No sé si está al alcance de los grandes escritores de hoy. Creo que Muñoz Molina o Luis landero no han tenido ni tendrán ese privilegio táctil para su obra. Me parece que ni siquiera Francisco Umbral logró su consagración en este medio.
Compré este libro de 1200 páginas por el "algo tendrá el agua cuando lo bendicen". Me queda la duda. Pearl S. Buck es una escritora norteamericana, con la particularidad de que tuvo muchos años de vida en China, a quien, -todo esto lo he leído después-, tocó el premio nobel de 1938. Puede ser que se lo dieran por mujer, o quizás porque tendía puentes culturales con Asia. Yo no he visto para tanto.
Sólo he leido la novela "Retrato de un matrimonio" que narra una historia de enamoramiento del hijo de un millonario que buscando las, para su padre, dudosas esencias pictóricas del agro norteamericano, retrata a la hija de un granjero de quien se enamora.
Se enamoran los dos a pesar del abismo cultural y económico que los separa. El pintor marcha al Nueva York de finales del XIX y parece que va a triunfar con su trabajo, del cual el mejor exponente, que nunca querrá quiere vender, es el mencionado retrato de la amada pueblerina.
Contra la voluntad de sus padres, que le desheredan por ello, el pintor se casa con su rural amada, pero ella no se amolda a vivir en Nueva York, su carácter es el de una minusválida social, lo cual impedirá siempre los tímidos intentos por restañar las relaciones con la familia del marido.
El prometedor pintor tiene, por mor de su mujer, que volver al campo. A la granja de los padres de su amada. Alejado de la meca cultural americana, (las cosas son así) se convierte en un pintor provinciano. Tampoco su arte evoluciona, parece que fuera degenerándose en artesano local.
Su mujer se manifiesta entonces como el sostén económico de la familia, trabajando como un "granjero" mientras su marido pinta, criticado por los vecinos, rudos y machistas.
En la cultura general hay una frase, que es una paráfrasis: "El matrimonio crea extraños compañeros de cama" (la original se refiere a la política) la autora nos deja entrever que la relación continúa indudablemente, a pesar de las reservas mentales de ambos, basada en un amor irracional. Además, se reproduce. Los tres hijos que tienen, siguen caminos diferentes y el padre se va a sentir igual de traicionado por una hija que se casa con el granjero hijo del vecino, que la madre porque los otros dos abandonan el ámbito rural.
Los hijos crecen y se ramifican envueltos en un perfume de cotidianeidad. Ahí me llega a recordar a la hermosa película La Familia de Ettore Escola. Uno se queda flotando en el pensamiento del envejecimiento y la muerte, de la relatividad de las cosas en el tiempo.
Al final no pasa nada más que el padre, ya hecho abuelo, muere, y uno de sus nietos, su favorito, pide los pinceles a su viuda.
He leido libros muy importantes recientemente y creo que éste no lo es tanto, seguro, aunque sospecho que se me ha quedado empequeñecido con la comparación. Sin embargo, sigo enamorado de su físico.
viernes, 28 de junio de 2013
martes, 25 de junio de 2013
La vida. Nada más que la vida.
En el rastro de los jueves de Béjar también hay cintas de video, (a 50 céntimos porque la gente ya no tiene magnetoscopio y venden muy pocas), y yo no podía dejar de comprar esta hermosa película de Geroge Stevens, teniendo en cuenta lo que para mi familia ha supuesto, ha no mucho tiempo, la lectura del diario de Ana Frank.
Parece que es cultura general, así que no creo que sea criminal el destriparos que esta es la historia, narrada por una adolescente en su diario, de dos familias judías que se esconden de los nazis en una buhardilla que está camuflada encima de las oficinas de una fábrica de Amsterdam, y que al final, junto con otra persona que se les añade, son descubiertos y llevados a un campo de concentración.
La película es hermosa. La actriz protagonista, aunque tiene una vista de perfil no canónica, posee una encantadora mirada dentro de unos ojos enormes; el chico es el guapísimo actor que hace de Tony en West Side Story, y las escenas entre ellos, deliciosas.
