En este libro de los reinos de taifas, que vienen a ser una perversión maldecida de la unidad de los reinos musulmanes españoles que propició la flojera moral y la decadencia militar y el avance de la reconquista cristiana; la "debilidad" (Goytisolo no explica el título: así lo interpreto yo) se revela su homosexualidad.
Un intelectual que vive de ello en París, que tiene una amante omnipresente, Monique, con la que convive maritalmente, exiliado social y politicamente de una España a la que nunca volverá, y eso que ha muerto hacia 2020, superados todos los franquismos y posfranquismos, a pesar de su manifiesta y declarada españolidad vivió y termino muriendo en el extranjero.
Lo más destacable de la segunda parte del libro de las taifas es, aparte de la narración de un irónico viaje propagandístico que le regala la Unión Soviética para que descubra y propale las conquistas del comunismo, su afianzamiento en el deseo homosexual. Parece haber tenido experiencias juveniles en este campo de la sexualidad, pero las lleva enterrando en carnes femeninas, conquistas y prostitución, hasta que aflora un momento en el que se siente fuertemente atraído y, probablemente porque no tiene reparos o refuerzos educacionales o religiosos contra este deseo, sucumbe a él.
Se enreda sexualmente con un obrero magrebí, precario inmigrante sin asentar, a quien, en París, lleva y trae a hoteluchos a gozar con él. Se trata de un puro goce físico, el autor no revela experiencias culturales con su mancebo, del que dice que habla un atascado francés. El autor se explica francamente: le interesa esa raza, esa musculatura, esos gestos, algo preintelectual. Después se acercará a la cultura turca por lo mismo. Aunque no nos lo diga le atormenta no por el hecho en sí; le atormenta porque no es capaz de decírselo a Monique con quien mantiene una relación libre y abierta, él se encela de los escarceos -siempre masculinos- de ella, lo que le aboca más adonde quiere ir. Pero Goytisolo ha seguido consumiendo prostitución femenina, fallando en dos de cada tres intentos, según confiesa. A su mujer le gustan los ambientes homosexuales masculinos pero el escritor tiene miedo de que no soporte su empichamiento (la palabra es mía no de él) con Mohamed.
Supongo que Goytisolo durante el periodo en que no es abiertamente homosexual trata de darle oportunidades a su parte masculina reforzándola mientras que "el cuerpo" le pide machos, porque le gustan muy masculinos, con la testosterona hasta violenta. No llega a explicar la mecánica concreta del dante-recibiente, pero me da la impresión de que le atrae más lo segundo.
Yo estoy educado en que el culo es "pa cagar" además de una hermosa parte anatómica de la mujer, más culona; en mí es una parte vulnerable, que hay que defender, con la que no se juega, eso de ser un "daoporculo" es de lo peor que se podría llegar a ser. Mariquita o maricón, son insultos que asimilé como despreciables ya en mi preadolescencia y para mis adentros personales e íntimos no ha cambiado mucho por muchos ministerios de igualdad que los alienten.
Mi acercamiento al conocimiento sexual fue con muchachos de mi pueblo, niños todavía, "picha española no mea sola" Uno no sabía cómo eran las de los mayores, también trataba de espiarlos, pero sí cómo eran las de los niños que meábamos donde nos apetecía. Mi pueblo además está rodeado de arbolados y berrocales donde encontrar fácilmente intimidad, y, como todos los pueblos, estaba "rodeado" de afueras. Allí jugábamos a los pistoleros, o hacíamos cabañas, o nos reuníamos a fumar, sin tragarnos el humo, los cigarros clandestinos que nos compramos. El primero que compré yo ¡por cuatro pesetas veinte cigarrillos! menos de tres céntimos de euros actuales, fue un paquete de Peninsulares, feo tabaco negro sin boquilla.
En esos escarceos adolescentes nos contábamos historias picantes de primera o segunda mano: a alguien le habían pillado, alguien había oído una conversación de mayores, alguien había espiado a una mujer mear, a una pareja de novios, y los hombres mayores la tenían "negra" ignorando en cuál momento cambiaba de color. De niño la tenemos rosita, no dí cuenta cuándo me cambió. Aparecían los pelos, las erecciones, algunos precoces se masturbaban y llegaban al clímax y otros manifestaban el "ya me viene" ya tenían semen. He participado en masturbaciones colectivas pero cada uno tocándose la suya, que lo otro son mariconadas, sin derramamiento porque todavía no tenía ese poder, ni tampoco clímax.
Pongamos que me estrené trepando a una portería de baloncesto.
Pues así se forjó mi coto sexual: el oscuro objeto de deseo estaba en el centro de la mujer y llegar a ese conocimiento, a esa conquista y a ese éxtasis sería una de las principales motivaciones de mi adolescencia. La cuestión de la retaguardia estaba clara. Veíamos a los perros engancharse con las perras después de demostrar virilmente frente a todos su derecho, y nadie quería o parecía querer ser la pasiva perrita.
En estos tiempos adolescentes, por lo que se ve, (y se ve) hay muchos más bisexuales que heterosexuales, nadie se priva. No está anatematizado, el sexo fluye naturalmente y los jóvenes de ahora caen donde quieren sin tormentos religiosos ni estigmatización social. Es la curiosidad y el esnobismo lo que domina o es que todos tenemos una pulsión general sobre el acercamiento y el roce.
Yo me lo vedé en su día y nunca me he acercado ni de pensamiento a ese despeñadero o a ese yacimiento de sensaciones. Fue así mi educación: es irracional, de acuerdo. A lo mejor a los sesenta me lo confieso y cambio, pero dudo mucho, no siento atracción o, en un prepensamiento, rechazo sentirla.
Incluso me da asco todavía ver besarse a dos tíos, no lo soporto ni en el cine ni en la televisión: será una especie de "vade retro Satán" pero me es desagradable, por lo que cambio de canal. Literatura manifiestamente homosexual también he leído muy poca. Recuerdo "Antes de que anochezca" la tortuosa vida politico-sexual del cubano Reynaldo Arenas, que era un "recibiente", y decía que se lo hicieron muchos orgullosos "dantes" que se creían muy machos, incluso más machos por hacerlo de esa manera y no desaprovechar la oportunidad de meterla en caliente.
El libro de Goytisolo no es explícito en los mecanismos concretos pero sí es muy sincero en cuanto a sus pulsiones, que ya digo son asumidas con racionalidad ante nosotros, aunque tuviera que confesárselo por carta y poniendo tierra de por medio a su compañera intelectual y sexual Monique, con la que se casaría quince años después.
No sé si yo me habré perdido algo interesante en la vida, pero tampoco creo que ya vaya nunca a Australia ni a Asia, que en principio me atraen más que abrir alguna puerta trasera o rebozarme con alguien con aristas, musculoso y peludo. Me da repelús. Además llevo más de un año conviviendo con una almorrana cada vez más molesta y exigente con lo cual temo que tenga que abrir la puerta trasera a un frío bisturí.
El libro está muy bien y voy a tratar de leerme todo lo que tengo de Goytisolo, que no es poco.