miércoles, 30 de agosto de 2017

Viaje a Francia (4) Burdeos: la ciudad de la bicicleta.

De Bayona fuimos a Burdeos por la autopista ya que el día anterior habíamos comprobado que las carreteras locales son de poca capacidad y mucho entresijo. Atravesamos la zona de las Landas: una llanura cubierta de pinos cultivados, como la mayoría de las cosas que hacen los franceses, con tiralíneas y como muy aseados y organizados. Las autopistas galas permiten ir a 130 km/h y los conductores suelen agotar esa posibilidad a pesar de que la gasolina es 20 céntimos más cara que aquí. Quiero decir que en España, -como yo hago- hay mucha gente que va a 100, aún pudiendo ir a 120.
Esta autopista tiene el inconveniente de que cada treinta kilómetros más o menos, hay que parar a pagar un peaje de 3,60 euros. Entre Bayona y Bourdeaux había cuatro paradas.
A cambio pueden disfrutarse unas áreas de servicio modélicas en cuanto a limpieza y espacio para descansar. Me han dicho que en algunas hay hasta duchas, aunque yo, en las que paré, no las vi. Tengo que decir que las áreas de descanso de las autopistas son el único sitio, y no en todas, donde hemos visto que hubiera contenedores para envases. Ni en Burdeos, ni en Toulouse, ni en Pau se separa la basura: esto nos llamó la atención, porque no concuerda con el "perfil idílico" de Francia que nos trajimos de este viaje.
Burdeos es la ciudad ideal para tener bicicleta, o mejor, para alquilarla porque cuesta 1,60 € diarios, y así puede dejarla uno donde quiera. Las bicicletas están por doquier y son los únicos vehículos que llegan a todos los sitios, porque hay muchos lugares de la ciudad que tienen bolardos automáticos que solo pueden bajar los vehículos autorizados. Quizá no estoy siendo justo y estoy idealizando demasiado Burdeos porque tiene un centro peatonal de muchos kilómetros cuadrados, que es donde nos movimos. Mirad:
esa señal de prohibida la entrada sauf (salvo) bicicletas está en muchos lugares
 
 Aunque llueva se sacan las bicicletas
  
 
Francesas de todas edades montando en bicicleta cotidianamente.
 
aquí volvemos a ver la señal de prohibido "sauf" bicicleta.

martes, 29 de agosto de 2017

Viaje a Francia (3)

Bayona es una ciudad muy suya, donde se juntan dos ríos: el Nive se sume en el Adour pero, a pesar de ser ambos muy caudalosos, reculan cuando sube la marea. Será por eso que es un lugar contradictorio. Mientras Bayona hace bandera de lo euscaldún, en la siguiente foto pueden verse en los colores de los banderines de fiesta
y tienen como principal museo el del "País Vasco" y en sus calles exhiben muchos símbolos vascos, tampoco faltan pancartas a favor de que lleven a los presos etarras a las cárceles de Euzkadi... resulta que en su afán por diferenciarse de Francia, abrazan lo español, por ejemplo: tienen "peñas" (tal y como se escribe) como agrupaciones para divertirse en fiestas; en sus establecimientos muchos nombre y en los de restauración muchos platos con nombres españoles: una curiosa reivindicación en el país vasco francés de la lengua que "oprime" a sus hermanos vascos del Sur.
Pero lo más sorprendente es la gran feria taurina que organizan de seis festejos, con corrida goyesca, cuyo cabeza de cartel vemos que es el valenciano Enrique Ponce.  También hay toreros locales. Pero muestran mucho orgullo por la "fiesta" y nada de alergia a los colores de España. En el País Vasco de abajo se lo harían mirar.

fijaos qué pedazo de feria. No me han cabido todos los carteles en una foto

De cualquier modo, ese carácter hosco e inhóspito hacia sus compatriotas franceses  interpreto yo que motiva que la oferta hotelera sea escasa, y estuviera completamente llena el 13 de agosto, con lo que esta familia cronopiesca tuvo que pernoctar en el coche después de intentar las escasas posibilidades.
Bayona es un sitio muy bonito, aunque allí inventaran las bayonetas.
 orilla del río Nive y la Catedral al fondo
 
 
Fachada de la catedral: muchas, grandes y, generalmente acabadas, las que tienen los franceses

Orilla del Nive

Puesta de sol bajo el puente sobre el río Adour
Ribera del Nive

domingo, 27 de agosto de 2017

J'aime la France (2)

