Pero hemos huido de él. Yo no hice fiesta en mi boda, nadie pudo conocerse ni disfrutar con pretexto que yo propiciara, porque tampoco bauticé a mi hija, que eso era otra ceremonia comunitaria, y tampoco, obviamente, hubo comunión. Hemos participado en ceremonias teatrales, musicales y escolares, pero desde que la niña se hizo grande tampoco está por carnaval, ni por jalogüín (que no me gustan). También huimos de las fiestas locales, de la música atronadora de sus verbenas que nos pillan demasiado cerca de casa: aprovechamos para viajar.
No puedo quejarme de que desaparezcan los convocatorias sociales para juntar gente y compartir con ella. Yo soy un insociable en ese sentido. No me apetece gastar dineros en toros, ni tampoco perder horas en ir a misas ni procesiones, con motivo de las cuales en sus entradas y salidas que durante mi niñez fue anidándoseme parte de mi sociablidad.
Menos mal que en este último semestre he ido a dos manifestaciones contra la amnistía.
"Lo importante es participar" se decía de los deportes frente a la obsesión por ganar. Eso sí que lo veo por aquí: hay maratonianos y corredores de otras distancias pedestres o ciclistas que hacen la fiesta de la participación, (hay cinco o diez además se conocen, que vienen a ganar) pero yo corro muy poco, tendría que esperar mucho el coche escoba. Me gustaría cantar en una coral, pero me cuesta otra vez volver a entrar en la de Béjar, hubo gente que parece que me miró, y me mira mal, por abandonarla en su día. Desde el Covid se perdió la tradición de la zarzuela, que me hubiera gustado.
Quisiera que se mantuvieran las fiestas y los ritos comunitarios, pero no estoy dispuesto a pagar un precio personal por ello, soy un comodón que va con los tiempos.
Ya se sabe "el que quiera peces que se moje el culo" yo soy de culo seco.
Es una lástima, me siento culpable, contradictoriamente culpable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario