sábado, 29 de marzo de 2014

Una indignidad artística

Creo firmemente que cuando uno hace una obra para otros, o para el público en general, debe ser digno, es decir, actuar con respeto por los demás ofreciéndoles una buena obra, y también con respeto por uno mismo, es decir, no prostituyéndose.
Pero hoy voy a hacer algo indigno, estrafalario, puto, provocador.., casi abominable para alguien que disfruta las cimas de Bach, Schubert, Mendelsson. Pero en la actuación que vais a ver al final, ni os respeto, ni me respeto.
Creo que es por una buena causa, o dando la vuelta al argumento: tiene que ser una buena causa para que me haya hecho hacer lo que he hecho.

Salvar del derrumbe la ermita de Talaván, que ya conocéis: esa singular obra de arte que ha tomado como bandera Gabriel Cusac y con desesperada persuasión va tirando de la chaqueta a amigos, conocidos, y también a desconocidos, a fin de conmover a quien tiene la obligación y los medios para evitarlo.


Yo, después de leer este estupendo estudio
 http://gabrielcusac.blogspot.com.es/2014/03/salvemos-la-ermita-del-santo-cristo-de.html   
me siento alicortado no sólo para lucubrar sobre una hipótesis artística, también para hacer una ficción.
Escribí un par de frases y me sonaron a rap, claro -me dije yo, un rap es una cosa, desgarrada, provocadora, fácil, en la que vale casi todo-. Bueno, el mundo me da lecciones todos los días, eso prueba que soy joven, (desde ahora joven rapero). Lo cierto es que no es tan fácil, y lo fácil de verdad, es “cagarla”.
Pero los réprobos de Cusac bien valen la poca vergüenza que tengo yo de mi imagen personal a estas alturas de la vida, y nunca se sabe si esta perpetración llegará igual o más lejos que el digno trabajo de los demás “conjurados” de la causa. Podéis evitar pincharla:
https://www.youtube.com/watch?v=GobsQ5wGjFk&feature=youtu.be

martes, 25 de marzo de 2014

Crónica de una muerte anunciada o ceremonias y parafernalias interesadas.


El viernes pasado convocó una rueda de prensa el hijo del expresidente Adolfo Suárez: en ella dijo que estaba prevista la muerte de su padre en las próximas 48 horas. No se me ocurre que el anuncio tuviera otro objeto que preparar un hueco en la actualidad, para que la antesala del fallecimiento fuera ya noticia de portada y también se diera tiempo a los periodistas y a las televisiones de elaborar artículos y  programas especiales  y, de paso, apostar reporteros fuera de la clínica, para hacer redobles de tambor sobre la muerte y construir una noticia todavía mayor. 
Lo ha conseguido: el anuncio de que el expresidente iba a morir a las 48 horas, más o menos, se cumplió. Y ciertamente en ellas consiguió hacerse un gran hueco en la actualidad, y también se publicitó la clínica privada de la que era cliente el prohombre, y el hijo, del mismo nombre y de gran parecido físico, adquirió dos días más de ecos de relevancia pública que le serán muy rentables para lo que se dedique, aunque me da la impresión de que, fracasada estrepitosamente su  carrera política, su oficio debe ser algo así como sumo sacerdote del culto de su padre, y apuesto que en el próximo futuro se prolongará a base de libros, conferencias, entrevistas..., todo valorable económicamente, más cuando sus "acciones" ya han empezado a “cotizar” al alza rentabilizando la agonía.

Yo ya no puedo evitar pensar en estos términos; primero, porque mucha gente es así de aprovechada (habrá gente que considere no sólo lícito, sino "de justicia" que sus hijos se mantengan y se enriquezcan con el "agradecimiento" actual que se tiene al padre ) y segundo, porque creo que la situación no puede ser querido por el sujeto pasivo: todos reivindicamos el derecho a morirnos, si es posible, tranquilamente en nuestra casa, que en este caso, será amplia y cómoda, y no que nos condenen a morir a un aséptico hospital en 48 horas, para que “vaya siendo noticia” y, probablemente también, para que publicitemos a esa empresa.

