La primera vez que escuché conscientemente la novena sinfonía de Beethoven fue en una casete barata que compré en el mercadillo de los viernes de Ávila a primeros de los 80. Su director era Josef Krips, y la orquesta la Sinfónica de Viena.
Después lo he escuchado quizá cien veces, mayormente en transmisiones de radio. En su día me compré la versión que hizo Leonard Bernstein con la Orquesta Filarmónica de Nueva York, porque estaba de oferta de lanzamiento y también porque quería tenerla en CD y la habré dado una cuantas vueltas.
Recuerdo como muy emocionante la versión de Leonard Bernstein en Berlín al poco de caer el Muro, que retransmitieron por televisión.
Un azar puso en mis manos esta versión de Herbert Von Karajan de octubre de 1962, con su Filarmónica de Berlín. Yo tenía manía al celebérrimo director de la Deutsche Gramophon: la compra segura que todos hacían y todos regalaban. Quizá mi falta de poder económico, juntado a mi visceral rechazo por lo que todos eligen, por el Real Madrid, por el Corte Inglés, por la Cocacola, por los BMV... hicieran que hubiera preferido cualquier otra versión más modesta, por lo menos de boquilla, como la zorra hablando de las uvas.
Nunca he montado en un BMV y tampoco me importaría que me dejaran conducir uno.
Tengo este disco hace años pero nunca me había puesto a escucharla, porque dura una hora y porque de vez en cuando la ponen por la radio, como pasa con los conciertos de violín de Brahms y de Beethoven, o la primera de Mahler, que me los encuentro sin buscarlos.
Pero hace pocos días lo hice, a la vez que leía una novela, pero parándome muchas veces a solo escuchar. Y algo me interrumpió el cuarto movimiento final que me estaba entusiasmando, por todo, pero más que nada por la interpretación coral. En estos 45 años he podido educar mi oído en la música vocal, hace años solo apreciaba la instrumental, pero hubo unos meses en que fui tenor en un coro y por entonces tuve ocasión de escuchar en directo algunos coros norteamericanos y uno portugués con profunda envidia y admiración. Soy seguidor de un compositor llamado de este tipo de música llamado Dan Forrest (buscadlo en Youtube).
El arte musical de la novena de Karajan del 62 (después grabó una versión en formato digital que no he oído) es soberbio, me ha impresionado y eso que ya no disfruto del cien por cien de audición especialmente en los tonos agudos. Hoy volví a escuchar el tercero y cuarto movimientos, esta vez sin interrupción. Este coro vienés del título Wiener Singverein era el favorito de Karajan, y los montó a todos en un avión para llevarlos a la iglesia Jesus-Chirstus-Kirsche de Berlín para que le cantaran la novena para los micrófonos de la DG. Seguro que había corales en Berlín de sobra para haberlo hecho. Pero Karajan los exigió para su versión. Los austriacos sobrevolaron la DDR, la Alemania comunista, para aterrizar en el famoso aeropuerto con el que los americanos rompieron el bloqueo soviético a la ciudad de Berlín, y supongo que harían al menos un ensayo general antes de grabarlo dos años antes de naciera yo.
El resultado valió la pena por el gustazo que me han dado en noviembre del 2025. Es preciosa. El director de ese coro se llamaba Reinhold Schmidt.























