martes, 20 de diciembre de 2016

Desengaño

Piqué. No soy tan listo como me creo. Ni tan reflexivo. Quizá el hecho de tener este diario público y lectores me haga serlo más. (Más reflexivo, que igual de tonto).

Aunque salí pronto para regresar de día, ayer había caído la noche cuando volvía de Salamanca. Había hecho 140 Km. en el coche por una oferta. Como decía mi padre "una pérdida de tiempo, dinero y categoría"  Me decía "no lo voy a volver a hacer más". Pero me engañarán otra vez y me autoengañaré. Volveré a creerme más listo que ellos.


Tengo la tarjeta de socio de una gran superficie de bricolaje. Me mandan publicidad, mensajes al móvil, también aparecen por internet. Ayer era el día del 15%. Hace tiempo había mirado por internet una puerta para una caseta que tengo pensada para el huerto. Y ayer hice el viaje sin comprobar si estaba, resulta que era una puerta de un tamaño raro y después de ir al establecimiento me dijeron que eso era bajo pedido, que no las tienen allí normalmente.

Yo había decidido invertir mi tarde en ese negocio del descuento de la puerta y se me había frustrado.

Entonces empecé a dar vueltas para no venirme vacío y derrotado, había mucha más gente como yo: oí una vez "y hemos echado la tarde para esto". Bueno, compré una sierra, unos sacos de cemento y después de dar varias vueltas, me decidí a comprar también un material aislante que en mis búsquedas, vi que estaba comprando mucha gente para poner debajo de la tarima flotante.
Pero cuando volví por esa región del almacén vi que se llevaban los dos últimos rollos y alguien pronunció otra vez la frase "y hemos echao to la tarde pa esto".  Pero entonces ya estaba resuelto: fui al lugar especializado en construcción y tomé un par de rollos sin mirar el precio. Al llegar a la caja me dijeron que ese material no estaba bajo la oferta del 15% y dije "cóbremelos, es igual".
Caía la noche y mientras oía a Louis Armstrong en el coche me puse a pensar lo bobos que somos y lo listos que son ellos, nos ponen un cebo y picamos.
Fui a por lana y volví trasquilado. No es la primera vez, pero qué mal sienta tener estos desengaños a los 52 años.

viernes, 16 de diciembre de 2016

¿Seguridad?

Ayer se publicaba el robo de no se cuántos millones de contraseñas de Yahoo.
Todas las empresas que nos dan “gratuitamente”, a cambio de que “aceptemos” unos largos párrafos de consentimiento que nunca leemos, (ni siquiera los voy a leer para documentarme para este artículo, prefiero especular) están radicadas en Estados Unidos o son sucursales en Irlanda (estas para pagar menos impuestos en la Unión Europea).
El caso es que no sabemos a qué contrato nos adherimos, pero casi seguro que su responsabilidad  seguramente se juzgará en Estados Unidos, cuyos  abogados son carísimos y además están allí.

Porque, evidentemente, ponemos mucha información pública a disposición de quien la quiera ver. En eso hacemos mal, pero lo hacemos nosotros, (yo muestro mi alma aquí, quien me haya leído me conoce mejor que muchos amigos de toda la vida que no lo han hecho). El problema es que con toda confianza, le cedemos bajo contraseña el transporte de nuestro nuestros recados íntimos o nuestras opiniones y explicaciones, con lo que se nos podría hacer mucho daño si cayeran en las manos más inadecuadas.
 
Seguro que las empresas tienen un seguro (valga la redundancia) en las cláusulas que aceptamos, que las protege de expolios como éste si lo divulgan para que la gente pueda cambiar sus contraseñas, aunque se peguen el "batacazo" en la Bolsa como está sucediendo, porque si no nadie podría aguantar económicamente, solo las demandas por daños y perjuicios que vinieran de Estados Unidos, por todo lo que se puede perder o quedar en manos piratas.

