viernes, 4 de julio de 2025

Isaac Bashevis Singer, el premio nobel yiddish

 

Las biografías y autobiografías son una escritura explicativa, con lo cual siempre es sencilla de entender  y permite un gozoso avance al lector. Creo, además, que he leído dos novelas de este hombre, que me gustaron así que me la compré.

Es un judío polaco que escapó de la pobreza y del Hitler que se avecinaba, con tiempo suficiente, a Estados Unidos. En su formación infantil y juvenil está la sorprendente mezcla entre el amor por la ciencia y el ocultismo. 
Físicamente era un hombre enclencle, pelirrojo, bajito y mal alimentado, porque además se declaró vegetariano tempranamente con lo que lo tenía mucho más difícil en su penuria, no obstante lo cual, nos relata que folla como un Casanova o un Don Juan. O las judías de los años treinta fueron mujeres muy "salidas" o es el privilegio del parchís que pueden permitirse los premios nóbeles que hacen autobiografías: se comen una y se cuentan veinte.
Lo más interesante, son las penurias literariovitales que pasa un escritor que quiere hacer (e hizo) su carrera en una lengua marginal: el yiddish es una mezcla de alemán y hebreo, cuyos lectores podían ser los judíos asquenazíes de centroeuropa y los que se dispersaban por el mundo. Después del holocausto no sé cómo ni dónde quedarán lectores suficientes de esa lengua.

No he sabido cómo acortar esta cita universal:

EL CLUB DE ESCRITORES

(…) Cada pocos días, por la tarde, se celebraba una conferencia, y así llegué a conocer a muchos escritores jóvenes tan principiantes como yo y que pasaban por los mismos apuros. Todos aspiraban a ver publicado algo suyo en Páginas literarias, y quizá suponían que yo ejercía alguna influencia en ésta. Ridiculizaban a aquellos escritores consagrados cuyos poemas, cuentos y artículos yo me encargaba de corregir, lo que me confirmaba algo que en realidad ya sabía desde hacía tiempo: que a menudo los malos escritores son críticos sagaces de la obra de otros escritores, nada de lo cual, sin embargo, impedía que escribiesen con una torpeza que me asombraba. Esto mismo era aplicable a su manera de juzgar el carácter de los demás. Los ególatras hablaban con desprecio de los ególatras, los necios se mofaban de la estupidez de los necios, los más toscos se empeñaban en demostrar su refinamiento a base de señalar la tosquedad, la tendencia al abuso, la vanidad de otros. Entre la evaluación de los demás y la de sí mismos se extendía un abismo misterioso, como si en algún rincón de su ser cada persona fuese capaz de ver la verdad, con solo la condición de no pasarla por alto. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario