A veces uno necesita un golpe de suerte y lo busca: es lícito.
No suele funcionar; y las expectativas de esa búsqueda generan una frustración añadida a la que se tenía cuando no ha resultado ni el golpe, ni la suerte.
A medida que envejezco voy sabiendo que solo vale concentrarse, agachar la cabeza, deshacer lo mal hecho si se erró, y volver a trabajar humildemente.
¿Por qué, si no soy crédulo de las revoluciones, a veces fío todas mis esperanzas en una quimera con la que he fantaseado?
Supongo que son restos del teísmo que me inculcaron, aderezado con decenas de películas de maravilloso final feliz con las que se pienso que, deliberadamente, se nos ha querido completar el halo de la esperanza de la vida. Puede también que tenga que ver con mi horóscopo: libra, según el cual, siempre para restablecer el equilibrio, el destino echará algo bueno en la otra balanza. Pero tampoco creo en horóscopos, aunque sí en el equilibrio me parece razonable que haya compensaciones: es pura estadística.
Creo que el reconocer que no hay que despejar solares para las esperanzas vanas se asienten, y que es mejor hacer cimientos para que la realidad prospere, es en sí una buena noticia; y me anima.
El cimiento es un trabajo necesario, siempre es trabajoso aunque no se vea, y tampoco garantiza nada bonito, pero cuando uno lo hace se queda más seguro. A la larga acierta.
Voy a contarlo: sabéis que hace poco escribí en un diario digital, pensé que mi artículo suscitaría reacciones que multiplicarían la noticia y al final se sacara ese hermoso calvario de Riocabado de la vera de la rotonda donde "yace". También pensé que redundaría muy favorablemente en las visitas a este blog. No ha sido así, de momento, y me ha decepcionado un poco.
Pero ya lo amortigüé con la revancha. He escrito otro artículo, aunque no espero tanto de él. Es más sano.
miércoles, 30 de marzo de 2016
sábado, 26 de marzo de 2016
LUIS PANCORBO (2)
Joaquín Martínez es coetaneo de Luis López. Comparten ambos el ser hijos de padres que en el franquismo ejercían profesionalmente la autoridad (armada, en último caso).
Martínez, el juglar burlón y contestatario que escapó desde Granada a Londres por haberse metido en una sonora protesta con consecuencias penales, seguramente dio un buen disgusto a su padre que era el Comisario jefe de la policía armada en Úbeda; parecido al que López, el muchacho burgalés que, después de tocar con las yemas de los dedos la sangre caliente de una perdiz roja que acababa de matar cuando quisieron aficionarle a la caza, dijo a su padre que nunca más dispararía ningún arma. Y este hombre, que era general de división del ejército español, le hizo tanto caso al hijo, que hasta lo "libró" de la mili.
Joaquín Sabina y Luis Pancorbo son hondamente letraheridos desde jóvenes. Parecen tímidos y despreocupados, pero fueron auténticos líderes de los grupos musicales y equipo de televisión que dirigen, algo que probablemente traían de sus padres. He leído dos biografías del primero y leeré las que se hagan de Luis, a quien admiro más que a nadie vivo. Mi admiración llega casi al acoso que, gentilmente, todavía me permite.
Estoy leyendo todo lo que encuentro en internet y también los libros que hay en la biblioteca pública de Ávila de Luis Pancorbo (en Béjar no hay ninguno). Ya compraré los que no encuentre. De momento, he descubierto que si estudió periodismo no fue por llegar a la aventura física en lugares recónditos que le ha hecho célebre, sino por puro amor a la palabra, a la literatura. Sus santos juveniles eran Baroja y Cortázar y en poesía transitaba por el -para mí- rarérrimo César Vallejo. (El hijo del general comprando clandestinamente libros prohibidos mientras vivía Franco). Pero en la madurez declara, aunque no cesa de citar por doquier el libro Alicia en el país de las Maravillas, que su santo civil es Joseph Conrad. Algo ha debido de influir su ocupación viajera.
Es una delicia leerle escuchando su voz en mi interior, también leo así a Umbral, a Cela, a Muñoz Molina o a Gabriel García Márquez... (no me gustan el tonillo y los ajás de Vargas Llosa, así que al peruano lo leo sin voz)
Además no descarto que el (río) Manu tenga virtud de abrir la mente. Sería una reacción cortés, progresista, a encontrarte atrapado en una canoa rodeada de incógnito, adelantada por las espumas que hiende la proa y perseguida por una estela que pronto se disuelve en el agua parda. El motor mata el ruido de los choros, unos monos de pelambres rojizas que desaparecen antes de que puedas verles la cara. Parece que te va a sobrar tiempo en esta frágil cárcel de diez metros de eslora y en cambio todo es como siempre, prisa por llegar a algún lado, un médano seco, un playón, antes que la noche dificulte la acampada.
