenemos un problema mundial, en África no hay
fronteras y a Europa se pasa clandestinamente saltando "la Valla" o en patera. Que
llegará en meses o en años, salvo medidas draconianas, asesinas como ametrallar las
pateras. El ébola desde África tomará España e Italia y de ahí a por todo el
mundo.
Como género humano, como país civilizado, debemos creer en nuestra
tecnología y luchar por un antídoto; no vale decir que inventen otros o que “a ver si no nos toca”. Había y hay que
afrontarlo, de frente, no como un avestruz.Era la ocasión; aunque se haya fallado se ha intentado y algo se habrá aprendido.
Otra cosa son
las chapuzas de falta de control de esta mujer que corrió el riesgo. Eso es intolerable, y ahora ya no es un capricho, ni un reto científico, tenemos la necesidad de luchar.
La ministra debe dimitir no por intentar aprender a curar el ébola, sino por haber permitido que se escapara este nuevo King Kong.
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