También tiene acciones angustiosas: mientras las veíamos aguantábamos la respiración con ellos; los escondidos habían de guardar extremo silencio, cuando entraban extraños en las oficinas de abajo.
Pasaron hambres y miedos, y se estropearon mucho antes de su captura. Uno se pregunta si valió la pena comprometer a la gente que les ayudaba, sufrir tanto y pasar tanta privación, a cambio de aquella vida tan miserable, (además de que la forzosa convivencia, tan estrecha, hizo aflorar entre ellos bastantes miserias humanas).
Pero esto es la vida. También sabemos que seremos víctimas de la derrota final, y que en medio y sobre todo, en la terminación, aparecerán las mayores miserias. No nos queda solución más inteligente que ensancharla y vivirla lo mejor que podamos, como hacía la protagonista. Una de las formas (ella se pregunta si algún día leerían lo que escribía) es la fantasía de dejar pensamientos, para que alguien los reviva. Creo que por eso yo también escribo un diario.
Gracias por revivirme.
viernes, 21 de junio de 2013
FERNANDO DÍAZ-PLAJA, divertir instruyendo.
Tengo la suerte de que hay hijos o sobrinos que se están deshaciendo de muchos libros de este autor. (digo esto porque me parece que alguien que los ha comprado, los leería y lógicamente apreciaría el valor que yo les doy, con lo que no creo que sea un comprador-lector quien deshaga de ellos, colijo entonces que son los herederos quienes lo hacen).
La inquisición es una institución religiosa que se asocia con el atraso de España respecto de otras naciones europeas con las que debería andar pareja. Yo creo que es bastante cierto. El Santo Oficio se dedicó, sobre todo, a perseguir las ideas filosóficas o científicas que venían del extranjero, y a velar por la “limpieza de sangre”, así nos fue. Díaz- Plaja nos copia este fragmento del entremés de Cervantes La elección de los alcaldes de Daganzo.
BACHILLER.-¡Sabes leer Humillos?
HUMILLOS.- No, por cierto, ni tal se probará que en mi linaje haya persona tan de poco asiento, que se ponga a aprender esas quimeras que llevan a los hombres al brasero, y a las mujeres a la casa llana*. Leer no sé, más sé otras cosas tales, que llevan al leer ventajas muchas.
BACHILLER.-¿Y cuáles cosas son?
HUMILLOS.-Sé de memoria todas cuatro oraciones, que rezo cada semana cuatro o cinco veces.
RANA.- ¿Y con eso pensáis de ser alcalde?
HUMILLOS.-Con esto, y con ser yo cristiano viejo, me atrevo a ser un senador romano.
*esta última es el burdel, mientras que el brasero es la hoguera inquisitorial a la que lleva la excesiva gana de aprender.
El libro está plagado de anécdotas bien relacionadas y escogidas. Sus epígrafes son: los sospechosos, los judaizantes, solicitantes, y flagelantes, las brujas, la tortura, la hoguera....
Sólo copiaré una muestra más:
Por comentar que “el matrimonio es mejor que el sacerdocio”, (y a pesar de la consigna divina a favor de esa tesis de <<creced y multiplicaos>>), hubo 30 encarcelamientos.
martes, 18 de junio de 2013
Hoy toca sublevarse.
Los seguidores de este blog sabéis que soy contrario a las revoluciones y que considero la anarquía como uno de los grandes males. Tiene que haber leyes, incluso aunque sean malas.
También sabéis que no debiera hablar de lo que voy a hablar, pues soy insumiso al fútbol, mejor dicho, a sus pompas y vanidades. Me parece que hablar de fútbol, prestarlo atención, convertirlo en conversación, es dar dinero a la futbolcracia, porque los que no tienen idea podrán pensar: debo aprender, ver, consumir fútbol.
Pero más que al fútbol, e incluso que a la anarquía, odio a los paraísos fiscales, pequeños países burladero que como garrapatas explotan a los demás ofreciendo ventajosas condiciones a los “sujetos fiscales <<espabilaos>>” que, aprovechándose de las condiciones de los países trabajadores para recaudar dinero, se benefician de las de esos países vagos para defraudar los correspondientes impuestos.