A mí me da un poco igual, mi dolor sigue con Paco de Lucía,  pero, por esta manipulación de la muerte de este hombre, desvalorizo -quizá perdiendo objetividad- sobre su vida.  Aunque quienes habrán maldecido más que yo la jugada del hijo, habrán sido los periodistas, unidades móviles de radio y televisión a quienes les tocó estar de guardia dos frías noches de marzo a la vera de una clínica, donde a un pobre anciano con Alzeimer le fue anunciada su muerte para que ellos pasaran a lo tonto frío a fin de despertar más interés (interesado). 

lunes, 24 de marzo de 2014

EL CLUB DE LA EXCELENCIA VENDEDORA (1)

Fue la primera vez que recibí un cheque por un premio literario, me lo premiaron en la facultad de Filosofía y letras de Cáceres, y está dedicado a mi amigo y corrector Pablo Martín Arteaga.


             EL CLUB DE LA EXCELENCIA VENDEDORA

 Mi tío Inocencio,  como también lo había sido mi abuelo, fue un vendedor de raza, un maestro en la palabra exacta para mejorar la apariencia, un prestidigitador de deseos. Fue por esto su carácter no pudo soportar bien la proliferación de  supermercados autoservicio, ni de grandes almacenes, donde las mercaderías se venden o se desvenden solas, dejando arrinconado el arte milenario de mediación interesada entre las cosas y las gentes.
Estos establecimientos habían sido la principal causa de que se tirara al monte que todavía quedaba sin ajardinar por el marketing directo y las cadenas franquiciadas; así, se hizo representante comercial. También es que le gustaba viajar: no puedo olvidar las impresiones que conseguía recrear en mí con aquellas narraciones del olor al aceite de almazara impregnándolo todo al cruzar en enero la provincia de Jaén, ni las imágenes de cuento de los hayedos navarros que, entre su colorido otoñal, no cesaban de destilar el agua más limpia; ni el estampado geométrico de los viñedos de La Mancha, que desafiaban con sus ramas de hojas verdes al sol inclemente de julio.
Mi tío era un hombre simpático, ordenado y limpio en grado sumo; manejaba la plancha con la misma destreza que mi madre y, con el peine mojado en agua, esculpía, más que ordenaba, sus cabellos. Se ateclaba no desde una verdadera convicción interiorizada de la higiene o de la elegancia, sino como una exigencia de su profesión; y es que se consideraba a sí mismo como un mismo todo dentro de  la exposición que lleva a la venta. Esto, a pesar de que en su concreta actividad económica -representaba brocas y esmeriles, discos de radial, y piedras de pulir- seguramente no se precisaba de tanta pulcritud como él empeñaba.

            En sus andanzas fue coincidiendo con almas gemelas que se habían lanzado como él a la carretera, a vender a las tiendas aisladas de cadenas y catálogos uniformizadores. Así trabó amistad con Don Aniceto Torrent, representante de Lencería y Corsetería de Sederías Tarraconenses; y con Mauricio Bachiller, delegado comercial de Calzados de Albacete.
 Como sus intereses mercantiles no colusionaban en ningún aspecto, decidieron asociarse como demandantes  para constituir un cártel de presión a hostales y restaurantes. Negociando en conjunción, podían obtener más bajos precios a cambio de mejores servicios.
La amistad siguió profundizando entre ellos; así, para evitar ser robados, también se ayudaban a poner a salvo, subiendo a sus habitaciones, los muestrarios; que no sólo eran valiosos en sí, sino que su eventual robo hubiera supuesto la pérdida adicional de días de trabajo, al tener que acudir de nuevo “a fábrica” a reponerlos. (Lo cierto es que el que ayudaba era Mauricio Bachiller, que no tenía que temer ningún robo, salvo los que pudieran venir de amputados de pie izquierdo, ya que todos los zapatos que portaba eran del pie derecho y así lo rezaba el disuasorio cartel puesto en letras muy gordas en ambos lados de su furgoneta: “CALZADOS DE UN SOLO PIE”).
 Dado que en los tres compañeros la profesión coincidía con la vocación, las conversaciones del fin de jornada ineludiblemente versaban en torno a las anécdotas y prácticas del trato comercial. Como vieran que el resultado de este diálogo estaba produciendo  trasvases provechosos de tácticas y tretas - que fructificaban en incrementos de sus carteras de clientes y de sus cifras de pedidos- decidieron institucionalizarlo creando un club profesional de retroalimentación de prácticas comerciales. Cada socio en su habitación, los lunes, martes y miércoles, haría una teatralización para los demás de su presentación y venta;  los otros actuarían como clientes poniendo objeciones propias, y también las de la idiosincrasia del lugar que estimaran oportunas. Sus técnicas y maneras prosperaron tanto que ya empezaban a percibir como los comerciantes minoristas, estando ya convencidos de que iban a comprar, les dejaban seguir, recreándose con su arte, quizá sólo por placer o pero más probablemente también apuntando mentalmente esas tácticas para, a su vez, reproducirlas ante sus compradores.
            Los miembros del club llevaban tiempo coincidiendo con un representante de jamones y embutidos de Calamocha llamado Juan Chamorro. En poco tiempo, se produjo la inevitable aproximación del club a él y de él al club. Se frotaron la manos: con un cuarto viajante las negociaciones del paquete de servicios con cualquier hostelero podrían llegar casi hasta la extorsión.
Como no podía ser de otra manera, también fue invitado a participar en el club de la excelencia vendedora. Ya el primer lunes, día en que correspondía  la representación de Aniceto Torrent, todos se felicitaron de la incorporación. Habían encontrado otro socio ideal: celebraban  cada objeción o matización del neófito, entrecruzando asentimientos, guiños y  miradas cómplices que venían a decir: “buen fichaje” “sí, éste es de los nuestros”.
 El martes, el día de mi tío, sucedió lo mismo, pero el miércoles a Juan Chamorro empezaron a notarlo ansioso, más tenso en sus apreciaciones, sin duda responsabilizado ante su representación del día siguiente; quizá temeroso de que  sus observaciones críticas de ese día pudieran volverse contra él en su debut. Pero los fundadores esperaban con interés al jueves para ver qué matices podía aportarles la exposición de las virtudes chacineras del muestrario del turolense.

