Hubo un tiempo que pensé que la cosa esta acabaría como La Peste de Camús; que nos despertaríamos un día incrédulos y todo echaría a andar con su ritmo. Pero ya no, en este largo año hemos perdido el compás de la alegría, la persistencia de la enfermedad nos ha domado el ánimo, este bicho es como Alien, algo lleno de sustos, y con muchas secuelas.
He conocido a algunos pacientes psiquiátrico-depresivos a los que les ponían a flote la alegría vital con pastillas, -Prozac se llamaba- pues ellos ya no parecían ser capaces. A los médicos les gustan las pastillas, a mí no, pero me temo que a mucha parte de la sociedad le gustan las pastillas y si alguien tiene una droga o medicamento se va a poner las botas porque la gente a lo mejor la necesita o puede que sencillamente se tire de cabeza a ello.
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En mi camino al supermercado de Béjar esta semana han cerrado una tienda y un bar. No es un truco: en los dos pone "se alquila este local".
Nunca volverá la antigua normalidad. La posguerra española fue muy larga, la posguerra mundial no tanto pero había que espabilarse para que los rusos no se hicieran con toda Europa y los americanos pusieron mucha carne en el asador.
¿Serán los chinos los que hagan un plan mundial de recuperación esta vez?
Lo que yo veo es que España sin droga no se levanta de esta depresión.