Yo creo en los impuestos, por eso creo que los más favorecidos por la riqueza (aunque la hayan conseguido honradamente) tienen que pagar para que el estado ayude y, en último caso, les defienda de los que no la han podido o sabido conseguir, y esto se hace con policía, pero también con carreteras y políticas sociales. Esto es la esencia del pacto social que, por supuesto tiene muchísimos matices, abusos, correcciones...
Voy al tema de hoy: es intolerable que alguien como el futbolista Messi, le dé un poco de dinero a los pequeños países-garrapatas para ahorrar y evitarse devolvernos una buena parte de lo que el estado, -nosotros-, ofrecemos las condiciones para que gane y acapare en tan gran medida como está consiguiendo.
Porque es justo que nadie pueda aprovecharse de la imagen de Messi sin pagarle por ello, y tampoco nadie puede robarle sus grandes propiedades, sin que lo denuncie a la justicia, la policía, la cárcel, y le protejan, pero él tiene que aportar mucho más que yo por ello, porque la sociedad le respalda con mucho más que a mí.
Sí; estamos en la campaña de la declaración del impuesto sobre la renta y ahora Hacienda, en la cabeza de turco de Messi, nos recuerda que no nos olvidemos de pagar. Desvelar el caso ahora, se ha hecho con criterios de oportunidad, no cabe duda alguna, pero sigue siendo justo que protestemos indignados contra el burlador y contra el burladero.
Yo me atrevo a afirmar, porque creo que los políticos nacionales y mundiales, mientras no hagan nada contundente contra los paraísos fiscales que permiten que se esquilme a sus pueblos, están bajo mi sospecha. Y sigo acusando, porque bien se ve que muchos de ellos, que forman parte de las clases adineradas, tienen a buen recaudo (y sin recaudación para la sociedad) en la opacidad de esos garitos donde el dinero se pudre sin reversión a los verdaderos conciudadanos paganos.
Cada vez me lee más gente, pero aún soy muy poca cosa, ya lo sé. Me indigno y rabio arañando la montaña. Me gustaría que alguien acusara en alta voz e hiciera actuar, de una buena vez.
Como creo en la ley y no en la venganza, sólo puedo pediros a vosotros que no compréis nada de lo que anuncie Messi, y que recordéis en todo momento, cuando salga en la conversación, que aunque no lo parezca, ese “genio del Fútbol” no es de nuestro equipo; nos regatea a todos.
Porque siempre condenaré que alguien, muy desesperado, muy indignado, enloquecido.., pueda golpearle, secuestrarle, matarle, pero para ello (no nos preocupemos tanto) hay mucho cuidado: existe un ejército de policías que le protegen cada vez que entra o sale del estadio de fútbol, (aunque los paguemos nosotros, que esa es la rabia de hoy) de los muchos amores y de los pocos odios (hasta ahora).
PD. Por terminar con el fútbol: desgraciadamente las administraciones públicas no se atreven a meter ahí la tijera porque es el opio del pueblo; si el fútbol desapareciera de ese 50% de las conversaciones que desde hace muchos años domina en España, no se soslayarían los grandes temas que nos acosan, corrupción, desastre ecológico, despilfarro...
Soy de una minoría que no razona en goles.
domingo, 16 de junio de 2013
EL INMENSO PLACER DE DEJARSE IR... LEYENDO
Son muchos años de leer todo tipo de cosas,
bastantes de escribir y analizar, por lo tanto cuando me enfrento a un libro,
que la mayoría de las veces es una novela, suelo reparar en la técnica, en la
artesanía, en el arte, del autor. Uno ve sus “movimientos de cámara”, sus
rampas y escalones con el tiempo, sus sinestesias, sus arabescos, que a veces
le fuerzan a releer inmediatamente para saborear y dice: ¡pero qué bien
escribe! El autor se deja notar.
