lunes, 22 de junio de 2020

Tarde hemos llegado

Y ahora somos los mismos: con el mismo peligro, el mismo miedo (quien lo tenga), y las mismas temeridades (quienes las tengan también).

Algún momento había que abrir la libertad para ver qué es lo que nos queda de economía, de sociedad, de cultura y de familia.

Pienso sinceramente que de haberlo hecho en abril las cosas sanitariamente habrían cambiado poco, pero la economía no se hubiera muerto tanto.
Reconozco que es una conjetura mía, un pensamiento "a bulto"; creo que mes y medio de penoso encierro es lo suficiente para la lección de prudencia que necesitábamos.
Yo ni siquiera he besado a mi hija, no he dado la mano a nadie, ni tengo pensado dársela ni besar a nadie, hablaré a distancia hasta que esto se me olvide, y procuraré acordarme de lavarme las manos con jabón cada vez que pueda.

Ya hace días en muchos supermercados no me han exigido que me ponga guantes, y no me los he puesto pero sí me he untado con ese producto que ponen a la puerta, porque lo siguen recomendando.

Creo que un infarto económico requiere reanimación pronta, y esto no se ha hecho, con lo que muchas maneras de vivir de mucha gente se han muerto.

Los incendios forestales se pueden apagar o controlar si la respuesta es rápida y mejor si es rapidísima, y también si hay prevención. Aquí en España, y en general, no se ha hecho, pero al tardar en reaccionar los gobiernos, abrumados por su culpa, tuvieron miedo de reabrir.

El sábado di un gran paseo por Salamanca y, viendo lo que vi, tengo mucha más rabia que miedo. Creo que lo mejor es olvidar la rabia y tener solo el justo miedo, por bien de todos.   

viernes, 12 de junio de 2020

Contra la comodidad

La vida solo puede ser valiente. Los toreros, aunque tienen miedo, son valientes, los músicos también, y los tenderos y los taxistas y los camioneros y todos los eros que hacen cosas. Tener un poco de miedo es útil, realista, imprescindible; pero encogerse, esconderse es la mayor y más imprudente temeridad. Los animales lo saben: hay depredadores, peces grandes, mamíferos carnívoros, el frío, el calor, el cansancio, pero hay que salir a comer y a reproducirse, con cautela, pero con valentía.
Claro, para un gobierno es muy cómodo agazaparse. No ha habido ningún atraco de banco, ni de joyerías, los carteristas del metro no pueden aprovecharse de las aglomeraciones, las violaciones se restringen al ámbito familiar, no hay casi accidentes de coche, ni de trabajo...
Pero la sociedad se muere de inanición. Para qué sirve una joyería si no hay lugares públicos donde lucir su mercancía, para qué sirve la ropa, bonita, elegante, planchada si nos quedamos en casa. El maquillaje, los automóviles, los gimnasios. ¿Para qué si nadie va a verte?; y nadie va a ligar con nadie porque no hay nada más letal que un beso en la boca.
Los niños, que rompíamos tanto calzado por jugar y porque nos crecía el pie, que íbamos gastando números de zapatilla.

Toda esta  primavera ha sido un fraude a la vida humana. Solo hubo primavera en el campo.

Pero yo no admiro a los temerarios, a los ignorantes: el peligro existía y sigue existiendo, como  existe de los incendios, pero los incendios se apagan mejor al principio porque al final no tiene sentido más que hacer cortafuegos y dejar que se queme lo que tenga que quemarse. La naturaleza lo restaurará a no ser que la erosión se lleve la tierra fértil.

Ayer leí un viejo documento municipal de marzo que hablaba de "los próximos quince días" de alarma. Yo creo que un mes hubiera bastado para enfriar los contagios, para meter en la cabeza de la gente que hay un peligro nuevo y que es serio, tan serio como para parar al mundo.

Ahora salimos a la calle sabiendo que hay un depredador, debe ser suficiente; cautela sí, pero inculcar el pánico como sistema de vida solo nos conduce a la desolación.

La vida desde el principio fue un riesgo, pasar de la química inorgánica a la orgánica, salir del agua, volar, fue un camino lleno de fallos, pero sigue necesitando un impulso valiente para sobrevivir.

domingo, 7 de junio de 2020

Política, religión o tribu.

Reivindico al ser humano que piensa por sí mismo, sin mirar de reojo dónde está su trinchera, los suyos, su tribu, su credo, también reivindico al que no le importa coincidir en las razones con el enemigo. Reivindico la libertad contra los suyos y no a favor de los nuestros.
Hace muchos años (como diez) era yo novato en el blog, me encontré con que en el blog de mi mayor ídolo, Silvio Rodríguez, se vilipendiaba a Mario Vargas Llosa: un tío definitivamente encorbatado, con guardaespaldas, a veces antipático, a veces pesado, orgulloso desertor del rojerío y de la revolución, un dandy, amigo de la Tatcher, invitado a la boda de la hija de Aznar, pero también "La guerra del fin del Mundo" "La fiesta del Chivo" "Los Papeles de don Rigoberto"... un escritor soberbio, igual de soberbio que el otro: aunque yo había elegido siempre a García Márquez, como a Silvio Rodríguez frente a Pablo Milanés.
Dio la casualidad entonces de que acababa de leer "La tía Julia y el escribidor" y me convenció, como convencen muchos libros que se leen a fondo, con los que el alma hace simpatía.

Y me lancé como un caballero andante en el blog de Silvio a defenderle. Mi argumento era ¿Será posible que entre tanta gente como comenta, seguidores y admiradores de Silvio todos, no haya una sola persona que reconozca que Mario Vargas es un grandísimo escritor y que merecía el premio Nobel tanto como el campeón de la izquierda García Márquez, a quien acababa de empatar el partido?
Pues no; yo era de la gusanera. Solo un "gusano" podía defender el valor de un gran escritor, universal. Pues si soy "gusano" por esa causa, lo soy ya para siempre y a mucha honra.

Abjuré del mesías, me salí de la tribu, dejé de ser de izquierdas. También coincidía que estaba entonces trabajando en un sitio conflictivo donde llegué a saber que pensiones de integración, esas que el estado social y democrático de derecho entrega a los pobres, se gastaban en cocaina y en irse de putas. Los pobres no siempre eran los buenos: eso va casi contra el evangelio. Uno se entera de muchas vidas fregadas y se le caen los palos del sombrajo, se pregunta si eso es justo, si un sistema no falla a veces, y hay que ser muy cuidadoso con el dinero que se regala, sobre todo si es de todos y se hace por una buena causa. Las buenas causas no siempre tienen buenas consecuencias.

Pero voy a volver al razonamiento. Uno debe razonar, siempre mirar a la realidad, considerar todo lo considerable y tomar una postura independientemente de si "decepciona" a alguien o violenta al rebaño.
Los hombres, cuanto más adolescentes somos más gregarios, a uno le encanta coincidir con los suyos, con los colegas. Yo siempre he sido incapaz de ver deporte por la tele sin tomar partido, si no, de verdad, no tiene gracia.
En estos momentos aún sufrimos en España la mayor restricción de libertades desde la Guerra Civil y hay gente partidaria de más o de menos, los de más restricción son de izquierdas y los de menos son de derechas. ¿Pero acaso no puede haber gente de derechas más temerosa y que pida que haya menos libertad y más control, o gente de izquierdas que considera que esto es inaguantable y dañino y  pida que ya deberíamos haber abierto hace un mes?

No niego que sea pensamiento el que busca razones para apuntalar las decisiones de su tribu, pero pensar en libertad siempre es salirse fuera del rebaño.