  Pero esa noche Juan Chamorro les recibió en su habitación consternado por un suceso que le había sido relatado, y, que a su vez repitió a los demás con una narración tan cautivadora y profusa, que hizo que se extendiera  a lo largo de una hora, dejando a la concurrencia completamente exhausta y sin ánimos para escuchar la proyectada exhibición comercial.
            La desgraciada historia versaba sobre un accidente de tráfico en la niebla, sucedido en la provincia de Orense. Un pequeño derrame de aceite hizo resbalar a un coche que bajaba una cuesta hasta hacerlo chocar levemente con la valla quitamiedos. Medio minuto después otro coche, que no llegó a chocar, se detuvo a auxiliarle advirtiendo del peligro que entrañaba permanecer allí. En ese momento, los dos conductores escucharon aterrorizados el motor de un camión que seguramente se venía hacia ellos. Sin dudarlo,  saltaron la valla quitamiedos, con la desagradabilísima sensación última de que  sus pies no hallaban un talud de tierra, ni siquiera un terraplén de piedras, sino un enorme vacío de veinte metros, que terminaba en la ribera de un arroyo, donde estrellados sus cuerpos desconocidos, estuvieron dando alaridos y lanzando espasmos por diez segundos más, hasta su colapso definitivo. Entretanto, el camión, al tener mayor superficie de ruedas y por tanto de agarre, había logrado detenerse sin demasiados problemas. El camionero señalizó la zona para evitar nuevos choques, pero no entendió qué hacían allí dos coches abandonados encima de un viaducto, hasta que, ya producido un atasco y retirada parcialmente la niebla, alguien adivinó, abajo en el arroyo, dos cuerpos entrelazados.

   Lo que más pesar les causó a los viajantes fue que, a los efectos del seguro de accidente, serían considerados como suicidas y sus familias se quedarían desamparadas y sin indemnización.

jueves, 20 de marzo de 2014

EL CLUB DE LA EXCELENCIA VENDEDORA (2)

La siguiente semana, reanudó la exposición Aniceto Torrent, porque a él le correspondían los lunes. Y así transcurrió la semana hacia el jueves en el que debería producirse el debut de Juan Chamorro. Pero otra vez logró paralizar de terror a sus compañeros con un hecho truculento, esta vez sucedido en la Tierra de Pinares soriana.
            Se casaba el menor de tres hermanos leñadores y, como gracia peculiar, los dos mayores llevaron la motosierra y un madero al convite; la idea era cumplir la tradición de cortar la corbata del novio con su instrumento de trabajo, poniendo así un poco de emoción adicional al convite. A pesar de las advertencias de los prudentes, el hermano mayor se puso a ejecutar el simpático alarde virtuosístico, acompañado del redoble  de tambor emocionado de algunas  mujeres que gritaban y se tapaban los ojos.
             -¡Tranquilas!, que nosotros  trabajamos con esto todos los días –balbució el hermano mayor  por el puro que tenía entre los labios-.
            Pero los chillidos clamando contra la temeridad, aumentaron hasta un volumen insoportable después de apagarse el motor de la motosierra.
Fue horrible.
Nada apagó esos gritos en la cabeza del ejecutor, que seis horas después de declarar ante la guardia civil y quedar en libertad por homicidio imprudente, fue hallado de puntillas sujetando  del cuello su culpa con una soga. No apareció a su lado, porque no era necesaria, la clásica  nota explicatoria.
   De nuevo Juan Chamorro había sembrado la consternación en el grupo. Y de esta manera volvió a pasar su turno. Pero la semana siguiente el ambiente estaba enrarecido. Los tres del núcleo inicial conspiraban para evitar el próximo regate dramático del representante de charcutería:

