He abandonado un par de libros recientemente a medio leer. No se puede, o no se debe leer cuando a uno lo enoja el autor, simplemente por decir "un libro más". Quizá para leer cualquier cosa haya uno de ser dócil y humilde, bendecir con la mejor disposición esas frases que alguien tuvo a bien en mandar imprimir, pero yo a veces tengo la sensación de que "se están quedando conmigo" esta expresión de mi juventud que venía a significar que alguien trataba de embaucarte, de estafar tu tiempo, que es tu vida, sin gracia, sin un motivo interesante para ti.
Esto se soluciona fácilmente con un Galdós, que siempre es un fino descriptor de ambientes donde se hablaba con amplitud e inteligencia, zarzueleramente: el pueblo queriendo apropiarse de todos los conceptos cultos, aunque no se supieran pronunciar todas sus consonantes.
Conciliado estoy con la literatura gracias a Nazarín, de quien hizo película Buñuel que nunca he visto y que próximamente veré para ver como lo enfocó. Resulta ser un libro de viajes de un hombre flaco por el sur de Madrid: un idealista de la bondad, que es un clérigo franciscano alucinado.
Alucinado porque se entrega generosamente a la humanidad que es una divina creación de Dios, despreciando acumular los productos de los hombres y confiando en la limosna que le proveerá el azar. Es un retador: reta a dios a que tendrá argumentos para convencer a los malvados y su reto también es el que dios le protegerá y le proveerá porque es bueno. Queda muy bien con nosotros como quijote, y seguramente queda muy bien también con las personas que querían reforzar la fe de los buenos. Con la realidad no queda bien, porque como Don Quijote, pierde. Y que cada cual saque la moraleja que más le conviniere a finales del siglo XIX. De cualquier modo en la Wikipedia recogen que a D Benito Pérez no le dieron el Premio Nobel en 1913 por su anticlericalismo, pero esta novela podría pasar por proclerical.
Es un Galdós, valor seguro. Aún me quedan en casa unas cuantas medicinas sanadoras suyas.
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