En el viaje del pasado enero había descubierto en Algeciras, pidiendo permiso a unas funcionarias que salían de un edificio público universitario, el sabor de las naranjas amargas que brotan de los ornamentales naranjos que pueblan la mitad de las calles y jardines públicos de Andalucía, me animaron a coger todas las que pudiera. Acopié unas cuantas ante la mirada estupefacta de otros lugareños que desprecian su sabor (o no han tenido la ocasión de comprobarlo). Las cojo sin ninguna mala conciencia, porque veo que acaban en el suelo convertidas en basura. En el segundo viaje también hice acopio de varios kilos en Cabra o en Medina Sidonia.
No sabía que en este viaje de junio todavía quedarían naranjas en Granada, pero en cuanto las vi recolecté, y seguí acopiando al día siguiente, alrededor de la estación de trenes donde tenía aparcado el coche. Las cojo cerca de donde está el coche: teniendo donde elegir, ¿para qué cargar?.
Parece uno un poco pobretón, o sintecho, o loco, porque a nadie más lo he visto hacer; pero, como con los libros en los contenedores de papel, soy un desvergonzado y estoy dispuesto a darle explicaciones a quien me las pida.
Dos hombres de mediana edad calvos y de atlética complexión se me quedaron mirando. Yo conocía a uno, aunque él a mí no: fue un sujeto muy famoso hace unos meses, y le dediqué un par de artículos, (pensaba que solo eran un par y resulta fueron cuatro en agosto del 23) mirad https://guerracivilenlas5villasdeavila.blogspot.com/2023/08/. Ese calvo fue presidente de la federación española de fútbol y en un arranque de testosterona cañí se agarró los güevos en el palco, además de plantarle un beso en la boca a una jugadora de las que acababan de ganar el mundial.
Le echaron.
Él supo que le reconocí, lo sabrá bastantes veces al cabo del día, algunos reconocedores se sentirán felices de encontrar un famoso y le pedirán una foto, otros le felicitarán o le apoyarán diciéndole "qué gran injusticia han cometido contigo, Rubiales" . Sí, me encontré con Luis Rubiales y no quise reaccionar. Supo que soy uno de tantos que desprecia su forma de ser, su chulería, sus chanchullos. Desde la dignidad de un aprovechado de las naranjas públicas, seguí a mi tarea.
Aún no me he comido todas las naranjas granadinas, que tienen, como todas las demás, abundantes pepitas, una de las cuales ya ha germinado en un tiesto que tengo en mi terraza. A lo mejor el cambio climático consigue que un día me dé frutos en una parte resguardada de mi huerto de Béjar.
Pero, entretanto, seguiré recogiéndolas de los árboles, aunque hay que hacerlo con cuidado, preferentemente con guantes, porque las ramas tienen espinas. En este último viaje también acopié limones públicos en Espejo (Córdoba) lugar que conoceréis en unos cuantos días.
aquí en este lugar tan hermoso e imprescindible de visitar hay naranjas para aburrir, antes de que se caigan y las barran.
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