Para decir que tenía prisa por comenzar otro, esta vez a Francia. Mi mujer aún reserva 10 días por disfrutar de sus vacaciones y teníamos pensado que ahora después del 15 de septiembre comienzan las temporadas medias y es fácil encontrar a mejor precio alojamiento.
Pero dicen que mañana va a llover, y en Francia más. En el centro y medioeste de Europa ha caído y está cayendo la mundial: un temporal de lluvias de nombre Boris, del cual no sé si lo que viene es una cola o no tiene nada que ver.
Era el momento porque más tarde va a ser difícil que encontremos una semana entera sin lluvia, aunque pudiera ser que sí: en algún momento se vendimiará en Francia y eso no se hace con los racimos mojados.
Mi huerto ha dado suficientes tomates y berenjenas, las patatas las recogí en agosto, los higos han sido para los pájaros y para abonar la tierra, y los melocotones, (creo que nunca he comido más melocotones en mi vida) están a mi disposición como diez kilos en el último árbol que tenía pensado llevar junto con tomatillos que aguantan muy bien, a esa hipotética semana francesa. Quería decir que puedo dejar el timón del huerto que ya me ha dado lo que debía.
Pero no, hay que esperar, se está yendo el calor y mañana tampoco habrá sol. Seguiré narrando aquí mi viaje a Huelva y sus rebotes. También leo la última novela que conseguí de Patricia Highsmith, que se llama "El temblor de la falsificación" que partía de un viaje a Túnez de un escritor para ambientarse en la creación de un guion de una película y ya se está enredando. ¡Cómo era de capaz esta mujer de penetrar en los personajes; lo sórdido y lo común siempre mezclado, entreverado y entrementido, ahora ha habido un suicidio que engendra culpabilidades a su alrededor, ya estoy enredado en un libro que -por fin- me atrapa y que me satisface.
Los americanos de una época se obsesionaron con el norte de África, pienso en Paul Bowles, en su vida y en su cielo protector, es algo masoquista ese amor porque los roban y los engañan, también a la Highsmith que debió de vivir por allí, y que tan amante de los gatos tiene que soportar los inconcebibles en la actualidad maltratos animales porquesí. Esta escritora no deja títere con cabeza, es el prototipo de la misantropía andante.
No sé qué me espera de interesante en lo que queda de año, me basta con que la literatura me recargue las pilas del cerebro, ya que me temo que ese gran viaje, (hace cuatro años que no pisamos Francia) parece que se frustra sine díe.
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