             -Este tío egoísta nos está chupando la sangre, se está quedando gratis con nuestras técnicas.
            -Vergüenza no puede ser, ni nervios. Esto es el morro de Chamorro; si tenía que tener relación con los cerdos..., el mamón este.
Ya lo esperaban para el siguiente jueves. Aquel día el grupo se encontraba en una pensión de Tordesillas.  No le consentirían que los embaucara de nuevo. Él no ignoraba los recelos: sentía la tensión del grupo, y también la suya propia, pero no se abstuvo de intentarlo:
            -He visto en el telediario unas imágenes horribles. Un baloncestista yugoslavo llamado Janko Jankovich....

              -¡Párate ahí!. Esta vez no te lo vamos a consentir.
            - Juan, no puedes seguir aprovechándote de nosotros, tienes que compartir tus técnicas. Si no, quedarás expulsado del grupo. Incluso, aunque perdamos dinero, por tu mala fe, te expulsaremos de las negociaciones hosteleras.
  Juan Chamorro tomó la palabra para decir que él no podía hacer una exhibición aquí en la habitación con el muestrario delante, porque si comenzaba a hablar, al final terminaría devorándoselo todo. “Incluso vosotros, tengo que decíroslo, aunque sois magníficos profesionales, no creo que resistáis la explicación conteniendo el  hambre que os provocaré”.
            - Por favor,  Chamorro, no trates de embaucarnos de nuevo. Para empezar, hemos cenado, no estamos hambrientos, y tú lo has dicho: somos profesionales. Esto es mercancía. Y tú sabes perfectamente,  porque eres comerciante como nosotros, que en el momento en el que te relacionas directamente con la mercancía estás acabado. Es una gran ofensa; una cosa es que seas un aprovechado y otra muy diferente que también te atrevas a poner en duda nuestra profesionalidad.

            -Está bien, -dijo el representante de charcutería- confiaré; pero tengo que advertiros que últimamente gracias al refinamiento de las técnicas de venta que he conseguido en este club, la gente compra mi mercancía con una compulsión casi violenta. Por eso, antes de que comience, me vais a jurar solemnemente por vuestro honor de comerciantes: primero, que me ayudaréis a contenerme, pero también a sujetar a quien se desmande, si alguno se desmandare; y que después os llevaréis de mi habitación la mercancía, porque yo me conozco, y no respondo de mí mismo.

Todos juraron, mirándose de reojo, censurando la exagerada exigencia.
 Entonces Juan Chamorro comenzó a hablar de los buqués y de las tersuras del jamón serrano, y de las vetas de fino tocino que eran su custodia; encumbró el sabor de los lomos sazonados en barril, de la consistencia de sus fibras apretadas; describió el roce de los minúsculos saquitos de grasa del salchichón cular, de la suavidad del pimentón traído de los mejores secaderos de la Vera, cómo ornaba el paladar, de los oréganos agrestes, de los vinos de Cariñena que sazonaban el adobo de las longanizas, del fuerte regusto a sal gorda de  la paleta secada al frío cortante de la sierra.
  Todas estas alabanzas las brindaba Juan Chamorro sujetando cada pieza de chacinería o embutido y apoyándola en la tabla, simulando que partía una raja y ofrecía al comprador, igual que hacía en su trabajo con los minoristas:
            - Pero pruebe, pruebe usted, no se contenga.

