martes, 29 de mayo de 2018

Libros de viajes

Me acabo de dar cuenta que es desde niño que colecciono libros de viajes, aunque los primeros no tenían formato de libro sino de historias dibujadas con texto. Me refiero al Capitán Trueno y el Jabato, que viajaban por el mundo buscando aventuras en las que restablecer la justicia. Yo viajaba con ellos.




Recuerdo también  que en la adolescencia quise leer el famoso libro de las Marvillas del Mundo, pero nunca lo conseguí.

Años más tarde descubrí en la tele a mi admirado Luis Pancorbo, seguramente el mayor viajero de todos los españoles, en cuyo blog colaboro todos los meses, que es autor de un buen puñado de libros.

He viajado por casi toda España peninsular y parte de Portugal y Francia. Monté cuatro veces en avión pero dos de ellas, la primera y la última, me puse muy malo cuando el aparato comenzaba a descender. Creo que voy a viajar poco lejos, pero lo compenso comprándome todos los libros de viaje que caigan en mis manos a un euro.

Dentro de los clásicos viajeros por España está el americano Ticknor que visitó nuestro país durante el reinado de Fernando VII, concretamente en 1818.

Tenía buen ojo para el ambiente de los toros

Dejando de un lado la crueldad de todo esto, cerrando los ojos ante los horrores de la lucha y recordando y viendo al numerosísimo público tan elegantemente vestido alrededor del anfiteatro, y continuamente desbordado de sentimientos tan variados y apasionados, pienso que no sé adónde más puedo ir para ver un espectáculo tan excitante, tan espléndido y tan magnífico.

              También para los gallegos (parece que detectó que había una especie de mafia gallega entonces) 

Galicia proporciona aguadores a todo Madrid y cuenta con una tremenda policía, que asegura la honestidad de los individuos e incluso alguna veces inflige secretamente la pena de muerte. Pero el gobierno lo tolera sin reconocerlo, porque los gallegos no son injustos y, a pesar de sus muchas oportunidades y tentaciones de ser deshonestos, nunca oirás tal caso debido en gran parte a su policía. Son los más duros y emprendedores de todos los españoles y, por ejemplo, se ven por toda Castilla, Extremadura, e incluso en Portugal en la época de la cosecha, recogiéndola en lugar de los holgazanes lugareños. Algunos permanecen después como sirvientes, y otros trabajan en pequeñas tiendas y tabernas por toda España. Pero cuando han acumulado una renta suficiente, es casi seguro que volverán por fin a casa a morir en paz.
Todos los gallegos que he conocido solo piensan en volver a Galicia.

jueves, 17 de mayo de 2018

El suicida que siempre va conmigo.



Nadie se asuste: desde los 19 años nunca más he pensado en suicidarme. Antes sí, y con bastante seriedad; aunque no llegué a aproximarme al fatídico momento, tenía elegidos el modo y el lugar. Un adolescente es egoísta, como un niño grandote, todo gira en torno a sí, su competitividad, sus intentos sexuales, y actúa porque quiere seducir a chicas, a profesores,  a amigos, y también  a extraños sujetos, que son los preferidos de la adolescencia, y se da una desmesurada importancia a todos ellos, en relación a los padres a quienes cree haber dejado atrás definitivamente.

Mi suicidio hubiera venido al fracasar en la universidad. Si hubiera repetido segundo curso mi ego no soportaría el deshonor y teóricamente hubiera cumplido mi plan. Pero ya en el verano en que peligraba por haber suspendido tres asignaturas, se cruzó una chica amorosa por la que merecía la pena sobrevivir. Un mes más tarde aprobé una asignatura en septiembre y pasé de curso. Luego me llegó el amor definitivo y terminé de madurar, asumirme, saber encajar los fracasos. Mucho más tarde recuperé el amor y la consideración hacia mis padres y, finalmente, toda la responsabilidad capital de ser padre yo mismo. Estoy absolutamente inmune: hace un par de años me gasté un pastón de dinero, de tiempo y de sufrimientos, en implantarme muelas y bromeé aquí que han de durarme hasta que cumpla los 80 años; una vez llegado a esa fecha, dependiendo como me trate la salud, escucharé ofertas de la muerte.

