martes, 12 de marzo de 2024

Confesión

 

Aquí estoy yo en la última foto de cuerpo entero que me hizo mi mujer. Ha sido en Cádiz, recién aparcados a finales de enero, a punto de emprender la pequeña aventura de buscar alojamiento en un precioso hotel donde nos invitarían a presenciar un ensayo de carnaval que, como tantas manifestaciones culturales, cambió mi vida impresionándomela, ensanchando mi amor.
 
Me gusto en esta foto. Gusté a mi mujer y se la mandó en el acto a mi madre por guasap y mi madre también la alabó mucho en su respuesta.
Es el triunfo de mi vida, mi madre es feliz viéndome disfrutar contemplando sitios bonitos, me siento correspondido por  haber llegado hasta aquí con cincuenta y nueve años y un suficiente repertorio de sensaciones y conocimientos. 
Llevo puesta una prenda de entretiempo heredada de mi padre, ya estaba heredándole ropa en vida, y, ahora que llevo la bandera de su descendencia; muchas veces me digo, mira padre, qué lugares más bonitos te estoy paseando.

Al borde de los sesenta años no tengo ningún reproche importante que hacerme, (quizá no haber tenido más hijos, se me queda mucho amor filial sin repartir) ciertamente de niño prometía mucho, como todo el mundo, pero solo llegan unos pocos a cumplir: Piazzolla, Paco de Lucía, Luis Landero, Álex de la Iglesia, Messi...
Creo que me pasará como a todos vosotros a estas alturas. Hay demasiados caminos empezados, o que se quedaron sin empezar. Gracias a que escribo y fotografío me encuentro retazos de vida que hubiera olvidado. Como soy un poco exhibicionista llevo catorce años contándosolo a gente de varios paises y así compenso el que mi hija no me haga ni caso. Aunque confio (o quiero fantasear) en que en algún momento le entre curiosidad por saber cómo se mostraba su padre al mundo, su pequeño mundo.

Uno emprende hijos por amor, por el deseo de proyectarse en común con la mujer que ha elegido para ello, luego se da cuenta (yo al menos no me di cuenta hasta después) que también proyecta a sus antepasados y que los padres son muy felices reconociéndose como abuelos de sus nietos, pero nunca pensé en que fuera una inversión que tuviera que ofrecer rentabilidades periódicas de afecto. Bueno, el desafecto no me gusta, pero no tengo derecho, y lo recibido en la niñez y primera adolescencia es impagable y puedo consultarlo en fotos y grabaciones, además de mi memoria.

El único reproche de mi vida es haber dejado pasar el tiempo. No haberla jugado exprimida a tope como pasa con el fútbol de ahora, que no se dejan respirar desde el minuto uno hasta el final del alargue. Pero gracias a que me paré a reflexionar en cada horizonte, cada bosque y cada playa la he paladeado gustosamene.
 
A ver qué me llega en la tercera parte. Sé que vendrá lo malo y lo peor, pero aceptaré con alegría todo lo bueno que venga.

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