            Y no se contuvieron: los tres se lanzaron como si fueran un solo hombre asilvestrado, a arrebatarle los embutidos. Como fieras hambrientas, olvidaron quitarle el cuchillo y devoraron con uñas y dientes las viandas con tal avidez imperativa, que no es posible que llegaran a degustar la pureza de los buqués, ni la suavidad de los pimentones, ni el  monte de los oréganos, ni la frescura de la carnes santificadas por el frío natural, ni el saber hacer, ni  el tiempo justo de curación...
  Entonces Juan Chamorro, despojado, arrinconado y con sus caninos igualmente estimulados por la narración que acababa de hacer, intentó penetrar en aquella jauría carnívora a disputar las cecinas, sin apercibirse de que aún portaba el cuchillo. En su pelea desencajada por los despojos de un chorizo cular que mordisqueaba mi tío Inocencio, lo rozó con el cuchillo. Aunque nadie se dio cuenta en caliente, sumergidos como estaban en aquel furor carnívoro, de que mi tío comenzaba a  desangrarse.
    Todos siguieron comiendo y  peleando en una bacanal de sangre fresca y curada; pero no se detuvieron  hasta que húbose terminado la última piel del último embutido.
            Tendidos, ensangrentados, engrasados, rebozados en el fragor de sus propios restos confundidos entre los huesos y pellejos de aquellos manjares chacineros, se quedaron dormidos los cuatro, como chapoteando en un éxtasis de colesterol. Fue Mauricio Bachiller el que llegó a escuchar, en un breve paréntesis de su delirio porcino, las últimas palabras de colmado placer agónico que exclamaba mi tío dirigiéndose a Juan Chamorro:


            -¡Maño!, sólo nos ha faltado el pan.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Bismark y las avalanchas de subsaharianos. (Artículo políticamente incorrecto).

Francia e Inglaterra dejaron de pelearse a principios del XIX. Europa estaba casi terminada y estas dos grandes potencias se desahogaban en sus colonias africanas y asiáticas. Pero, al realizarse la unión alemana nació un gigante constreñido a sus fronteras, que pedía paso y espacio. Las tensiones de este nacimiento levaron la primera, mal acabada, y después, a la segunda guerra mundial, que causó decenas de millones de muertos y una crisis de la que Europa no se levantará ya nunca. Alemania quedó aniquilada y con anticuerpos contra el militarismo expansionista, pero Gran Bretaña y Francia quedaron también arruinadas  y sin posibilidad de mantener las colonias ultramarinas.
Pensamiento políticamente incorrecto
Hoy me dio por pensar que África hubiera crecido más sana bajo el protectorado burgués de militares con bigote  libando copas de coñac o  tazas de té. Que la descolonización se hubiera debido demorar cuarenta o cincuenta años más. África se habría poblado con muchos de los 50 millones de europeos que murieron en la segunda guerra mundial, que hubiera seguido exportándole Europa, se habría hecho más mixta y habría asumido con su tiempo debido instituciones y formas de ser europeas. Los territorios hubieran progresado a la occidental y, se habría terminado por imponer también un control de la población. Los africanos habrían vivido una explotación de sus riquezas siendo unos ciudadanos “de segunda” en su país, pero sin la desesperación  que ahora dicen padecer (y debemos creerles, a tenor de lo que están dispuestos a soportar para huir de su realidad).
Porque ahora derramados por las alambradas de Melilla vemos que la descolonización dejó en África un tremendo vacío de poder: pueblos que estaban en el neolítico tribal cincuenta o cien años antes, se encontraron con un semiestado o con semiestados que tenían dinero para sus dirigentes; deficientes países trazados con cartabón y escuadra por las potencias coloniales. Pero esa incipiente maquinaria estatal, sus riquezas naturales y las manos libres para corromperse o dejarse corromper dieron presidentes delirantes como Idi Amin o Bokassa, (lo digo porque fueron muy famosos), no porque fueran los únicos delirantes, y se estableció una corrupción generalizada también en los niveles medios y bajos de estos nuevos estados fallidos. No han sido infrecuentes, los genocidios tribales como los de hutus y tutsis, guerras en Sudán, Liberia, Chad, Mali, Somalia, Namibia... son producto de esta descolonización prematura. Sátrapas como la familia que gobierna Guinea Ecuatorial, con hijos viviendo en la plaza Vendôme de París rodeados de Ferraris y de joyas que vienen de las riquezas del petróleo de su territorio. Personajes como éstos tienen dinero para corromper a los propios presidentes de los países colonizadores. (asunto de los diamantes de Bokassa a Giscard)
Es quizá terrible pensar en términos tan racistas: son pueblos atrasados, sociedades aculturadas que, además,  pierden su mejor capital humano y que nunca sabrán hacer otra cosa que permitir que empresas extranjeras les expolien a cambio de un dinero que llena el bolsillo de los dirigentes, y que no sirve para el desarrollo ni el bienestar de su población. Los negros que logran entrar en Melilla cruzan el desierto, saltan muchos metros, se suben a frágiles embarcaciones,  para ser ciudadanos de tercera, en países extraños, gobernados por blancos, sin casi derechos, para malvivir con las más duras faenas agrícolas, o con comercio de productos falsificados o con prostitución. Pero siempre como extranjeros con el miedo en el cuerpo.