Da miedo que el mundo para su comodidad dependa de tantas máquinas vulnerables por tener contraseñas que se pueden escribir desde cualquier parte. (Lo bueno que era un conserje con un montón de llaves físicas abriendo y cerrando,  encendiendo y apagando, rutinariamente todo). Ayer oí por la radio que unos piratas informáticos paralizaron el metro de San Francisco y la empresa tuvo que ceder a su chantaje y les ingresó 80.000 dólares para que liberaran el sistema que tenían secuestrado virtualmente. Supongo que tomarán medidas, pero esto será siempre el juego del ratón y el gato: uno inventa una aplicación que haga protección y otro maquina otra aplicación que la deshaga.
Yo no tengo tarjetas de crédito. No quise tener mi banco por internet. Con el dinero no juego. Puedo extraer de un cajero con la cartilla (dicen que no se falsifican las claves magnéticas de las libretas de ahorro) un máximo de 600 euros, y de cualquier modo procuro tenerlo a plazo fijo, no porque me paguen esa miseria que dan ahora de interés, sino porque haya que moverlo "manualmente"; si alguien me limpia lo que tengo a libre disposición, no me quitará demasiado.
Quizá con esta exhibición de prudencia estoy, imprudentemente, dando demasiada información sobre mí.


Dicen que pronto se solucionará el problema de las contraseñas con los sensores biométricos, pero  como ya lo mostraron hace unas cuantas películas de James Bond, alguien podrá falsificar este sistema poco después o algún pirata saqueará los almacenes de los datos biométricos. Así que lo más razonable es no sufrir por estas cosas y si te roban te robaron y te aguantas, pero que sea lo mínimo, creo que debemos poner las cosas que más se quieran en el lugar más seguro y personal.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Andrés Segovia

Creo que todos los guitarristas clásicos que nos iniciamos en los años 80 pasamos por su repertorio. Era el ídolo, y toda la devoción que nos transmitían era justa, aunque también contraproducente. Yo busqué su nombre, que ya estaba en todas las enciclopedias. Entonces era un anciano sentencioso e hiperconsciente de que había descubierto y colonizado un continente de seis cuerdas y 19 trastes, (creo que en sus guitarras nunca hubo un traste nº 20) un terreno que ya existía y que hubieran descubierto y colonizado de forma diferente otros, pero fue él y ordenó edificar mucho allí:  Torroba, Tansmann, Rodrigo, Falla, Turina, Villalobos, Castelnuovo Tedesco y decenas de compositores más no hubieran escrito tanto y tan bien para la guitarra, de no existir Andrés Segovia.
Luego está la pasión por Bach, que tenemos todos los guitarristas (también) porque la tenía él y nos la transmitió.

Pero hay momentos en que todos tenemos que renegar, pasar por nuestro complejo de Edipo, matar al padre, (porque reconocemos que había -y es que había- contemporáneos y anteriores), dudar de sus sentencias de octogenario, que había sido multilaureado y multientrevistado desde que antes que se creara la televisión.

Por supuesto que es mejor guitarrista Paco de Lucía que Andrés Segovia: durante mucho tiempo se le seguirá escuchando con el más intenso placer, y no por curiosidad histórica de hacer homenaje al maestro fundador. Por supuesto, que el repertorio original de Agustín Barrios Mangoré es el más importante del siglo XX. A ambos ninguneó, y a mucha gente que se le quisiera acercar, incluso a su seguidor Narciso Yepes, a quien reprochaba tocar en una fea guitarra de 10 cuerdas, Yepes estaba tocando en Japón cuando se enteró de su muerte y tocó el segundo movimiento del concierto de Aranjuez en su honor.

Si algún guitarrista merece una estatua es Andrés Segovia. Hoy he disfrutado en su justa medida de este programa de 1972 que no me atrevo a recomendar porque son más de 40 minutos, pero sí hacia el minuto 24 donde cuenta una anécdota de Federico García Lorca, yo que me leí los dos tomos de la biografía de Ian Gibson, reconozco a Federico, gran lástima que el entrevistador le cortara. https://www.youtube.com/watch?v=HPCXpS-yI3A

lunes, 12 de diciembre de 2016

La trama de antes y de ahora

Suena mal ¿verdad? en primer lugar a conspiración para delinquir, o como mucho a argumento de una obra dramática. Todo es más bien una relación organizada entre cosas; aunque su primera acepción en mi diccionario es: conjunto de hilos que, cruzados y enlazados con los de la urdimbre forman una tela.

Aquí quería yo venir, (aunque desde hace décadas pinta fatal para el textil que se fabrique en lugares diferentes de Asia), pero, -y ya me centro en lo que quiero comentar-  hace tiempo que la trama del tejido más importante que es el social se deshilacha y esto es malo.

