Acabo de ver las imágenes que estarán dando la vuelta al mundo de la lluvia de barro, objetos e improperios contra el rey Felipe VI que ha tenido la vergüenza torera de presentarse en el pueblo donde más desastre y muertos, alrededor de setenta, de toda esta catástrofe: Paiporta.
El Rey vive de la imagen y sabía que tenía que dar aquí la cara, arropado por un buen montón de profesionales que le protegían, incluso con sus manos, ya que no quería, -el guion tampoco lo permitía- que le taparan con un paraguas, para que se le viera bien (carecía de sentido lo de el paraguas después de haberse arrimado hasta allí).
Jugándose un poco el tipo ha logrado conseguir las imágenes que van a reforzar la monarquía para veinte años, si hubiera resultado herido estaba en su sueldo, es consciente de ello y también de que había que torear ese toro.
Felipe VI era amigo de un torero valenciano, Enrique Ponce, que se retira este año. Los toreros pueden hacer de todo menos salir corriendo de miedo, incluso si les voltean o les cornean levemente tienen que insistir por volver, aunque estén heridos. Incluso si llueve tienen que torear descalzos para no resbalar. Es la dignidad de su oficio.
Hace años el príncipe Carlos de Inglaterra también hizo la estatua cuando un soldado asiático que presentaba armas se abalanzó e intentó pegarle, los escoltas le redujeron, pero él príncipe no hizo ningún gesto de defensa.
Esto tiene que estar entrenado. Adolfo Suárez dijo que él estaba preparado para que un suceso tan tremendo como los tiros de los guardias civiles que seguían al golpista Tejero en el Congreso de los Diputados, no le hiciera doblar la cerviz. No sé si le entrenaron otros, o si era un convicción personal que se había planteado. De lo que no tengo dudas de que el actual rey de España ha sido entrenado para hacer este papel de hoy, que se culmina con una petición de perdón, ya desde la puerta del coche salvador. Una calculada interpretación.
Dudo que lo estuviera la espantá de Pedro Sánchez. Demuestra que no tenía intención de sufrir la lluvia de barro, o que pensaba que, amparado por la buena imagen que tiene este rey se librarían, todos bajo su "paraguas".
Pero no se ha librado. Su imagen se ha sumido en el lodo de la cobardía.
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