Seguro que hay cientos de pueblos con tanta armonía en las cubiertas de sus edificios, pero en Montignac lo expreso así, porque está al pie de un cerro bien edificado y lo que nos permitió subir por sus calles y hacer fotografías tan hermosas como éstas:
El castillo no era visitable, ni siquiera nos proporcionaba un mirador para ver esta armónica localidad.
Era uno de los objetivos del viaje, no por lo que os voy a mostrar hoy sino porque en su término municipal están las celebérrimas cuevas de Lascaux. Aquí sí tomamos un hotel para resarcirnos del que no habíamos pagado en Cahors.
Las calles son estrechas, forzosamente peatonales y además en cuesta, con lo que es peligroso que alguien permita cagar a sus perros sin recogerlo. Encontramos en una casa esta advertencia que en España, país superperrófilo no sé cómo sería visto por ese público.
Bonitas parras hermosas ventanas y tejados, calles limpias. Los franceses esconden los contenedores de basura y las papeleras y todo te lo llenan de tiestitos y hierbas casuales, que dejan crecer.
Estos detalles nos engatusan, los franceses siempre buscan agradar.
¿A que estaría fatal que en estas calles hubiera cacas de perro?












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