Pero hay una sensación todavía mejor (bueno,
depende) y es que el lector se vea secuestrado por la novela y no desee otra
cosa sino seguir. El artificio, que siempre lo hay, le lleva a uno en volandas
y se engancha al paso de los personajes sin casi ver el paisaje, ni los hilos
de las marionetas, sin recrearse, sin reconocer al autor. La novela le devora a
uno como si fuera la sinfonía nº 40 de Mozart, sin dejarle a uno respirar
analíticamente, todo se sucede a sí mismo como si no hubiera otra opción que la
elegida por el artista (aunque pueda confundirse esto con artesanía, porque uno
no es consciente del artificio). No, va de la mano de los personajes, como si
no hubiera autor.
La novela que estoy leyendo es de un
novelista zaragozano, Ignacio Martínez de Pisón, y le agradezco que esté ambientada
en Zaragoza porque yo viví 6 meses allí, (el verano pasado volvimos a pasar
después de 13 años) y nunca me había paseado literariamente, por ese lugar tan
importante en mi vida. Soy incapaz de seleccionar nada de ella porque, ya lo he
dicho, detenerme sería como traicionar la lectura, y yo me dejo llevar.
Cuenta la historia de tres hermanas, que suena muy real, tan real que uno como varón se pregunta si esto no lo habrá tenido que escribir forzosamente una mujer, si será verdad. (Estoy deseando que lo lea mi mujer para que me corrobore que son sentimientos femeninos como parecen o que es un impostor el que narra y se lo “inventa”) porque, mientras leo desde dentro del alma de estas adolescentes en vertiginoso tránsito, no puedo sustraerme a la idea de que el autor se llama “Ignacio” y además he visto como me miraba su masculina foto en la solapa.
Pero, ya lo he repetido no sé cuantas veces
en este artículo, uno se deja embaucar por la mentira literaria con la
impaciencia de que fuera verdad. Y parece que conoce y sufre con la peripecia de estas tres
mujeres que no paran de vivir en directo para mí, aunque todo esto sólo sean
trescientas y pico páginas de un libro.
PD. Últimamente me ha ocurrido parecido con Stepan Zweig. Simplemente vivo la lectura, no me da tiempo a pensarla.
viernes, 14 de junio de 2013
UN SUEÑO ENTRE OCHENTA PESADILLAS
Un
sueño entre ochenta pesadillas.
Esta
mañana dijeron por la radio que cerraban la fábrica de confección Yuste, de
Béjar. Ochenta puestos de trabajo inmolados con la excusa o la realidad de la
crisis, ante el altar de la competitividad globalizada. Dentro de pocas mañanas
no se encenderán a las ocho sus aceleradas máquinas de coser, aquel rumor se irá
hacia China o Bangla Desh y nunca volverá por aquí.
Pero
veinte minutos después sonó mi teléfono y me ofrecieron mi nuevo trabajo en la
administración de justicia. Como no había trabajado por periodo superior a un
año, quedé el primero en la bolsa de solicitantes, y aquí está su fruto: otra
buena nueva.
Un
sueño: no puedo tener más suerte que la que he tenido; trabajaré en Candelario,
a cuarenta y cinco minutos andando desde mi casa por un hermoso camino de
castaños y robles. Iré caminando todos los días que pueda. Me voy a
ahorrar 11 euros diarios de autobús con relación a mi anterior trabajo en
Salamanca.
Dormiré más y creo que mejor. Seguramente también este trabajo me durará algo más tiempo.
Aunque siempre da miedo realizar un sueño; porque yo fantaseé no poco con trabajar en este sitio. Es mucho más hermoso de lo que sale en las fotos. Su peculiaridad es el fresco rumor del agua que circula por sus calles empedradas, sus grandes casonas del siglo XVIII, que se dedicaban entonces a la chacinería y que se han conservado con gusto y esmero. Tendré allí mi oficina y varios pueblos más que atender.
Me
escuece mi suerte flotando entre las ochenta desgracias, y esta vez no puedo
devolver el billete de 50 euros.http://www.blogger.com/blogger.g?blogID=7185936966255904133#editor/target=post;postID=7374245858178174208;onPublishedMenu=overview;onClosedMenu=overview;postNum=15;src=postname
jueves, 13 de junio de 2013
"MOJA"
“MOJA”
Nos
enteramos de su existencia en la primera reunión de padres.
