Me he dicho muchas veces que no debo comprar ni leer ningún libro deliberadamente complicado, nada contra lo que deba darme de cabezazos como lector, nada como el Ulysees o Paradiso, pero he vuelto a picar. Sin embargo esta vez lo sigo intentando, aún no he tirado la toalla, Lorca también tiene "El Público" y Poeta en Nueva York, y Miguel Hernández tiene Perito en Lunas, y Góngora tiene las Soledades.
Reconozco que el libro es bueno, reconozco que entre la exageración y el sobreesteticismo, es hasta veraz. Este hombre es un erudito: un farmacéutico o médico, como hay mucha gente que es "entendida", pero da la impresión, por cómo lo cuenta de que también se ha puesto de todo.
Así que estaba deseando acabar un trozo de su vómito literario, para dirigirme a la wikipedia para ver qué fue de este hombre nacido en 1914 que en 1959, según reza su copyright, ya se había fumado, esnifado e inyectado todo lo inyectable, mezclando y abusando como un loco. entre delirios y bacanales homosexuales, violencia y desprecio por la salud física y mental. La sorpresa es que llegó a alcanzar la alta senectud; pero también cuenta su biografía , y es lo que lo explica, que era un hombre de rica familia de empresarios de las nuevas tecnologías de entonces, cuya empresa familiar fundó la tecnológica Unyss que aún corta bacalao del más caro.
Después he sabido que la obra que tengo en mis manos "El almuerzo desnudo" fue escrita en Tánger, no muy lejos de Paul Bowles, que también tiene lo suyo con las drogas y las experiencias extremas, e igualmente llegó a una edad provecta.
No sé si comprendo la obra, pero a pesar de que las fantasías que describe son espeluznantes, por rastreras, por el sufrimiento del acoso policial, por la pobreza y desesperación, no obstante, no parece abominar absolutamente de la droga y de sus viajes al infierno; puede que, (no me atrevo a escribirlo rotundamente) hasta invite a ello, -o creo haberme sentido incitado- como aventura abismal como reto intelectual o vital. La cuestión es que este sobreviviente William, que luego cayó en la iglesia de la cienciología, era un hombre muy rico de familia extraordinariamente rica, muy bien relacionado con otros ricos y viajados escritores de su generación beat, (ahora entiendo lo de los beat-les, que eran otros alucinados de las drogas y de las experiencias radicales).
Siento que todo lo que estoy leyendo es la excursión de un niñato muy rico a quien su familia salvaría pero que vio y experimentó mucho en el alambre contando con esa red, que le evitaría tener que delinquir o comprar mierda adulteradísima o fraudulenta. Pero hasta habla del orégano con el que engañaban a los que querían consumir hachís (tan abundante y asequible en Tánger) o los desagradables experimentos alucinógenos y estomacales con nuez moscada.
Sinceramente creo que lo vio de lejos, como un diletante, como un iniciado lo justo como para tener tema de conversación con la vida otros que sí se arrastraron y murieron bajo los pies de ese caballo.
No sé, voy a seguir, me recuerda mucho a Sabina, que ahora parece que quiere volver a resucitar.
*
Entonces tomo un grueso libro de arte para desengrasarme y comprobar si tenía ya fijados en él lugares de Francia de mi pasado viaje como Conques y me tropiezo con El Bosco y su Jardín de las Delicias, obra que nos hipnotiza siempre pero que nadie termina de comprender. ¿Es un cuadro moralista o humorista, es descriptivo, es crítico...?¿odia la música o solo critica a los malos músicos? Es dificilísimo agotarla, sin embargo la dejamos ahí como pendiente..., un día me estudiaré todo el retablo. (Supongo que decimos todos) Mi hija sí lo hizo, o quizá no, porque se compró un enorme puzle de muchos miles de piezas para reconstruir su lógica o su ilógica en el suelo, minuciosamente.
Mientras tomo esta biografía del pintor mi mujer comienza a pelearse por Burroghs, a intentar desentrañar sus delirios de irracionalidad y surrealismo no daliniano sino bosquiano. Tomo con brío el libro que va contando los avatares medievales y prerrenacentistas del lugar donde vivió, y se centra en una cofradía mariana, en la que una noche comulgaron comiéndose un cisne. Y yo que por ser mi madre taxidermista he comido faisán, codorniz, paloma, pichón, pato, reconozco no haber comido nunca cisne. Por cierto, en un lago de Francia acabo de ver un puñado de ellos. Quizá si fuera comido de ese animal habría adquirido la sublimidad, o la capacidad de concentración y trabajo que me ha faltado en la vida.
Termino con el retablo del juicio final de Conques; por supuesto que es mucho más atractivo visualmente el infierno, de esta estética venía el Bosco, no creo que le quepa duda a nadie.