El suicida que siempre va conmigo fue un amigo íntimo de un amigo íntimo mío. Como un amigo por afinidad. No sé si hablé mucho con él, pero recuerdo carismáticamente unas pocas conversaciones. Un chico que siempre fue mayor y más maduro que yo, y siempre lo seguirá siendo, aunque se suicidara a los 24 años. Era como  una referencia, militante del PCE, parecía tenerlo todo clarisimo, sabía beber mucho y aparentar sobriedad, jugaba bien al ajedrez, tenía muy buena voz y a pesar de que solo dominaba ocho acordes en la guitarra, le gustaba cantar canciones de Silvio, que suelen tener acompañamientos complicados con acordes que no son precisamente sencillos, y no le quedaban mal. Sabía estudiar lo justo para aprobar holgadamente. Era como muy listo.
Un día se suicidó, recuerdo el momento, el lugar, la persona, las palabras que nos dieron la noticia. También recuerdo cómo se lo dije yo a otra amiga que le conocía, en la Rúa Mayor de Salamanca, que también se derrumbó, fue tremendo, siempre me pregunto si lo dije con suficiente tacto.
Después su amigo íntimo nos contó detalles del cómo, ¡Qué horrible es la muerte de verdad!: los podría reconstruir hoy.
Desde entonces, cada vez que un invento surge o algo cambia, me suelo plantear qué comentaría este amigo. En los años 80 seguro que si a ambos nos hubieran preguntado qué queríamos para el futuro, hubiéramos respondido "que se acabe la ETA y que España gane el mundial de fútbol". Cuando sucedieron ambas cosas, como con tantas otras, pensé en él.

Ayer, el cartero que nos trae las cartas al trabajo, dijo que pronto ya ni los bancos, ni las telefónicas: que todo, incluso en los pueblos y para gente mayor, empieza a ser por internet. Dice que el banco les manda a los viejos la última diciéndoles que si quieren información por carta, habrán de solicitarla, pero que llevará comisión. Ahora resulta que Correos sobrevive gracias a los paquetes que se encargan por internet.
Cosas veredes, Nanín, y tú te lo perdiste todo.

martes, 15 de mayo de 2018

Triste historia de macarras.

Son macarras los protagonistas activos de esta historia.
La primera acepción actual del diccionario de la Real Academia dice que "dicho de una persona: agresiva, achulada". No cabe duda de que falta educación y sobra agresividad en España, que es el país del mundo sobre el que estoy más informado.
La tristísima historia que tuvo lugar ayer en los mares del Sur de España habla de la agresividad y la chulería de quienes ahora poseen fácilmente unas lanchas a motor potentísimas, que son utilizadas en demasiados casos no solo para navegar prepotentemente (que alguna habrá), sino para cargar droga desde África a España y burlar a la Guardia Civil, de ahí que haya tantas y, en un lugar teóricamente deprimido en lo económico, como es el Campo de Gibraltar, abunden sin ningún misterio.  https://mundocriminal.wordpress.com/2012/05/11/planeadoras-y-otras-bestias-marinas-2a-parte/

No parece que la de ayer estuviera en la faena del contrabando de drogas, -se hubiera sabido ya-, aunque sus ocupantes parece que tenían antecedentes en este campo de la delincuencia, pero muy probablemente poseían ese tipo de embarcación como instrumento no solo de diversión.
Según recuerdo haber oído ayer una lancha potentísima  pasó muy cerca de una pequeña barquita de recreo donde estaban un padre y su hijo de ocho años. No sé qué tipo de macarrada perpetraton los conductores de la lancha, pero una hélice de la máquina destrozó al niño de ocho años. La primera versión de la noticia que oí decía que su padre también resultó herido y fue llevado al hospital.
Es terrible. Me voy a imaginar a la madre del niño, un día de estos, diciendo a su marido, no te lleves al niño, que me dan miedo esos macarras que andan por ahí como si el mar fuera suyo, sin respetar a nadie; un día va a ocurrir una desgracia.
-No, mujer, el niño y yo disfrutamos mucho y yo tengo mis papeles en regla; además, soy consciente que no está bien que esos tipos campen por ahí, pero todos tenemos derecho y si se lo cedemos, se harán con todo. Además, sabes que yo tengo cuidado, no te preocupes.
-Lo importante es que lo tengan ellos, porque frente a esos monstruos que conducen, tu barquito tiene todas las de perder.
-Tranquila, mujer, no seas tan agorera. No pasará nada.

Esta conversación hubiera sucedido entre tantas mujeres y tantos hombres que me permito adjudicarla imaginariamente a este suceso. Los hombres solemos ser menos cautos con los peligros que las mujeres. (no sé si esto se puede escribir ya, a mí me parece un hecho estadístico incontrovertido: es lo que pienso).

No quiero ni ponerme dos segundos en la piel de un hombre al que  destrozan a su hijo unos macarras con una lancha planeadora de esas que se usan por el narcotráfico para burlar a la Guardia Civil. Por eso, desde que oí que el pobre hombre trató de suicidarse de rabia con un destornillador que tenía en su lancha y que es por esas heridas por las que se encuentra en el hospital, no quiero saber más. Lo juro.

martes, 8 de mayo de 2018

¿Hacia la misma guerra civil de siempre?

