Me encanta leer con rapidez: que me lleven en volandas. Pasar hojas sin temor de no estar enterándome de todo. Seguro que a todos los lectores nos pasa, aunque a veces necesitemos lecturas pausadas llenas de volutas, de prestigio y de detenimiento para saborear.
Gran prestigio y lecturas dificultosas he experimentado como impresión de Juan Goytisolo, el único español que tenía mucha relación con el boom: fotos, manifiestos y París. París. París.
Este líbro autobiográfico no puede ser más apasionante: comienza con una reunión de intelectuales planeando un atentado contra Franco en una corrida de toros; alguien lo veía fácil. Iban a tratar de arreglar el mundo de otra manera pero ésta les pareció urgente a finales de los años 50. El libro se publica en 1986 once años después de la muerte de Franco y cuatro antes de la caída del imperio soviético. En este tiempo Goytisolo pudo romper estrepitosamente con el faro ideológico estético de la revolución cubana, abunda pormenorizadamente en los entresijos del caso Padilla y también había ido desencantándose progresivamente de las "democracias populares" del Este.
Por lo demás es un libro entretenidísimo: cotilleo de alta alcurnia en el París donde pasaban los que querían serlo todo, y pasan Heminguay y Camilo José Cela, y por allí están Sartre y Simone de Beauvoir, y Camus, entreverados con manifiestos políticos reuniones alcohólicas y mucha tramoya estéril de Carrillo, Semprún, Pasionaria, Claudín y sus rupturas políticas.
A este Goytisolo, que era como un gran embajador del antifranquismo en el París de la "gauche divine", le secuestran la cinta de una película documental que iba a estrenar en un festival de Italia sobre las miserias de Almería y se la reeditan y manipulan y la pasan por la televisión española. ¡En vaya cosas se entretenían los servicios secretos de Franco!
No obstante él entra y sale de España, a quien encarcelan por poco tiempo es a su hermano Luis, eso sí a él le miran el pasaporte al trasluz y le boicotean. Se aleja de muchas reuniones estériles a partir de entonces. La impresión que da (a toro pasado) es que él sabía que no se podía hacer nada importante y que Franco moriría en su cama.
Otro capítulo apasionante es el de su relación con Jean Genet cuyo nombre me suena aunque desconozco absolutamente su obra, pero he de reconocer que ha despertado mi interés.
Es un libro entretenido que se me cruzó mientras estaba leyendo al superesteta Gabriele D'Annuncio, que llena hojas y hojas sin que haya casi historia ni acción.Aparcado lo tengo y sin muchos ánimos para volver a esas inmersiones poéticas.
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