martes, 9 de julio de 2024

Capileira, la crema de Las Alpujarras

 Cuando vas a un sitio conocido deja de existir en tu cabeza para siempre la imagen difusa de un nombre famoso que pudieras tener por referencias o relatos. Sucedió cuando fui a Roma, que dejó de ser algo de romanos o de Fellini, de la serie Roma o de Yo Claudio, para tener la imagen de donde está el foro, el Coliseo el Campidoglio, el Vaticano, el Trastévere, Piazza Navona... se hizo real y verdadera: podría hacer un mapa. 

Parecido sucedía con las Alpujarras, de las que tenía imágenes de una película y narraciones de un lugar especial, que si un niño budista, y la rebelión del siglo XVI que tanto trabajo costó sofocar a Juan de Austria según la biografía que le hizo Arturo Uslar Pietri.

Ahora ya sé cómo son, y la poderosa imagen de la realidad acabó con las figuraciones, como en Roma, o en París; quizá es como el amor antes de conocerlo, o el sexo antes de conocerlo de verdad.

Capileira es, como todo lo único, diferente. Aunque quizá no llegáramos a estar dos horas en ella, ya es parte de mi vida real.


Ahí está, colgada de una ladera.















Abajo está Pampaneira, que es donde comimos.
Ese amor tan andaluz a los geranios.

Tuvimos la suerte de patearlo después de comer, en un día caluroso: Aunque no se pasa mal porque hay muchos pasadizos y también buscábamos la sombra de algunas casas. Lo mejor es que no estaba lleno de gente por las calles, y nos pudimos sentir únicos y "descubridores"

Mañana más.

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