lunes, 30 de marzo de 2015

Luis Landero


Hay pocos personajes públicos que me caigan mejor: es un grandísimo escritor y le he oído tocar flamenco en la guitarra; con lo primero sería suficiente, pero lo segundo lo hace admirablemente bien. También ha sido, hasta que se jubiló, a pesar de su celebridad y de que hubiera podido dedicarse al completo a escribir,  profesor de literatura en institutos de Madrid, de esta manera me recuerda a mi mítico maestro Jacinto Pérez Moreta, lo cual es otro punto más a su favor para mís simpatías.
Sus libros son un prodigio de chispa entre el humor y la reflexión, la lástima es que los personajes se repiten como si fueran un corral pequeño, un género, género Landero (aunque no exclusivo de él), impostores, charlatanes, ilusos... Luis Landero es como Federico García Lorca (excluyendo poeta en Nueva York) excelso, pero autorestringido. Tengo que decir que me faltan las tres o cuatro últimas novelas, pero tengo la firmísima intención de leerme todo lo que ha escrito y escriba.
El otro gran novelista español de esta generación es Antonio Muñoz Molina del que creo que no necesito renovar públicamente otra vez mi admiración. También me gusta mucho Juan José Millás que oficia de un género  costumbrista humorístico, hijo de Cortázar, nieto de Kafka.
Pero creo que el de más limpia y rotunda escritura es Luis Landero y probablemente sea por su oficio de profesor: palabrero, el hecho de enfrentarse a la música y al ritmo de las frases y a las caras de un auditorio que tiene que entenderlas en el acto, y hacerlo tan cotidianamente, hace que uno sea más claro. Esto lo he visto yo hace poco al dar mi  conferencia, frases que se sostienen y se entienden perfectamente por escrito no salen igual de claras, al respirarlas. Mientras uno está leyendo algo escrito se pregunta si lo estarán entendiendo, si uno se plantea toda  la mayor parte de la conferencia como hablada, no tendrá estas dudas (creo- espero).
Hay un poema profesional, que atribuye a un personaje, pero creo que le vale a todo escritor de ficciones.

Escribir es soñar.
Sueñas que escribes,
y luego, al despertar
sueñas que vives.

Bueno, que me he sacado tres libros de Luis Landero y me vendrán muy bien para escribir mejor.  

viernes, 27 de marzo de 2015

RABIOSA ACTUALIDAD

Así están las cabezas desde ayer por la mañana, cuando revelaron que el estrellamiento del avión alemán había sido “por voluntad” de su copiloto Andreas Lubitz, cuya enigmática foto en el Golden Gate de San Francisco, tardará en írsenos de la cabeza.

Mientras venía andando he tratado de buscar respuestas para soslayar la rabia y la amargura cerebral. Creo que es lo mejor: racionalizar las cosas. Lo que hubiera tenido que hacer e este hombre ante el dilema que le ha ofuscado: buscar una perspectiva externa, creativa, humorística, o sencillamente racionalizar adónde iba a llevar ese sentimiento destructivo a tanta gente que estamos directa o indirectamente afectados, (aparte de haber quemado una montaña, que parece que es lo de menos entre tanta tragedia humana o económica); todos lo estamos y lo estaremos más intensamente cada vez que montemos en un avión.

La autodestrucción y la destrucción van con nosotros. Mi madre, que es muy católica, dice “Dios nos libre de un mal pensamiento” porque eso del mal pensamiento no es tan raro. Lo peor es la ofuscación o la patología continuada. La catástrofe llega cuando cae en un ser excepcional que domina técnicas o tiene poder. Pienso en el maldito francotirador noruego que además de haber visto muchas películas y tener gran puntería y frialdad, sabía preparar y colocar bombas.