Mi hija
ha ido este años por primera vez al instituto, donde se han juntado muchos
niños de varios colegios de primaria. Ya
conocíamos a los padres de los compañeros del colegio anterior. En esta primera
reunión con el tutor vimos, junto a los
padres que llegaban de otros colegios, a un hombre fibroso, oscuro, de
pelo rizado, que tenía aspecto de norteafricano. Llegó, muy educado, tomó su
sitio, no dijo ni preguntó nada y se fue al final de la reunión, sin hablar con
nadie, a diferencia de todos los demás padres o madres que teníamos conocidos
con quien comentar.
Se lo
dijimos a mi hija. Sí, tenía entre los
nuevos compañeros, uno marroquí; se llamaba Mohamed: “Moja”, un muchacho de buen
comportamiento y muy trabajador, aunque todavía con dificultades con el idioma,
a pesar de que ya llevaba algunos años en Béjar.
Después
hemos visto alguna vez a Moja en la calle con su madre, que vestía con esa
especie de saco informe y tenía tapado todo el pelo. Sabemos que tiene un
hermano mayor.
Su
padre tenía el aspecto de obrero: de la construcción, de la ganadería o de la
industria chacinera. Por eso, cuando algún profesor o profesora tenía la
ocurrencia de mandarnos a comprar una cartulina especial, o alguna otra cosa
extraordinaria para un trabajo manual que en la librería costaba 2 ó 3 euros, o
peor, un librito de lectura para navidad o semana santa, de esos que podían
salir por 9 ó 10 € que no hace ninguna gracia pagar, pensaba en la pequeña
tragedia que sería para los padres de Mojamed.
El
muchacho no ha acabado el curso. Hace casi un mes que no viene. Tampoco los
profesores han dado explicaciones a los chicos. Simplemente en el parte de la
clase tiene una raya diciendo que no se le ponga falta, que están justificadas.
Nadie ha dicho que esté enfermo. Perderá el curso académico.
Sólo se me ocurre que la vida
es dura y la crisis es más dura para
quienes no tienen donde retroceder; porque yo todavía cobro por desempleo, mi mujer
trabaja, tenemos la casa pagada, una sola hija...
pero
esta pobre familia seguro que no tiene lo que nosotros. Vivir en España les
cuesta mucho dinero, y sólo pueden permitírselo si el padre trabaja y gana. En
cuanto haya perdido su empleo, quizá pudiera aguantar unos pocos meses con los
ahorros, (si hubiera expectativas) pero lo más inteligente es tomar ese dinero
y volver a Marruecos, mientras se pueda. Quizá allí dé para empezar algo, en
cualquier caso, le sirve para vivir muchos más meses que aquí.
Lo
siento por el pobre Moja, que este año había aprendido a despejar la x de las
ecuaciones simples y los anélidos,
platelmintos y nematelmintos, y también las partes en que se dividía del teatro español
del siglo de oro.
Cuando,
después del verano que viene, regrese a una escuela en Marruecos, le volverá a
sonar eso de despejar la x de las ecuaciones simples, pero ahora en francés o
árabe; también será parecida la clasificación de los invertebrados, pero se terminará olvidando
de las partes del teatro del Siglo de Oro.
Seguramente echará de menos que no
haya niñas en su clase, tan espontáneas,
y tan libres e iguales compañeras, como
las que conoció aquí.
Y con
sus 12 años se preguntará muchos porqués de las cosas.
lunes, 10 de junio de 2013
Laura Restrepo. Colombia.
El
pasado día 23 de abril, fiesta del libro, encontré este ejemplar de la
colombiana Laura Restrepo, La novia oscura, por un euro. Mi voracidad
compradora estaba ya más que satisfecha con otros que llevaba en una bolsa
pero, la prestigiosa editorial Anagrama y el saber que la autora era
sudamericana, me impulsaron a examinarlo. Que en la contraportada hubiera un
comentario muy elogioso de Gabriel García Márquez determinó que se me hiciera
irresistible echarlo a la bolsa.
