Este poeta tan genial, tan fino, tan etéreo, estaba al tanto de todo en tiempos en que los carteros llevaban papeles con contenido. Es indudable para mí que este hombre dedicaba un par de horas diarias a leer y expedir correo. El libro, leído en todas sus palabras, (yo me estoy saltando bastante) es para especialistas en la literatura en español desde 1937 hasta el cincuenta y pocos. La razón, entiendo yo de que tengamos esto y no todo lo demás, es que se ha elaborado con las copias de las cartas que él escribió y que su mujer Zenobia Camprubí transcribía a máquina. Guardaron esos "originales" y alguien los editó cuando se consideró conveniente.
Hay más. Un montón de otras cartas (propiamente la correspondencia entre emisores y receptores, que aquí solo tenemos las cartas que escribía JRJ) están depositadas en la biblioteca del Congreso de Estados Unidos, y otras muchas se quedaron en principio en la casa de Madrid a la que nunca volvió, y que fué "saqueada" por Pedro Salinas y José Bergamín, según confiesa Juan Ramón.
Las cartas de este volúmen están llenas de confesiones, de cotilleos, de maledicencia sobre rivales poéticos y también de acuses de recibos de revistas, libros, artículos periodísticos y cartas. A Juan Ramón le encantaba que pusieran niños con su nombre: José Hierro lo hizo, y alguna otra persona más, menos conocida por mí, a quien el poeta agradece el detalle.
Entre mucho intranscendente para mí hay grandes frases y estupendas reflexiones sobre lo que es la poesía, amén de comentarios sobre los grandes poetas que él recomienda. Voy a elegír una muy apropiada a estos precisos momentos en el que el PSOE no deja de trasvestirse a gusto del fugado Puigdemont y sus compinches. Ayer acaban de "encontrar" un terrorismo como no atentatorio de los derechos humanos. Es de traca: ninguna de las piruetas sofísticas venía en programa alguno de gobierno, pero esta gente es capaz cambiar y matizar todos los días.
La cita de Juan Ramón Jiménez es de una carta que escribió en 1946 a un intelectual que además trabajaba entonces para el régimen franquista, quién había publicado artículos elogiosos de Juan Ramón Jiménez a pesar de haberse quedado en el exilio.
Yo, usted lo sabe, he respetado siempre todas las ideas, cuando son ideas, y a todos los hombres, cuando son fieles a sus ideas. Lo que no he tolerado nunca, y me revuelve las entrañas, es la farsa, tan frecuente, el quita y pon indecoroso de tantos.
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