La historia no tiene vuelta atrás, por mucho que se hable a veces de neo colonialismo, pero es igual de verdad que el deseo de progreso de cada hombre individual no se puede vallar.
Tampoco nos caben: les estamos manteniendo encerrados en los centros para extranjeros y lo pagamos con dinero que no es nuestro, lo tomamos prestado, y tendrán que pagarlo nuestros hijos, quizá los suyos también.
La vida es irreversible, y  la solución, insoluble, lo peor es que son necesarias las vallas, aunque sean inútiles.

domingo, 16 de marzo de 2014

Otoño en Peñacaballera

A las diez tenía dos actos de conciliación en Cantagallo, pero a las ocho y media había quedado para notificar a un hombre de Peñacaballera, que llegó puntual. Con una hora "muerta" recogí con mi cámara esta vida del crepúsculo otoñal. La mañana fue perfecta, después los actos de conciliación terminaron con avenencia entre las partes.




jueves, 13 de marzo de 2014

Mi jurisdicción.

Mi misión es acercar la justicia al justiciado. Tengo vida exterior, que comparto con mi compañero de oficina. No suelo olvidar la cámara, por eso os puedo ofrecer hoy unas fotos invernales:





Comienzo del invierno. La hoja caduca se termina de posar en el suelo para hacerse humus nutricio, pero el perenne musgo regala a la vista su verde anacrónico. Camino empedrado en Puerto de Béjar.

La luz inversa, un minuto después, nos permite distinguir otro brillo del verde y los líquenes agazapados en los robles.


Subiendo a Lagunilla, dejando atrás Montemayor del Río, hay una curva donde es inevitable pararse a succionar una foto de cuento de bosques en que perderse. Ya puse este plano con el verde del verano. No sé si pude hacer la del áureo otoño. Os la debo.





Llegando a los confines de mis dominios, la aldea de Valdelageve, uno no ve los paisajes más espectaculares de España, pero si en la radio va sonando la décima de Mahler, os prometo que lo parecen.

Apero para recoger hierba de los prados segados.

Corral de cabras y construcciones con la piedra local de Valdelageve (Guija)



Termino con una balconada en El Cerro

lunes, 10 de marzo de 2014

OTRO MUNDO DIFERENTE DEL QUE VIVIMOS

Sebastiao Salgado “Génesis”

Creíamos que todo ya estaba en Google y no es cierto. Tiene que llegar un visionario que atraviese los confines de la globalización y nos enseñe un mundo recién nacido ignorante e ignorado, de una belleza  “increíble” con la que (aún) compartimos planeta; para eso se inventaron las fotos: para mostrar lo importante, para contar algo, para conservar. Y es Salgado un fotógrafo que hace 30 años sorprendía con la profunda humanidad de sus retratos en blanco y negro de trabajadores o de éxodos. Ese tocador de llagas logró impresionarnos, y se nos quedó el nombre del artista, Como el de Paco de Lucía que recordamos como referencia, como clásico. Pero nos olvidamos de su hondura: nacen tantos artistas, tantas liebres que seguir saltan ante nuestros ojos. Cuando volvemos a ver a Salgado como cuando volvíamos a escuchar a Paco de Lucía, nos damos cuenta por qué conservábamos el nombre. Estos años del XXI,  el fotógrafo anacrónico ha estado todo este tiempo en la quietud, olvidado del mundo del guasasp y del facebook, esperando luces, para fosilizarlas con la paciencia de un artesano del acecho y un artista de la captura, que todavía quema con luz un negativo, profundo, expresionista; no sé explicar por qué el blanco y negro cuenta sensaciones más penetrantes que el color, es como si los colores vistieran la esencia y el blanco y negro la desnudara más allá.