Tengo
un centenar de libros de literatura hispanoamericana – más de la mitad sin
leer-. Cada vez que compro cualquier libro, incremento una deuda que me oprime, también porque el
espacio en mi casa se va colmatando. La única manera de conseguir un cierto
bienestar espiritual es leerlos y contemplar en mis paredes que aumenta la
superficie de libros conquistados por mi conocimiento, ya sea para decirles “no
vales para tanto y algún día te revenderé” o para declarar que resultan una
joya que honra mi biblioteca, joya para que herede mi hija, o para prestar a
algún amigo con especial recomendación.
No era
ésta la primera sensación al leer La novia oscura. Trata de un
asentamiento de prostíbulos que se ha adherido a una explotación
petrolífera de un lugar remoto de Colombia.
No llega a ser realismo mágico, pero sí costumbrismo exótico desbordante, para
mí sospechoso de hiperbólico.
Aunque
el libro se lee muy bien, -es del estilo de Gabriel García Márquez quien lo calificó de lectura
irrefutablemente placentera. (y eso que en alguna entrevista oí al
escritor que procuraba evitar los
adverbios terminados en “mente”)-, yo me estaba preguntando si me interesa
tanto una historia de hipercostumbrismo prostibulario como para 412 páginas,
que se parecían demasiado en la decoración, ritmo, respiración, al gran Gabo.
¿Por qué no releer al original, en lugar de enfrascarme con una imitadora?.
Pero me
paré a recordar un comentario de mi principal proveedor de libros -Luis Felipe
Comendador-, que ha estado hace un par de meses en Perú, y en algún momento de
su viaje paró por la Amazonía, sitio donde me confesó haber pasado bastante
miedo ante los personajes patibularios y las situaciones limítrofes con la
muerte violenta por cualquier cosa; incomprensibles para los que vivimos en el racional y plácido geriátrico europeo.
Su
comentario era más o menos que, aunque parezca increíble por exagerado, lo que
aparece en los libros es verdad y, a veces, hasta se queda corto. Creo que esa
opinión –tomarlo como si fuera verdad-
empezó a gravitar sobre mi lectura y me convenció para seguir
disfrutando, y lo he conseguido.
Para
recomendároslo copiaré el instante en que uno de los protagonistas se rebela
contra las insípidas bolas de arroz que da de comer la empresa petrolera a sus
obreros, que va a ser la gota que colme el receptáculo de las humillaciones y
explotaciones:
Si antes sólo gratitud y sumisión había
sentido, de repente hoy, con esa bola de arroz en la mano y tomándole el pulso
de la indignación de los demás, encontró motivos de sobra para la suya
propia. Por primera vez reconoció que el
mundo, amable tal vez para otros, había reservado para él una cara hostil y se
animó a querer que las cosas fueran distintas; él, el Payanés, que sabía rehuir
el sufrimiento con tanta valentía, o según se mire, con tanta cobardía; él, que
despreciaba a los quejumbrosos, que desconocía el descontento, que desdeñaba a
tal punto el dolor que era incapaz de detectarlo cuando lo llevaba encima; que
no se permitía soñar sino cuando estaba dormido, hoy de repente se dejaba
arrastrar por el furor y resentía en los huesos la crónica humedad de sus
hamaca en esas noches sofocadas de la selva, tan cortas que no brindaban
descanso, y odió la soledad de sus días demasiado largos entre tantos hombres
que, pese al hacinamiento, no se acompañaban; supo de un cansancio del que
nunca antes se había permitido saber y, por primera vez desde que salió de sus
distante ciudad de Popayán, se dio el lujo de añorar a aquellos que no había
vuelto a ver.
-Pues sí, qué carajo. Yo también estoy
harto –reconoció y quiso cobrarle a la vida cada una de sus rudezas y sus
mezquindades, y echarle en cara a la Tropical Oil Company los mordiscos que el
exceso de trabajo le pegaba a sus músculos exigidos hasta el calambre, y el
ruido atronador de las máquinas que le congestionaba el cráneo y le secaba el
pensar, y la rutina de galeote que tan de buena gana había aceptado y, ante
todo, el peso negro de ese cielo que cada noche lo envolvía lejos del abrazo de
....
Aunque es la
descripción de la toma de conciencia clásica, la concietización, nadie se me asuste: no es un libro
político; es de pasión. No digo más que parte del cabreo del Payanés es por
amor celos y despecho. Por eso lanzará la bola de arroz contra el retrato del
presidente de la Compañía Petrolífera desencadenando una huelga.
viernes, 7 de junio de 2013
Luis Racionero. El arte de escribir.
