Estoy leyendo ya el último tercio de la magnífica novela "El corazón inmóvil" de este gran escritor salmantino que cuenta actualmente 95 años.
No termino de explicarme por qué no es famosa, ni una obra de referencia, ni nada señalado que yo haya advertido hasta leerla. Se publicó en el año 1995, cuando su autor se acercaba a los 70 años, en una editorial de gran prestigio. Poquitos años antes la misma editorial publicaba los Juegos de la Edad Tardía de un escritor más joven y con una, presumible entonces y confirmada a lo largo de estos años, prometedora carrera. Los que me leéis ya sabéis que reclamo el Nobel para Luis Landero.
Pues esta obra no es inferior a ninguna de Landero, pero claro se supone que con setenta y tantos sería o habrá sido de las últimas, así que mejor apostar por un valor que fuera a dar décadas de buen rendimiento.
Si no es así, no me lo explico.
Le he llamado el descriptor plateresco, porque es de Salamanca y salmantinísimos son sus paisajes urbanos y sus querencias literarias. Ya me leí otro suyo con una historia mítica de realismo mágico atravesando los siglos de Salamanca: ahí se pasó de barroco y de mágico. A Salamanca, que no es la única ciudad trufada de plateresco, (recientemente encontré mucho plateresco en Écija, pero lo he hallado en muchos sitios desde Peñaranda de Duero a Úbeda), volvemos con los dos pies y sin máscara que la enmascare, sino todo lo contrario: la revela. Del plateresco añadiré que destaca por sus temas, mucha decoración vegetal y muchos jarrones, y una primorosa filigrana como la que podrían ejecutar los plateros, labrada en piedra, que ha de ser arenisca o caliza; el granito es inepto para hacer esta virguería de arte.
Pues una virguería de descripciones imaginativas, maravillosas, es lo que contiene este libro, insuperable en este campo. Las descripciones son algo que parecía agotado, como el arte de los pintores flamencos, ¿qué sentido tendría ahora tratar de imitarlos cuando hace siglos rayaron en lo insuperable? Este libro está lleno de descripciones espléndidas, de asociaciones brillantes, de léxico florido.
Pues sigo con mi estupor porque esta obra no sea un clásico. Es entretenida, presenta una trama policial, como otras dos grandísimas y comercialísimas obras de los ochenta El Nombre de la Rosa y el Perfume, a las que no plagia pero se nota una aproximación a su armonía y contrapuntos. El lugar es un viejo hospital de Salamanca (el de la Santísima Trinidad) que yo no conozco más que de lejos, por ser "privado", pero que desde hace unos días tengo enormes deseos de pasar por allí y mirar lo que me dejen, pues la novela me ha capturado.
Por decir algo malo, que no lastra significativamente el conjunto, declaro que se ha abusado de documentación de la ciencia médica y forense, (uno de los narradores es médico, tenía que serlo si no no cabe tanta medicina en el relato) y mucho pintoresquismo de personajes, y en algunos casos metido con calzador, como una fantasía panorámica de gran calidad pero sobreabundante, que a mí me hace recordar mi modesto e inédito trabajo de novelista, en el que acumulas y acumulas ideas, páginas, estudios, conocimientos, diciéndote, "ya quitaré al final lo que sobre" pero al final te da pena "matarlo" y lo dejas ahí.
Creo que este escritor es tan bueno que ¿quién le recorta tacha o quita y pone comas? Noto algunas repeticiones y comas que mi maestro corrector salmantino me marcaría en rojo.
Pero a pesar de estos dos últimos párrafos, es una novela que releeré, y en la que es un placer distraerse y volver atrás porque está llena de de floresta y de detalles de pintura flamenca, que me gusta todavía más que el plateresco.
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