El mundo que nos muestra Salgado es la quintaesencia destilada de muchos viajes a selvas y desiertos, al extremo norte y al extremo sur. Y todo un gran viaje, una extraordinaria aventura, la condensa en tres o cuatro fotos. Es un artista de la elección, igual que el cincel de Miguel Ángel o el pincel de Velázquez, eligen un golpe, una dirección, un pulso, Salgado elige al final una foto, y al final del todo la portada del libro Génesis. Y acierta siempre.
Me lo compré. Acostumbrado a pagar un euro por libro, aquí dejé un billete de 50, pero ninguna inversión mejor ese día. Quería llevarme la exposición, repasar los detalles, compartirla…, al comprarlo pensé en el selecto grupo de amigos a quien puedo prestar esta obra impresionante (lo siento pero este adjetivo es el acertado aquí). En papel, varios kilos de libro, para detenerse sin megapixels de por medio, sin oír el motor del ventilador del ordenador.



Es un libro optimista, (no sé si será marketing) Salgado destina parte de sus beneficios a reforestar y cuenta que en un rancho de 700 kilómetros cuadrados lo está consiguiendo. El sábado pasado, en la exposición del edificio “Caixaforum” de Madrid, Salgado reforestó mi mente. 

viernes, 7 de marzo de 2014

A LA INMENSA MINORÍA

Creo que es una frase de Juan Ramón Jiménez. Los que aquí me seguís, continua u ocasionalmente, sois mi inmensa minoría. Os he sido infiel, quiero reconocerlo para poder perdonarme por ello. (Qué hondo aró en mi cerebro el catolicismo con el sacramento de la penitencia) -aunque no sé si hay otra manera-.
Hace como tres semanas creé, inspirado en el de Mombeltrán, un grupo en Facebook de Fotos Antiguas de Cardeñosa, que ha sido un éxito rotundo y sonoro: no creo que tenga menos de 2.000 visitas diarias, aparte de comentarios, "megustas" y las generosas aportaciones fotográficas, que son lo mejor.

Dos mil frente a treinta y cinco: cada vez que abría mi ordenador echaba un vistazo rápido por aquí, pero mi ansia de ver vida me llevaba inmediatamente a la otra plaza pública, tan concurrida.
El ser administrador de un lugar masivo, donde pasan personas de todas las categorías intelectuales, estéticas -y hasta éticas-, me desborda. Hay maneras, gestos, motivaciones, que no comprendo. Algunas me perturban, y otras, incluso, me disgustan.
No sé convivir con el éxito "popular" y eso es una lección que estoy aprendiendo. No debo ser simpático y abierto sin que me lo recriminen, tampoco puedo ser autoritario o estirado, porque también me lo recriminarán. Si se trata de ser yo mismo, debo serlo aquí, en mi humilde parcelita, donde la mayoría de los que me leen ya conocen bastante mi pensamiento y yo me desenvuelvo como en casa.
Pero he creado una ilusión, una referencia importante para la mayoría de los cardeñosenses que se conectan ahora a internet y, aunque no me gustara, tengo que seguir adelante.
Moraleja: para asumir un liderazgo sobre muchas personas, hay que estar dispuesto a pagarlo en tiempo, en trabajo y en tranquilidad. He restringido mucho mi lectura, estoy empantanado en una novela de Cheveers, toco mucho menos la guitarra, y he tenido que tirar "de fondo de armario" (el relato de Piedralaves) y compartir publicaciones: El primer franquista de mi pueblo y la Parábola del melonar. Ahora va llegando la tranquilidad a "Fotos antiguas de Cardeñosa" y prometo atender mejor mis obligaciones en esta página. Disculpadme.

martes, 4 de marzo de 2014

MIS ESPERANZAS ESTÁN EN EL TELÉFONO ROJO

Me preocuparía muchísimo que Ucrania nos diera la guerra Rusia-Estados Unidos que estuvimos temiendo cuarenta años. Creo que el “teléfono rojo” tiene que servir para algo y que  habrá de haber algún apaño, (escribo esta palabra, porque un "arreglo satisfactorio para las dos partes" es imposible), pero mejor el peor y más vergonzoso apaño, que una guerra, por chica que sea.
Yo no sé mucho de historia de esa parte del mundo, pero tengo la idea de que Ucrania casi siempre habrá estado bajo el dominio o en la órbita de Rusia y eso, aparte de crear muchos lazos familiares y políticos,  es una circunstancia geopolítica a tener muy en cuenta. También parece ser que la flota rusa tiene su mayor base naval en Crimea, región donde, además los prorrusos son mayoritarios (también es la zona más próxima a Rusia).
La gente de mi generación, y quizá una anterior, que es la que ahora manda en el mundo (también en Rusia), vio que hasta 1990 su frontera llegaba hasta Alemania, Austria, etc. Las evoluciones de los años 90 la han puesto en Bielorusia, y Ucrania. Para los nacionalistas y el ejército ruso/soviético, (no sé por qué hago distinción: todos los ejércitos son nacionalistas) debe ser un trago duro de sobrellevar haber perdido tanto terreno en tan poco tiempo. Quizá ahora, que parecen estar recuperados económicamente, digan “vamos a poner pie en pared” y se están lanzando a la aventura guerrera.
No “veo” a ningún occidental queriendo ir a luchar por la unidad de Ucrania o porque toda Ucrania sea de la Unión Europea. Yo menos: por mi parte ha habido muertos de sobra, y quiero que el mundo evite encontronazos con armas de verdad. Si así fuera va a haber muchos más muertos, porque los rusos (y países aledaños) de todas las épocas han soportado las carnicerías del terrible desprecio por la vida que siempre han tenido sus dirigentes.