Eso no me da miedo. Conozco de otras veces la incomodidad de la selva nocturna, el unto de calor en una tienda de campaña sin otros ventiladores que las alas de los mosquitos. Lo malo es el peaje, comer de pie espantándote bichos de la cara y del plato, orinar mirando de soslayo, dormir como una roca que resopla como la misma entraña de la noche. Despertarte zumbado por las avispas y proseguir con las vértebras reblandecidas por la humedad. Si no otra cosa, las salpicaduras de la barca van a conseguir a este paso que seas parte del río. Tal vez seas una esponja ambulante y no te has enterado. Añoras el desierto, la sal, el calor. Qué pánfilo. Cualquier cosa te consuela, hasta el recuerdo de la arena, otra fibra lejana de la memoria.
Luis Pancorbo es un hombre muy ocupado; todavía viaja y escribe mucho desde que se jubiló de RTVE como viajero profesional. Tiene cien veces más que contar de la pluralidad del hombre que un literato habitual, pues la ha vivido cien veces más. Y las aventuras que rodean sus reportajes son pura novela; sería un gran despilfarro para los admiradores de los programas no disfrutarlas escritas tan hondamente como el párrafo que acabo de citar.
En nombre del conocimiento y también de la literatura con mayúsculas, deseo a este superhombre larga salud y que conserve todas las facultades intelectuales que tiene. Que toda la que tuvo para primun vivere, le sea correspondida con toda lo que necesite para deinde filosofare.
miércoles, 23 de marzo de 2016
lunes, 21 de marzo de 2016
VERGÜENZA AJENA/PROPIA
Este español ha visto la gente más inculta, guarra, estúpida, maleducada, incívica, en España. A poco que le apuntalen esas visiones con objetivas cifras de menor desarrollo económico, musical, evidente pasión monoteísta por el fútbol, etc, le queda un complejo de inferioridad nacional frente a los "europeos". Yo lo he padecido.
Pero cuanto más veo por mí mismo más objetivo soy y menos lo siento, pero todavía me queda. La primera vez que salí de España. una semana en Lisboa, nos alojamos en el parque do campismo de Monsanto. En los servicios públicos, aparte de la guarrería habitual, vi pintadas en muchos idiomas, pero solo reconocí una española, que decía gora ETA.
Me gustó comprobar "el mal de muchos" Incluso esa pintada al serme ajena no me concernió. Las siguientes veces tuve ocasión de verificar la vergüenza nacional de otros países: en Roma, una familia de alemanes con niño pequeño, trató de soslayar la cola para entrar al Vaticano, iban a colarse delante de una familia francesa que estaba delante de nosotros, el francés les hizo frente y yo le apoyé enérgicamente. Nuestra hermandad pirenaica triunfó. Sacamos pecho. Fíjate tú los alemanes, con todos sus Bach, Beethoven, Brahms, con su Partido Verde, venir a colarse ante dos latinos morenos. El año pasado en París, ciudad envidiable y acomplejadora, de bella y bien cuidada; con toda esa "clase" que se respira en cada acera, sufríamos la cola para subir a las torres de Nôtre Dame. Cuando dos familias españolas, la mía y una de un marmolista almeriense, entablamos una animada conversación (sí, hablamos más alto que el resto de integrantes de la inmensa cola) y de pronto se paró una familia francesa, cerca de nosotros como si fuera parte de nuestra conversación. Haciéndose el tonto se arrimaban. Justo detrás hacían cola unos tímidos y sigilosos japoneses, (los japoneses que he conocido parecen la gente más vulnerable del mundo, deben estar aún bajo la resaca de la segunda guerra mundial donde fueron tan brutos, tan despiadados y sanguinarios que hubieran debido cambiar el nombre del Océano Pacífico). Entonces la señora almeriense me señaló la jugada de los franceses. No nos afectaba. Se habían colado detrás de nosotros y delante de los mudos japoneses. Pero salió el Quijote que llevo dentro y con furia y sin don de lenguas les acorralé. Se me entendía, pero mi hija apuntaló mi acción, comunicándose en inglés con los nipones, y ya todos juntos les dimos una patada moral hasta el inicio de la cola. Yo, excitado y exhibicionista grité ¡¡Induráin!!