Andreas Lubitz tuvo hace unos días todo el poder de la vida o la muerte sobre el pasaje de su avión cuando cerró la puerta dejando fuera al piloto. Todo estaba en su exclusiva mano y pudo decidir lo que hizo.
Siempre ha habido locos patológicos: las noticias hace tiempo nos golpearon con que unos padres mataron a su hijita adoptiva, otro padre, José Bretón, mató e incineró a sus hijos de pocos años. También hay pirómanos que hicieron fechorías como ésta que a mí me dejó sin palabras http://guerracivilenlas5villasdeavila.blogspot.com.es/2011/01/el-incendio-de-13-del-barranco-de-las.html
Los que se hacen más famosos son los locos con poder, pensamos en el portotipo de otro germanoparlante, Hitler, pero también Pol Pot o Stalin o Tiberio o Calígula.

El poder es peligroso, cuando yo era un niño, mi padre me dejaba una escopeta de aire comprimido y salía a cazar por los alrededores de mi pueblo. Como nunca conseguí matar a un abubute o a una urraca, un día se me ocurrió disparar al sol. Menos mal que no le acerté: me hubiera cargado el sistema solar “un muchacho de 10 años se ha cargado el sol como si fuera una bombilla de alumbrado público”, buena la hubiera liado. Por salir de esta broma: una vez acerté a un gorrión en la nieve, sufrí el contraste térmico de recoger del lecho helado el cuerpecillo del animal con su sangre aún caliente, que dejó una fea mancha sobre la blancura. Me pregunté con pena por qué lo había hecho. Quise desplumar y comerme el animalillo, por darle una razón de su muerte, pero no fui capaz. Nunca más he disparado a nada vivo. Tampoco nunca he disparado otra cosa que esa escopeta de perdigón.
Un guardia civil, amigo de mi padre una vez nos dejó ver su pistola, aunque le había quitado el cargador, sentí por unos segundos el vértigo de que mi mano podía matar, que me podía volver loco y dispararlos.


Hay locos por ahí que ejecutan sus locuras. Voy a adjuntar este horrible vídeo que no me atrevo a volver a ver. Un tonto con poder, sin conocerla de nada le pegó este golpe a una joven. Es igual de inexplicable.

https://www.youtube.com/watch?v=gTopuqP9EIo

No sé qué mundo estamos haciendo, cómo nos cargan o nos recargan las películas que vemos, las propuestas estéticas, musicales, literarias... Existe, y lo tenemos muchos, el deseo de ser famoso y que una cámara siga tus pensamientos, que alguien repase con interés cada detalle de nuestra vida. Como está haciendo todo el mundo hoy con Andreas Lubitz. ¿Notoriedad a cualquier precio?

El problema insoluble es que ahora ponemos nuestras vidas en manos de alguna gente.
Dios nos libre de cruzarnos con un loco con ese poder.


miércoles, 25 de marzo de 2015

El Testamento de María

Esta no es la virgen sino la madre que lo parió. Se trata de una visión maternal de la madre por antonomasia del cristianismo, cuya maternidad deja en evidencia una mujer de carne y hueso. Con miedos y con dolor, con el desgarro de una madre que pierde a un hijo en nombre de altos ideales religiosos. Vemos a la madre verdadera, la que soportó el embarazo, la que amamantó y siguió buscando alimentos, la que defendió y educó a su hijo, con el que tiene la confianza "como si le hubiera parido". La que siente el secuestro de su vida por el fanatismo religioso. La que no comprende nada mejor que su elemental maternidad, ¿habrá un sentimiento más primario que el de una madre protegiendo a su hijo?
El hijo es Jesucristo y esta visión es dinamita para la teología. El teatro estaba lleno, pero hubo una persona que se fue al final, creo que era doloroso en cuestionamiento de las creencias divinas, que supone esta obra tan humana.
Yo no soy creyente pero entiendo el dolor y la falta de respeto que implica para los que tienen fe en esos axiomas. Sobre todo que te lo cuestione una madre, desde el punto de vista de una madre. ¡A ver quien se atreve con una madre!

