Sé que muchos de los que me leéis no tenéis la suerte de vivir a tres horas de Andalucía. Yo sí, y me aprovecho de ello, lamentando dar envidia, o quizá maliciosamente alegrándome y presumiendo de ello.
En este anómalo enero antes de que el mundo reviente por sus costuras térmicas fuimos a la luz del Sur y a sus noches tibias.Verdaderamente nos sobró ropa de abrigo en un año que no puede comenzar mejor viajado. Éste lo iniciamos en Lebrija, después pasamos a Cádiz capital donde una oferta hostelera nos hizo convenir dos noches, con sus mañanas y tardes de alegría para degustar rincones y largas calles. Seguimos por la playa de La Barrosa (término de Chiclana de la Frontera), que tiene música de Paco de Lucía. Barbate se nos apareció por el camino, después Baello Claudia, para rematar en Algeciras donde está la tumba del maestro de la guitarra flamenca. Volvimos por Tarifa, descubriendo la maravilla de Vejer de la Frontera que fue la revelación de nuestro periplo para terminar en Utrera, donde hicimos la última noche y la última mañana antes de volver a la autovía hacia casa. Ya veréis.
Empezamos por Lebrija (Sevilla)
La cultura del patio andaluz como carta de presentación abierta a los elogios es un regalo para la curiosidad.Los arbotantes que sujetan la pared de la iglesia sir ven en algunos momentos del día para dar sombra y para hacer paisaje. Recuerdo Arcos de la Frontera en Cádiz, pero recientemente también lo habíamos encontrado en Écija.
Sombras de palmera en el asilo de San Andrés
La destacada torre de la iglesia de la Oliva.
Arquitectura popular en ladrillo destacando sobre el encalado de las paredes.
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