Creo que lo que se debe hacer y se está haciendo por parte de Estados Unidos es lo correcto:  hablar alto de libertad y de no ingerencia y de represalias, pero espero que permitirán que Rusia “recupere” Crimea, porque los nacionalistas rusos son más peligrosos y están infinitamente mejor armados que los ucranianos.
 Que se divida un país como Ucrania que nunca ha tenido mucha entidad, no es una tragedia comparable a una guerra, aunque sea sólo de Rusia contra ellos. Los demás a ladrar un poco, para quedar bien, pero de ninguna manera lanzarse a reconquistas ni escaladas bélicas. Espero que así sea.

domingo, 2 de marzo de 2014

A VUELTAS CON LA COMPRAVENTA DEL GUASAP

Yo, que soy socialdemócrata, pienso que no es justo que alguien se enriquezca y se beneficie con el funcionamiento de la sociedad sin pagarle unos impuestos que reviertan en el bienestar de todos. Creo que en eso estamos la mayoría de acuerdo; los matices y las exigencias vienen en cuánto porcentaje se cobra y cómo se gasta. (De esto, que es política pura, ahora no voy a hablar).

Una persona compró hace un par de años el guasap por 39 millones y lo vendió hace un par de semanas por 20.000 millones. Supongo que a la hacienda estadounidense no se le habrá pasado gravar esta plusvalía de 19.961 millones (supongo que estoy hablando en dólares).
Bien para la hacienda norteamericana, (peor sería que la operación engordara un paraíso fiscal y revirtiera menos en los ciudadanos)   pero guasap tiene clientes por todo el mundo, incluida España.
Escuché por la televisión que habían sacado las cuentas y Facebook ha pagado 42 euros por cada cliente actual de guasap. El intermediario inversor ha ganado mucho dinero básicamente vendiéndole sus millones de clientes estadounidenses, españoles, franceses, tailandeses, argentinos..., y el comprador, que no es tonto, habrá calculado recuperar con creces su inversión.
El problema conceptual es que la riqueza que hacemos generar los demás países, no revierte en nuestra sociedad. La empobrece: hay miles de puestos de trabajo que están desapareciendo en nuestros países consumidores, por las nuevas tecnologías. Como internet está en Silicon Valley, o en el éter, no nos dan a cambio ninguna alícuota del rendimiento que hemos generado al vendedor y generaremos a su comprador para pagar sanidad, justicia, educación o policía de los usuarios, (los paganos).
Pero todo ello no sólo no es justo, tampoco es práctico. Si no hay reparto, si se acaba con el empleo, se envía sin paliativos a la pobreza a los consumidores y, en ella, nuestras prioridades serán el pan, el agua, el vestido, el calor... Y despreciaremos las maravillosas comunicaciones telemáticas por baratas que sean. Tampoco daremos beneficio porque no podremos consumir la publicidad que nos adjunte Facebook.
Supongo que hay otros países, que producen materialmente los aparatos que traen esas tecnologías y también los exportadores de energía, que se mantendrán, pero no creo que les sea suficiente a los que hacen estas inversiones.
No sé si alguien piensa unos kilómetros por delante de su inmediato beneficio económico. A mí me da la impresión de que se olvidan de la mayoría de los países. Ojalá todo se ajuste y quepamos todos (o la mayoría), en ese mundo futuro a donde vamos tan velozmente, con o sin conductor.
Yo sólo creo firmemente en mi huerto.


PD Me hice de Facebook y aún no soy de guasap, por eso sé escribir bien una cosa y me limito a transcribir al castellano el sonido de la otra.