Blanca Portillo hace de madre con tal abnegación que llena el escenario de incontestable maternidad. Una gran obra para una gran actriz. Mi generación y las anteriores entienden bien el escándalo porque nos educaron  con la ceguera de que una madre no debía comportarse como las madres que conocemos, sino como una madre patria (cosas más incompatibles con la realidad maternal)

Sólo quiero alegrarme de que no vivamos en un país integrista en lo religioso. En un país de estos (o en el nuestro hace unos siglos), Blanca Portillo no hubiera podido llevar su blasfemia hasta el final, la habrían matado.
Viva la madre que la parió.

jueves, 19 de marzo de 2015

Se heló la prematura flor de la primavera árabe.

Se heló la última flor de la primavera árabe. Fue ayer y en el sector Mediterráneo Norte podemos frotarnos las manos de divisas turísticas por varias décadas más.


Creo en la diplomacia. Cada vez practico más diplomacia en mi trabajo y en mi vida. Pienso que es un síntoma de madurez. Creo en la excusa y en el excusado. Aunque me gusta  Marylin en la película “La tentación vive arriba” con la falda levantada por el viento del metro, merecen buen castigo quienes levanten la falda a las señoras.

Y todo empezó con las estúpidas revelaciones de Wikiliks. Era gracioso escuchar esos cotilleos sobre los países y sus dirigentes. En Europa ya sabemos desayunarnos con estas noticias, que mueren y nacen cada semana, pero los países en vías de desarrollo con un  avejentado autoritarismo de décadas que pastoreaba (para nosotros y para ellos)  a los extremistas, dejando filtrar poco a poco, maneras occidentales entre el internet, camisetas de Messi y demás modernidades occidentales, esas noticias de lo ridículos y corruptos que parecían los dirigentes a la diplomacia Americana, fueron las que tumbaron el equilibrio. Entonces la gente se echó sin miedo a las calles.
Y celebramos Túnez: una revolución con un solo mártir, pareció que entraba aire nuevo; y siguió Egipto, con su plaza Takrit, con freno inmediato y marcha atrás militar que volvió a tomar las riendas autoritarias; aquí ya hubo más muertos, pero siguieron pareciéndonos pocos. Con toda la brutalidad occidental, en forma de portaaviones y misiles, con abundancia ensangrentamos al amansado y senil Gadafi, en una suerte de linchamiento aplazado y después, montados en el caballo loco del entusiasmo, fuimos a por el sólido hijo de Hafet el Assad.

¡Ay! Pero hora no sabríamos como ayudarle, nuestros pilotos bombardean a los contrarios de hace un par de años. Porque estábamos en el lado equivocado y no nos terminamos de dar cuenta hasta que el virus se extendió a Irak y por los suelos ruedan cabezas de periodistas y piedras rotas de Nínive.
Porque ya no es una broma: decapitan occidentales en tecnicolor, y lo cuelgan en la red, esa red adánica de progreso que había ido, con transparencia, dinamitando los sistemas “caducos” y ayer, en Túnez, la flor más temprana, ametrallaron autobuses de turistas.

Desaparecidos gratuitamente los regímenes caducos que controlábamos ¿cuántas  décadas tardará Occidente en implantar sus valores de razón, libertad, tolerancia, igualdad entre sexos, a los vecinos de la ribera sur? ¿Cuántos muertos no padeceremos por el camino a la manera de Charlie Hebdo para infestar Europa de terror a los portakalasnikov suicidas?

Creo en la diplomacia, que es saber y administrar discretamente la información de los vecinos. Creo en el vestido que tapa no solo el sexo, sino las vergüenzas. Aunque me gusta saber, creo que con unos cuantos secretos y alguna opacidad, se vive mejor que en un mundo cristalino.

