Después de la ducha del hotel no nos dormiríamos antes de las 12,30. En la habitación había una cafetera de cápsulas pero perdía agua o es que no dimos con el funcionamiento. Teníamos que salir pronto para la ciudad a asegurar un alojamiento y a recuperar el tiempo no aprovechado en buscar belleza de la noche anterior. Retornamos toda la avenida y lo primero de mérito que encontramos fue la iglesia de San Pedro, pero toda la plaza a la que mira estaba en obras.
Asegurado el hotel para la siguiente noche, nos metimos a desayunar. Todavía me gusta la sonrisa de esta mujer, que siempre es muy feliz desayunando fuera.
Después vimos la plaza de Abastos, que en los lugares de puerto de mar ofrece hermosos puestos de pescado.
Esto más cercano debe ser atún rojo, que ni siquiera tiene precio de caro que debe ser. Dudo que alguna vez lo llegue a probar.
Subimos al muelle de carga de la empresa inglesa de las minas de Riotinto. Es uno de los símbolos de la ciudad y lugar donde se hacen botellones mirando las puestas de sol del estuario y las marismas del Odiel, recogí unas cuantas botellas y botes en la misma bolsa que las habían traído los incívicos jovenzuelos y las deposité en una papelera que no estaba tan lejos.
La moda de los candados que nació en el Pont Neuf de París llegó a todos los lugares metálicos con vistas.
Pedí permiso a este afilador ambulante que se desplaza a pedales aunque las muelas giran enganchadas a un motor eléctrico. No me quiso responderle cuántas fotos le hacen cada día. La verdad es que Huelva no es una ciudad muy turística; quizá no sean tantas.
Otra peste contemporánea son las colonias gatunas, servidas por (siempre) mujeres altruistas de mi edad, poco más o menos, con una abnegación digna de mejor empeño. Si les das conversación te cuentan la vida y enfermedades de cada gato.
Esto son los restos de la estación de tren de Sevilla construida en estilo neomudejar por orden o al servicio de los ingleses en el siglo XIX. Aunque este colonialismo económico duró hasta los años 50 del pasado siglo, no encontré ningún sentimiento britanicófobo sino todo lo contrario. Es más, entre el turismo que aprecié sentado en las terrazas me pareció distinguir rubios y rubias tipo británico, a lo mejor eran andaluces descendientes de aquéllos, o descendientes de ingleses que trabajaron y vivieron aquí que han venido a visitarlo.Hermosa estatua de abordaje en procesión competitiva, puede que sea el Rocío, porque la imagen de la virgen de Cinta que vimos otro día es bastante más pequeña. Como muchas estatuas romanas, o los retratos corporativos de los holandeses, se ve que tomaron retratos de personas reales -seguramente cofrades- que así financiaron parte de lo que cobró el artista (así lo hacían los holandeses en el XVII) también es posible que en el cuadro del Entierro del Conde de Orgaz el Greco practicara la misma fórmula de mecenazgo.
Me gusta esta estatua
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