Soy diabético tipo B y toda la vida he tenido querencias golosas. Varias veces, en los últimos años, he proscrito el chocolate en todas sus variedades. No puedo evitar comerlo si lo hay en casa, así que dejé de comprarlo otra vez hace mes y medio. Cuando visito a mi madre sé donde lo tiene, pero la última vez pude resirtir sin buscarlo.
Me pasa lo mismo con las noticias de España, lo que está haciendo este gobierno con mi país me duele mucho, he dormido muy mal el mes que termina. Quise hacer una página en Facebook para luchar contra ello pero encontré que ya estaba hecha y me acoplé a ella: se llama Españoles contra la amnistía. He escrito mucho allí, pero como me afecta también he terminado por alejarme.
Mi mujer sigue escuchando noticias por la radio. Yo procuro cambiar el dial a la emisora de música clásica antes de encenderla, paso de puntillas por los canales de noticias y por los telediarios de la televisión. No quiero saber nada, porque lo doy en pensar.
Estos días he quitado las banderas por la lluvia y el viento, pero volveré a sacarlas. Siento que la gente que las vea dirá "eso teníamos que hacer todos" aunque lo hagan y lo mantengamos muy pocos en Béjar.
Creo que, como el ansia de chocolate, lo estoy superando, dejándolo atrás en los primeros planos de mi atención. Hace un par de semanas toqué fondo y escribí esto:
UNA RECETA
Ando muy triste estos días; es por España y me digo que no
es culpa mía, que tengo que olvidarme. Esta noche me despertó el viento y no
paraba el cabrón de removerme los pensamientos. Pensé hasta en cerrar esta
página en protesta. Después reflexioné que es mejor dejarla abierta por si
milagrosamente aparecen nuevas fotos, pero también porque es un reservorio de
alegría, de historia, de buenos recuerdos de cuando la gente sonreía ante una
cámara porque quería salir, permanecer. Además, cerrarla sería otra derrota.
Seguí pensando para olvidar mis preocupaciones y busqué el
momento más triste de mi vida. No ha sido la muerte de mi padre, más o menos le
tocaba, ni tampoco la increíble tarde de las Torres Gemelas, ni la horrible
mañana de los trenes de Atocha. El momento más triste de mi vida fue el
incendio del Barranco de las Cinco Villas.
Algunos pensaréis que de lo que más tengo fotos es de
paisajes de Cardeñosa, pues no, durante los casi cinco años que estuve
durmiendo en Mombeltrán de lunes a jueves, me lo pasé casi todas las tardes haciendo fotos,
entrevistando viejos y buscando en los ayuntamientos que me dejaron papeles
sobre la Guerra Civil, pero sobre todo pateando aquellos campos. He comido
tantos higos tantas cerezas y ciruelas, tantas castañas y nueces, tantas uvas, hasta
he comido naranjas de árbol, que me sé un sitio de Cuevas del Valle donde las
hay, y tanto me alimentaba ese valle de azúcares regalados que me descubrí
diabético poco después. Pero mi alimento mayor fueron sus paisajes, sus bosques
donde perderme, que efectivamente me perdí un par de veces, aunque supe encontrarme.
Pues un malísimo día de julio de 2009, hacía un tremendo
viento y eso lo supo el incendiario que chiscó entre el Arenal y Arenas de San
Pedro, esa horrible persona fue a quemarme el paisaje. Afortunadamente estaba yo de vacaciones Córdoba, Almuñécar, Salobreña, Granada, fue horrible, mientras caían
pavesas en Mombeltrán y Cuevas del Valle fue evacuado por el humo, uno de mis viejos,
de mote Perene, que había llenado un par de cintas de casete de tragedias de la
guerra civil, se murió a los pocos días.
La tristeza me invadió por meses, como a todos los que vivíamos en el valle; cuando llegué los tocones todavía ardían, lo primero que se me ocurrió fue mear y apagar uno de ellos que rescoldaba. Pero estuvieron humeando meses, y llenando el aire de asfixiante y ácido picor de garganta.
Porque soy un vicioso
de ello hice muchas fotos, pero luego decidí no mirar más para allá, no mirar
más que lo necesario para conducir mi coche, ocultarme entre el verde que quedaba, en los olivos, los alisos del río y los inmensos
pinares de Santa Cruz los únicos que me confortaban a pesar de que se
parecieran tanto a lo quemado.
Ahora que me voy relajando, (aunque no sé como se me filtran perniciosas preocupantes noticias de esa actualidad en Ginebra) he decidido publicarlo aquí, donde más soy yo.
POSDATA: Otra medicina que utilicé cuando tuve malos ratos en el siglo XX fue esta canción de Eladia Blázquez cantada por Susana Rinaldi en un concierto en directo, en París, la tengo en una cinta, que milagrosamente encontré en el rastro aquellos años por 25 pesetas, pero os pongo esta otra versión de youtube que me ha vuelto a emocionar ahora mismo