En las pasadas elecciones se ha
producido un relevo en España, de personas y de partidos. Desaparece
definitivamente la generación nieta de la guerra civil, y sus secuelas de
franquismo y transición.
El batacazo mayor se lo ha dado
Izquierda Unida. Todo el mundo debe seguir sabiendo que esa coalición era el partido comunista a la que arrimaron, para disimular, a cuatro que pasaban por allí hace unos 25 años. Luego ha querido diluirse en la coalición, pero el
adjetivo comunista que subyace está tan desprestigiado que no vende bien a nadie en ninguna parte
del mundo, salvo en Corea del Norte (y aún así, creo que es porque allí les obligan a comprarlo).
En España el partido comunista no tuvo
importancia en la república democrática. Se añadió al Frente Popular pero, por
ejemplo, ningún miembro estaba en el gobierno el 18 de julio cuando comenzó la guerra. Porque soy un
estudioso de la época supe (y me sorprendió cuando me enteré) que no hubiera
relaciones diplomáticas de la
República con Moscú hasta después del Alzamiento militar de
Franco y sus secuaces. El PCE creció entonces espectacularmente en la zona
republicana de la contienda porque ofrecían una disciplina, porque organizaron la traída de las Brigadas Internacionales
que aportaron moral y soldados resueltos, y además porque eran respaldados por el
principal suministrador bélico, la
URSS.
Después de la guerra para el régimen, y para
la gente en general, ya no hubo ni socialistas, ni republicanos, ni
anarquistas, todos eran los comunistas, o la conspiración
judeo-masónica del comunismo internacional. El anticomunismo y la fijación se
acentúa con la guerra fría, que vuelve a incluir a una España marginada en la
escena internacional a fin de poder servir de portaaviones a Estados Unidos, frente a los Soviéticos, Gracias a estos acuerdos Estadoa Unidos nos patrocina la entrada en la
ONU y fue quien forzó la apertura económica del régimen,
libertad de religión etc, de finales de los 50.
Mientras tanto, la resistencia interna y
externa antifranquista se organiza por el partido comunista, que se convirtió
en “el partido”, porque no había otros que tuvieran la presencia de ánimo y el
valor para moverse. Eso sí, dentro y fuera, mucha gente les apoyaba como manera
de buscar la democracia o de oponerse al régimen de Franco. Cuando se legaliza
el PCE, en el Sábado Santo de 1977, se esperaba que todo el compromiso de
décadas diera sus réditos electorales, pero quien triunfó como partido
hegemónico de la izquierda fue el partido socialista, que tenía un nombre más
suave -sin tanta connotación- y un dirigente joven y atractivo (Felipe
González), frente al viejo Santiago Carrillo con su extraño acento.
Fueron
decepciones sucesivas, ya lo he escrito antes, más tarde enmascararon el nombre/adjetivo, fundando la coalición Izquierda Unida, y ahora, sin haber participado en ningún
gobierno, tan solo en escasos ayuntamientos, ni pringado en la corrupción,
desaparece casi absolutamente el 24 de mayo.
Le sustituye Podemos cuyos líderes están por
debajo de los cuarenta años. Nacieron pues, en Democracia, y no buscan sus
referencias en el Kremlin de Lenin, sino en el Caribe, en los Andes y en la demagogia. Levantan
el puño pero nadie les llama comunistas porque tampoco lo quieren ser, ¿a quién
se le ocurre?
Ávila, donde tengo yo varias
amistades en esa formación, es uno de los pocos sitios donde Izquierda Unida ha resistido,
porque estos amigos míos ejercían un liderazgo de participación social y
cultural en cualquier asunto ciudadano. Supongo que eso les ha dado esa
fidelidad de voto que han perdido en otros sitios donde se han dejado “comer la
merienda” por inacción o porque les haya surgido competencia del futuro de la
izquierda.
Pero la mejor noticia de estas
elecciones es que en Mombeltrán ha perdido su nefasto alcalde del Partido
Popular, al que conozco bien como franquista confeso y orgulloso. Espero que una de las
primeras medidas de la nueva corporación municipal sea cambiar el nombre de la plaza del
ayuntamiento, que aún el 28 de mayo de 2015 luce (o desluce) una gigantesca placa de cerámica con el nombre de
Plaza del Generalísimo Franco.