Me acabo de dar cuenta que es
desde niño que colecciono libros de viajes, aunque los primeros no tenían
formato de libro sino de historias dibujadas con texto. Me refiero al Capitán
Trueno y el Jabato, que viajaban por el mundo buscando aventuras en las que
restablecer la justicia. Yo viajaba con ellos.
Recuerdo también que en la adolescencia
quise leer el famoso libro de las Marvillas del Mundo, pero nunca lo conseguí.
Años más tarde descubrí en la
tele a mi admirado Luis Pancorbo, seguramente el mayor viajero de todos los españoles, en cuyo blog colaboro todos los meses, que es
autor de un buen puñado de libros.
He viajado por casi toda España
peninsular y parte de Portugal y Francia. Monté cuatro veces en avión pero dos de ellas, la primera y la última, me puse muy malo cuando el aparato comenzaba a
descender. Creo que voy a viajar poco lejos, pero lo
compenso comprándome todos los libros de viaje que caigan en mis manos a un
euro.
Dentro de los clásicos viajeros
por España está el americano Ticknor que visitó nuestro país durante el reinado
de Fernando VII, concretamente en 1818.
Tenía buen ojo para el ambiente de los toros
Dejando de un lado la crueldad de todo esto, cerrando los ojos ante los horrores de la lucha y recordando y viendo al numerosísimo público tan elegantemente vestido alrededor del anfiteatro, y continuamente desbordado de sentimientos tan variados y apasionados, pienso que no sé adónde más puedo ir para ver un espectáculo tan excitante, tan espléndido y tan magnífico.
También para los gallegos (parece que detectó que había una especie de mafia gallega entonces)
Galicia proporciona aguadores a todo Madrid y cuenta con una tremenda policía, que asegura la honestidad de los individuos e incluso alguna veces inflige secretamente la pena de muerte. Pero el gobierno lo tolera sin reconocerlo, porque los gallegos no son injustos y, a pesar de sus muchas oportunidades y tentaciones de ser deshonestos, nunca oirás tal caso debido en gran parte a su policía. Son los más duros y emprendedores de todos los españoles y, por ejemplo, se ven por toda Castilla, Extremadura, e incluso en Portugal en la época de la cosecha, recogiéndola en lugar de los holgazanes lugareños. Algunos permanecen después como sirvientes, y otros trabajan en pequeñas tiendas y tabernas por toda España. Pero cuando han acumulado una renta suficiente, es casi seguro que volverán por fin a casa a morir en paz.
Todos los gallegos que he conocido solo piensan en volver a Galicia.