Aún estamos en el duro durante y pensamos en el duro después.
Pues depende de si tenemos vigor o quedamos aplacados. El hombre es la medida de las cosas, y por mí mismo puedo decir que dentro de una enfermedad uno se hunde: yo hace unos meses tuve una horrible indigestión sobre las doce de la mañana, sudé muchísimo, y echaba ácidas bilis; creí que me estaba muriendo, pero me restablecí con un poco de suero, y a las 10 de la noche de ese mismo día pude conducir los 70 kilómetros hasta mi casa. Al día siguiente estaba como si nada: era sorprendente, como un mal sueño y un luminoso despertar.
Todas las enfermedades no son iguales, ni todos los enfermos. El recuerdo cercano de que hay "milagrosos" restablecimientos me hace estar animoso, en este momento, por la salud de mi país.
Aunque en casi toda enfermedad hay fases de bajón combinadas con las de optimismo. Todavía me/nos quedan varias.
martes, 31 de marzo de 2020
lunes, 30 de marzo de 2020
Nuestra guerra.
Yo tengo una hija de 19 años. No sé si me dará nietos, así que tendría que contarle mis batallitas de viejo (cuando me las aguante), pero ninguna será tan grande como esta guerra que ella también está viviendo.
Supongo que eso le pasaría a la generación de mis bisabuelos, ¡qué batallitas increíbles podían contarles a mis abuelos que vivieron una guerra!
Vivimos en una distopía. Había películas que contaban cosas parecidas, lo que sucede es que esta es una "serie" muy larga y aburrida, y los guionistas no saben como matar al protagonista. Está teniendo tanto éxito....
Supongo que eso le pasaría a la generación de mis bisabuelos, ¡qué batallitas increíbles podían contarles a mis abuelos que vivieron una guerra!
Vivimos en una distopía. Había películas que contaban cosas parecidas, lo que sucede es que esta es una "serie" muy larga y aburrida, y los guionistas no saben como matar al protagonista. Está teniendo tanto éxito....
Nadie en las calles infestadas de lejía.
Cuando el diablo no sabe que hacer mata moscas con el rabo. Miro las noticias de los pueblos que conozco y todos están obsesionados con el "baldeo con hipoclorito de sodio". Dan gracias a las empresas o a los tractoristas voluntarios, o al ejército, por ir a remojarles las calles de lejía.
Las calles están vacías, es tiempo de lluvias (ahora mismo en Béjar esta nevando) y la mayor parte de la gente que sale a comprar, lo hace para la "gran compra" (están semiprohibidas las compras pequeñas) o sea que van en coche, o para pasear el perro. Tan solo hay policías municipales o nacionales velando la cuarentena. Todo el mundo lleva mascarilla.
Los bichos que caen al suelo mueren por inanición, estoy seguro.
Vale que la lejía es el desinfectante tradicional: en todas las pensiones baratas se usa, por eso a la gente le repugnan las pensiones baratas. En ningún hotel de España, Francia, Italia o Portugal he olido nunca a lejía.
La palabra es políticamente incorrecta por eso ahora se habla de "hipoclorito".
Admito que rieguen con lejía las estaciones de tren, las puertas de los supermercados y las de los hospitales, pero que dejen a las calles en paz, sobre todo a las de los pueblos.
PD Y ayer batimos el record mundial de muertos. Y Sánchez sigue sin dimitir con su manual de resistencia como norte y guía. A ver si pasa pronto.
Las calles están vacías, es tiempo de lluvias (ahora mismo en Béjar esta nevando) y la mayor parte de la gente que sale a comprar, lo hace para la "gran compra" (están semiprohibidas las compras pequeñas) o sea que van en coche, o para pasear el perro. Tan solo hay policías municipales o nacionales velando la cuarentena. Todo el mundo lleva mascarilla.
Los bichos que caen al suelo mueren por inanición, estoy seguro.
Vale que la lejía es el desinfectante tradicional: en todas las pensiones baratas se usa, por eso a la gente le repugnan las pensiones baratas. En ningún hotel de España, Francia, Italia o Portugal he olido nunca a lejía.
La palabra es políticamente incorrecta por eso ahora se habla de "hipoclorito".
Admito que rieguen con lejía las estaciones de tren, las puertas de los supermercados y las de los hospitales, pero que dejen a las calles en paz, sobre todo a las de los pueblos.
PD Y ayer batimos el record mundial de muertos. Y Sánchez sigue sin dimitir con su manual de resistencia como norte y guía. A ver si pasa pronto.
domingo, 29 de marzo de 2020
IMPRUDENCIA CULPABLE
A partir de mañana el gobierno español manda paralizar toda la economía salvo algunas excepciones. Lo hacen aconsejados por sus técnicos que les han dicho que si aguantamos dos semanas más la respiración saldremos mucho menos mal que si no lo hacemos.
Lo vamos a pagar todos. Vale. Es por la salud. Vale. Es para evitar el colapso. Vale. Las cosas nos están saliendo mucho peor de lo que pensábamos. Vale.
El día 4 de marzo a las 9,30 estaba yo en Ávila en el velatorio de mi suegra y evité besar a toda la gente que pude. No lo conseguí. Desde entonces solo he besado a mi mujer y tardaré en besar al resto de la humanidad meses.
Por entonces había un hotel en cuarentena en Tenerife. El día de antes TRES DE MARZO ya se confirmó que A MEDIADOS DE FEBRERO ya se produjo el primer muerto en España.
¿Dónde estaban los técnicos de la salud entonces?
En la misa del día 5 de marzo el cura dijo en la misa de "corpore insepulto" de mi suegra que, según le había dicho la conferencia episcopal, no daría las hostias en la boca a nadie para evitar los riesgos del coronavirus.
Alguien sabía algo. La iglesia, por lo menos, ya estaba tomando una tímida medida.
El gobierno español ¿sabía algo?
Algo tenía que saber. Pero le apetecía llegar a las manifestaciones del 8 de marzo: las mujeres suponen la mitad de los votos y la mayoría odian a VOX y al PP. Les apetecía escuchar en la calle consignas contra estos partidos, ¿Cómo iban a aprovechar ese regalo? El 8 de marzo había que parar al "fascismo".
Vean los carteles, oigan los audios, lean las declaraciones.
Cientos de miles de mujeres entre ellas varias ministras, encantadas de reconocerse se juntaron en la calle a menos de un metro. Muchas se besaron; entre las mujeres es corriente. Quizá a alguna se le escapara alguna tos; es pleno invierno ¿a quién habría de mosquearle?
No. Había que retrasar las medidas hasta después de las manifestaciones. Después ya se haría lo que hubiera que hacer, no podemos desaprovechar esta baza.
Estoy convencido de que alguien del gobierno dijo algo parecido a esto.
Y lo pagamos todos. Y lo pagaremos mucho tiempo.
Lo estamos haciendo mejor que los ingleses, y que los americanos, eso tratan de vendernos, el mal de otros.
"Solo lo han hecho mejor que nosotros los coreanos. Pero es que es otra cultura, además tienen muchos medios tecnológicos".
Pues las cifras cantan. Lo único que es objetivo es que solo lo han hecho peor que nosotros los italianos.
Somos los subcampeones del mundo en mala gestión del coronavirus.
Puede ser que los españoles hayamos tenido muy mala suerte. Somos muy cariñosos, ya lo dijo Plácido Domingo.
La fatalidad, ese ser impersonal, se ha cebado en nuestro país.
Lo vamos a pagar todos pero alguien tiene que dimitir A LO BESTIA.
Lo vamos a pagar todos. Vale. Es por la salud. Vale. Es para evitar el colapso. Vale. Las cosas nos están saliendo mucho peor de lo que pensábamos. Vale.
