Como a la droga ilegal siempre he hecho por no arrimarme. En mi adolescencia abulense vivía cerca de una que se llamaba El Arco. Siempre pasaba por la acera de enfrente no fueran a echarme mano aunque la curiosidad me llevaba a intentar mirar si abrían la puerta, pero a lo sumo llegué a ver clientes, y también deduje que las trasladaban en un gran taxi con dos filas de asientos traseros que paraba mucho por ahí. Alguien me dijo, en otro momento, que así renovaban el "ganao": se entiende que a los clientes les gusta variar y por eso cada tanto movían a las empleadas de localidad intercambiándolas por otras.
Por seguir contando, una vez yendo en un coche a una oposición a la ciudad universitaria de Madrid, como llegábamos con tiempo de sobra, el chico que nos traía nos dio una vuelta, a título ilustrativo, por un parque grande donde todavía se exhíbían africanas altísimas (sería un domingo por la mañana a las siete y media u ocho). Eso parecido también lo vio mi familia en algunas rotondas de la provincia de Tarragona a plena luz del día, y otra vez, que mi mujer y mi hija miraban en las tiendas de zapatos de la calle La Montera de Madrid, me entretuve en identificar cuáles eran de entre las chicas que estaban allí paradas.
Ahí se acaba mi conocimiento directo de esa profesión. Sé indirectamente mucho porque es una profesión muy literaria, muy tanguera, Silvio Rodríguez les dedicó la canción Flores Nocturas que yo he llegado a cantar, y decenas de cuentos y películas.
En dos ocasiones que trabajé en la Oficina de atención a las víctimas del delito en Ávila tuve miedo de que se me presentara el caso de que alguna de estas mujeres se escapara de un sitio de estos donde la tuvieran cerrada, (siempre suele haber rejas en las ventanas, entiendo que para esto) y yo hubiera tenido que buscarla un piso de acogida y no recuerdo más medidas que contemplaba el protocolo que mejor me estudié sobre lo que tenía que hacer allí. Afortunadamente no me tocó justificar mi sueldo con un asunto tan peliagudo (aunque lo hubiera sacado rendimiento literario).
Sobre el comienzo de esta profesión se cuenta una historia clásica: Un chulo, hombre atractivo y experto, sondea el terreno entre las adolescentes más desprotegidas; consigue engañar, enamorar y desflorar a una de ellas y luego, mediante más engaños, encerronas o por pura violación, logra que se la tire un compañero, después la convencen de que "quien hace un cesto hace ciento" y que hay muchas mujeres que no tienen inconveniente en venderse por dinero. El problema capital es que la primera mentira tragada encadena muchas más mentiras, de manera que al final da igual la moral y todas los otros valores. Lo mismo sucede con la cleptomanía, los atracos de bancos, o de viejas, la droga o a los propios usuarios de las casas de putas que terminan viéndolo como lo más normal del mundo.
Y así sucede con Pedro Sánchez, que cada vez las mete más gordas, cada vez consiente que sus putillas se dejen más y con peores y más feos clientes, porque la gente que le tragó la primera mentira le traga también las segundas, y las terceras y todas las demás. En el momento político actual hay chulos, putas vocacionales, gente que mira desde la barra tomando un cubata, madames, mucho dinero y sobre todo mucha explotación de gente desprotegida y engañada que no sabe cómo salir de aquello y sigue dejándosela meter por cualquier sitio, porque las perversiones de la mentira y del sexo pagado rizan el rizo hasta extremos inconcebibles para gente "normal" lluvias amarillas, besos negros..., me da asco seguir, eso que antes salía en los anuncios por palabras de los periódicos.
Ahora altisonantemente tratan de poner puertas al campo (a los móviles) para que los niños no vean pornografía: pura cortina de humo para disimular que también tratan de ammistiar a una tal Laura Borrás y a la familia Pujol.
Pobres putas engañadas por un guapo chulo.
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