lunes, 21 de febrero de 2022

PERDER

 Aunque de ordinario no nos damos cuenta, la vida es una pérdida continua. De vez en cuando la vida nos da una bofetón de consciencia que nos deja sentados y con mala cara. Percibimos la tristeza de la pérdida, de la muerte, de la avería, de la ruina. La sociedad también a veces nos niega, nos roba, nos cierra y lo hace señaladamente y nos frustramos, porque parece que uno pierde más vida si no gana, aunque todos los días perdamos un día.

Hace un mes estuve en la principal calle comercial de Salamanca, la calle Toro, un espacio urbano que conozco y recorro solo y acompañado desde hace casi cuarenta años: antes había coches, muchos kioscos, discotecas, bancos, tiendas de música, de ropa de toda la vida.... Ahora casi todo son franquicias de tiendas de moda que ayer vi en unas rebajas un poco apagadas, como casi todo lo que veo ahora. Pensaba en lo que ha cambiado en ese lugar: cuando yo llegué estaba, por ejemplo el Banco Industrial del Sur, de Rumasa, que sería expropiado en 1983. Imposible para cualquiera tener presentes todas las tiendas y negocios, ilusiones que se abrieron y cerraron, (mi favorita era Pianos Fabriciano, que después fue Musical Acorde y después quizá una papelería, ahora ni siquiera sé qué es) tantos escaparates donde miré y me miré, sitios donde entré a comprar en rebajas y no culminé la compra porque no había mi talla, en la calle tramos donde me encontré con gente que se paró conmigo o gente que ignoré el saludo. 

Los últimos años precovid me ha pasado muchas veces de estar esperando a que mi mujer y mi hija entraran y salieran de rebajas. Mientras veía pasar gente y lucubraba, casi siempre melancolías.

Yo voy de listo por la vida, de maestro, si no fuera de eso ¿para qué escribiría un blog? y os voy a dar una receta mágica: 

Hay que saber perder, hay que aprender a perder y enseñar a perder.

De niño decían de mí "pero este muchacho... ¡qué buena conformidad tiene!" me va mucho el cuento de "Juan el Afortunado" que va cambiando sus cosas alegremente y termina con un saco de manzanas. La vida es elegir lo que supone dejar de elegir todo lo demás. Uno está deseando tener novia y después le aparecen un montón de mujeres tentadoras que antes no aparecieron. Pero si entonces elige la tentación seguramente perderá la novia o enrarecerá la convivencia para siempre. Yo, hace unos años, elegí comprar un huerto y cultivarlo pero ello implica que en julio y agosto estaré pendiente de los riegos y de la recolección. Nunca podré viajar a no ser que contrate a alguien. He cambiado el mundo en  plenitud de fiestas, calor y luz solar, por mis tomates en sazón, pero soy feliz con mi elección porque soy consecuente y conservo mi buena conformidad.

También la vida nos rechaza, ya lo he dicho antes, uno se enamora de una muchacha mayor que, además, quiere a otro. Creo que nos pasó a todos y es una buena lección. El secreto de la vida es saber perder y recuperarse, adaptarse, encontrar la felicidad en un hueco relajado donde no haya que luchar y sufrir constantemente. No es educativo que siempre los deseos se te cumplan.

Wladimir Putin no se va a conformar. Se meterá en una guerra. No sabe que perdió, que Rusia no es tan atractiva como Occidente y que los antiguos países atados a ella no la quieren. Además de eso eligió  gastar mucho en ejército y también quiere vender armas ganadoras (que las guerras también sirven de promoción comercial); por si fuera poco las armas si no se usan caducan así que gastará balas de cañón y bombas, matará a gente y perderá soldados, los hospitales se llenarán de traumatismos y amputaciones, pero está dispuesto a pagar el precio: no se conforma. Tampoco Ucrania ni Europa y Estados Unidos parece que vayan a conformarse, porque también tienen armas que caducarán si no se usan. En su día a Hitler se le concedieron muchas tierras por temor a enfrentarse a él; y fue peor para él y para todos los demás. La vida enseña lecciones, unos aprendemos y otros no aprenden.