El día 4 de marzo a las 9,30 estaba yo en Ávila en el velatorio de mi suegra y evité besar a toda la gente que pude. No lo conseguí. Desde entonces solo he besado a mi mujer y tardaré en besar al resto de la humanidad meses.
Por entonces había un hotel en cuarentena en Tenerife. El día de antes TRES DE MARZO ya se confirmó que A MEDIADOS DE FEBRERO ya se produjo el primer muerto en España.
¿Dónde estaban los técnicos de la salud entonces?
En la misa del día 5 de marzo el cura dijo en la misa de "corpore insepulto" de mi suegra que, según le había dicho la conferencia episcopal, no daría las hostias en la boca a nadie para evitar los riesgos del coronavirus.
Alguien sabía algo. La iglesia, por lo menos, ya estaba tomando una tímida medida.
El gobierno español ¿sabía algo?
Algo tenía que saber. Pero le apetecía llegar a las manifestaciones del 8 de marzo: las mujeres suponen la mitad de los votos y la mayoría odian a VOX y al PP. Les apetecía escuchar en la calle consignas contra estos partidos, ¿Cómo iban a aprovechar ese regalo? El 8 de marzo había que parar al "fascismo".
Vean los carteles, oigan los audios, lean las declaraciones.
Cientos de miles de mujeres entre ellas varias ministras, encantadas de reconocerse se juntaron en la calle a menos de un metro. Muchas se besaron; entre las mujeres es corriente. Quizá a alguna se le escapara alguna tos; es pleno invierno ¿a quién habría de mosquearle?
No. Había que retrasar las medidas hasta después de las manifestaciones. Después ya se haría lo que hubiera que hacer, no podemos desaprovechar esta baza.
Estoy convencido de que alguien del gobierno dijo algo parecido a esto.
Y lo pagamos todos. Y lo pagaremos mucho tiempo.
Lo estamos haciendo mejor que los ingleses, y que los americanos, eso tratan de vendernos, el mal de otros.
"Solo lo han hecho mejor que nosotros los coreanos. Pero es que es otra cultura, además tienen muchos medios tecnológicos".
Pues las cifras cantan. Lo único que es objetivo es que solo lo han hecho peor que nosotros los italianos.
Somos los subcampeones del mundo en mala gestión del coronavirus.
Puede ser que los españoles hayamos tenido muy mala suerte. Somos muy cariñosos, ya lo dijo Plácido Domingo.
La fatalidad, ese ser impersonal, se ha cebado en nuestro país.
Lo vamos a pagar todos pero alguien tiene que dimitir A LO BESTIA.
¿O es para menos?
sábado, 28 de marzo de 2020
Doy gracias.
Por no estar en el paro en estos momentos tan chungos, porque vería las cosas todavía peor.
Por ser ahorrador, incluso porque tengamos la costumbre de acumular papel higiénico en casa.
Porque el cable de la fuente de alimentación de este ordenador todavía sirve, aunque hay que hacer contorsionismos con él para que enganche la energía a la batería.
Por no haber tenido ninguna avería de agua, de gas o de salud.
Demos gracias a que el bicho no llegó entre nosotros hasta finales de febrero o primeros de marzo. Si hubiera llegado en Navidad y Fin de Año con esa costumbre de besarse indiscriminadamente nos habría pasado el bicho por la piedra al 95% sin posibilidad de remisión ni cuarentenas.
Demos gracias, sobre todo en España, porque no afecta a los niños, porque de ésta nos extinguiríamos como nación.
Doy gracias (lo siento Argentina) porque la mayoría vamos para verano y no para invierno como vosotros.
viernes, 27 de marzo de 2020
Una ración de lágrimas.
Yo no lloro nunca. Es una facultad que perdí mientras me hacía hombre en el sentido patriarcal de la palabra. (Qué contenta se pondría mi hija si leyera que utilizo sus palabras).
Seguramente por eso tengo los ojos secos: por las noches me pican los ojos y tengo que levantarme a darlos agua.
Hoy casi lo consigo. Estos argentinos...
https://www.youtube.com/watch?v=S0mRry9W66Q&feature=youtu.be
Seguramente por eso tengo los ojos secos: por las noches me pican los ojos y tengo que levantarme a darlos agua.
Hoy casi lo consigo. Estos argentinos...
https://www.youtube.com/watch?v=S0mRry9W66Q&feature=youtu.be
lunes, 23 de marzo de 2020
Lunes de coronavirus
Cuando paso por el pasillo de mi casa miro de reojo una moneda de veinte céntimos que dejé reposando en una estantería.
Como os dije el pasado viernes salí a comprar y no había dicho que pagué en el supermercado con tarjeta para que no me devolvieran monedas "contaminadas". (Leí hace poco que el virus puede resistir cinco horas en una moneda de cobre).
La siguiente compra era en otra tienda de productos agrícolas donde adquirí dos kilos de patatas de siembra. Tenía en el bolsillo dos monedas de euro y una de cincuenta céntimos por si me costaban esa cantidad. Pero no, el comerciante me sorprendió: "uno ochenta" y le di las dos monedas de euro. Soy un maldito tacaño, le podría haber dicho "quédese con la vuelta". Para más abundancia hace dos años, que fue la última vez que las compré, me salieron a euro por kilo.
Pero esperé y me dio la vuelta. Me guardé los veinte céntimos en un bolsillo.
Cuando llegué a casa solté toda la compra, me lavé las manos con los guantes puestos, y luego otra vez con los guantes quitados, pero entonces me di cuenta de que llevaba aún los veinte céntimos en el pantalón, los saqué y los deposité donde ahora están. Después me volví a lavar las manos.
Los veinte céntimos me siguen gritando, ¿pero qué tonto eres? podrías haberte ahorrado el miedo y además compensado al tendero por el esfuerzo de abrir.
De todos modos, si los virus no me abordaron ya habrán muerto de inanición. No debo pensar más en ello.
Pero no dejo de pensar en todo lo que va a cambiar todo cuando esto termine. Pienso en cuánta ropa se va a dejar de vender, porque mucha gente ha descubierto en los armarios que tiene prendas hasta el año dos mil cuarenta. ¿Cuántos en este tiempo habrán conseguido reparar o adaptar cosas que tenemos dentro de casa? Se van a vender muchas menos cosas, porque también se estarán hallando miles de cosas estúpidas que nunca debimos comprar.¿Cuántos se darán cuenta, ahora que no bajamos tanto a la calle, la barbaridad de plástico que acompaña a nuestras vidas superfluamente y cómo se llena de rápido el depósito reservado a ese elemento?
Todavía estamos en marzo. El día cuatro de este mes murió mi suegra y estuve en un velatorio donde hubo mucho tráfico de besos, abrazos y apretones de manos. Muchas conversaciones a treinta centímetros con gente que no volveré a ver porque eran primos de la difunta. Nunca volverá a suceder un velatorio parecido. (Ahora están prohibidos).
El viernes encontré en el supermercado a mi compañero de oficina con quien comparto desde hace seis años y nueve meses oficina, pomos, teclado y ratón de ordenador, fotocopiadora, bolígrafos, y mantuvimos la distancia como apestados, aunque la gente nos miraba de reojo malencaradamente por habernos detenido a hablar unos segundos apresurados.
Creo que me gustaría leer como recuperaron la normalidad en Londres tras la segunda guerra mundial, pero mejor en Madrid tras la guerra civil o, mejor todavía, en Berlín donde perdieron más la guerra.
Porque esta guerra cuando se acabe, se acabará y será un gozo recobrar la paz de la libertad, pero la habremos perdido. No me cabe ninguna duda.
Un ejemplo: Una performance: Que mi mujer y yo, que dormimos juntos saliéramos a la calle y nos encontráramos y nos diéramos un beso, como los que podemos darnos en casa (y eso que inconscientemente hemos restringido estas señas de cariño durante la vigencia de el bicho)
nos multarían y nos detendrían por provocación.