Estoy abrumado por la cantidad de fotografías que hice. Cuando las veo, me sugieren tantas cosas -casi todas buenas- que pensé de Francia, que me  oprimen y apelotonan el necesario cauce de evacuación intelectual por  escritura y también por su correspondiente ilustración gráfica. Es lo que tiene escribir un blog, que uno va viviendo demasiadas cosas en función de lo que va a contar; como si llevara la reflexión en la misma funda que la cámara fotográfica, de manera que casi las mismas veces que decide usar la una, está dándole vueltas a qué comentario tiene.
Creo que lo que más me gusta de Francia es lo mucho que se quieren. No es negativo, sino todo lo contrario, el famoso chauvinismo; tan denostado tópico. Para mí la principal manifestación de lo que se quieren está en la política de incentivos fiscales a la familia, que a mi modo de ver ha triunfado desde hace tiempo pues hay mucha gente joven por la calle y además  desde jóvenes los franceses van teniendo tres y cuatro hijos. Se ven muchas embarazadas y eso, además de conservar la economía, el consumo, garantizar las pensiones..., hace que se edifique para que la cultura francesa sobreviva.




Me da envidia porque los hijos son un círculo virtuoso de alegría, de esperanza, de ilusión. Mi generación española no lo ha tenido fácil: el que haya pocos trabajos mete miedo de procrear, el que a la mujer se le pueda, por ejemplo, no renovar el contrato cuando empieza a ser madre o cuando continúa, introduce una rémora de pereza. Porque sí da pereza plantearse el criar un nuevo niño, todo al contrario de lo que sucede en Francia, donde el estado te ayuda con lo más importante: dinero. Y eso, tan sencillo, hace que también tenga que ser valorado por la sociedad. En España todo desanima y así de desanimados andamos.

 mucha gente joven  en esta Calle de Bourdeaux
establecimiento de Bourdeaux
Plaza de la bolsa de Burdeos. Yo soy el calvo con pantalones cortos de la izquierda de la foto.  Casi todas estas fotos de hoy  las ha hecho mi hija Natalia Mayo.
Al borde del río Garona en Toulouse. Jóvenes tocando y escuchando música. Para un español sorprende no ver la parafernalia del "botellón".


sábado, 26 de agosto de 2017

La venganza de la guitarra clásica.

La guitarra clásica es un instrumento exigente e ingrato.
Es exigente porque de principio te obliga a dejar de morderte las uñas de la mano derecha, mientras esperas que se te encallezcan las yemas de los cuatro dedos de la izquierda para que no te duelan al apretar las cuerdas contra el mástil. Cuando tienes un accidente en una uña o dejas de tocar, deberás esperar a que te crezca la uña y tener paciencia y soportar el dolor mientras se te encallecen de nuevo las yemas. También, tal y como viene la hermosa dama de las seis cuerdas, es letal para la espalda, por lo que hay que usar trucos elevadores para que no te la destroce.

Es ingrata porque suena poco y casa mal con todos los instrumentos clásicos. Ningún compositor de los universales ha escrito para guitarra hasta que Manuel de Falla nos dedicó ¡minuto y medio! con Le tombeau de Debussy.

Una guitarra en una sala de conciertos siempre fue vencida por un carraspeo o media tos, absolutamente triturada por un simple caramelo de menta.

Pero YouTube ha redimido a los guitarristas para siempre. Como en este medio puede sonar igual que cualquier otro, su audiencia derrota a todos los que se pongan por delante. Hay que ser muy aficionado a la trompeta o al piano para que alguien aguante mirando en YouTube una interpretación; sin embargo, la guitarra clásica aquí vence y convence. No existe ningún instrumento más apuesto. Mirad la hermosura insuperable con que se muestran los dedos de este guitarrista tocando su transcripción de la música de Bartok https://www.youtube.com/watch?v=Si5kNn9s2lg

miércoles, 23 de agosto de 2017

J'aime la France (1)

Monumento a los girondinos. Explanada de Quinconces. Burdeos

Uno cuando no conoce, no diferencia. Es fácil decir: Francia, capital París; la maravillosa e indiscutible, a la que todo francés tiene que ir a vivir para triunfar. (Maurice Ravel nació en Ciboure a pocos kilómetros de España y solo entró una vez en nuestro país para ir a ver una corrida de toros en San Sebastián. A pesar de ser su música tan española, toda está compuesta en París). Una ciudad imán que en su enormidad parece absorber todo lo francés. Yo me enamoré de París, de sus puentes y museos, de sus calles y de su historia, de sus gentes y de su forma de ser. Cuando uno se enamora individualiza el objeto amado de tal forma que parece que no exista lo demás. Pero hay mucha Francia, no hay más que mirar en el mapa. Hay bastantes ríos que no son el Sena y muchas ciudades resonantes que yo debo descubrir para diferenciar.