Si lo de Wikiliks hubieran sido filtraciones interesadas del gobierno norteamericano para propiciar la primavera árabe, si que la han cagado bien. Nadie escuchó a Casandra, ni tuvo cuidado con la llave de la caja de Pandora. Hace falta respeto hipócrita a las culturas atrasadas. No somos iguales. El futuro no era una línea recta hacia el progreso. La diplomacia, también es administrar la hipocresía.

A medida que me hago viejo me florece despotismo. Ni en mi más exaltada juventud creí en las revoluciones; pero ahora, con cincuenta años de perspectiva  deseo, sobre todo, conservar la vida, y empiezo a no descartar que termine haciéndome completamente derechas.


miércoles, 18 de marzo de 2015

Esperar por seguir esperando.

50 años gravitan. Desde aquí, la segunda mitad de la vida (pensando optimista, que rayara la centena) siento que debería haber fructificado, recogido. Debo una satisfacción a todo lo que viví y a los conocimientos que me semillaron: dar a mi vida un fruto literario, digno, hermoso y grande; que invite y agasaje a todo el que lo probare. 
Estoy por crearlo y criarlo. Pero me disipo.A los cincuenta me duelen los insomnios, las desmemorias, las torpezas, y mi imagen avejentada que no quiero reconocer en el espejo; pero lo que más, el tiempo perdido y el no completamente aprovechado.
Debo; y quisiera pagar.
Espero que nunca sea tarde.
Menos mal que tuve una hija.



domingo, 15 de marzo de 2015

PORQUE YO LO VALGO

Ya no sé si soy de izquerdas, pero me es insoportable que haya gente que tenga un sueldo fijo o la pensión vitalicia de 26.300 euros que se asignó Teddy Bautista. Como de 23 millones de dólares fijos del presidente de la Coca Cola. Aquí, en España se puede vivir, en mi familia de tres miembros vivimos, salvo cuando nos vamos de vacaciones a Roma, decentemente gastando menos de mil euros al mes. Muchas familias tienen que vivir con menos aún  y no pasan hambre, ni carecen de vestido, ni prescinden del coche.
Claro, que para alguien tienen que ser las clínicas privadas sin listas de espera, los áticos en la Gran Vía o en la Diagonal, los resturantes Michelín, los hoteles de cinco estrellas... Eso, que para nosotros es un lujo, para aquella gente será una necesidad básica. Yo paso una parte del tiempo pensando en comprar barato, bien atento a las ofertas de mis supermercados. Supongo que estas personas no miran los precios, entran donde ven algo que les guste y lo pagan, porque tienen derecho a ello. Era el lema de una compañía de cosméticos que anuncian actrices glamurosas. Porque yo lo valgo.
Esto nos dice que hay dos clases de personas. Dos clases de derecho a vivir.
Pero no me molesta que un empresario que se juega su patrimonio y que puede perderlo por diferentes avatares, que lo suele reinvertir para ganar más dinero, es decir: que sea millonario ganando en una pelea económica que puede perder. Me molesta que haya gente que se asigne esos sueldos seguros de escándalo.
No es justo y además, no lo valen.


viernes, 13 de marzo de 2015

VENCIÓ TARTUFO.

www.elmundo.es/cultura/2014/04/30/5361327be2704ecf4d8b4583.html
Hay un disco clásico, inaugural en España de una manera de hacer discos en directo, se llama “Entre Amigos” y gira en torno a cuatro amigos –cantautores- de Luis Eduardo Aute que cantaron canciones de él y el anfitrión cantó canciones de sus amigos. Al final había una composición “ad hoc” en la que Luis Eduardo daba gracias a Silvio, Teddy, Pablo y Joan. Yo conozco y, porque los admiro, comprendo qué hacían en ese concierto Milanés, Serrat, y Silvio Rodríguez, pero nunca entendí el honor que se concedía a Teddy Bautista, que no es nadie comparado con esos otros artistas.

