Era una tarde en que jugaban Holanda por un lado e Inglaterra por otro. Habíamos visto muchos holandeses con su camiseta naranja y después vimos muchos ingleses devorando cerveza y apoyando a su selección. La Málaga central estaba ocupada por manadas de aficiones, pero también había mucho público internacional, rusos y franceses destacadamente, o belgas, que yo soy incapaz de distinguir a un francés de un belga que hable francés, a no ser que lleven la camiseta de su selección de fútbol, pero los ingleses se hacen siempre notar, y los que visten de naranja también.
El centro de la ciudad de Málaga es un lugar rutilante de comercios y bebercios caros. Había gente que hasta hacía cola para entrar a tomar algo y ser parte de esos sitios tan estupendos.
Para un hombre paleto acostumbrado a ver todos los días la crisis terminal del comercio cada vez más vacío dentro de una ciudad vaciada, sin niños ni alegría solo gente jubilada y todos los demás que solo piensan en jubilarse, sentir el opulento pulso económico de Málaga, es reconfortante.
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