Salir de España con el coche era un pequeño reto a mi capacidad como conductor. No sabía lo grande que fue. Francia es un país muy motorizado y parece que todos los franceses se habían puesto de acuerdo para no dejar un hueco de aparcamiento libre en toda su costa atlántica, mientras yo, sin descansar, miraba las señales y me sorprendía el desparpajo con el que los franceses aparcaban en las aceras, vulneración del código que yo no me sentía capaz de intentar. Mientras tanto, escuchaba las exclamaciones de  mis chicas dentro del coche  Francia es diferente y miraba embelesado las carreteras escoltadas por enormes y veteranos árboles, impensables para el habitante de un país arboricida como el mío.
Así penetré en Francia, un poco agobiado, hasta que me serené y comencé a disfrutar.
No necesito manifestar que soy enamoradizo de todos  los paisajes, también de los lugares que los hombres amaestraron tomando prestados trozos de geología, trazando su comodidad para el transporte, el comercio y la celebración; hablo de los paisajes humanizados, de la civilización. Creo que existirán pocos países más racionalmente civilizados que Francia.
Lo tienen más fácil que otros: tierras llanas y fértiles, ríos anchos y previsibles, ser el centro de Europa... pero no cabe duda -y eso es lo más admirable-, de que los franceses han puesto mucho trabajo de su parte: son perfeccionistas y tienen una gran educación estética; no les vale cualquier cosa. Les gusta la jardinería y son capaces de destinar mucha dedicación a ella. Después de lo que he visto no me cabe duda de que jardín es una palabra francesa, he admirado tantos y tan primorosos, que no me cabe duda de que tiene que ser la cuna de ese feliz arte de escoger, domesticar y combinar lo vegetal con raciocinio para llevarlo a una artesanía elevada, si no, directamente, al Arte. Y esto va desde sus enormes jardines botánicos a cualquier arcén, jardincillo particular o rotonda; no hay lugar donde no se empleen a ordenarlo, de manera que atravesando el país en coche uno no sale del jardín perpetuo.
Claro que así es más difícil ensuciarlo; en España la gente tira multitud de cosas por la ventana de su coche al desorden de la cuneta, con la esperanza de que se lo trague. En Francia el campo repeinado no admite estos desahogos.
Supongo que como a todos los españoles que vamos por allí, se me han ocurrido decenas de cosas que copiar. Por ejemplo: ellos van más adelantados en desalojar las ciudades de la barbarie de los coches. En cualquier ciudad media al llegar te indican con números luminosos todas las plazas que hay disponibles en cada uno de los aparcamientos (de pago, por supuesto) (disuasorios, sin ninguna duda). Hay cientos de bolardos móviles que directamente impiden a cualquier coche no autorizado  que penetre en la mayoría de las calles. En Bordeaux el omnipresente tranvía rivaliza con la inmensidad de bicicletas ¡Qué bien montan y qué atractivas son las francesas en bicicleta! Los coches están domados y uno pisa seguro las calles incontaminadas de ruidos y vapores, para disfrutar de la ciudad recuperada y así mira fotografía y escucha el ritmo de una ciudad deseable y deseada, viva, sin inmensidad de casas sin vender y negocios cerrados. Los franceses viven la calle y alimentan al vecino o eso me ha parecido a mí este verano.
Además, como tienen mucha juventud las calles están llenas de belleza, y como les subvencionan los hijos, están llenos de juegos y alegría. Acabaré este artículo con fotos del espectáculo que brinda un juego de agua gratuito que proporciona imágenes como éstas que capturé frente a la plaza de la bolsa de Bordeaux:





