Mi madre hablaba siempre de la experiencia de vida, o de la otra: de la debida, que se la debemos a la observación de los demás que constantemente nos enseñan. Con el tiempo debemos tener experiencia de vida, si somos un poco de observadores y otro poco de inteligentes para colocar cada observación en el armario de la experiencia, de la sabiduría.
No son cosas que se puedan aprender en un libro, quizá en cuarenta libros, o en cien, pero nadie sabe cuáles son esos cuarenta libros que te enseñan las experiencias que debe acumular una persona sobre la vida para entenderla cabalmente.
Hace poco se ha roto la cadera alguien conocido y he pensado, por primera vez, que quizá algún día se me rompa a mí y me tengan que operar con anestesia general para ponerme una de titanio. Nunca había pensado semejante cosa y tampoco recuerdo haber leído en ninguna novela que a alguien se le rompe una cadera, sin embargo esto le pasa a muchos viejos; cada vez más porque cada vez llegamos a más viejos.
Lo que más deseo en mi vida es tener nietos; pues ayer hablamos con unos abuelos que en unos días van a volver a San Sebastián de sus vacaciones en Béjar y están temiendo el estrés que les produce tener que cuidar de los tres nietos que les ha dado una de sus hijas, (la otra les ha dado dos pero parece no necesitar abuelos cuidadores tanto). Ellos no saben que son los abuelos millonarios, ¡5 nietos! lo que desearía yo ser, pero saben; atesoran una experiencia de vida que yo no llegaré a tener, y que es tan real como las operaciones de cadera que hasta hace un par de días yo pensaba que no me iban a concernir.
La experiencia de vida es haber escuchado muchas conversaciones y pequeños relatos de lo que le pasa a la gente: mira que hay gente rara. Hay gente que consume prostitución, y hay gente que se mete a trabajar gratuitamente en un banco de alimentos, gente apasionada por la caza, o por los sellos de correos, o por las labores, o por tenerlo todo ordenado, hay gente con inconcebibles altruismos que aguanta a otros lo que nos parece inaguantable, y además lo hace con una especie de resignación teñida de amor.
¡Ah! el amor, eso si que es algo que cambia en la vida. Si leo mis diarios de los 17 a los 22 años, puedo decir con mis ojos de hoy, que no tenía ni puta idea de lo que fuera a ser el amor, eso que tanto importaba cuando era joven. En aquellos tiempos estaba deseando ser propietario de amor, lo hubiera aceptado de cualquier chica, y hubiera puesto un empeño, una entrega, unos medios que hoy me parecerían desorbitados, sin calcular como hacen las personas de mi generación en un programa de televisión que se llama Frist Dates, que es la primera cita de personas que buscan amor, casi todos después de bastante experiencia.
Cuando uno es joven lo entregaría todo por una cara bonita, aunque la vida le enseñaría las manías, la familia, los defectos de percepción, las observaciones impertinentes. Cualquier cara bonita, cualquier cuerpo de curvas alucinantes está lleno de trampas. La vida se compone de muchos detalles, es extraordinariamente poliédrica, irregular, adaptativa, pero también a veces cerril.
Todo esto porque sigo leyendo el libro de Carson McCullers, "El corazón es un cazador solitario" y no me termino de creer que una chica de 23 años atesorara tanta experiencia debida/de vida como para poder escribirlo, más gente ha escrito que alguien debió susurrárselo o corregirlo con una experiencia superior, a mí me parece que en ese tiempo yo no sabía ni la mitad de la mitad, pensaba en el AMOR como una fuerza soberana, ignoraba los fundamentales matices de la vida; ignoraba casi todo lo que a mis casi sesenta y un años, creo ir sabiendo.
POSDATA: Estoy impresionado porque en la pequeña ciudad de Ávila, a menos de cien metros en línea recta de donde vive mi madre, ha habido un tiroteo con un muerto y algunos heridos en estado crítico. Un barrio de casas sociales, bastante nuevas aunque ya muy degradadas, que ocupan mayoritariamente gitanos, donde hace un mes se hizo por la policía nacional una macrorredada en la que encontraron muchas armas de fuego, pero no estas que han servido para este tiroteo mortal. Y sospecho que tendrá que ver con ajustes de cuentas en el mundo del tráfico de droga, realidad que nunca conoció mi experiencia más que de oídas, por televisión, periódicos y por literatura, pero que no parecía real y a solo cien metros de donde vive y sale a pasear mi madre con su andador de octogenaria.
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