Era solo poco más de medio día pero habíamos tenido tanto agobio en Logroño que mi mujer comenzaba a impacientarse. A pesar de esa impaciencia nos cuesta no dejarnos atrapar por la belleza, y también, en este caso, por un cepo medieval.
No suelo caer en estos artilugios para que los turistas se hagan selfis, pero en este caso me pareció un artefacto de lo más original.
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