Teddy Bautista fue presidente de la SGAE: sociedad general de autores españoles, que tiene como fin y monopolio recaudar y gestionar los derechos de autor que se generen en España, para autores españoles o de cualquier lugar, de manera que, en cualquier ejecución pública irá a pedir cuentas de quién es la obra y a cobrar el porcentaje que la ley le asigne. Se quedará con los derechos de gestión y le liquidará lo estipulado al autor.

Eso está bien. Yo creo en la propiedad, también en la intelectual. Me parece bien que cada vez que alguien use públicamente la música de Paco de Lucía le pague algo a sus hijos, sobre todo a su hija pequeña que, salvo la herencia en dinero que le dejara, no tendrá otra.

Pero puede que gane más ese cuarto amigo invitado a aquel concierto de Aute. En tiempos, seguramente de gran bonanza, cuando se vendían muchísimos discos compactos a 15 euros, y muchas cintas de vídeo a 18 euros, cuando España estaba llena de bares que tienen que pagar un canon por tener música, la televisión o la radio encendida, este hombre y alguno de sus amigos directivos de la SGAE decidieron autoponerle una pensión vitalicia de más de 26.000 euros mensuales. Casi cuatro millones y medio de pesetas de aquellos tiempos que, a pesar de sus presuntos despilfarros y corruptelas,  un juzgado le ha reconocido cobrar, junto con una cuantiosa indemnización.

Yo no soy autor de nada intelectual que genere derechos económicos. En mi adolescencia compuse un vals para guitarra y una pequeña bossa nova, tan malos y cortos que se me han olvidado. Creo que ahora me molestaría mucho que contribuyeran a enriquecer de esta manera a ese señor.

Es justo que los autores cobren por la difusión de sus obras y es justo que los que se encargan de velar por que la gente pague les cobren por su trabajo de gestores. Pero esta sentencia es el triunfo de Tartufo quien para los que no los sepáis es un personaje que se metió sibilinamente en una familia y se hizo con todo para él. No cuento el final porque es una arbitrariedad promonárquica.

La infeliz noticia me ha sacado de la cama esta noche. El mal humor no me dejaba reconciliar el sueño Y me he puesto a escribirlo.
El único final justo de esta historia es que Teddy Bautista no tenga buena salud y que su abuso vitalicio les dure poco a los empobrecidos autores españoles. ¡Qué triste!  


miércoles, 11 de marzo de 2015

Pensar con la cabeza. Ninguno somos inmunes a la maledicencia.

Culpable pero en su mayoría de los casos, inocentemente, podemos repetir un bulo que en frío siempre tendría aspecto de bulo, y casi siempre lo hacemos por adornar una cálida conversación, por echar otro filete de argumento sobre una balanza de razones; siempre a algo que nos concierne un poco de lejos.

Es que no siempre pensamos con la cabeza. Yo, por ejemplo, dije en una ocasión, a alguien que me lo recomendaba y quería prestármelo: no me interesa ese disco de Gloria Estefan, porque es “gusana”.  Años más tarde, cuando a mí me llamaron gusano, me di cuenta de la vileza y de la injusticia de ese insulto, prefabricado interesadamente con la peor intención; que pude repetir acríticamente, porque quería tanto a Silvio Rodríguez, Leo Brouwer, Alejo Carpentier...
Y no pensé con la cabeza hasta que me afectó.

