Sé que Eduardo Haro Teclen, crítico teatral y director de la única revista a la que estuve suscrito "Tiempo de Historia", decidió donar su cuerpo a la ciencia.
Yo soy tacaño, sin vergüenza corporal y he pensado lo mismo para mí: que sirva para las lecciones de anatomía: que me destacen para explicar los órganos y para hacer prácticas de histología.
Es la forma mejor de aferrarse a la existencia, no sé cuantos meses duran los órganos ni cuantas vidas tienen sus filetes en la enseñanza.
Todo se aprovecharía de mí como del cerdo: el animal con diferencia del que más estoy compuesto, porque es de lo que más he comido. El animal que me ha tocado limpiar, y él único que me he atrevido, sin odio, a acuchillar.
Después de componer este poema he mirado en internet y es mucho más complicado de lo que pensaba... para dentro de muchos años.
ÚLTIMA VOLUNTAD
Quiero enterrarme en formol, aunque sea troceado
sobrevivir a plazos
un tiempito más; sin ser pasto de gusanos,
y que mis deudos no paguen los platos
de mi incineración:
No quiero quemar por mí gas natural,
no aumentaré el ceodós
para hacerme polvo de aventar.
¡Seré modélico por primera vez!
“Aquí tenéis, alumnos, un riñón
para que sepáis cómo es”
Y mi gran fémur, orgulloso
de ser el óseo caporal.
Las circunvoluciones de mis sesos
donde circularon pensamientos
y pasa éste también.
Mi corazón, que nunca me falló,
casi sesenta años currando
-Me siento explotador-
Mira que le di disgustos amorosos
y gozosas taquicardias de amor
Mi ojo que ya no verá
será solo globo ocular,
que no subirá a un cielo
en el que no creí.
Tan solo el cielo de mi boca
que mi lengua ahora toca
solo por comprobar.
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