Compré
este libro profesionalmente ya que quiero seguir aprendiendo a escribir.
Luis Racionero es un filósofo divulgador, un conferenciante, un ensayista, y no
de los más famosos Savater, Sádaba, Marina, antes Julián Marías... . Como
escritor de ficción es desconocido. Hay varias decenas de novelistas españoles
muy admirados que podrían haber escrito un libro como éste: Landero, Millás, Javier Marías, Muñoz Molina,
Rosa Montero, por no decir Cela, Delibes, Ana María Matute, Carmen Martín
Gaite..., muchos más, que con el reclamo del nombre nos incitarían a comprar
los secretos que quisieran vendernos de este arte del que son reconocidos
representantes.
El
hecho de que Luis Racionero se atreva a dar lecciones, le da más valor, -pensé
yo- eso es que confía en el contenido. Además un analista, un crítico, puede
examinar desde la distancia mejor que el protagonista de la creación.
El
libro, al principio, me gustó mucho. Pensé “qué bien puesto el apellido de
Racionero” ¿será un sobrenombre? ¡Qué bien razona este hombre!. Luego, decae bastante, especialmente cuando
empieza a tomarse como ejemplo y nos cuenta su historia literaria, que ya hemos
dicho, carece de interés. Pero en los primeros capítulos respondía
perfectamente al título de el arte de escribir.
Por acabar muy bien el artículo, hago míos párrafos como éste:
Para fijar los matices del pensamiento
no es preciso ese vocabulario rebuscado, complicado, numeroso y rico que se
hace pasar por escritura artística, sino discernir con extrema lucidez todas
las modificaciones del valor de una palabra según el lugar que ocupa. Usar
menos nombres, verbos y adjetivos de significado casi inasible, pero más frases
construidas diversamente, cortadas con ingenio, llenas de sonoridades y ritmo
sabio. Esforzarse en ser excelentes estilistas antes que coleccionistas de
términos raros.
Supongo
que esto es lo que queremos todos, lo difícil es hacerlo siempre.
Otro.
Me gusta como lector, y me gustaría lograr hacerlo como escritor: una lectura o escritura interactiva, que va
proponiendo y haciendo caer en la cuenta, buscando la complicidad del receptor.
El siguiente párrafo vale para todo el arte, aunque lo veamos más para la
pintura, fotografía o cine:
(...)
la belleza reside en un inconsciente desplegarse, la silenciosa elocuencia de
las obras maestras. Reticencia, no explicar, sugerir siempre, sugerir y
detenerse a tiempo. La regla de oro del artista: exquisito tacto de omisión, la
mitad es normalmente más expresiva que el todo.
lunes, 3 de junio de 2013
Una humilde aportación a la historia de los Hombres de Musgo.
Sobre el icono de los salvajes o la fuerza
bruta.
(Una apostilla al estudio de los
hombres de musgo).
A Gabriel Cusac.
Ayer se celebró en Béjar la festividad del
Corpus Cristi, que ha sido declarada de interés nacional en por sus peculiares “Hombres de Musgo”. Para cualquier
español lo más cotidiano de identificar en los hombres de musgo bejaranos, es
que portan un “basto”. El basto es uno de los palos de la baraja española, el
palo por antonomasia, ya que es “de palo” y es el elemento más peculiar.
El basto es un arma rústica extraída de la
naturaleza, un apéndice vegetal sin elaborar, sacado por la fuerza bruta que
presumiblemente han empleado estos hombres descomunales, estos gigantes hirsutos.
El hombre fuerte antes no era el lampiño
culturista depilado como un conejo sollado de hoy, sino un hombre “de pelo en pecho” bien poblado de fuertes y apretadas barbas,
espalda y brazos muy peludos. Como poco, desde la Biblia, el complemento
capilar está relacionado con la fuerza: el personaje de Sansón mientras es
peludo es excepcionalmente fuerte.