¿Será alguien capaz de ver ahora la foto de el beso de Doisenau? ¿Qué será del orgullo gay?
Como os dije el pasado viernes salí a comprar y no había dicho que pagué en el supermercado con tarjeta para que no me devolvieran monedas "contaminadas". (Leí hace poco que el virus puede resistir cinco horas en una moneda de cobre).
La siguiente compra era en otra tienda de productos agrícolas donde adquirí dos kilos de patatas de siembra. Tenía en el bolsillo dos monedas de euro y una de cincuenta céntimos por si me costaban esa cantidad. Pero no, el comerciante me sorprendió: "uno ochenta" y le di las dos monedas de euro. Soy un maldito tacaño, le podría haber dicho "quédese con la vuelta". Para más abundancia hace dos años, que fue la última vez que las compré, me salieron a euro por kilo.
Pero esperé y me dio la vuelta. Me guardé los veinte céntimos en un bolsillo.
Cuando llegué a casa solté toda la compra, me lavé las manos con los guantes puestos, y luego otra vez con los guantes quitados, pero entonces me di cuenta de que llevaba aún los veinte céntimos en el pantalón, los saqué y los deposité donde ahora están. Después me volví a lavar las manos.
Los veinte céntimos me siguen gritando, ¿pero qué tonto eres? podrías haberte ahorrado el miedo y además compensado al tendero por el esfuerzo de abrir.
De todos modos, si los virus no me abordaron ya habrán muerto de inanición. No debo pensar más en ello.
Pero no dejo de pensar en todo lo que va a cambiar todo cuando esto termine. Pienso en cuánta ropa se va a dejar de vender, porque mucha gente ha descubierto en los armarios que tiene prendas hasta el año dos mil cuarenta. ¿Cuántos en este tiempo habrán conseguido reparar o adaptar cosas que tenemos dentro de casa? Se van a vender muchas menos cosas, porque también se estarán hallando miles de cosas estúpidas que nunca debimos comprar.¿Cuántos se darán cuenta, ahora que no bajamos tanto a la calle, la barbaridad de plástico que acompaña a nuestras vidas superfluamente y cómo se llena de rápido el depósito reservado a ese elemento?
Todavía estamos en marzo. El día cuatro de este mes murió mi suegra y estuve en un velatorio donde hubo mucho tráfico de besos, abrazos y apretones de manos. Muchas conversaciones a treinta centímetros con gente que no volveré a ver porque eran primos de la difunta. Nunca volverá a suceder un velatorio parecido. (Ahora están prohibidos).
El viernes encontré en el supermercado a mi compañero de oficina con quien comparto desde hace seis años y nueve meses oficina, pomos, teclado y ratón de ordenador, fotocopiadora, bolígrafos, y mantuvimos la distancia como apestados, aunque la gente nos miraba de reojo malencaradamente por habernos detenido a hablar unos segundos apresurados.
Creo que me gustaría leer como recuperaron la normalidad en Londres tras la segunda guerra mundial, pero mejor en Madrid tras la guerra civil o, mejor todavía, en Berlín donde perdieron más la guerra.
Porque esta guerra cuando se acabe, se acabará y será un gozo recobrar la paz de la libertad, pero la habremos perdido. No me cabe ninguna duda.
Un ejemplo: Una performance: Que mi mujer y yo, que dormimos juntos saliéramos a la calle y nos encontráramos y nos diéramos un beso, como los que podemos darnos en casa (y eso que inconscientemente hemos restringido estas señas de cariño durante la vigencia de el bicho)
nos multarían y nos detendrían por provocación.
¿Será alguien capaz de ver ahora la foto de el beso de Doisenau? ¿Qué será del orgullo gay?
sábado, 21 de marzo de 2020
Van a fumigar en mi pueblo: Cardeñosa
Será mañana a las 10 de la mañana y pasarán unos camiones tirando veneno por las calles para matar virus. No hay muchas más de 200 personas que apenas pisan la calle, la mayoría de los que no son ancianos, se desplazan a trabajar en coches.
No estoy de acuerdo, no sé si se me ha notado ya.
Esta actividad aparte de matar un montón de seres vivos,(esto es veneno, la gente no debe salir hasta media hora después de la "operación") (además de que no tiene que salir). Los pájaros, las mariposas, las orugas, las arañas, las lagartijas lo pagarán caro, aunque no haya habido ningún coronavirus en el aire de mi pueblo, -que yo sepa nadie está contagiado-.
Existe el refrán matar "moscas a cañonazos". No sé quien responderá de los bichos inocentes muertos, no sé qué científico avala y justifica una medida que nunca se ha hecho en mi pueblo.
¿Cómo lo explico?
1.-Ya que no conseguimos nada, vamos a hacer como que hacemos algo. Que se nos vea. Los chinos lo han hecho hace tiempo y dicen que han vencido al bicho. Pero ¿ha sido por fumigar?
2.- La gente que no se quiere enterar que va en serio, les mostramos con este gesto inútil que va en serio y que se queden en casa, se laven las manos bien lavadas con jabón, usen guantes etc. Podría ser pero como ya he dicho, la gente por aquí en Béjar, está muy concienciada, más de la cuenta para mi percepción.
3.- Por dinero, el vil metal de toda la vida. Yo tengo camiones cisterna, yo produzco cualquier compuesto químico que no se sabe si matará a este bicho pero que "mata" algo seguro. Y paga el Estado, por supuesto y nadie discute.
Yo vendo "río revuelto ganancia de pescadores".
Seré mal pensado, pero es lo que pienso.
No estoy de acuerdo, no sé si se me ha notado ya.
Esta actividad aparte de matar un montón de seres vivos,(esto es veneno, la gente no debe salir hasta media hora después de la "operación") (además de que no tiene que salir). Los pájaros, las mariposas, las orugas, las arañas, las lagartijas lo pagarán caro, aunque no haya habido ningún coronavirus en el aire de mi pueblo, -que yo sepa nadie está contagiado-.
Existe el refrán matar "moscas a cañonazos". No sé quien responderá de los bichos inocentes muertos, no sé qué científico avala y justifica una medida que nunca se ha hecho en mi pueblo.
¿Cómo lo explico?
1.-Ya que no conseguimos nada, vamos a hacer como que hacemos algo. Que se nos vea. Los chinos lo han hecho hace tiempo y dicen que han vencido al bicho. Pero ¿ha sido por fumigar?
2.- La gente que no se quiere enterar que va en serio, les mostramos con este gesto inútil que va en serio y que se queden en casa, se laven las manos bien lavadas con jabón, usen guantes etc. Podría ser pero como ya he dicho, la gente por aquí en Béjar, está muy concienciada, más de la cuenta para mi percepción.
3.- Por dinero, el vil metal de toda la vida. Yo tengo camiones cisterna, yo produzco cualquier compuesto químico que no se sabe si matará a este bicho pero que "mata" algo seguro. Y paga el Estado, por supuesto y nadie discute.
Yo vendo "río revuelto ganancia de pescadores".
Seré mal pensado, pero es lo que pienso.
viernes, 20 de marzo de 2020
Me estoy acostumbrando a rodear a la gente.
Todo el mundo en Béjar sabe calcular un metro, aunque algunos te rodean más generosamente "mejor que sobre que no que falte". Yo creo que lo del metro es para pararse a hablar con alguien, una distancia de seguridad de los imperceptibles perdigonazos de saliva; pero, bueno, es gratis tener un poco más de precaución.
