En un par de cuentos clásicos los niños que se adentran en el bosque prevén que es posible que la memoria les falle sobre cómo volver a casa. La memoria es confundida con la vida que se vive después, luego apreciamos mucho recuperarla en el momento que nos interese. Las huellas en las cavernas, los dibujos, la escritura, los cuadros... queremos aprehender lo que fuimos o tuvimos, lo que visitamos, recuperar el camino mediante miguitas que, a veces, se comen los pájaros o remueve el viento.
Hace mucho más de un siglo que se inventó la fotografía, que se extendió y popularizó lo suficiente como para llegar al pequeño pueblo de Cardeñosa donde yo nací. Se guardaron miguitas de pan de mi vida, y de las de mis padres y abuelos; hasta de mis bisabuelos tengo alguna foto. Un día de 1992 me compré una cámara réflex y después muchos carretes, algunos en blanco y negro, y de diapositivas también el mecanismo obturador de la máquina se atascó en 2007 cuando ya teníamos una pequeña cámara digital de foco fijo.
Con lo digital comenzó la hemorragia caprichosa de fotografiarlo todo de todas las maneras, el gratis total, y el dejar de "pensar" cada foto. Pronto aparecieron los problemas de almacenaje digital en el ordenador, entonces llegaron los pendrives o "pinchos" pero también se saturaban, sucedía que las fotos cada vez tienen mayor resolución y ocupan más espacio en los aparatos de almacenaje. Antes de eso tenía ya muchas almacenadas en disco compacto, aunque útlimamente adquirí un poderoso disco duro externo donde acumulo cada vez menos fotos nuevas, porque sinceramente, no sé si alguien las mirará. Cierto es que también se me estropeó recientemente el objetivo de mi cámara réflex y ahora hago fotos con otras cámaras menores y limitadas, de la casi decena de las que he tenido desde que me falló aquella cámara de película con la que dejé las miguitas más importantes de mi vida, la primera niñez de mi hija.
Con las fotos me ha pasado lo que con los libros de lance: tengo muchos más de los que puedo disfrutar y a nadie más le interesan tanto como me interesesaron a mí al adquirirlos.
Si queréis, entendedlo como una fábula sobre la acaparación. El bosque se ha llenado de tantas miguitas de pan que no se encuentra bien el camino de la memoria.
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