En mi pueblo, en Ávila y en Béjar vienen en los tiempos cálidos muchos más vencejos que golondrinas. Me gustaba hacer el ejercicio de seguir sus vuelos acrobáticos. Pareciera que lo hacen por placer pero llevan la boca abierta para cazar insectos, a lo mejor hacen esos quiebros porque están viendo un bicho aunque también puede que lleven la boca abierta porque alguien caerá. En Alange había muchas golondrinas y ningún vencejo, que yo distinguiera.
Bajo este puente que salva el pantano había un montón de nidos de golondrinas que revoloteaban.
Aquí se aprecia alguna. Al fondo Alange y el cerro (cerro suena de más suave ondulación, quizá sea montículo, o risco) con castillo, aunque casi no se aprecie por estar tan lejos. ¿Cómo no plantar un castillo en un emplazamiento tan propicio para otear a los enemigos potenciales?
Cuando seamos viejos y nos subvencionen los servicios sociales, a lo mejor conocemos estos lujos balnearios en primera persona.
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