Hoy, viernes, fui a hacer la gran compra al Mercadona. Había bastante gente, y un segurata organizando el tráfico en la cola de las cajas registradoras que sobreactuaba como un abogado, parecía querer ganarse el sueldo cada minuto, cuando la inmensa mayoría de la gente conoce y practica las instrucciones al dedillo.
Bueno, esto no es del todo cierto. De las diez o doce peatones que encontré en mi kilómetro de trayecto hasta el establecimiento hubo tres o cuatro que llevaban mascarillla, cosa innecesaria al aire libre como bien se ha remarcado, pero yo creo que hay gente que presume "yo la llevo porque puedo y tú seguro que ni tienes". Efectivamente yo ni tengo, ni, de momento, necesito.
El colmo de la tontería es mucha gente que la lleva mientras va conduciendo, y están solos en el coche. Será para no contaminar el volante, y ¡Ay Cielos! el salpicadero. El salpicadero (habrá que buscar un nombre sanitariamente correcto para esa parte del coche) seguramente está lleno de bolitas de saliva cargadas de bichos coronados saltando como los jóvenes saltábamos en los conciertos de rock de los ochenta o bailando la conga como al final de las verbenas de aquel mismo tiempo, cachondeándose de nosotros.
Constato que en toda mi estancia en el Mercadona ni yo ni nadie fuimos capaces de oír en ningún momento ninguna "tos seca", el sonido más alarmante de este mes, para el cual no sé si estamos preparados; pero sí que en algún momento me pareció que me picaba un ojo, aunque cual Ulises atado al palo mayor, me abstuve de tocarme con el guante quirúrgico que he llevado enfundado desde el pomo de salida de mi edificio hasta que llegué a la vuelta.
Sin quitarme los guantes los he lavado con jabón por si traje algún bicho, y los he puesto a secar, por si tengo necesidad de salir en otro momento.
Después me he lavado las manos otra vez.
Bueno, he aquí un día menos, o un día más, como se mire.
Nunca en nuestra vida como país, exceptuando desde el 18 de julio de 1.936 hasta mediados de septiembre del mismo año que se estabilizaron los frentes y se empezó a matar con algo de tino, han pasado los días más lentamente que en este mes de marzo.
Hoy, viernes, fui a hacer la gran compra al Mercadona. Había bastante gente, y un segurata organizando el tráfico en la cola de las cajas registradoras que sobreactuaba como un abogado, parecía querer ganarse el sueldo cada minuto, cuando la inmensa mayoría de la gente conoce y practica las instrucciones al dedillo.
Bueno, esto no es del todo cierto. De las diez o doce peatones que encontré en mi kilómetro de trayecto hasta el establecimiento hubo tres o cuatro que llevaban mascarillla, cosa innecesaria al aire libre como bien se ha remarcado, pero yo creo que hay gente que presume "yo la llevo porque puedo y tú seguro que ni tienes". Efectivamente yo ni tengo, ni, de momento, necesito.
El colmo de la tontería es mucha gente que la lleva mientras va conduciendo, y están solos en el coche. Será para no contaminar el volante, y ¡Ay Cielos! el salpicadero. El salpicadero (habrá que buscar un nombre sanitariamente correcto para esa parte del coche) seguramente está lleno de bolitas de saliva cargadas de bichos coronados saltando como los jóvenes saltábamos en los conciertos de rock de los ochenta o bailando la conga como al final de las verbenas de aquel mismo tiempo, cachondeándose de nosotros.
Constato que en toda mi estancia en el Mercadona ni yo ni nadie fuimos capaces de oír en ningún momento ninguna "tos seca", el sonido más alarmante de este mes, para el cual no sé si estamos preparados; pero sí que en algún momento me pareció que me picaba un ojo, aunque cual Ulises atado al palo mayor, me abstuve de tocarme con el guante quirúrgico que he llevado enfundado desde el pomo de salida de mi edificio hasta que llegué a la vuelta.
Sin quitarme los guantes los he lavado con jabón por si traje algún bicho, y los he puesto a secar, por si tengo necesidad de salir en otro momento.
Después me he lavado las manos otra vez.
Bueno, he aquí un día menos, o un día más, como se mire.
Nunca en nuestra vida como país, exceptuando desde el 18 de julio de 1.936 hasta mediados de septiembre del mismo año que se estabilizaron los frentes y se empezó a matar con algo de tino, han pasado los días más lentamente que en este mes de marzo.
jueves, 19 de marzo de 2020
Otro peligro
Esta mañana, aprovechando que ya se quitó la nieve, he estado cavando en el huerto. Mañana cuando vaya a hacer la compra general me acercaré a una frutería donde tienen patatas de siembra para este bancal del centro de la fotografía. Ya es tiempo.
He pensado varias cosas. La primera que hoy 19 de marzo San José, en España celebrábamos el día del padre y mi hija cuando era parvulita me hacía dibujos o algún sencillo trabajo manual, aún guardamos alguno. Pero he pensado en el sector económico de las tiendas de regalos donde la gente acudía a comprar o a que le sugirieran ideas, pero también en las perfumerías, en las corbatas, en las joyerías. ¡Cómo se deben estar acordando del puto bicho!
Pero según subía las escaleras de mi casa, sin tocar el pasamanos, he pensado en el peligro que puede suponer para la humanidad el que cualquier malvado almacenase el bicho en alguna probeta y lo volviera a soltar cuando estemos descuidados.
Urge, por bien de todos que nos armemos con una vacuna. También urge más investigación preventiva, por si surgen nuevos bichos, casuales, o inventados: el mundo no puede estar expuesto a algo así.
No creo que dé ideas a ningún malvado, creo que no me leen tantos. La maldad existe y seguro que alguien más malpensado, o, sencillamente, quien piensa en malo, imaginó hace meses en el poder que da este bicho.
Enmienda a la totalidad (2)
Esta mañana creo estar deprimido. Es una sensación de agobio mental, de estar rodeado por todos lados sin encontrar un hueco para respirar azul cielo. Hoy en Béjar hay niebla y eso oscurece un poquito más mis pensamientos.
Ayer escuché al Rey y pienso en una de sus frases: dijo así como que "lo superaremos y todo volverá a ser igual que antes". No me lo creí en su momento y seguramente el rechazo a esa mentira piadosa ha estado gravitando en mí toda la noche y de ahí estos lodos en los que se detienen mis razonamientos.
Tengo un amigo que toma antidepresivos y reconoce necesitarlos, yo quizá hoy también, por primera vez en mi vida, creo que hace muchos años cuando no encontraba trabajo ni esperanza de poder prolongar mi vida, la vida, en forma de hijos, estuve en alguna situación mental parecida. Pero no era tan viejo, el mundo no era tan viejo a mi alrededor. No había tanta destrucción climática, tantas construcciones absurdas, tantos campos abandonados, tanta gente acomodada e inútil sin remisión.
La enmienda a la totalidad es que este bicho es el fin del capitalismo. Habremos de volver; en España en Italia, en China, en Corea..., pero también en Bélgica y en otros países que se van sumando, hemos entrado en el comunismo. Un Estado central ordena a todas las fuerzas de orden público que nadie salga a la calle si no es por una razón justificada. Llevamos cuatro días, como quien dice, y todo nos parece una cárcel, carecemos de libertad. Ayer fui hasta mi trabajo, (andando como siempre, no me atreví a correr -que lo necesito-, pero parecía un poco demasiado lúdico, porque está prohibido hacer deporte) y tenía miedo de que me detuvieran. En el fondo y en la forma, mi trabajo está paralizado, no corren los plazos, nadie va a poner en marcha los papeles que despache, se pararán en otra mesa y nadie notificará las sentencias, ni ejecutará los embargos. Todo está detenido, encerrado en casa.
