Con una agradable tibieza, desacostumbrada en el mes cúspide del invierno.
Hace décadas que no dudo del cambio climático. En Enero no he conocido tan claramente que se aguara la fiesta de la nieve, los esquiadores tendrán que buscar en otras latitudes, porque la sierra de Béjar ya ayer fue lavada; hoy bajará el río bravo porque estará rebañándola.
Ayer por la noche, sobre la una, entré en la parte de mi casa que no tiene calefacción y había vaho por fuera. Abrí para que entrara calor y aproveché para limpiar los cristales de ese lado, ¿era enero?
Sé que el cambio es inexorable, (debería plantar naranjos en mi huerto; no puedo hacer otra cosa que aprovecharme de esta nueva realidad). Porque se supone que será catastrófica: sequías, diluvios, trastocamiento de la agricultura, calores malsanos.
También soy consciente de que la humanidad poco puede hacer ya, y aunque pudiera, los occidentales ya la jodimos y los demás quieren seguir jodiéndola, ahora que pueden, para disfrutar su parte en el progreso material...
Tengo el coche aparcado desde el 17 de diciembre, presumo de ello. Sin embargo, cuando vuelvo de correr me ducho,(con agua caliente) y los pasados días, que ha hecho el frío propio de la estación, ponía la calefacción para que me acompañara al salir del cuarto de baño. Sé que el mundo no puede permitírselo, pero yo lo doy por perdido y tampoco quiero cogerme una gripe.
Estoy con dos jerseys en casa, con gorro en la cabeza. Ahorro más que otros, un poco por no sentirme culpable de lo que pasa, y otro poco como un placebo de conciencia.
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