Esta semana ha sido noticia el desprecio y las humillaciones que unos "hinchas" holandeses, (mira tú Reembrand Van Gogh y Vermeer, la Phillips y los tulipanes en bicicleta), vejaron y humillaron a un grupo de mendigas que se acercaron a ellos en la Plaza Mayor de Madrid. Al día siguiente, porque la imitación cundió en otros seguidores de fútbol, un grupo de "hinchas" del Spartak de Praga rodearon a una mendiga en Roma que pedía de rodillas limosna en el Pont Santangelo para que uno de ellos orinara sobre ella, (mira tú Kafka, Dvorak y Kundera, la hermosa ciudad de Praga con su jazz...)
No sé si será el sino de los tiempos, que se igualen todos los centenos, pero ya no me siento tan solo como español compatriota de incultos, guarros e incívicos. Será la definitiva decadencia de Europa o que en todas partes siempre cuecen habas.
Aunque es posible, -no lo descarto, mi antiguo complejo me lo impone-, que los españoles hayan extendido este virus con la exportación de Jóvenes Erasmus que hicimos la pasada década. En varios programas de "Españoles por el mundo" salían las peripecias de nuestros jóvenes compatriotas a quienes en toda Europa recuerdan ejecutando este "lírico" brindis, que de vez en cuando nos mostraban:
Pero cuanto más veo por mí mismo más objetivo soy y menos lo siento, pero todavía me queda. La primera vez que salí de España. una semana en Lisboa, nos alojamos en el parque do campismo de Monsanto. En los servicios públicos, aparte de la guarrería habitual, vi pintadas en muchos idiomas, pero solo reconocí una española, que decía gora ETA.
Me gustó comprobar "el mal de muchos" Incluso esa pintada al serme ajena no me concernió. Las siguientes veces tuve ocasión de verificar la vergüenza nacional de otros países: en Roma, una familia de alemanes con niño pequeño, trató de soslayar la cola para entrar al Vaticano, iban a colarse delante de una familia francesa que estaba delante de nosotros, el francés les hizo frente y yo le apoyé enérgicamente. Nuestra hermandad pirenaica triunfó. Sacamos pecho. Fíjate tú los alemanes, con todos sus Bach, Beethoven, Brahms, con su Partido Verde, venir a colarse ante dos latinos morenos. El año pasado en París, ciudad envidiable y acomplejadora, de bella y bien cuidada; con toda esa "clase" que se respira en cada acera, sufríamos la cola para subir a las torres de Nôtre Dame. Cuando dos familias españolas, la mía y una de un marmolista almeriense, entablamos una animada conversación (sí, hablamos más alto que el resto de integrantes de la inmensa cola) y de pronto se paró una familia francesa, cerca de nosotros como si fuera parte de nuestra conversación. Haciéndose el tonto se arrimaban. Justo detrás hacían cola unos tímidos y sigilosos japoneses, (los japoneses que he conocido parecen la gente más vulnerable del mundo, deben estar aún bajo la resaca de la segunda guerra mundial donde fueron tan brutos, tan despiadados y sanguinarios que hubieran debido cambiar el nombre del Océano Pacífico). Entonces la señora almeriense me señaló la jugada de los franceses. No nos afectaba. Se habían colado detrás de nosotros y delante de los mudos japoneses. Pero salió el Quijote que llevo dentro y con furia y sin don de lenguas les acorralé. Se me entendía, pero mi hija apuntaló mi acción, comunicándose en inglés con los nipones, y ya todos juntos les dimos una patada moral hasta el inicio de la cola. Yo, excitado y exhibicionista grité ¡¡Induráin!!
Esta semana ha sido noticia el desprecio y las humillaciones que unos "hinchas" holandeses, (mira tú Reembrand Van Gogh y Vermeer, la Phillips y los tulipanes en bicicleta), vejaron y humillaron a un grupo de mendigas que se acercaron a ellos en la Plaza Mayor de Madrid. Al día siguiente, porque la imitación cundió en otros seguidores de fútbol, un grupo de "hinchas" del Spartak de Praga rodearon a una mendiga en Roma que pedía de rodillas limosna en el Pont Santangelo para que uno de ellos orinara sobre ella, (mira tú Kafka, Dvorak y Kundera, la hermosa ciudad de Praga con su jazz...)
creo que la mujer estaba en una posición como esta
Aunque es posible, -no lo descarto, mi antiguo complejo me lo impone-, que los españoles hayan extendido este virus con la exportación de Jóvenes Erasmus que hicimos la pasada década. En varios programas de "Españoles por el mundo" salían las peripecias de nuestros jóvenes compatriotas a quienes en toda Europa recuerdan ejecutando este "lírico" brindis, que de vez en cuando nos mostraban:
arriba,
abajo,
al centro,
y p'adentro
jueves, 17 de marzo de 2016
El oficio de matar.
