Este viaje, sabedlo, lo hicimos en mayo, ahora no podríamos por el calor, ni sería tan bonito el colorido del campo. Lo aclaro para que nadie sufra por nosotros pensando que anduviéramos por estos lugares con los cuarenta grados que deben ascender hoy por esos lares.
Castuera es uno de los pueblos que nos faltaban de Extremadura. Allí acabó la guerra uno de mi pueblo, Ignacio Moreta, a quien trasladaron para contener la última ofensiva de la República que quería partir la España nacional en dos llegando hasta Portugal. No pasó de ser una maniobra de distracción, supongo que querían, como actualmente los rusos o los ucranianos, llegar a una mesa de negociación dando un poco de miedo y no rindiéndose incondicionalmente.
Fuera de ese detalle histórico, Castuera no nos ofrecía lo suficiente en cuanto a entorno, monumentos, o urbanismo peculiar, así que decidimos seguir camio para buscar alojamiento en otra parte que nos sedujera más.
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