Hace unos días un grupo de cincuentones arreglábamos España en torno a una mesa y unas cervezas, y a mí me dio por criticar la globalización económica que impide hacer políticas fiscales que ayuden a sufragar el estado de bienestar, las deslocalizaciones, el dumping social…, en una palabra: China.
Y nos pusimos a criticar. En un momento salió alguien, nada sospechoso de xenofobia, en sus seis primeras capas de la cebolla, (en el centro más blanco de la nuestra cebolla, -supongo que él también-, seguro que todos-todos somos racistas, machistas, xenófobos y casi todo lo inconfesable que podamos ser. Recientemente me contaron de una señora a quien, atrapada definitivamente en el mal de alzeimer, no hay quien la aguante porque se ha vuelto una tremenda maleducada; pero tampoco hay quien la conozca, porque siempre fue todo lo contrario. Desaparecidas las artificiales capas de educación que, gracias a la razón, nos implantamos, asentado ese mal de la memoria que hace abandonar a los centinelas, sale lo peor de nosotros mismos, que siempre se albergó en el centro más blanco de nuestro ser)
El caso es que el hombre menos sospechoso de racista, soltó eso de que los chinos no pagan impuestos; que, con tal de que abran tiendas, el gobierno los permite por cinco años no pagar impuestos. ¿Si no de qué...?  
Esta es una leyenda urbana interesada. Nadie  ha visto ni oído cuándo el ministro de asuntos exteriores chino firmara el acuerdo con su homólogo español sobre ese particular, ni nadie es capaz de encontrar, ni en Google, el texto de ese acuerdo de exención de impuestos en nuestro país a los nativos de la pujantísima República Popular. Pero este bulo, que yo ya oí hace seis años de labios de una prima ultraderechista, quejándose de que Zapatero los había dado ese privilegio, va a acompañar a los sigilosos y laboriosos chinos mientras vivan entre nosotros, lo mismo que, durante siglos, acompañó a los judíos el bulo de que envenenaban las fuentes y se dedicaban a secuestrar niños para sus prácticas nigromantes.
Lo dicho: estar alerta, pensar con la cabeza, tener alerta los centinelas.


PD Eso sí, estoy seguro de que los chinos defraudan todo lo que pueden, como la mayoría de los españoles

PD Un saludo a los controladores de la red chinos. Cada vez que publico algo sobre esta nacionalidad se registra en la estadística una entrada de ese gran país. 

sábado, 7 de marzo de 2015

Impresiones postconferenciales.


Me aborda un sentimiento de semiculpabilidad por  la suerte de tengo ahora una vida desahogada, en la que soporto muy pocos acosos puntuales, menos taquicardias, tensiones o discusiones serias. Y pienso en los que tienen más incertidumbres o un  trabajo más duro que el mío, que en momentos pasan miedo, que tienen que gritar o está en su sueldo que reciban gritos o amenazas. Por supuesto, me solidarizo con lo que es enfrentarse a una gran incertidumbre como una conferencia con público, que te pueda secuestrar el ánimo para hacer otras cosas.
Después de la conferencia, poco a poco remonto y me voy centrando en mis cotidianiedades. Y esta vida sosegada me parece ahora que no la merezco. También noto que rindo poco en mis empresas intelectuales, leer, escribir... a pesar de que estoy durmiendo mejor. Será una suerte de relajamiento general.

La conferencia, aunque haya conmovido una parte importante de mi estabilidad emocional, ¿quién sabe si habrá sido un impacto a mi futura salud coronaria o si de  un prematuro alzeimer u otra deficiencia mental? me ha prestado mucha vida, alguna sabiduría y un comienzo de idilio con un personaje colectivo nuevo para mí: el público presente, el que ríe, se emociona (hubo instantes en que percibí las dos cosas) y al final aplaude. También me gustó jugar, en la medida que lo hice conscientemente, con la gestualidad, con las pausas, con el énfasis de las palabras, con los “crescendos y disminuendos” con el “forte, piano” de la narración, con el micrófono, con la autoaudición.
El 11 de abril daré otra conferencia, espero que mucho mejor, en Arenas de San Pedro. De momento, no tengo miedo. Por eso tampoco quiero empezar a prepararla, para aprovechar el vacío de tensión y hacer otras cosas. Ojalá aguante hasta la cuesta abajo de la última semana.
Creo que quiero sobrevolar con suficiencia al público y divertirme modelando el mensaje, conduciendo la situación, como conduzco ahora mi coche disfrutando mucho de los paisajes. Claro: los días de la autoescuela, no miraba el paisaje, estaba demasiado pendiente de la caja de cambios, de los peatones, del ruido del motor, de las actitudes de otros coches u de todo lo imprevisible en el dominio de ese nuevo espacio.
Quizá será un poco pronto para pretender disfrutar de este otro paisaje humano mientras lo conduzco.