Aunque todos lo preferimos: desde hace tiempo elegimos comprar en un supermercado donde escogemos lo que nos apetece sin que un tendero nos lo traiga y recomiende, evitando su presión, pero también su cara, su trato.
Ahora, con el comercio electrónico, nos libramos no solo de los tenderos, de las cajeras también. Conozco gente que presume de que lo compra todo por Internet. Muchas personas van distraídas por la calle mirando una pantallita, -hace años, la gente de las ciudades se distraía viendo escaparates- y otros  utilizan la dichosa pantallita para centrarse en ella a la puerta del médico, o esperando que llegue el próximo autobús, donde antes mucha gente  hablaba: los silencios molestos y el tropezar de las miradas hacían que se buscara conversación, la trama se enlazaba con la urdimbre.
Ahora, cada vez menos.
Pero alguien me refutará que existen las redes sociales, nuevas tramas sociales. Creo poco en ellas, hay mucha gente que tiene miles de amigos, pero esto es prostituir la palabra amistad, que es otra categoría, muy superior a ese invento comercial, (quizá algún día no lejano la primera acepción de la palabra amistad sea "cualidad de las personas relacionadas por facebook" y no "afecto personal, puro y desinteresado, ordinariamente recíproco, que nace y se fortalece con el trato").

Sí, los amigos deben ser personales, pero cómo si llevamos muchos años huyendo del trato personal. Las ciudades pequeñas se expandieron en viviendas unifamiliares en las que no hubiera nada que compartir y sí un garaje desde el que salir con un coche individual hacia donde fuera. Las plazas, los parques, los paseos se desusan cada vez más.

No en las grandes ciudades, que aumentan, pero allí casi todos son anónimos y no han de tener trato. Uno puede ir sentado en el metro oliendo el perfume -o el sobaco- de una persona durante media hora, y no tramar nada con él. En una pequeña localidad antes eso no era posible; existía la obligación de ser sociable, de entrelazarse.
Así sucede que nadie sonríe en el metro, todo el mundo se guarda su mejor cara, como si perdiera dinero regalando sonrisas.

 El mundo que nos está llegando es superindividual, feo, despegado, antipático. Aunque mirando las sonrisas que ponemos en las redes sociales nos queramos pintar lo contrario. Si hay alguien que se engaña creyéndose que tiene cuatro mil amigos, ¿por qué vamos a dudar que toda la gente es simpatiquísima si aparecen tantas sonrisas por las pantallas?

miércoles, 7 de diciembre de 2016

FERNANDO SAVATER

Desde antes de que yo leyera o escuchara por mi cuenta, anda este hombre escribiendo y comentando por doquier: radio, televisión, periódicos, revistas. Le he prestado atención por tantos medios que no sé cuantas opiniones mías serán hijas, nietas o sobrinas nietas de la dialéctica que él ha ido sembrando por ahí.
Joaquín Sabina, que seguro que discrepa políticamente con el filósofo más que yo, le tiene dedicado un soneto, que recita en un disco. Raro honor, pero al de Úbeda se le nota orgulloso de lo que está loando.

Solo le he visto en persona cuando dio en Ávila una conferencia a finales de los 90. Era para conmemorar algo de Amnistía Internacional. Tengo una diapositiva de aquella noche, orgulloso de capturar con mi cámara a alguien tan valiente, inteligente y gracioso.
Sí, porque entonces nos hizo reír, -el humor le acompaña siempre- pero habló de la ETA con tanta crudeza, con tan cáustica ironía y contundencia, que daba miedo que le pasara algo, incluso que nos pasara a loas que estábamos allí. Era muy peligroso. Tenía que llevar dos guardaespaldas.
No voy a decir que haya sido él solo, pero sí ha sido el principal ariete ideológico contra la banda terrorista y todas sus pompas y vanidades, equidistancias, medias verdades y pensamientos cobardes. Él es nuestro campeón de polémica democrática; se atrevió con todos y pudo con ellos. Después, la crisis de método que les metieron los islamistas suicidas tras el 11-S y la presión policial franco-española hizo que perdieran, se aburrieran y abandonaran.

