Un viaje presenta aventuras. Esa tarde de sábado habíamos estado de playas, salinas y horizontes claros. Yo llegué cansado y no me da vergüenza acostarme a las diez si puedo hacerlo, pero mi cónyuge y compañera de viaje no estaba dispuesta a permitirme ese relajo. No habíamos visto la catedral, que estaba a diez minutos del hotel, ni la plaza de toros que está cinco minutos más allá. Así que me cambié de camiseta y salimos.
Venían en dirección contraria muchas mujeres enmantilladas y hombres de chaqué con cirios, bastones ceremoniales y gomina los que su pelo podía permitírselo, ellas con tacones, que maldecirían a la hora de llegar a casa.
¡La catedral! y abierta, y además iluminada. Entramos sin demora, eran los estertores de una especie de vísperas. El templo no merece el nombre de catedral, será la más pequeña de España y probablemente del mundo, yo creo que la románica de Jaca es más grande; esta está pintada por dentro de blanco quizás para dar sensación de una amplitud que, en objetivos metros cúbicos, no tiene. Pero alberga a la virgen de Cinta, patrona de la ciudad, con una devoción muy andaluza. (Aunque claro, en la provincia está la del Rocío, que eso es marca mayor)
Parece más grande de lo que es. Tengo una foto de día que pondré después.
Quedaba muy poca gente y aprovechaban la imagen de la virgencita.
Ya nos cerraban la catedral, así que hubimos de partir a la plaza de toros.
La plaza, al contrario que la catedral, es uno de los cosos mayores de España. Tiene adosados bares que extendían su terraza aquella noche. Las tomas nocturnas tienen el problema de que la máquina para que no salgan oscuras calcula y aplica una velocidad de toma inferior, con lo que hay que asegurar el pulso para que no salgan corridas. Yo opté por apoyarme en el saliente de un tercio de circulo de uno de los bancos de ladrillo que se ven a la derecha.
Estaba yo haciendo la toma del ambiente de este bar sobre el banco público donde se encontradas tres niñas sentadas cuando alguien debió gritarme.
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