A mi modo de ver el hombre rudo, el gigante
de los bosques, el leñador el “Yeti”, el gorila, representaron la fuerza; son
la fuerza, un estadio anterior a la herramienta y la máquina. Los fortachones
rudos coinciden residual y excepcionalmente con el hombre inteligente y proporcionado,
de más refinada inteligencia: el estratega, el científico, el que ya no se
enfrenta a la naturaleza directamente sino que la transforma, la elabora, la
mecaniza. Pero no deja por ello se deja de admirar al antecesor, al hombre
fuerte por naturaleza. Seguimos admirando a los forzudos, los hombres de musgo
serían en el atletismo los lanzadores de disco de martillo, de jabalina, los
halteras, incluso en Japón, los luchadores de Sumo. Ahí están los
representantes de la fuerza bruta que perviven como una reminiscencia, aunque
en segundo plano.
Pues este icono de la fuerza hisruta, la
fuerza vegetal, se representa en bastantes culturas y en la época barroca, de
donde probablemente vengan los hombres de musgo, hay muchos ejemplos de ello.
En un contraste con lo refinado con la
representación de las armas de su amo nobiliarias, que serían la fuerza ya
destilada con inteligencia, estos hombres fornidos y bastos, aparecen para
sujetar el escudo del noble, son sus guardaespaldas y la fuerza que les
respalda.
Yo, siguiendo el presente libro que me ha
regalado uno de sus autores, Gabriel Cusac, también creo que esta figura es el
residuo que se ha conservado de ese icono que tuvo su auge hasta el barroco, en
la procesión del Corpus bejarano, aunque
para explicarlo aquí se maneje generalizadamente una leyenda escrita en el
siglo XX, que vendría a decir que el musgo es o bien un camuflaje o bien un
disfraz aterrador, que habría provocado la derrota de los moros que tenían
ocupada y amurallada la ciudad de Béjar, allá por el siglo XI. Esta es una
leyenda muy “cristiana” en el sentido de la reconquista y de la afirmación de
la religión y la cultura de lo castellano viejo, frente al tradicional y más
identificable enemigo: El Islam.
Pero no hay tal: en Béjar no se han
encontrado restos de construcciones árabes, las murallas se ha demostrado
plenamente que son cristianas, es decir, posteriores. No hay documentos
escritos por los árabes donde se mencione Béjar, ni tampoco en las crónicas
cristianas de la ocupación castellana de esta zona se
refiere ninguna batalla, ni asedio, ni toma de esta ciudad, mientras que
se narran pequeñas escaramuzas en otros lugares.
Sencillamente, si aquí, en Béjar, hubo moros,
serían muy pocos, básicamente porque el terreno de este valle es inapropiado
para la agricultura, y sí para la ganadería. En España los árabes no ocuparon
Galicia, ni Asturias, ni Cantabria, ni el País Vasco, no les iba el clima húmedo, eran excelentes
agricultores, por tanto les gustan las
vegas mucho más soleadas, del Duero, del Ebro, Valencia, Extremadura,
Andalucía... Béjar es demasiado húmeda y su terreno de cultivo no tiene la
fertilidad que ellos requerían para asentarse.
Los hombres de musgo son una manera de
representación de la fuerza bruta que ha permanecido como en la baraja española
o en algunos comics como El Capitán Trueno y El Jabato. Hay que conservarlos
para suerte y realce de esta ciudad. Son la misma representación que puede
verse en piedras de Ávila, Úbeda, León, Valladolid, Zamora Murcia, etc. El
hecho de que aquí se cubran con musgo es porque, en
nuestra humedad, siempre abundó. (Infinitamente más que los mahometanos)
sábado, 1 de junio de 2013
Un saludo
http://www.youtube.com/watch?v=PDUebptstfY
Solamente para que veáis que sigo con el vicio de la música y también presumir otro poco de que tengo un salón con una preciosa vista. Creo que la sobreexpuesta luz que me da por la izquierda me hace más viejo, aunque me quite arrugas.
Solamente para que veáis que sigo con el vicio de la música y también presumir otro poco de que tengo un salón con una preciosa vista. Creo que la sobreexpuesta luz que me da por la izquierda me hace más viejo, aunque me quite arrugas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)