Como estudioso de la guerra civil de los
pueblos del Barranco de las Cinco Villas de Ávila, donde hubo más asesinados en
un par de meses a sangre fría que muertos en combate a sangre caliente en todas las sucesivas
batallas bélicas, me parece raro que nunca, hasta hoy, me haya planteado
seriamente la problemática objetiva de matar a personas.
Yo he presenciado muchas veces “la matanza”
del cerdo familiar. Desde que tuve uso de razón, observé y ayudé a mi padre y a
los vecinos o familiares a tirar del marrano. Lo subíamos a una mesa bien agarrado
por cinco o seis personas, se asían firmemente todas las extremidades y las
orejas. Hasta el rabo sujetaba un niño para que tuviera el honor de haber
participado en el rito. Casi totalmente inmovilizado, el que iba a ejercer de matarife, (el cabeza de
familia tenía ese honor/responsabilidad) le clavaba en el pescuezo un cuchillo
de veinte centímetros de hoja. El animal expulsaba un chorro de sangre que se
recogía, por la mujer de la casa, y se removía, para hacer morcillas los días
siguientes, pero el cerdo se debatía todavía varios minutos, hasta que llegaban
los estertores y -literalmente- estiraba la pata. Nunca era limpio, todos nos
manchamos un poco de sangre.
El año que tenía cumplidos dieciocho años, mi
padre me dejó el protagonismo del cuchillo y, sujetándomelo cinco o seis personas, se lo clavé a un marrano de 130
kilos. Matar a cuchillo no es tan fácil como en las películas. Hay que apretar
firmemente, y sientes que atraviesas y rompes órganos. El cerdo, a pesar de
estar bien sujeto en una mesa, se resiste y se mueve sordamente, peligrosamente porque puede
hacer que se te resbale el cuchillo, y también hay que alejarse de la boca porque en
sus debates por la vida intentará morder.
Después de tomar la copa de aguardiente,
casi siempre se terminaba aludiendo a si
esto parece difícil de atinar, cuánto más lo tiene el torero con el toro suelto
y resabiado que se te viene de frente con sus afilados cuernos.
Pensando ahora en las decenas de muertos que
hubo en el Barranco de las Cinco Villas, concluyo que el planteamiento de los
novicios matarifes tuvo que originar mucha chapuza, pésimas ejecuciones.
Porque no es fácil que la gente se deje matar
dócilmente. Supongo –he estado pensando- que quizá lo mejor es poner a una
persona bocaabajo con las manos atadas, pisarle la cintura y disparar con el
cañón del fusil apoyado en la cabeza. No sé. Quizá la víctima entonces se
intenta mover y puede que el disparo atraviese y rebote en una piedra hiriendo
al asesino.
Lo más seguro debe ser atar al asesinado a un
pino y hacer puntería desde tres o cuatro metros, aunque también supongo que si
los fusileros quieren garantizarse la muerte rápida han de hacer varios
disparos. Pero se estropea el árbol con los balazos.
Evoco los fusilamientos de Goya, y otras
imágenes, en las que parece natural que la gente se quede quieta ofreciendo
todo el cuerpo a las armas asesinas. Pero no creo que sea así: alguno puede
moverse, intentar escapar, abalanzarse sobre los tiradores; personalmente creo
que frente a la muerte haría algo, aparte de gritar.
Desde el punto de vista del matador seguro
que todo es más difícil si se intenta con un grupo.
Pero matándolos sucesivamente las otras víctimas
que lo presencien te lo pondrán más difícil.
Tampoco descartemos que algún fusilado se
quede quieto para facilitar la tarea, ser dócil para acabar antes, sufrir
menos.
Siendo en la práctica tan difícil o tan
engorroso matar a una persona que luche hasta el último segundo, no es extraño
que haya habido en el Barranco gente mal ejecutada que sobrevivió horas y se
arrastró metros. Al menos me han dicho de dos casos, hasta existió una persona de Mombeltrán, que
directamente escapó del “paseo”, o quizá del improvisado paredón. Hay gente que
dice que le dejaron escapar, pero ese es otro matiz.
He reflexionado un poco sobre los aspectos
mecánicos del fusilamiento. Pero no menos importantes tienen que ser los
reparos morales, las vacilaciones, la conciencia de estar matando a semejantes
como si no importara nada.
Supongo que un asesino como el exetarra Urrusolo
Sistiaga, de quien hablé hace poco, o los yijadistas del Bataclán o todos los
asesinos de todas las mafias del mundo, son adiestrados objetivamente en estas
mañas y subjetivamente vacunado contra los remordimientos diciendo que las
víctimas no son personas como él, sino números, enemigos, alimañas.
