viernes, 1 de diciembre de 2023

La generación del tránsito

 


Estoy escuchando la sinfonía nº 3 de Prokofiev en un disco compacto grabado digitalmente en Alemania en el año 1993, para la casa Deustche Gramophon.  Aunque  ya se había producido la reunificación alemana sigue poniendo RFA (República Federal Alemana), porque los antiguos occidentales no querían que confundieran sus productos de altísima calidad con la mediocridad de los orientales. 

Esta tecnología del CD vino después de los discos LP o de las cintas de casete, soportes culturales de los que también conservo un montón.

Hace mucho tiempo que no escucho una sinfonía, ahora miro música interpretada en youtube. Es otra manera de hacerlo. Me parece muy estético ver como tocan los guitarristas; cuando no tienen imágenes no lo escucho con tanto interés, no lo completo, me aburre antes.

"Ver" una sinfonía por youtube es una cosa que no creo que haga nunca. Este medio de comunicación además constantemente te invita a más, mientras estás escuchando a uno ya te está proponiendo otro, y muchas veces picas y dejas al primero colgado. No son maneras. Creo que mi hija de 23, que en su día fue devota de Bergman y cosas así, se ha visto series acelerando, a más velocidad de la grabada, para acabar antes.

Son maneras de vivir, más bien de consumir, engullir, devorar, cosas que no se permitían en la mesa, porque eran de mala educación, ni tampoco en una sala de conciertos "toca esa más deprisa o acábala ya que queremos oír la siguiente" eso es lo que hacemos ahora. No voy a entrar a juzgarlo. Pobres autores pero también empobrecidos receptores, agobiados por el estrés.

Hubo un tiempo en que la industria musical estuvo muy preocupada por la piratería. La piratería dicen que era un acto de rebeldía contra los abusos de las casas de discos, un acto como desde abajo, por eso hasta fue alentada por ácratas como Joaquín Sabina a veces. No sé si sacará su póstumo disco, el de Úbeda si es que es capaz de hacerlo. Nosotros todavía compramos el último,en Mediamarkt, que todavía vendían discos allí. Ya no.

No sé si en las grandísimas ciudades se pueden comprar discos. Eso se acabó. Yo he comprado muchos en liquidaciones que se hicieron en Salamanca en 2013. Desde entonces no hay tiendas. La gente que quiera un disco lo comprará por correo, o por decirlo por su marca "por Amazón".

Los discos materiales ya son una antigualla, ahora todo está en Spotyfaiv o como se escriba. Todavía no he entrado ahí, pero ese cuasimonopolio ha matado a todos los piratas, y supongo que estará matando a todas las casas de discos.

Es posible que ahora casi solo vendan discos los intérpretes después de sus conciertos. A manera de recuerdo o de las palomitas del cine.

No sé si los artistas han salido mejor parados con las nuevas tecnologías. De lo que estoy casi seguro es de que valoramos cada vez menos su arte y les prestamos menos atención. Cuando uno se compraba un disco de Paco de Lucía lo oía y lo daba la vuelta, y lo volvía a escuchar entero, si es que tenía un sentido hacerlo, que lo tenía. Ahora un artista tan grande como él Yamandú Costa, del que salen decenas de youtubes a la semana, entre las que cuelga él, las que cuelgan los promotores de sus actuaciones y las televisiones que lo grabaron, y las de la gente que lo ha grabado con su móvil, uno no sabe qué, cuando, cómo, ¡ah, otra vez! que pesadez.

El mundo cambia, es más cómodo, pero hay menos amor en cualesquiera de las cosas que damos o recibimos.

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