Y pienso en toda la gente que vive capitalistamente de los demás, los fabricantes de medias, y de maquillaje, las peluquerías, las tiendas de moda, las zapaterías... todos los que hacen que las personas sean más bonitas, más atractivas, pero ahora que nadie puede andar por la calle si no es sola para ir a un sitio determinado, bajo amenaza de multa, ¿para qué? ¿para quién? arreglarse, adelgazar, seducir.
Si Marilyn Monroe resucitara y se metiera en nuestro departamento de coche cama hoy, haríamos como Jack Lemmon despreciaríamos esa golosina carnal. más que eso exigiríamos más de un metro de cuarentena. El deseo también está sometido a una enmienda a la totalidad.
El capitalismo se basa en la libertad, en la alegría de vivir y gozar, en el deseo libre de viajar, conquistar horizontes nuevos, ver nuevas gentes, edificios, costumbres, músicas. Pero hoy este bicho comunista nos ha echado un candado a la ilusión. Nos detendrían en Venecia, y en Florencia, en Pisa, en Bolonia... Nadie admira hoy esos lugares, nadie puede detenerse a admirarlos, todos desean solo que pase el tiempo y con él la pesadilla.
Pero el tiempo no pasará en balde, aunque encuentren una vacuna y nos inmunicen a todos los que ahora estamos sanos. Cuando dejen volver al capitalismo tardará décadas en recuperar el tejido de la alegría y el consumo, las fiestas, los conciertos, los restaurantes, el teatro..., todas las pompas y vanidades que hacen que unos vivamos de otros y disfrutemos de una felicidad tan superflua como necesaria.
Soy un viejo descreído, pero existe aún dentro de mí resistiendo contra toda razón una confianza en los colores de la vida, en el vigor de la naturaleza, en todas las personas que se levantaban cada día para recrear el mundo a base de ilusiones que les dieran dinero que multiplicara la actividad, la economía.
Y termino ya, porque tengo ganas de terminar. Sigue en Béjar la niebla, y lo único que oigo es el zureo de palomas. Son las nueve y veintisiete, y he engordado cuatro kilos por culpa del puto bicho ese.
Ayer escuché al Rey y pienso en una de sus frases: dijo así como que "lo superaremos y todo volverá a ser igual que antes". No me lo creí en su momento y seguramente el rechazo a esa mentira piadosa ha estado gravitando en mí toda la noche y de ahí estos lodos en los que se detienen mis razonamientos.
Tengo un amigo que toma antidepresivos y reconoce necesitarlos, yo quizá hoy también, por primera vez en mi vida, creo que hace muchos años cuando no encontraba trabajo ni esperanza de poder prolongar mi vida, la vida, en forma de hijos, estuve en alguna situación mental parecida. Pero no era tan viejo, el mundo no era tan viejo a mi alrededor. No había tanta destrucción climática, tantas construcciones absurdas, tantos campos abandonados, tanta gente acomodada e inútil sin remisión.
La enmienda a la totalidad es que este bicho es el fin del capitalismo. Habremos de volver; en España en Italia, en China, en Corea..., pero también en Bélgica y en otros países que se van sumando, hemos entrado en el comunismo. Un Estado central ordena a todas las fuerzas de orden público que nadie salga a la calle si no es por una razón justificada. Llevamos cuatro días, como quien dice, y todo nos parece una cárcel, carecemos de libertad. Ayer fui hasta mi trabajo, (andando como siempre, no me atreví a correr -que lo necesito-, pero parecía un poco demasiado lúdico, porque está prohibido hacer deporte) y tenía miedo de que me detuvieran. En el fondo y en la forma, mi trabajo está paralizado, no corren los plazos, nadie va a poner en marcha los papeles que despache, se pararán en otra mesa y nadie notificará las sentencias, ni ejecutará los embargos. Todo está detenido, encerrado en casa.
Y pienso en toda la gente que vive capitalistamente de los demás, los fabricantes de medias, y de maquillaje, las peluquerías, las tiendas de moda, las zapaterías... todos los que hacen que las personas sean más bonitas, más atractivas, pero ahora que nadie puede andar por la calle si no es sola para ir a un sitio determinado, bajo amenaza de multa, ¿para qué? ¿para quién? arreglarse, adelgazar, seducir.
Si Marilyn Monroe resucitara y se metiera en nuestro departamento de coche cama hoy, haríamos como Jack Lemmon despreciaríamos esa golosina carnal. más que eso exigiríamos más de un metro de cuarentena. El deseo también está sometido a una enmienda a la totalidad.
El capitalismo se basa en la libertad, en la alegría de vivir y gozar, en el deseo libre de viajar, conquistar horizontes nuevos, ver nuevas gentes, edificios, costumbres, músicas. Pero hoy este bicho comunista nos ha echado un candado a la ilusión. Nos detendrían en Venecia, y en Florencia, en Pisa, en Bolonia... Nadie admira hoy esos lugares, nadie puede detenerse a admirarlos, todos desean solo que pase el tiempo y con él la pesadilla.
Pero el tiempo no pasará en balde, aunque encuentren una vacuna y nos inmunicen a todos los que ahora estamos sanos. Cuando dejen volver al capitalismo tardará décadas en recuperar el tejido de la alegría y el consumo, las fiestas, los conciertos, los restaurantes, el teatro..., todas las pompas y vanidades que hacen que unos vivamos de otros y disfrutemos de una felicidad tan superflua como necesaria.
Soy un viejo descreído, pero existe aún dentro de mí resistiendo contra toda razón una confianza en los colores de la vida, en el vigor de la naturaleza, en todas las personas que se levantaban cada día para recrear el mundo a base de ilusiones que les dieran dinero que multiplicara la actividad, la economía.
Y termino ya, porque tengo ganas de terminar. Sigue en Béjar la niebla, y lo único que oigo es el zureo de palomas. Son las nueve y veintisiete, y he engordado cuatro kilos por culpa del puto bicho ese.
miércoles, 18 de marzo de 2020
¡Ésta es la mía! Dijeron.
Aprovechando el humo del coronavirus el Rey Felipe VI se desvincula de los turbios manejos económicos de su padre, rechaza su herencia económica y le quita la pensión de 193.000 euros anuales.
Pero también los jueces del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León usan esta coyuntura para sacar una sentencia más justa aprovechando que, en estos días, no habrá presión de la calle. Yo considero que, atendidos los hechos probados que se enumeran en este artículo, es más proporcionada esta pena que no la de veintitantos años de la primera instancia, que destrozaría la vida de estos muchachos. https://elpais.com/sociedad/2020-03-18/el-tsj-de-castilla-y-leon-da-un-vuelco-al-caso-arandina-al-absolver-a-un-exjugador-y-rebajar-la-pena-de-los-otros-dos.html
Y quien crea en las casualidades, me parece un poco ingenuo. Todos tenemos muchas veces miedo de hacer lo que hay que hacer.
Pero también los jueces del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León usan esta coyuntura para sacar una sentencia más justa aprovechando que, en estos días, no habrá presión de la calle. Yo considero que, atendidos los hechos probados que se enumeran en este artículo, es más proporcionada esta pena que no la de veintitantos años de la primera instancia, que destrozaría la vida de estos muchachos. https://elpais.com/sociedad/2020-03-18/el-tsj-de-castilla-y-leon-da-un-vuelco-al-caso-arandina-al-absolver-a-un-exjugador-y-rebajar-la-pena-de-los-otros-dos.html
Y quien crea en las casualidades, me parece un poco ingenuo. Todos tenemos muchas veces miedo de hacer lo que hay que hacer.
martes, 17 de marzo de 2020
Hoy salí a comprar.
La última vez había sido el sábado por la tarde, entretanto cayó una gruesa nevada que seguramente ha terminado de recluir a la gente y de enfriar el ambiente.
mi huerta, el domingo, con las hermosas flores blancas de los perales
Mi huerta, ayer lunes. Seguramente se me ha desgraciado la cosecha de peras de este año.
