Y por amor a la memoria llevo sobre mi cara la cara de mi padre. Yehuda Amijai
Pronto cumplirán los dos años de la muerte. Su figura, su vida y obra, su presencia, están conmigo como un aura. Me siento su heredero, su continuador, -su único continuador-, uso su ropa, hasta los calzoncillos y camisetas que estaban en buen uso sigo usando. Me miro en el espejo y él me mira, y me ve con su chaquetón o sus jerseys, pero a veces no llevo nada puesto y me veo en él. He sublimado su vida, me gustan sus palabras, y sus refranes me parecen los más sabios y oportunos; he olvidado sus comentarios reiterativos hacia personas y sus machaqueos argumentales. En la última época hacía conmigo de padre-abuelo; me sentaba con él y él me contaba. Ya me sabía sus cuentos pero no le interrumpía. Parte de sus historias van en mi novela; esa que, salvo milagro, no verá la luz. Hice por acabarla el mismo año 22, antes de septiembre para enviarla a concurso. Era una necesidad.
Siento que le honro, y que debo honrarle: honrar su memoria. Me gusta más que nunca que me reconozcan "Ah: tú eres el (hijo)grande de Librado" y me pone la guinda si continúan con un "te pareces a él". Ahora mismo he sonreído, como sonrío cuando alguien me dice eso, respiro por la nariz, lo saboreo. Mi madre a veces se confunde y me llama Librado, a veces se confunde más y se refiere a mí como si fuera él: "esto lo compramos" "a éste le paraste los pies" y me atribuye a mí cosas que ella hizo con él o que hizo él.
Es un sentimiento pseudorreligioso el que tengo, como si fuera un apóstol de mi padre. Nunca creí que tuviera esta devoción, que es irracional, lo confieso, también confieso que la hubiera rechazado en todos los momentos de su vida, pero ahora hincho mi pecho de orgullo, y de ternura.
Siempre le he respetado, y siempre -sin baboseo; somos muy castellanos los dos- le he querido, aunque para escribir ahora "querido" necesite yo haber hecho esa salvedad.
Soy Librado, no es que hable nunca con él pero siento la responsabilidad de continuarle, de seguirle mereciendo. Siento que vamos de la mano, como cuando yo era niño, como la última mañana que se le escapaba la vida.
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