Yo no tengo remordimientos por asesinar a aquél
mamífero de 130 kilos, creo que al comerse a la víctima uno da otro valor moral al asunto.(no quiero dar pistas)
miércoles, 9 de marzo de 2016
SORDERA
Hoy anuncia el periódico que el cantante del grupo AC/DC tiene sordera. Seguro que ya se lo dijo su madre: "pon más baja la música, que te vas que quedar sordo". A mí también me lo decía mi madre y tenía razón. Exigimos mucho a la naturaleza y da lo que puede dar, parece que aguanta mucho, pero tiene tope.
Deberíamos escuchar más. A veces se cumplen los vaticinios de los agoreros, los aguafiestas, los prudentes.
Seguro que a Obama alguien le dijo: no te metas en Siria que el régimen no está del todo podrido, que tiene el apoyo de Rusia, que la puedes liar... Pero no les oyó o no les quiso escuchar tan claro como a los que le decían que hay que aprovechar la ola, que le quitamos un peón a Rusia, que serás campeón de la democracia...
Esto tenemos: un montón de muertos, heridos y destrozos, y otro montón de gente que no quiere morir y que huye al sitio más cercano, que es Europa. Y ningún tipo de solución. La mayor parte de los europeos estamos sordos, y muchos cambiamos de canal, bajamos el volumen o nos ponemos a hablar de otra cosa cuando sacan esas noticias tan desagradables por los telediarios. No hay peor sordo que el que no quiere oír. Los europeos quieren preservar su cultura inmaculada, sus servicios sociales, su seguridad y prestan -entonces sí- oídos bien abiertos a las matanzas de París, a las violaciones de Colonia. No queremos ser racistas, ni inhumanos... sin un pretexto.
Mientras tanto personas iguales a nosotros sufren por culpa de personas que nos lideran. Me cae muy simpático Obama, pero es culpable. Él -un simple senador- se opuso a la guerra de Irak y no le escucharon, pero él (un ya no tan simple presidente de los Estados Unidos de América) podía no haber incendiado ésta o, al menos, no haber alimentado el fuego.
Yo puedo hacer muy poco por los refugiados; no nos cabe más déficit en la comarca donde vivo. Soy un hombre práctico, me haré el sordo con los sufrimientos de esa pobre gente, como de los saharahuis o palestinos, o de los cientos de pueblos que en el mundo sufren; es dolor, y el dolor es ruido, uno quiere silencio para ser feliz y creativo y disfrutar del arte ajeno o de una simple y gratuita puesta de sol
Pero la sordera, el no escuchar, es un gran defecto.
Deberíamos escuchar más. A veces se cumplen los vaticinios de los agoreros, los aguafiestas, los prudentes.
Seguro que a Obama alguien le dijo: no te metas en Siria que el régimen no está del todo podrido, que tiene el apoyo de Rusia, que la puedes liar... Pero no les oyó o no les quiso escuchar tan claro como a los que le decían que hay que aprovechar la ola, que le quitamos un peón a Rusia, que serás campeón de la democracia...
Esto tenemos: un montón de muertos, heridos y destrozos, y otro montón de gente que no quiere morir y que huye al sitio más cercano, que es Europa. Y ningún tipo de solución. La mayor parte de los europeos estamos sordos, y muchos cambiamos de canal, bajamos el volumen o nos ponemos a hablar de otra cosa cuando sacan esas noticias tan desagradables por los telediarios. No hay peor sordo que el que no quiere oír. Los europeos quieren preservar su cultura inmaculada, sus servicios sociales, su seguridad y prestan -entonces sí- oídos bien abiertos a las matanzas de París, a las violaciones de Colonia. No queremos ser racistas, ni inhumanos... sin un pretexto.
Mientras tanto personas iguales a nosotros sufren por culpa de personas que nos lideran. Me cae muy simpático Obama, pero es culpable. Él -un simple senador- se opuso a la guerra de Irak y no le escucharon, pero él (un ya no tan simple presidente de los Estados Unidos de América) podía no haber incendiado ésta o, al menos, no haber alimentado el fuego.
Yo puedo hacer muy poco por los refugiados; no nos cabe más déficit en la comarca donde vivo. Soy un hombre práctico, me haré el sordo con los sufrimientos de esa pobre gente, como de los saharahuis o palestinos, o de los cientos de pueblos que en el mundo sufren; es dolor, y el dolor es ruido, uno quiere silencio para ser feliz y creativo y disfrutar del arte ajeno o de una simple y gratuita puesta de sol
Pero la sordera, el no escuchar, es un gran defecto.
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