Hay decenas, cientos de películas, en las que dices al protagonista: no te metas ahí, no vuelvas a jugar, no aceptes ese trago que vuelves a la bebida, no vuelvas con ese hombre... Yo, como mi compatriota Don Quijote en el Retablo de Maese Pedro, tengo gran capacidad de imaginación, de compasión, y me meto a sufrir con los personajes como si fuera cosa mía, y sufro. Soporté "La Lista de Schinler" la primera vez porque la vi en el cine y no podía salirme. Después no puedo continuarla, me pasa lo mismo con películas de jugadores o de bebedores "Días de vino y rosas", ejemplo entre muchos. Sufro y, aun reconociendo que son obras maestras, me alejo de ello porque siento heridas en mi alma.
Otros quizás se digan, es una película, les pasa a otros y miran. Quizá hasta salgan reconfortados tras una película de miedo o de tragedias.
Pero esto no es una película: el presidente del gobierno y todos su secuaces se están cargando España. Ese yonki del poder regala, desmembra, humilla su cargo y a nosotros sus representados con él, y no tiene tope, es adicto. Podría ser hasta una venganza "sus vais a enterar por no votarme". No hay quien le pare. Está en manos de su dependencia y depende de Tartufo, del estúpido visionario que quiso independizar a Cataluña ocho segundos, y consiguió que se fueran por su propio pie, despavoridas, un millar de empresas a otras partes de España. Ahora, entre otro paquete de medidas, parece que los españoles nos gastaremos dinero en subvencionarlas para que vuelvan o en ponerles multas por no hacerlo. No quiero saber más: ayer aprobaron unos decretos leyes, una figura excepcional que se aprueba enterita sin parlamentar ni enmendar, prevista para caso de extraordinaria y urgente necesidad, pero que este yonki necesitaba para seguir.
Huyo de las noticias, de las caras, de las mentiras y las rementiras, es una tragedia para mí que creo en España; procuraré mirarlo de lejos, como aquellos que van a ver una película de terror para reírse de lo mal hechos que están los trucos, o para decirse eso les pasa a otros. Solo deseo que se acabe la película y que salga la gente del cine para volver a recoger lo que quede de España y reconstruir lo que podamos.
Sigo gritándolo con mis banderas; no hay muchas en Béjar, espero que la gente se esté dando cuenta de la enfermedad que tenemos a los mandos.
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