miércoles, 9 de agosto de 2017

OTRA VEZ RON LA LA

Ayer asistimos en Alcántara, otro marco incomparable, (es lo que tienen los clásicos, que les "prestan" -en el doble sentido-, los marcos históricos, y contraprestan ellos su arte clásico, en una suerte de simbiosis ideal) al último espectáculo de este grupo cómico-musical que ha encontrado la fórmula mágica para hacer propaganda divertida de la cultura.
Eso es lo que vimos ayer en el Conventual de San Benito, elaborada y alta propaganda de la lectura de Cervantes. Yo, si no hubiera tenido que conducir dos horas después en la noche, juro que me hubiera puesto a leer Rinconete y Cortadillo, -creo que es lo que voy a hacer esta tarde cuando termine el artículo, suspendiendo otra lectura que tenía entre manos-.
Cuando un artista encuentra la fórmula y conecta con el público, se produce un espectáculo total, una catarsis en la que ya todos estamos encantados de nosotros mismos; el público, codo con codo, da su mejor nivel de complicidad sin distraerse, sin toser, ni sacar caramelos con una escucha activa y concentrada, -el ingenio de sus creadores no se conforma con menos- y los de arriba van en volandas montados en sus artes con mucho ritmo.
Ron la la propone una música popular, de España e Hispanoamérica, de ida y de vuelta y revuelta interpretada con extraordinaria limpieza, a veces incluyendo elementos de las vanguardias del siglo XX, que no rechinaron en absoluto, al contrario. Esto es porque tienen la fórmula: música y canción variada, vertiginoso movimiento en escena, -por cierto graciosísimo el baile antiguo de la gitanilla-, caras, vestuario, atrezzos móviles, calculadísima luminotecnia, (creo que es el salto de calidad del teatro del siglo XXI) voces de grandes actores todo para honrar los textos clásicos. ¿Cómo no se le ocurrió antes a nadie triunfar con esto?
Uno sale orgulloso del arte español, del venezolano, del flamenco, de ese pisto manchego que es fresco, nutritivo, saludable, rico... y sin colesterol malo; de que alguien te lo toque y te lo baile y del público que lo aprecie. Cervantes ya no es local ni universal: es divertido, nos aglutina, hasta nos hace una nación. Siento lo mal que suena ahora esta palabra, pero esta gran cultura cervantina construyó la nación cultural española  y nuestro deber es celebrarla con orgullo y alegría

. Gracias, Ron la la, otra vez lo habéis conseguido.
Foto: @justmayself

miércoles, 2 de agosto de 2017

La valla.

Recuerdo la película América de Elia Kazán como un argumento indiscutible de humanidad para estar de parte de los migrantes. Estoy seguro de que además de esta obra maestra habrá centenares de relatos e historias sobre las penurias hasta llegar al paraíso soñado que, como todo paraíso, solo existe en la imaginación.
La pasada madrugada setenta subsaharianos, (ya queda políticamente demasiado incorrecto decir negros) saltaron la valla de Melilla. Y lo celebran como si hubieran marcado un gol de la Copa de Europa en la prórroga. No es para menos: muchos trabajan años en sus países para reunir dinero, y luego salen, andando a través del continente o comprando quién les vaya acercando a través del desierto hasta la mítica valla, que es altísima. Supongo que, dentro y fuera, será la mirada común de todos los que juegan (suena sarcástico eso de jugar) al ratón y al gato.
Los que hacen de ratones la escrutarán pensando adónde están las principales dificultades, dónde hay fallos que permitan hacer menos imposible su paso. Creo que están jerarquizados y también se entrenan: visualizan los momentos, la algarada, los movimientos de distracción,  las escaleras artesanales, el asalto, el cálculo de la reacción de los antidisturbios y el final: la meta, besar tierra española celebrando ser conducidos al centro de inmigrantes donde, privados de libertad, estarán unos meses comiendo la sopa boba hasta que les crucen en barco o en avión a Europa.
Uno puede ser ingenuo, venga... pobre gente, ¿por qué se lo ponen tan difícil? ¿no ven que muchos se caen o se cortan, quedan heridos o  se quedan mancos o cojos para siempre? No nos quepa duda de que si alguien se dejara abierta una puerta una semana, se metería media África en Melilla.
Los que hacen de gatos están pensando justamente lo contrario: dónde están los fallos que se deben corregir, dónde se puede poner otra dificultad, cómo contrarrestar la invasión. Cuando se les cuelan 70 como ha sucedido esta mañana me imagino que examinarán los vídeos para buscar las fortalezas de los atacantes y neutralizar las debilidades del los defensores.
Puede que fuera inteligente contratar a un par de negros para que asesoraran desde su experiencia sobre qué impedimento físico se puede poner para que la valla sea más efectiva.
Así al menos dos tendrían trabajo. Lo más penoso es verlos después jugando al ratón y al gato con la policía municipal en las aceras de Madrid con sus mantas llenas de productos falsificados. ¿Eso era el paraíso?
Quizá lo sea, comparado con un infierno que yo no conozco. No lo sabemos.

Es imposible detenerlos absolutamente; lo que está garantizado es que son gente de un físico excepcional. Si yo tuviera un banco de esperma creo que iría a recaudar material genético de los saltadores. Si fuera una mujer demandante pediría semen de esa calidad. Es selección natural pura.