El cambio de cariz ciudadano en Béjar no ha sido muy diferente al sucedido en mi huerta. El viernes la gente sonreía, mi mujer y yo hablamos con un desconocido señor de ochenta años sobre la situación. El sábado por la tarde en mi supermercado la cajera sí tenía guantes y la gente fluctuaba buscando sus cosas y hacíamos cola con normalidad. Solo un día y medio después: hoy martes a medio día, la gente ya se evita por la calle, -lo siento, a mí me da la risa, no puedo evitarlo-, la gente se cambia de acera o te cede la calle completa, muchos llevan guantes y algunos mascarillas, otros se tapan con bufandas. La gente se apresura a hacer un generoso hueco. Dicen que no hay que acercarse a un metro de otras personas, pero aquí los bejaranos con los que me he encontrado dejan cuatro o cinco metros. En el supermercado muchos trabajadores tienen mascarilla, hay líneas en el suelo para que la gente guarde la distancia de seguridad en las cajas, mientras uno compra la gente te cede el pasillo completo, la estantería completa, aunque tenga siete metros. ¿Pero si todos nos pusimos guantes de plástico al entrar? todo el mundo está muy serio, nadie comenta nada, la cajera me dijo, "su factura y su vuelta", parecía un robot.
Ahora que somos conscientes del peligro. Los que yo he encontrado hoy se pasan desagradablemente de frenada: sonreír no contagia, hablar a distancia prudencial no contagia, compartir un pasillo de supermercado no contagia. Hace dos días el peligro era mucho mayor, el virus estaba a sus anchas y ya se encontraba bien asentado en España. Hoy no creo que el pobre bicho tenga arrestos para salir a pasear por ahí: cualquier mirada asesina de las que circulan seguro que lo fulminaría.
Me dio por pensar en los locos, en las putas, en los drogadictos, ¡qué mal lo deben estar pasando! y en todos los que tienen bienes perecederos que vender, una floristería, carne almacenada para pinchos o filetes en el frigorífico de un restaurante, en las peluquerías, en los podólogos, en los dentistas, en los gimnasios.
Esto no va a pasar pronto y muchas economías se van a morir por el camino, (más que personas, seguro).
No sé cómo ni cuándo va a terminar esto y creo que nadie lo sabe.
Yo, para la catástrofe tengo comprado y trabajo mi huerto, pero ayer la nevada y helada extemporáneas me han chafado una buena parte de la fruta.
Aunque yo no creo en él, Dios se está cagando en nosotros.
sábado, 14 de marzo de 2020
La situación
No tengo miedo por mi salud, ni por la de mi mujer, ni por la de mi hija, creo que estamos los tres sanos y los superaríamos. Mis padres están muy concienciados de que en ellos sería muy grave y están más atemorizados.
No sigo las noticias, pero creo que en alguna televisión deberían contar la vida de una persona sana que haya pillado el coronavirus, supongo que nos tranquilizaría a todos un poco, que buena falta le hará a mucha gente.
Esta mañana fuimos a comprar, en Béjar no hay desabastecimiento, así que hemos comprado lo normal.
Parte de mi estrategia de adelgazamiento consiste en no tener demasiadas cosas que comer. Creo que todos los que han cargado los carros como si fueran a cerrar todo tendrán las tentaciones en casa multiplicadas, y ello sumado a la ansiedad y a la ausencia de salidas por precaución o miedo, va a desequilibrar muchas dietas.
Me gustaría saber qué es lo que están comprando más los españoles en tiempos de crisis, es fácil hacer el chiste del papel higiénico porque están "cagados de miedo", pero habrá gente que quiera suicidarse con chocolate, o con cerveza, o con fruta o carne.
Quien más sabe de mí después de mi mujer, es el ordenador central de mi supermercado: sabe que soy tacaño, que no soy fiel a nada y que aprovecho las ofertas y que también compro muchos productos a punto de caducar, últimamente sabe que estoy adelgazando o comprando en la competencia y ahora sabrá que no tengo pánico.
Por primera vez en nuestra vida vivimos la cuaresma, en forma de muchas restricciones que antes existían. Como soy optimista creo que habrá un domingo de resurrección y la alegría volverá a los teatros y a las calles, pero también creo que el mundo debería hacer una reflexión colectiva en estos momentos y tenerlo en cuenta cuando llegue la liberación de esta crisis. Cada persona individual también debe hacer su propia reflexión sobre adónde va su forma de vivir, -ahora que nos han hecho responsables individualmente de algo tan importante como la salud pública- y si puede mejorar en su actuar futuro las expectativas de la vida del planeta.
Suerte a todos.
PD me llama la atención que el viernes los autobuses interurbanos de la empresa ALSA que pasan por Béjar, iban llenos, mientras que hoy sábados van casi absolutamente vacíos. ¿Cuándo llevarían más virus el viernes o el sábado? El pánico es más peligroso que ir ahora en autobús.
Mi mujer dice que deberíamos aprovechar ahora para ir a Italia.
No sigo las noticias, pero creo que en alguna televisión deberían contar la vida de una persona sana que haya pillado el coronavirus, supongo que nos tranquilizaría a todos un poco, que buena falta le hará a mucha gente.
Esta mañana fuimos a comprar, en Béjar no hay desabastecimiento, así que hemos comprado lo normal.
Parte de mi estrategia de adelgazamiento consiste en no tener demasiadas cosas que comer. Creo que todos los que han cargado los carros como si fueran a cerrar todo tendrán las tentaciones en casa multiplicadas, y ello sumado a la ansiedad y a la ausencia de salidas por precaución o miedo, va a desequilibrar muchas dietas.
Me gustaría saber qué es lo que están comprando más los españoles en tiempos de crisis, es fácil hacer el chiste del papel higiénico porque están "cagados de miedo", pero habrá gente que quiera suicidarse con chocolate, o con cerveza, o con fruta o carne.
Quien más sabe de mí después de mi mujer, es el ordenador central de mi supermercado: sabe que soy tacaño, que no soy fiel a nada y que aprovecho las ofertas y que también compro muchos productos a punto de caducar, últimamente sabe que estoy adelgazando o comprando en la competencia y ahora sabrá que no tengo pánico.
Por primera vez en nuestra vida vivimos la cuaresma, en forma de muchas restricciones que antes existían. Como soy optimista creo que habrá un domingo de resurrección y la alegría volverá a los teatros y a las calles, pero también creo que el mundo debería hacer una reflexión colectiva en estos momentos y tenerlo en cuenta cuando llegue la liberación de esta crisis. Cada persona individual también debe hacer su propia reflexión sobre adónde va su forma de vivir, -ahora que nos han hecho responsables individualmente de algo tan importante como la salud pública- y si puede mejorar en su actuar futuro las expectativas de la vida del planeta.
Suerte a todos.
PD me llama la atención que el viernes los autobuses interurbanos de la empresa ALSA que pasan por Béjar, iban llenos, mientras que hoy sábados van casi absolutamente vacíos. ¿Cuándo llevarían más virus el viernes o el sábado? El pánico es más peligroso que ir ahora en autobús.
Mi mujer dice que deberíamos aprovechar ahora para ir a Italia.
martes, 10 de marzo de 2020
Enmienda a la totalidad.
Hace medio siglo yo vivía en un pueblo de menos de mil habitantes que se autoabastecía en todo lo que podía. Mi propia familia, como todos los vecinos del barrio, criaba uno o dos cerdos y, con su matanza manipulada por diversos métodos de conservación teníamos proteínas casi todo el año, a penas si íbamos a la carnicería del pueblo cuyo dueño tenía un rebaño de ovejas que comían hierba de mi pueblo y mataba allí mismo, en su casa, para despiezar y vendernos a los vecinos.