Lo he pasado estupendamente leyendo este libro de memorias. Me he reído muchísimo.
Es un hombre acostumbrado a encajar la vida con humor; nació de ademanes torpes, bizco, miope, descoordinado, se lo hicieron pasar mal los otros niños, pero cuando una persona es capaz de asumirse y sobrevivir, desarrolla un músculo que le hace invencible en la vida. No es que no tenga debilidades y hasta defectos morales, pero. aún con ellos, es un superhombre, un orgullo para nuestra democracia que solo se me ocurre comparar con una situación: aquella semifinal del último europeo contra Francia en la que, muertos de miedo, todos daban el balón a Pau Gasol que tomó la responsabilidad y el riesgo de vencer. Y lo bien que lo pasamos siempre con la elegancia y fortaleza (argumental o física). 
Aunque escribamos la palabra españa, bajito y en minúscula para que no nos salten, nos sentimos felices de tener compatriotas así.  

lunes, 5 de diciembre de 2016

EL CONSUMISMO DE LA PROSTITUCIÓN

Yo, según iba creciendo, tenía un poco de miedo porque en mi pueblo era costumbre que, al entrar en quintas, los mozos se fueran de putas. Eso decían, tampoco estoy completamente seguro, hay algún mozo de quintas muy anteriores a la mía  a quien pusieron fama de maricón porque lo rechazó o incluso fue con los demás y no mojó.

Nunca me he sentido atraído por conseguir sexo de esa manera; ni siquiera por curiosear, me da mucho asco y un poco de miedo.
No hubo problema, las últimas quintas ya habían suprimido la gárrula costumbre. Cuando llegó a la mía creo que ni se planteó.
La prostitución quedó para mí como algo viejo, decrépito, decadente, para solterones rurales, o proletariado lumpen, pero desfasados. Algún amigo entró alguna vez para nutrirse literariamente del ambiente, no tanto como para acompañar a alguna a un "reservado", y me comentó:
-No te pierdes nada, es deprimente hasta la náusea. 
Me dijo que allí se escuchaban canciones de Julio Iglesias, que eran las que les gustaban a esas "chicas", que, además, eran bastante viejas.
Lo dicho: un ambiente estético (no solo ético) antípoda al mío.
Durante mi juventud, he podido constatar que las españolas de mi generación se fueron a la cama con los chicos de mi generación sin demasiados problemas. O sea, que no eran necesarias estas profesionales para cualquiera que tuviera un poco de atractivo personal.
Durante los años 80, 90, 2000, seguí pensando lo mismo. Pero, por mi trabajo en zonas rurales: Madrigal de las Altas Torres y Mombeltrán, puede darme cuenta de que "haberlas haylas", y se producen bastantes conflictos jurídicos a su alrededor, de los que pude conocer o me comentaron como aledaño de lo que era el conflicto que yo trataba en el juzgado.

Gente más joven que yo, y mi generación, que tampoco lo había dejado tanto,  reanudó esta fea e inmoral costumbre. Con la bonanza económica llegaron mujeres exóticas y jóvenes que abrieron el mercado.

No es que las españolas se hayan vuelto estrechas: es que, en general, necesitan un poco de cariño, conversación y tiempo para llegar a  meterse en la cama, con o sin compromiso.

Y aquí llega el consumismo: lo quiero ya, y sin tener que aguantar nada, sin invertir tiempo, ni dinero, con los colegas -así todos mojamos-; pagamos y es sexo seguro. Pueden ser groseros, torpes o desconsiderados, que ellas tendrán que callarse "como putas".

Algo muy importante ha fallado en la educación. Esto el poder del dinero sin escrúpulos que permite humillar, disponer, comprar, pagar una sensación de usar y tirar, el sino de estos tiempos; en los míos creí  que se tenía una ética y una estética de izquierdas, en el sentido de liberadora. Ahora vale todo, quizá a nosotros también nos sujetaba la rémora de la religión.

No tengo ningún problema con que exista la prostitución si se desenvuelve discretamente. Me resulta repelente verla desplegarse a mi alrededor; todas las prostitutas a cuyo lado he pasado lo habrán notado, nunca ninguna me llegó a ofrecer sus servicios. Recuerdo que una vez sí, anocheciendo por la Gran Vía de Madrid; unos hombres se acercaron a un amigo y a mí para ofrecernos, mediante una tarjeta, prostitución.