No sé si nos pasa solo a los españoles; me temo que no, pero nuestra guerra civil es la más famosa,
tanto que nuestro gentilicio podría ser españoles o guerracivileños. No voy a hablar ahora del tópico del centro que agarra y la periferia que se quiere soltar: es falso. Todos los subrayados que nos han hecho desde fuera son muy exagerados: la inquisición no fue de las peores, la conquista de América es mucho más humana que la que hicieron los igleses, la Guardia Civil es un cuerpo policial muy competente, cultivado y democrático...
Pero algo hay de guerracivileño en nosotros.
En este magnífico libro que leo ahora están escritas estas frases La responsabilidad de la guerra nos es común a todos, inclusive a les generaciones venideras si no se eliminan algunas de las circunstancias que hacen posible la estéril violencia. (...) Nadie debe ocultar la mano cuando se apedrean sus semejantes. 

Con motivo de la sentencia de "la manada", que no tiene noventa y tres folios por una cara, (como escribí yo en una entrada anterior), sino que son 186 páginas, a las que hemos de sumar otras 200 del voto particular del magistrado discrepante que pedía la absolución, las mujeres han salido a la calle contra los hombres, y no son ni seis ni sesenta las que directamente vocean una guerra civil de género.
Curioso y terrible: tomar una bandera, sin conocer a la persona, le dicen "yo te creo". ¿Por qué, si no se sabe nada de ella? ¿por qué si el juicio no ha sido público?
Sencillamente porque es una causa y es para muchas un casus beli.
Algún día puede que las estadísticas revelen que en los pasados 15 días se han vendido menos preservativos, y sin embargo, se han producido menos embarazos. Seguramente ha habido poco trato heterosexual. Y no será porque nosotros no hayamos querido, como siempre; sino que ellas están de uñas.
El domingo aprovechando el día de la madre seguí escuchando andanadas.

Ese día, sin embargo, se supo que en un pueblo de Zamora, un muchacho de 16 años quiso violar a una mujer de 32 y terminó matándola a pedradas. Ha habido manifestación en el pueblo de la asesinada, pero en ningún sitio más; no se esperan.
Objetivamente es peor, eso piensa cualquiera, pero, sobre todo, los padres de la zamorana, que tienen a su hija enterrada; frente a los padres de la víctima de la manada, que ni siquiera mereció un parte de lesiones porque no las tuvo.
Pero las guerras civiles siempre son subjetivas, se hacen porque quieren hacerse, es falso eso de que sean inevitables. La guerra civil española contra el género masculino tiene como punto de inflexión esa humillación sufrida subjetivamente por muchas que se han dado aludidas por esas prácticas de sexo en grupo.
Lo bueno del siglo XXI es que no llega la sangre al río y que la actualidad nacional y mundial se renueva cada día. Así que pronto nos libraremos de esa presión.




viernes, 4 de mayo de 2018

Hoy me independicé de la f

He anticipado el final del grupo Por las Nubes: no me gustan las agonías. Todos queremos una muerte rápida y sin dolores ni falsas esperanzas que se precipitan en más dolores y en la muerte final.
He dejado archivados mis cuatro grupos. Ahí se quedan disecados; no se pudrirán, porque nadie será capaz de introducir nada perturbador en ellos, y, además, no he tenido que expulsar a nadie. Suena mal esa palabra especialmente hacia la buena gente que ha participado con cariño en esa propuesta.
Me molesta que todavía conservo utilidades de Facebook, de las que no sé como prescindir; y me molestará más que, cuando entre a ejercerlas, tropiece con cantos de sirena que me hagan arrojar de nuevo minutos al vertedero. Pero siempre será menos que antes de ser consciente de lo nocivo de estas curiosidades.

Vale: entraré algún día por la f y tropezaré, si no puedo evitarlo, pero, como sé que estoy en terreno enemigo, procuraré salir cuanto antes y no al contrario, como sucedía en estos años, que inocentemente seguía buscando, respondiendo, implicándome.
Estoy desimplicado. Ahora todas las páginas serán blancas y no tendrán trampas.

Me siento muy ligero, como después de cagar. Espero que nadie me malinterprete. Lamento dejar a gente por el camino, porque eran personas con las que he mantenido una buena relación; amistosa, podría decir, pero dentro de una adicción que me secuestraba.

Soy libre, (o bastante más libre de lo que era), y eso es mucha más vida a mi favor.