Si se rompía un mango de una herramienta, mi padre con ayuda de una sierra una hachuela y una escofina confeccionaba el mango.
Mi madre remendaba la ropa, y hasta tuvo una máquina de tricotar para confeccionar ropa de lana, hacía conservas, batía la mayonesa, los huevos los ponían gallinas que estaban picoteando a la puerta de las casas.
Bebíamos el agua de las fuentes, no existían las botellas de plástico más que para la lejía y cosas así.
El vino se pisaba, en otoño comíamos nuestras uvas, y mi abuela colgaba racimos de pasas. La fruta, excepto las naranjas y los plátanos, viajaba poco.
Podría seguir enumerando, parece un mundo de cuento en que las cosas se arreglaban porque se podían arreglar, en las ciudades había relojeros que desmontaban los relojes, los relojes eran de cuerda, no necesitaban pilas de litio.
Viajábamos muy poco, los que más viajaban eran los emigrantes, y el mayor viajero de mi pueblo fue Pistolo, que estuvo en la División Azul.
El mundo era enorme, inabarcable, endémico.
Hoy todo se asienta en la movilidad.
Esta contradicción de que todo se trae de fuera, de que toda diversión comporta viaje, transporte de personas y de cosas, hace que la humanidad sea difícilmente porfiláctica. A pocos metros de mi casa hay una oficina de reparto de paquetes: siempre tienen semiocupada la acera con sus furgonetas, trabajan varios muchachos fornidos. Eso es ahora. Hasta yo me compro tortillas de patata hechas en Segovia. El tránsito de las cosas lo siguen haciendo personas que se relacionan, se entregan y firman los recibos de lo que viene. Todo viaja sin marearse.
En este momento hay millones de personas en el aire, algunos con un polizón minúsculo que si, no lo remedian pronto, está proponiendo una enmienda a la totalidad de nuestro actual modelo de vida.
El 11 de septiembre algo cambió y sentimos el pisotón de la huella histórica. Ahora puede que el coronavirus también sea otro volantazo, como la reforma de Lutero, el descubrimiento de América, la toma de Costantinopla, la caída del muro de Berlín...
Si se rompía un mango de una herramienta, mi padre con ayuda de una sierra una hachuela y una escofina confeccionaba el mango.
Mi madre remendaba la ropa, y hasta tuvo una máquina de tricotar para confeccionar ropa de lana, hacía conservas, batía la mayonesa, los huevos los ponían gallinas que estaban picoteando a la puerta de las casas.
Bebíamos el agua de las fuentes, no existían las botellas de plástico más que para la lejía y cosas así.
El vino se pisaba, en otoño comíamos nuestras uvas, y mi abuela colgaba racimos de pasas. La fruta, excepto las naranjas y los plátanos, viajaba poco.
Podría seguir enumerando, parece un mundo de cuento en que las cosas se arreglaban porque se podían arreglar, en las ciudades había relojeros que desmontaban los relojes, los relojes eran de cuerda, no necesitaban pilas de litio.
Viajábamos muy poco, los que más viajaban eran los emigrantes, y el mayor viajero de mi pueblo fue Pistolo, que estuvo en la División Azul.
El mundo era enorme, inabarcable, endémico.
Hoy todo se asienta en la movilidad.
Esta contradicción de que todo se trae de fuera, de que toda diversión comporta viaje, transporte de personas y de cosas, hace que la humanidad sea difícilmente porfiláctica. A pocos metros de mi casa hay una oficina de reparto de paquetes: siempre tienen semiocupada la acera con sus furgonetas, trabajan varios muchachos fornidos. Eso es ahora. Hasta yo me compro tortillas de patata hechas en Segovia. El tránsito de las cosas lo siguen haciendo personas que se relacionan, se entregan y firman los recibos de lo que viene. Todo viaja sin marearse.
En este momento hay millones de personas en el aire, algunos con un polizón minúsculo que si, no lo remedian pronto, está proponiendo una enmienda a la totalidad de nuestro actual modelo de vida.
El 11 de septiembre algo cambió y sentimos el pisotón de la huella histórica. Ahora puede que el coronavirus también sea otro volantazo, como la reforma de Lutero, el descubrimiento de América, la toma de Costantinopla, la caída del muro de Berlín...
viernes, 6 de marzo de 2020
Ray Loriga "Caídos del cielo"
"Yo soy de pueblo y nací en el año 64, nunca me venció en lucha ninguno que fuera de igual o menos edad. Yo les pude a todos, incluso a algunos de más edad que la mía."
Teniendo esa premisa, siempre me he sentido competidor de todos los de mi edad y, por supuesto, de los de menos años. Bueno, ya no, es una estupidez, pero se queda dentro, como otros atavismos irracionales.
Cuando empezaba a publicar gente de mi edad en los 80 o en los 90, yo trataba de ningunearlos, porque sí me sentía evidentemente inferior a Cela, a Vargas Llosa, a Galdós, a Larra... pero no a los de mi edad, esos no podían superarme: eran inventos, niños mimados...
Esa ofuscación por no dejarme vencer por iguales o inferiores en edad a mí, lastraba mi apreciación. A mi hija le pasaba cuando salían niños de su edad o más pequeños haciendo cosas por la televisión: me obligaba a cambiar de canal. Y yo entendía su enfurecimiento.
Yo no he mirado bien a Ray Loriga. Desde que comenzó a despuntar, un jovencito rico y pijo, hijo de padre artistas y cultos, de Madrid, con un nombre pretendidamente norteamericano, con moto de gran cilindrada, novio de una cantante de rock llamada Cristina Rostenvitge..., le repateaba a un paleto de Cardeñosa como yo.
Y así lo he visto durante todos estos años en los que medio le he leído alguna cosa corta, le he mediovisto alguna película, pero solo con la predeterminada idea de confirmar que era un niñato subvencionado y que no tenía verdadera calidad.
Pero el sábado me compré este libro por un euro y me gustó, además mucho. No es que sea alguien tan extraordinario como Luis Landero, pero es muy bueno, (mejor que yo) y lo reconozco: me ha podido, constato con alegría que, no siendo invencible, ya no me da rabia,
Como se dice ahora:
Teniendo esa premisa, siempre me he sentido competidor de todos los de mi edad y, por supuesto, de los de menos años. Bueno, ya no, es una estupidez, pero se queda dentro, como otros atavismos irracionales.
Cuando empezaba a publicar gente de mi edad en los 80 o en los 90, yo trataba de ningunearlos, porque sí me sentía evidentemente inferior a Cela, a Vargas Llosa, a Galdós, a Larra... pero no a los de mi edad, esos no podían superarme: eran inventos, niños mimados...
Esa ofuscación por no dejarme vencer por iguales o inferiores en edad a mí, lastraba mi apreciación. A mi hija le pasaba cuando salían niños de su edad o más pequeños haciendo cosas por la televisión: me obligaba a cambiar de canal. Y yo entendía su enfurecimiento.
Yo no he mirado bien a Ray Loriga. Desde que comenzó a despuntar, un jovencito rico y pijo, hijo de padre artistas y cultos, de Madrid, con un nombre pretendidamente norteamericano, con moto de gran cilindrada, novio de una cantante de rock llamada Cristina Rostenvitge..., le repateaba a un paleto de Cardeñosa como yo.
Y así lo he visto durante todos estos años en los que medio le he leído alguna cosa corta, le he mediovisto alguna película, pero solo con la predeterminada idea de confirmar que era un niñato subvencionado y que no tenía verdadera calidad.