Lo que es intolerable es la esclavitud. En los prostíbulos suele haber rejas en las ventanas y no es porque sea costumbre de los ladrones entrar a robar allí. Ayer hubo graves inundaciones en Málaga y una mujer rumana que estaba en un local de alterne que se inundó resultó muerta. Había rejas. No me cuesta imaginar la historia, espero que en la continuación también  haya rejas para los responsables.

viernes, 2 de diciembre de 2016

Murió el hombre nuevo

El luto forzoso por Fidel Castro lleva consigo represión para los cubanos.
vivo en un país libre,
cual solamente puede ser libre
Morigeración obligatoria: durante el luto oficial está prohibido despachar alcohol en Cuba, no sea que alguien quiera celebrarlo, o que alguien se emborrache y en el descontrol de neuronas vaya largar inconveniencias ante los micrófonos de la prensa extranjera. Quizá estaba largando inconveniencias el marido de Yoani Sánchez, por eso lo detuvieron hoy mismo en el Malecón mientras era entrevistado por el corresponsal de televisión española Vicenc Sanclemente, que también fue detenido.

También han prohibido poner la música alta. Eso me parece mejor; lo que me parece mal es que en otro momento esté permitido poner música alta.

Tengo entendido que desde el año 59 se estuvo en Cuba forjando el "hombre nuevo"
La era está pariendo un corazón
no puede más se muere de dolor..
 
Resulta que este régimen no tiene ninguna fe en que sus sesenta años de modélica educación  hayan dado fruto alguno, cuando tienen que prohibir que la gente corra a emborracharse y sea tan incívica como para molestar a los dolientes vecinos con música (alegre).
 

¿No se fueron tantos millones de "gusanos", aliviando con su marcha la presión  contrarrevolucionaria? ¿A ver si va a ser que de no prohibir el alcohol y la música alta los cubanos de la Habana estarían cantando y bailando lo mismo que sus paisanos expatriados en Miami, la capital de la gusanera?
 
Siempre he oído a los castristas hablaban de Cuba aunque estuvieran hablando de su gobierno.
 
Pero es a Cuba a quien le prohíben beber alcohol y poner la música alta. Al pueblo, que ellos educaron enseñando en los encarados con  la palabra r-e-v-o-l-u-c-i-ó-n. 
 
Es lo que pasa con las dictaduras, que no se fían del pueblo. Por eso no le permiten expresarse.

jueves, 1 de diciembre de 2016

De cuerpo presente.

Yo soy un muchacho de pueblo y mi casa está en el camino que va de la iglesia al cementerio; se ve pasar las comitivas de los entierros. Siendo muy pequeño recuerdo que mis amigos y yo fuimos a ver un muerto. No era más ni menos familia mía que lo fueran el resto de los mil habitantes que había entonces. Existía la costumbre de abrir la caja al pie de la tumba para que el cura echara dentro la primera palada de tierra, era ese momento que excitaba nuestra curiosidad infantil, y estirábamos nuestros cuellos, los adultos también lo hacían un poco, para observar la muerte  -creo que no he salido morboso por ello-. Luego ya solo vi los muertos que me concernían.
Creo que es importante, entonces había veces se retrasaba el entierro para que diera tiempo a que el hijo que estaba en Barcelona o Guipúzcoa pudiera llegar a "ver" a su progenitor. Creo que antropológicamene ese empeño estaba ahí por alguna razón.
Ahora se margina, se convierte en un tabú, algo viejo, de mal gusto. Mi mujer y yo hemos sido los únicos que hemos llevado a nuestra hija cuando era niña a los velatorios familiares. No había más niños y la miraban raro. Resulta que en el mundo de la imagen nos quieren hurtar el acostumbrarnos a esa tan importante.
No sé; pienso que tiene que ser más duro ver por primera vez al padre muerto, si es la primera vez que se ve la muerte, que si uno ya ha "aprendido" cómo es.

Recientemente no nos mostraron a Fidel Castro, y la gente desfiló ante una fotografía. Creo que eso no es lo mismo: si yo fuera niño no hubiera ido al cementerio para ver una foto y un ataúd cerrado que representa un cuerpo. Uno quiere reflexionar, sentir algo, cuando ve la muerte frente a frente, por lo menos yo lo he hecho siempre que me ha tocado. Ver la muerte es algo que nos concierne íntimamente, más que un partido de fútbol o la final de Wimbledon.
No sé de donde viene esta costumbre, pero los tiempos cambian: nos estamos deshumanizando; y nos hacemos más ignorantes.