Terminaré con un ejemplo personal. Yo, consecuentemente con mi ateísmo, no bauticé a mi hija, pero cuando era pequeña en su colegio sufría mucho al llegar la navidad: ese cuento tan bonito que otros celebraban. Vivimos en Béjar, la culminación fue cuando el día del Corpus Cristi, gran fiesta por aquí, no pudo lucir vestida de comunión con sus compañeros y compañeras, (alguna malvada se lo espetó). Mi hija siempre se ha sentido fuera del rebaño y eso tiene, como todo en la vida, aspectos buenos y otros mejorables. Porque la vida no es fácil: hay que saber cuanto antes que no se puede tener todo lo que se quiere. 


domingo, 20 de febrero de 2022

DEBEMOS ANIMARNOS: ES URGENTE

 Hay que recuperar la alegría de vivir, esa que parecía que no teníamos y que el plúmbeo Covid nos ha secuestrado estos dos años. Desnudémonos de mascarillas donde nos dejen las autoridades y sonriamos, pues nos va la vida en ello. Exhibamos nuestros encantos sexuales, nuestras canciones, nuestras fiestas, aunque sean religiosas. Vivamos, pues la vida es lo único que tendremos. 

No sé por cual ola vamos, ahora que se ha contagiado la reina de Inglaterra, pero ya va siendo hora de que le perdamos el respeto al bicho y ejerzamos de algo más que supervivientes. Si dejamos correr la tristeza como va, puede que ya nos doble la mano y no seamos capaces de enderezarla.

Hagámoslo juntos si es posible, pero también podemos hacer cada uno la guerra por nuestra cuenta, todo vale contra el enemigo paralizador.

Sonreid, vivid, tened esperanza, transmitirlo; aunque creáis que es mentira, es importante hacerlo.

domingo, 13 de febrero de 2022

HE APREHENDIDO LA MUERTE

Podría escribir que mi padre se ha muerto, pero no sería exacto. La vida se ha ido de mi padre hasta extinguirse. Incluso extinguirse suena demasiado bonito, porque os juro que la vida al final tiene muy mala educación. La muerte es fea, no creáis a nadie que trate de convertirla en poesía. Mienten, son farsantes: en nada se parece a la belleza de una puesta de sol. No hay bellos colores; es, aunque suene a un mal juego de palabras, es mate. Además uno es plenamente consciente de que tras esa oscuridad no aparecerá la vida ningún día siguiente por la otra esquina de la habitación.

Ante la muerte nos presentamos como niños miedosos, no me creo en las imposturas gallardas: esto es un perder, la muerte aplasta y pilla sin fuerzas para levantar nada. Lo gallardo, que también dudo mucho que lo sea, será el suicidio solo por el hecho de que se ponga voluntad en ello. Pero yo, que he coleccionado profesionalmente historias de suicidios, incluso una vez ayudé  a descolgar a un ahorcado, creo que puedo asegurar que ninguna forma de muerte deja de ser penosa y horrible.    

De cerca un trago de visión de muerte deja muy mal sabor de boca. Es un jarabe tedioso, con sabor a esparto amargo que no parece terminarse de tragar: heces, espasmos, vómitos, sudores descontrolados, fiebres frías y ardientes, serán eso que los griegos y Unamuno llamaban agonía. Pero fuera poesías, que son mentira. Es una lucha desigual, perdida, las fuerzas se han mermado tanto, que más que lucha es un abuso, una imposición: la vida se escapa y es imposible agarrarla. 

El penúltimo día sus ojos, entrecerrados, no miraban para afuera, como si estuvieran concentrados en los adentros. Pero la última mañana los abrió desmesuradamente, buscaba luz, la luz de Goethe quizás, pero no veía a nadie, solo miraba a lo alto. No es difícil querer creer en dios cuando ves mirar así al infinito.

Agarré su mano fuertemente, es un consuelo, para mí también lo fue. Si algún día os veis en la ocasión hacedlo, y fuerte. Las manos comunican con el corazón.

Y llegó la paz. Antes de la muerte llegó la paz del sueño. Había pasado una mala noche y la vida le regaló un sueño con las luces de la mañana; un ritmo tranquilo de respiración que nos consoló a todos. Antes de morir ya descansó. Porque no se despertó de su tranquilidad y nos dio la tregua de esperar quizá otro capitulo. Pero era el epílogo. Murió en paz, con un rictus agradable, se fue quedando frío y ya no le encontramos más el pulso: cuando traté de escucharle el corazón ya solo oía el eco de mi propio pulso, la vida suya que hace años prolongó en mí.

Gracias, padre.