Pero el sábado me compré este libro por un euro y me gustó, además mucho. No es que sea alguien tan extraordinario como Luis Landero, pero es muy bueno, (mejor que yo) y lo reconozco: me ha podido, constato con alegría que, no siendo invencible, ya no me da rabia,
Como se dice ahora:
he crecido.
lunes, 2 de marzo de 2020
RESPETO
Me llamo Juan de la Cruz: soporto esa cruz aunque he tardado años en asumirlo. Sé que en mi pueblo me llaman así, fundamentalmente para distinguirme de otros juanes, pero yo me autodenomino Juan, así me llaman mi mujer, mis padres y mis amigos, que saben que no me agrada, aunque los que son del pueblo a mis espaldas temo que me llaman con el "de la Cruz" incluido.
La cruz es el signo de los cristianos, un instrumento de tortura y ejecución que se asume como el signo sagrado, las iglesias tienen esa forma, hay millones de obras de arte que lo reproducen y millones de personas que la llevan colgada, en pendientes, (hasta en tatuajes) y tengo que pensar que es importante para ellos, lo ha sido mucho para la cultura occidental de la que soy hijo.
Me parece digno de respeto humano ese sentimiento y yo se lo tengo, aunque intelectual y filosóficamente no le tenga ninguno, ni a la cruz, ni a dios, ni a la virgen, ni a los santos, incluido al poeta San Juan de la Cruz que es el causante del incómodo apósito a mi nombre.
Creo que intelectual y filosóficamente puede combatirse la idea de los dioses y de las vírgenes como instrumento de doblegación y adocenamiento tribal, aunque para mí esto no es urgente como podéis ver en mi blog (nunca me he dedicado a ello, ni pienso por ahora). Al contrario, me parece que la religión sirve a muchas personas para llenar un vacío, les sirve de asidero en momentos comprometidos, incluso sé que hay gente que vence el insomnio rezando. A muchos, y pienso en un amigo que se llamaba Teodosio, les sirve para configurar su esencia, parte de la cual seguramente les hace ser como son y de esta manera obtener mi consideración y amor.
Creo que la sociedad debe velar por el respeto de los sentimientos religiosos. La manera no debe ser muertes ni amputaciones como se hace en algunos países árabes, pero sí con toques de atención, "por ahí no" multas, castigos pecuniarios, trabajos forzados en beneficio de la comunidad, ese tipo de sanciones.
Recientemente al actor Willy Toledo le han absuelto del hecho de haberse cagado por escrito en dios y en la virgen y esta absolución deja desamparado probablemente para siempre en España el respeto a esos signos tan importantes cultural y sentimentalmente desde hace siglos; claro que para algunos será un avance contra los atavismos y por la libertad de expresión.
Yo soy calvo, llevo siempre una gorra o un gorro porque me insolo en verano y cojo frío el resto de las estaciones, pero cuando cruzo el umbral de un templo me descubro como costumbre y signo de respeto. Recuerdo a los viejos de mi pueblo que no se quitaban la boina "ni para dormir" y se la sacaban al entrar en la iglesia. Así lo he hecho en Francia, en Italia, en España y en Portugal. Si entrara en alguna mezquita me descalzaría antes, y si fuera mujer me pondría un pañuelo para cubrir el cabello.
Filosóficamente puedo discutirlo, porque me siento incómodo y hasta podría resfriarme, pero entiendo si quiero entrar a disfrutar de algo que se hizo con arte y no para mí, que soy ateo, sino para sus creyentes, debo honrar a esas representaciones sagradas cumpliendo las normas de recato que marcan la relación con esos elementos.
En otro momento he escrito en este blog, que el derecho español y la mayor parte de la sociedad católica española soporta deportivamente estas agresiones a sus símbolos y lo aprovechan personas que valientemente buscan notoriedad inaugurando brechas simbólicas de modernidad: desnudándose en una iglesia o cagándose por escrito en dios y en la virgen.
Yo, por supuesto, no deseo a nadie nada parecido a lo que les sucedió a los de Charlie Hebdó, o le sucede permanentemente a Salman Rhusdie. Pero los gestos de valor si es que tiene algún valor la provocación para el cambio o apertura de sociedades tan celosas de sus símbolos religiosos (que yo no he leído los Versículos Satánicos ni he prestado atención a las caricaturas de Mahoma) los realizan con riesgo personal gentes a las que sí se puede calificar de "valientes". Yo no le doy ningún mérito a hacer aquí, en la democrática e indolente España, gestos de desprecio y de mal gusto que no abren ninguna puerta a la razón ni al intelecto, tan solo califican a las personas que lo han perpetrado y al coro que se apunta a hacer leña del árbol caído.
La cruz es el signo de los cristianos, un instrumento de tortura y ejecución que se asume como el signo sagrado, las iglesias tienen esa forma, hay millones de obras de arte que lo reproducen y millones de personas que la llevan colgada, en pendientes, (hasta en tatuajes) y tengo que pensar que es importante para ellos, lo ha sido mucho para la cultura occidental de la que soy hijo.
Me parece digno de respeto humano ese sentimiento y yo se lo tengo, aunque intelectual y filosóficamente no le tenga ninguno, ni a la cruz, ni a dios, ni a la virgen, ni a los santos, incluido al poeta San Juan de la Cruz que es el causante del incómodo apósito a mi nombre.
Creo que intelectual y filosóficamente puede combatirse la idea de los dioses y de las vírgenes como instrumento de doblegación y adocenamiento tribal, aunque para mí esto no es urgente como podéis ver en mi blog (nunca me he dedicado a ello, ni pienso por ahora). Al contrario, me parece que la religión sirve a muchas personas para llenar un vacío, les sirve de asidero en momentos comprometidos, incluso sé que hay gente que vence el insomnio rezando. A muchos, y pienso en un amigo que se llamaba Teodosio, les sirve para configurar su esencia, parte de la cual seguramente les hace ser como son y de esta manera obtener mi consideración y amor.
Creo que la sociedad debe velar por el respeto de los sentimientos religiosos. La manera no debe ser muertes ni amputaciones como se hace en algunos países árabes, pero sí con toques de atención, "por ahí no" multas, castigos pecuniarios, trabajos forzados en beneficio de la comunidad, ese tipo de sanciones.
Recientemente al actor Willy Toledo le han absuelto del hecho de haberse cagado por escrito en dios y en la virgen y esta absolución deja desamparado probablemente para siempre en España el respeto a esos signos tan importantes cultural y sentimentalmente desde hace siglos; claro que para algunos será un avance contra los atavismos y por la libertad de expresión.
Filosóficamente puedo discutirlo, porque me siento incómodo y hasta podría resfriarme, pero entiendo si quiero entrar a disfrutar de algo que se hizo con arte y no para mí, que soy ateo, sino para sus creyentes, debo honrar a esas representaciones sagradas cumpliendo las normas de recato que marcan la relación con esos elementos.
En otro momento he escrito en este blog, que el derecho español y la mayor parte de la sociedad católica española soporta deportivamente estas agresiones a sus símbolos y lo aprovechan personas que valientemente buscan notoriedad inaugurando brechas simbólicas de modernidad: desnudándose en una iglesia o cagándose por escrito en dios y en la virgen.
Yo, por supuesto, no deseo a nadie nada parecido a lo que les sucedió a los de Charlie Hebdó, o le sucede permanentemente a Salman Rhusdie. Pero los gestos de valor si es que tiene algún valor la provocación para el cambio o apertura de sociedades tan celosas de sus símbolos religiosos (que yo no he leído los Versículos Satánicos ni he prestado atención a las caricaturas de Mahoma) los realizan con riesgo personal gentes a las que sí se puede calificar de "valientes". Yo no le doy ningún mérito a hacer aquí, en la democrática e indolente España, gestos de desprecio y de mal gusto que no abren ninguna puerta a la razón ni al intelecto, tan solo califican a las personas que lo han perpetrado y al coro que se apunta a hacer leña del árbol caído.
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