De momento termino de podar y cavo mi huerto; y aplaudo a la primavera que se abre.
capullito de flor de peral

miércoles, 4 de marzo de 2015

Amadeus de cámara


La compañía de aficionados Arcón de Olid brindó al público bejarano el pasado 28 de marzo la versión original de la película Amadeus de Milos Forman, que es la obra teatral de Peter Shaffer.
Una satisfactoria recompensa la mía por asistir a la representación, que sólo se me mella un poco por ese sentimiento de fidelidad monogámica que me imbuyeron mis padres. Resulta que compite con Toma Teatro y su fabulosos “miserables” y como que no me presta desmelenarme en elogios, a pesar de que sean tan merecidos.

Uno va con la idea de la oscarizada película, que transcribió a sinfonía con todos sus extras de timbales, metales y arpas este primigenio sexteto de cámara. Y efectivamente lo encuentra al principio. Luego, parece que quisiera escuchar las óperas en suntuosos teatros y nos conformamos con montar la imaginación sobre unas marionetas que se mueven tras el piano de Mozart.
Pero estamos en la obra de teatro que, como la música de cámara, tiene la ventaja alternativa en la inmediatez de poder disfrutar vis a vis del esfuerzo y del arte los músicos individuales.  Cuando uno ve a una orquesta siempre ve la masa y el director, a no ser que alguien destaque puntualmente: el concertino, un solo de oboe o de violoncello, las percusiones...

Todos los músicos de cámara tienen que ser muy completos, y estar muy concentrados en su actuación,  si no el conjunto naufraga sin remisión posible, En una orquesta podrían faltarme dos violines o dos violoncellos, que yo no creo que lo notara.

Sobresaliente interpretación de cámara, con actores que parecen elegidos para sus papeles: el pizpireto e infantil Mozart logra lo mismo que rechine su petimetrería como debe ser al principio, que  conmover en su amargo despertar al declive económico-social de sus últimas épocas.
Los dos Salieris son soberbios. Mucha hondura sosegada en el maduro narrador  y una mezcla de cándida estupefacción y de ácida envida del Salieri joven. Muy elegante e italiano. Tiene el mejor papel, el “tour de force” solista más dramático y lo borda.

Yo no recordaba en la película los desafiantes y sacrílegos monólogos contra dios. Muy crudos y muy provocadores para un tipo de creyente axiomático e integrista, que parece que lo tengo más presente en mis temores desde lo de Charlie Hebdo. No me extrañaría que se hubiera dulcificado la versión cinematográfica para poder optar, sin campañas en contra, ni atentados contra los cines de los años 80, y poder recoger unas buenas cantidades en taquillas y en estatuillas.
Gran acierto no empeñarse (nunca mejor empleada esta palabra en dos acepciones)  en sastrería y tomar unas ropas elegantes e intemporales, para recrear la época. Nos basta y sobra con la casaca del Salieri viejo, en escorzo dieciochesco permanente. La acción, que es un pasado nebuloso, entra bien vestida con toda facilidad sin rechinar lo más mínimo. Dentro de filosofía de la música de cámara que aprovecha plenamente todo lo disponible, el reciclar estas ropas o adquirirlas para que sirvan para otros fines o representaciones es infinitamente mejor idea que construir un aproximado vestuario de “cartón piedra”, sin poder acercarse a la elegancia que prestaban esas ropas a los  elevados personajes que habrían de lucirla en la realidad como en la película.
También quiero destacar a Constanza y su transformación final, parecía indispuesta, yo pensé que había enfermado de verdad.

Creo que, como yo mismo, el público debió aplaudir más, porque estos grandes actores y montaje bien lo merecieron. Y también premios. Pero yo entregué mi amor a Toma Teatro.