martes, 19 de agosto de 2025

La naturaleza.

 Mi huerto está a menos de diez kilómetros del Valle del Ambroz, en Extremadura, donde arde un incendio devastador e incontrolable que, además se dirige hacia nosotros; se dirigen las llamas pero hace tiempo que llegaron los humos. Hoy, mirando a mi huerto, he visto cruzar una abubilla. Nunca antes, y miro mucho al huerto desde mi salón, había visto esta especie de ave por aquí. Hace poco tiempo en un artículo sobre Zalamea de la Serena escribí sobre ellas y de mi infancia en Cardeñosa.

Entonces he pensado que toda la fauna del incendio de Jarilla está siendo desahuciada por las llamas. Las abejas silvestres, y las colmenas artificiales que haya por allí no: morirán fieles a su reina y a su clan; eso lo he visto una vez. Pienso también en los abundantes jabalíes que se han extendido por todas partes y nos acosan a los hortelanos. Ahora estarán más apretados en los bosques donde hayan huido.

Pienso también en los turistas rurales, aquellos que alquilaron un mes en una casa de Hervás o Candelario, percibiendo el agobio más cercano de humo que sentirán: nunca olvidarán este mal trago, incluso puede que algunos decidan renunciar a esta segunda quincena de agosto. 

Yo en mi incendio personal de 2009 del Barranco de las Cinco Villas, nunca volví a mirar con cariño a aquella parte quemada. Incluso en 2.014 cuando volví por allí para dar una conferencia, procuraba evitar la vista, como cuando alguien viene con un hijo deficiente, o con un muñón.

Ahora he dejado de ir a la piscina, porque nadando el oxígeno se hace más urgente, y no lo quiero viciado: no creo que sea bueno para mi salud, y yo voy por razones de salud. Lo mismo sucede con andar, que vendría andando unos ocho o diez kilómetros, ahora me siento maniatado y engordando. Pero prefiero dolerme de que peor será para los pájaros que dejaron sus nidos en el Valle del Ambroz: ahora tendrán que discutir  con otros de por aquí por donde anidar, beber o cazar.

La naturaleza, y yo que soy parte de ella, está atosigada; han bajado las temperaturas lo cual es un pequeño alivio, pero hasta que no llueva con generosidad y olamos a tierra mojada, a pasto mojado, no empezaremos a sentir la esperanza.

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